LUIS SEPULVEDA
 
 


Luis Sepúlveda

Infatigable trotamundos
con el mar a cuestas

Escritor; militante activo de Greenpeace, este chileno
que triunfa en Europa no olvida sus orígenes y su amor
por la literatura de Coloane, pero se siente
ciudadano del mundo

por Mónica Villarroel

..... Un trotamundos. Un amante infatigable del mar que milita para defenderlo y plasma sus relatos en personajes de ficción.
..... Inspirado por la literatura de Coloane y su propia experiencia de vida a bordo de un barco ballenero, dejando los pies en América Latina y hoy habitando en Hamburgo como un escritor consagrado y, al mismo tiempo, miembro activo de Greenpeace. Luis Sepúlveda, un nombre tan chileno, cuyas obras han sido traducidas a 16 idiomas, estuvo de visita aquí donde tiene sus raíces y comenzó su historia errante. A fines de feberero, cuando ya se encuentre de regreso en Europa, lanzará una nueva edición de "Un viejo que leía novelas de amor".

Dejar el país,vivir y triunfar en Europa es difícil, pero reencontrar el lugar de origen también lo es. ¿Cómo percibe esa experiencia?
-Estar afuera es algo puramente accidental. Me vi obligado a salir por el exilio, situación que lentamente fui revirtiendo hasta llegar a la convicción íntima de que era una especie de beca de estudios. Siempre he sido un tipo optimista y traté de encontrar la mejor cara de la medalla. No puedo negar que siento un gran cariño por el terruño, pero no soy chileno a ultranza. Me da asco cualquier tipo de patriotismo.
La acogida que tienen mis obras, traducidas a dieciséis idiomas, me permite ser ciudadano del mundo, del planeta.
Me pregunto si yo sería feliz aquí, cosa que dudo. Quiero mucho a mis amigos, pero vivir en un país donde la hipocresía es como la regla general que mueve a la sociedad, me haría sentir molesto.

Pero me interesa que mis obras se conozcan aquí. Estoy muy agradecido de que un coloso de la literatura como don Francisco Coloane se haya interesado en uno de mis libros y con mucha generosidad lo haya prologado. Me sentí muy emocionado porque fue uno de los autores que me impulsó a escribir.
Pero he sido horriblemente mal tratado por los autores nacionales. Soy una especie de bicho molesto al que hay que ignorar y mantener aislado. Todos saben que, modestamente, soy el único escritor que ha llegado a la final del Premio Medicis en Francia y no me lo dieron porque ya había recibido dos premios el mismo año. Los chilenos son malamente competitivos.

¿Fue en España donde usted logró publicar sus obras?
-Cuando era muy joven publiqué un libro en Chile, como todos, en la imprenta de Arancibia Hermanos. Luego salió en Cuba "Crónicas de Pedro Nadie", un libro de cuentos que ganó el "Premio Casa de las Américas" en 1969. Estoy en más de cien antologías de literatura latinoamericana, pero la verdad es que empecé a publicar en serio en España, a partir del año '85 con diferentes editoriales. Hasta ahora he publicado seis obras. Ahora tengo un contrato fijo con una editorial que me compró un paquete de cinco novelas, la primera de las cuales aparecerá en febrero, una reedición de "Un viejo que leía novelas de amor".

¿Y sobre qué versan las otras?
-Están todas escritas. Me preocupé de tener una obra detrás mío antes de lanzarme a compromisos editoriales. Después de "El viejo..." viene, a mediados de año, la novela "Desde la perspectiva del gordo", una especie de radiografía política de mi generación desde la óptica del humor. Esa es la única manera de mirar la historia y ese rol tan curioso que jugó mi generación.

¿Cómo visualiza ese rol?
-Es eminentemente un rol de fracasos. Fue un rol heroico, maravilloso, fuimos los mejores soñadores de este siglo, pero derrotados por la propia envergadura de nuestros sueños. Si hubiera que repetir paso a paso todo lo que hicimos, yo lo volvería a hacer.

¿Y las otras novelas, hacia dónde apuntan?
-Para comienzos del próximo año está programada "Nombre de Torero", una novela negra, la primera de una serie. Son las historias de Juan Belmonte, una especie de marino e investigador que se enfrenta a situaciones que tienen que ver con escándalos, fruto de crímenes contra el medio ambiente, el entorno ecológico. Tienen un planteamiento inicial en Europa y el desarrollo y la culminación de la trama es en diferentes países de América.
Siempre quise escribir novela negra y con ese personaje, Juan Belmonte. La idea la compró la TV alemana para una serie de diez películas, lo que me obliga también a redondear diez historias. Hay tres novelas listas que irán apareciendo regularmente en España y México.

¿Quién inspiró al personaje Juan Belmonte?
-Es un personaje muy conflictivo. Siento una gran fascinación por el mar y todo lo que viene de él. Me marca mucho el hecho de venir de un país que tiene cinco mil kilómetros de costa. En mi juventud fui tripulante de un barco ballenero. Luego, a través de mi militancia en Greenpeace creció mi fascinación por el mar y, tal vez, porque los individuos más interesntes que he conocido han tenido alguna relación con el océano. No hay nadie más atractivo que Francisco Coloane, quien en sí es una novela. Belmonte nació de esas influencias.

