.... Dos libros de Luis Sepúlveda pueden
encontrarse en las librerías. El de edición más reciente,
Mundo del fin del mundo, narra una serie de aventuras
en el sur de Chile, con un matiz ecologista y un marcado aire
"coloanesco". La otra publicación, un pequeño y modesto libro de 128
páginas, ha recibido elogios como el prodigado por el a menudo poco
pródigo Ignacio Valente, quien la consideró "una breve e intensa
novela de aventuras (...) clara y entretenida (...) cuya sobria
hechura y ameno suspenso se agradecen". Pierre Laapape, crítico
literario de Le Monde, fue menos parco al definirla como "una
novela embrujadora" que tras ganar el premio Relais H -asignado a
novelas de evasión- y además el France Culture -de corte elitista-
adquirió "un aura intelectual incontestable".
..... Si se agrega que la revista especializada
Lire lo consideró "el mayor éxito del año", es difícil no
preguntarse por qué en Chile no ha recibido mayor atención. Pocas
entrevistas y las noticias llegadas vía agencias noticiosas
-publicadas en reducidos espacios- es lo que lo ha rescatado de su
casi condición de mito. Hasta el punto que el suplemento literario de
un diario llegó a publicar, a página completa, un artículo que dudaba
de la existencia de Luis Sepúlveda, junto con vilipendiar con
gratuidad su obra.
..... Lo cierto es
que Sepúlveda existe. Grande, macizo y grueso, con ese hablar
vocalizado de los que viven donde no se habla español -Alemania en
este caso-, aceptó con gran gentileza una invitación a fumar un puro
-su pasión es el tabaco negro- y hablar sobre una vida creativa y
azarosa. Y real, no como la expuesta por quien escribió el artículo
aquel, quien para Sepúlveda es "sólo un cretino".
..... Nació en Ovalle Luis Sepúlveda, hace cuarenta y tres
años. Estudió teatro, fue bombero, picó apio y nueces para el
aguardiente en la casa de Pablo de Rokha, escribió libretos para
Confidencias de un espejo de radio Portales, ganó el Premio
Casa de Las Américas en 1969 y fue llenando líneas y más líneas de su
prontuario de actividades, con no pocos premios entremedio. Se fue al
exilio -que en una entrevista dijo "lo consideré como una beca de
estudios"- e inició una diáspora de cientos de kilómetros y de días
hasta Hamburgo, donde actualmente reside.
..... En esos viajes tomó conocimiento de los indios
shuar, más conocidos como jíbaros. Conviviendo con ellos, y en
especial con uno, Miguel Tzenke, admiró a una raza que respeta sus
tradiciones y el hábitat donde se hallan, la amazonía. Allí quedó la
semilla de lo que sería El viejo que leía novelas de amor, la historia
de Antonio José Bolivar Proaño, un ser que vive físicamente en El
Idilio -un pequeño poblado selvático- y espiritualmente en la
tradición de los shuar, quienes lo educaron.
-¿Es cierto que
escribió la novela en un solo día?
-No tanto así. Tenía la
idea en la cabeza durante años, pero no quería hacer una invitación a
desconocidos a ese lugar. Fue finalmente en Yugoslavia, trabajando
como guionista de una película, que en un día salió el esqueleto del
libro, unas cuarenta y cinco páginas. Pero en general soy más lento
para escribir, más cuidadoso, con una media de dos años por
libro.
-Pero,
¿cuál es su disciplina habitual para escribir?
-Es
enteramente variable. Las horas más creativas para mí son entre las
siete y la una de la tarde. El resto se lo dedico a mis chicos (se
corrige), a mis niños -que son tres-, y la noche es para los
amigos.
-¿Y ha
alterado en algo su vida la espiral de éxito en la que se ha visto
envuelto?
-No, porque tengo amigos. Y compartir eso que llaman
el éxito hace que sea más simple. Si lo tomas estando solo, es
neurotizante.
-Alguna vez
ha comentado que la mejor forma de escribir es haciéndolo para los
amigos.
- Sí. A veces pienso en cómo le hubiera gustado a Julio
Cortázar, o a Alvaro Mutis. O ahora, a partir de hace unos días, como
le gustaría a "Pancho" Coloane, a quien conocí en uno de los más
hermosos encuentros que he tenido. Se puede decir que nunca estoy solo
en el escritorio. Eso me obliga, porque los amigos son
exigentes.
-Y la memoria
de Cortázar, deduzco, debe ser muy exigente.
-Sí. A Julio
Cortázar tuve el placer de conocerlo en París, en 1982. Fue en la
presentación de un disco del cuarteto Cedrón, con letras suyas, y allí
nació algo grande que murió aquel 12 de febrero. A Julio le debo una
bellísima referencia en mi libro de cuentos Los miedos, las vidas,
las muertes y otras alucinaciones (publicado en Estocolmo, 1986)
-Opinará como él que el
cuento gana por K.O, mientras la novela lo logra por
puntos.