¿Cómo fue el acercamiento a Coloane?
-No lo conozco personalmente, sino a través de su literatura. Cuando tenía 14 años fui un destacado cimarrero, pero me iba a la Biblioteca Nacional a la sección niños, en una casona de la calle Compañía. Uno de los primeros escritores chilenos que cayó en mis manos fue Coloane, a quién me devoré.
Con el tiempo, leyendo a otros autores, me di cuenta que su envergadura era la misma de Conrad, ahí estaba la pasta y la irreverencia de los grandes narradores. Cuando irrumpió con su primera novela, aquí lo trataron muy mal porque su lenguaje se salía de los cánones afrancesados con que los chilenos escribían entonces. Fue el primero que se atrevió con un idioma propio: el idioma del mar.

¿Cuál es la importancia del mar en el contexto global de su literatura?
-El mar es una constante en mi literatura, pero no es una reminiscencia. Yo vivo en función de los desafíos y el mar es el más grande de ellos, al cual te enfrentas sabiendo que nunca vas a poder ganar. Ese enorme coloso que ocupa casi tres cuartos del planeta es de una fragildad asombrosa.
De ahí por ejemplo, que mi participación en el movimiento ecológico esté destinada a servir al hombre y, a través de las medidas de protección, estás salvando la vida de todos y estás tomando bandera por una lucha que va en beneficio de la humanidad.
Eso lo ves como una necesidad mucho mayor en Chile y cualquier crítica que uno haga hace que te califiquen de enemigo del progreso, del bienestar.

Normalmente los intelectuales están a distancia, critican desde lejos, son observadores más que protagonistas. ¿Sigue siendo militante de Greenpeace?
-Yo no soy un intelectual. Me han descrito como un aventurero y eso es cierto. Ahora tengo tres hijos y los seguros en el mar eran muy caros, así es que tuve que dejar de ser tripulante. Pero todo lo de Greenpeace que viene de Europa para España y América Latina, pasa por mis manos porque soy el traductor.
Un intelectual es un individuo que por lo menos sabe resolver una ecuación matemática y yo no lo sé. El intelectual tiene capacidad de abstracciones monstruosas y de disfrazar la realidad con eufemismos. Yo no, a mí me gusta usar un lenguaje muy llano, entender y que me entiendan. Creo que soy un individo intuitivo.

¿Cuánto tiempo navegó con Greenpeace y en el barco ballenero?
-Con Greenpeace, entre1983 y 1988. En el ballenero, muy poco, unos cuatro meses, cuando tenía 16 años. Después de leer a Coloane me entró el bicho, tenía que conocer ese mundo de los balleneros. En un pequeño puerto en Tierra del Fuego fondeaban los barcos de la flota chilena y me aceptaron en uno como pinche de cocina. Después hice viajes en velero a la Isla de Pascua y el hecho de vivir en Hamburgo me motivó.

¿Hamburgo fue una opción?
-No, fue casualidad. Estuve dos semanas y tenía una invitación de Julio Cortázar para irme a París, pero Hamburgo me cautivó. Es una ciudad fascinante, muy abierta, escuchas hablar todos los idiomas de la Tierra. Llevo 13 años y los hamburgueños me consideran uno más. Represento a la ciudad en eventos culturales y lo que más me atrae es el carácter de puerto.
La misma nostalgia que a veces siento por Chile allá, la siento acá por Hamburgo y por Barcelona. Lo que me falta son los paisajes del sur, pero los tengo en Escandinavia.

¿Cómo empezó el viaje, la carrera de trotamundos?
-Accidentalmente nací en Ovalle. Mis padres andaban de viaje y vine al mundo en un hotel. Como a los 13 años, comencé a recorrer el país de norte a sur y me llené de su paisaje.
Me echaron de Chile el año 77. Tenía que ir a Suecia pero me bajé del avión en Buenos Aires. No tenía la menor intención de ir a Europa. En Argentina la situación era peor así es que me fui a Montevideo, de allí a Brasil y después al Pacífico. A dedo, en bus, en tren; crucé a Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador, donde me quedé por algún tiempo. Después Colombia, Panamá, Nicaragua, hasta que me cansé. El ' 80 me fui a Europa y llegué a Hamburgo. Cuando estuve preso en Chile fue la sección de Hamburgo de Amnistía Internacional la que vio mi caso, tenía una deuda.
Allí me di cuenta que podía vivir como escritor. Primero empecé con programas de radio, después en otros medios de prensa y tenía el mundo a mi disposición. Paralelamente, junté mis materiales, publiqué libros , gané un montón de premios. Ahora se me viene la vida encima, continúo viajando de un lado a otro, no puedo estar más de dos meses en la casa porque mi mujer dice que me pongo neurótico.

 

en revista Los Tiempos Nº 11, 15 de febrero de 1993

 

 

 
 

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