-Eh, más bien creo que el cuento te absorbe en un
esfuerzo de síntesis, mientras en la novela participas. En el cuento
no te puedes inmiscuir.
Viejos,
Piratas, Pistoleros y Detectives
... En junio se rodará el
filme basado en El viejo que leía novelas de amor. Anthony
Quinn -"en un papel que quiso expresamente"- sería el viejo
protagonista, y Jean Jacques Annaud (El nombre de la rosa, El
amante) quien dirige. Mientras, la novela ya ha sido traducida a
más de dieciseís idiomas: "italiano, inglés, holandés y otros; 'es'
que no recuerdo", comenta el autor. Estos últimos lanzamientos marcan
nuevos contratos y el inicio para una ráfaga de nuevos títulos de Luis
Sepulveda.
-¿Uno de ellos es una
novela de piratas, no?
-Se trata, en efecto, de una historia
ambientada en el mar del sur, en Cabo de Hornos. La época es la
primera mitad del siglo XVI.
-¿Otro de sus libros,
según comentó en otra de sus visitas a Chile, versaría sobre las
andanzas patagónicas de Sundance Kid y Butch Cassidy. Logró ubicar sus
tumbas, como quería?
-Sí, parece. Logré descubrir una casa
levantada cerca de Esquel, Argentina, que tuvo relación con ellos.
Hablé con viejos y acumulé una serie de testimonios sobre su paso.
Finalmente, cerca de Chile Chico, ubiqué una tumba de dos desconocidos
que, según los indicios, todo indica que son
ellos.
-¿No hay
certeza?
-No, porque los cuerpos están
descabezados.
-Aparte de ese libro
-Dos gringos se titulará- hay otro proyecto ambientado en Chile, ¿no?
Su titulo es El blup y transcurre en el revuelto mayo de
1968.
-¿Cómo sabe de ese libro? Bueno, es una novela que se
encuentra casi terminada y que transcurre en el pueblito de Maipo,
como un común denominador, relacionado con París, la extinta
Checoslovaquia, y un hombre tan grande como un país, como fue Julio
Cortázar.
-¿Hay otros libros de
futura publicación?
-En Alemania la Fisher Verlag publicará una
serie de libros de novela negra, que también serán adaptados para la
TV. Su protagonista lleva por nombre Belmonte.
-Semejante a Sam Spade, o más cercano a
Phillip Marlowe, aquellos clásicos detectives del
género...
-Es distinto. Belmonte es
un marino que trabaja para una aseguradora, el Lloyd Hanseático, e
involuntariamente descubre horribles crímenes ecológicos. La acción
transcurre, a veces, en el eje de Europa y América
Latina.
-Lo ecológico también se
involucra en la trama de sus dos novelas publicadas en Chile. ¿Hay
alguna intención de educar?
-No separo. La novela es un
excelente medio para llamar a la reflexión. Los discursos muchas veces
son inaccesibles. El caso de la novela es diferente. Como es ficción,
y los seres humanos amamos la ficción, nos llama más a descubrir. De
hecho, mucha gente me ha dicho que Mundo del fin del mundo les
acercó al problema de la caza de las ballenas.
-¿Tiene algún método para elegir los temas tan dispares de
su obra?
-Con respecto a eso, me declaro totalmente borgiano.
Los temas lo siguen a uno. De repente te encuentran, en el momento y
lugar justos.
Leí
literatura repulsivamente inteligente
En
estos días Luis Sepúlveda se encuentra en Europa, ya que una serie de
compromisos -entre ellos varios re-lanzamientos de su más exitosa
novela- le requieren allá. Pero como era de suponer, durante su
estadía en el país leyó parte de la denominada "nueva novela
chilena".
-¿Qué opinión le merecen
los nuevos escritores?
-Creo que la gente no tiene que querer
ser escritor, sino querer escribir. La triste impresión que tuve fue
todo lo contrario.
-¿Qué le causó esa
impresión tan tajante?
-Que los volúmenes a los que tuve acceso
-menos A imagen y semejanza de Matías Morán- me parecieron una
literatura repulsivamente inteligente, fría y
estudiada.
-¿Qué explicación encuentra para este
fenómeno?
-Chile recién comienza a reponerse de una época
cavernaria, donde abundaron los sucedáneos de literatura. Se ha
engañado a mucha gente diciéndoles que son artistas. Y ellos han
alejado a la gente, en estos años, de la literatura. Leer es un
placer, y la misión principal del escritor es hacer que la persona se
reencuentre con el hecho estético.