Conversación
con el poeta Sergio Parra, poesía,
vanguardia y
rock
Los
autos cruzan la costanera dibujando diferentes líneas de confusas
contorciones al encender sus focos y rayar con ellos la sólida cortina
de smog. Abotono el abrigo hasta el cuello, y avanzo sobre esta
cristalina pista de aterrizaje para Mesías de poca monta, al encuentro
de Sergio Parra y les prometo que me dan ganas de "mandar al diablo al
infierno".
por
Marcelo Buscaglia
en Sangría Nº1
octubre de 2002
No es
fácil introducirme en los 80, así que injerto en el Walkman el "Etapa
Anal" de los jorobados, lo rebobino una y otra vez para realizar una
suerte de transmigración emocional hacia 1986 y sentir el original
sonido de los bototos de punks tiñendo con alcohol de quemar sus
moicanos al costado de la plaza Italia o los cantos de protesta de los
estudiantes tomando las calles por asalto o el estado de amenaza
constante bajo el cual se formó toda una generación de artistas los
cuales arrancaron del pavimento aquel lenguaje honesto que no necesitó
de maquillajes para mostrar el sentido de la escena, sino trasladando
la escena a un estado de transparencia donde el delineador revlon
fashion super colors, fue importado para ocultar las heridas y dejar a
aquellos héroes sumidos en la sombra de los edificios pos modernizados
a la fuerza, bebiendo el duelo que nadie quiso portar.
Toco el
timbre Sergio Parra contesta, caminamos algunas cuadras y entramos a
un bar.
¿Qué tal tu visita a buenos aires?
... -Bueno, suceden muchas cosas allá a nivel
literario y arte en general, la situación se encuentra difícil por lo
tanto la actividad crece, el descontento agudiza los sentidos, por lo
tanto el cuerpo social da señales de sus síntomas y son estos los que
dinamizan la creación desde una posición crítica sensible al contexto,
desplazando el absurdo en un movimiento eficaz de los grupos de arte
emergentes.
-Piensas que la actitud del artista en Chile desde los 90 en
adelante es cómoda ante la memoria.
...
La actitud del artista de finales de los 90 es una celebración al
consenso. El artista de consenso en cierto sentido se transformó en un
tipo eficiente para la transición, de este modo casi terminamos
ahogándonos con gas al dejar una de las perillas de la cocina dada,
como dice una canción en la cual solo se activa un pseudo faccionario
oficial que no devela un criterio de responsabilidad a la formación
histórica de la contingencia, arte sin memoria, solo ficción
instrumental.
-Es un
hecho que el artista de los 90 omitió el lugar del desencuentro, ahí
donde nuestros padres, universidades, iglesia y finalmente todo el
cuerpo social fue fragmentado en dos fuerzas irreconciliables; pero
dentro de cada bando hubo divisiones, entre uds también, los Nuñork
por una parte y los de plaza Italia para abajo.
... Si los 80 era un estado Bukosquiano en alguna
forma, y los más Bukosquiano éramos los de plaza Italia para abajo, ya
que nuestros apellidos, origen, barrios, no guardaban ninguna relación
con el poder, ni con el hijo rebelde de familia acomodada que se liga
a la oposición para sacarle canas a su padre, ni con los herederos de
la estructura del gobierno o los gobiernos anteriores a la dictadura;
en cierto sentido los Nuñork pertenecían, no todos por supuesto, a una
especie de casta artística superior a la nuestra tanto a nivel de
ubicación geográfica y todo lo que conlleva, educación, seguridad,
contactos de familia etc., nosotros éramos de la calle más punks con
respecto a ellos, pero estábamos en la misma.
-Ahora
el arte y el rock de la transición fue algo como un paseo seleccionado
dentro del metro democrático, lineal, previsible y con recorridos de
cambios de anden preestablecidos por el bien común reinante y el
silencio.
... El arte y el Rock por sobre
todo, de la transición no guarda ninguna actitud crítica, oculta la
memoria con producción tras producción de bajo sentido histórico, se
somete al manual inconsciente de las políticas de consenso,
maquillando el duelo y toda la ruina con un relato absurdo y cómodo,
narrado sin discusión alguna desde los plásticos asientos que anegan
los patios de las universidades privadas. Y es ahí donde se cristaliza
la formación de una especie de estética del reciclaje pero no de
nuestro desecho sino de la importación europea y norteamericana, sin
darse cuenta que ellos eran el reciclaje, del reciclaje, sin
memoria.
Y la
calle, la estructura por excelencia de la manifestación popular, ahí
donde la autoridad policial entra en crisis cuando alguien transgrede
el librito de instrucciones que garantiza el cuidado del patrimonio
nacional, como era aquella calle desde la visión de un artista que
escribe en medio del escenario de conflicto. En los ochenta los de
plaza Italia para abajo no teníamos techo, ya que nuestro único techo
fue bombardeado, (la moneda) y las calles eran nuestro hangar
creativo, vivíamos en piezas y luego a las calles, escribí muchas
veces de pie, en aquel escenario era necesario permanecer de pie, en
movimiento, discutiendo, manifestando las ideas, escuchando a los
prisioneros, a los jorobados, a zumo, a Viena (en su momento) etc. El
Rock que dejaba ver la médula de su producción. Un escenario de
barriada, de un Santiago atestado por la fuerza pública, donde la
cesantía crecía de forma vertiginosa junto a la generación de la
desesperanza, por lo tanto el individualismo ahí no tuvo cabida y el
cuerpo social se estructuró en base a otros valores como el compartir,
el vino sobre todo y los deseos.
Deseos que de a poco fueron
desarticulados por la moral de mercado donde todos de alguna u otra
forma fueron alcanzados por la onda que deja el espiral del neo
liberalismo; arrastrados hacia el shoping center del
olvido.
-Qué
sucedió ahí, porqué desembocó la agresión y las mutilaciones que
sufrió el cuerpo social tan bien expuesta por los artistas de los 80,
tales como el Cada, las yeguas de la Apocalipsis, en tus textos, en
los poemas de Bertoni, etc. En la gestación del rock de crácter
intelectual como los Jorobados, los Pinochet Boys, Electrodomésticos,
Fulano, finalmente desemboca en un absurdo lúdico.
Los artistas de
los ochenta teníamos sentido de comunidad del arte, algo así como la
gestación de un colectivo masa, una protesta callejera era pura acción
de masa, por lo tanto nuestra acción como artista guardaba un fuerte
sentido de resistencia, con criterio al contexto y desde ahí
generábamos representaciones, la mayoría contenidas bajo el gran
soporte del quiebre, al cual la comunidad en su totalidad fue
sometida. Hoy veo un asunto de clonación del top, la escena se vuelve
escena mientras el individuo asista a ella, por lo tanto la sobre
proliferación de bares, discoteques, centros culturales top, se
mimetizan en un solo efecto de atuendos, gestos de moda, fotos,
desfiles de celebridades, todo con el único fin de estar, de
pertenecer, de perderse en la fiesta neo liberal de las invitaciones
acotadas, de auto representarse como primer mundo y lo menos que
escuchan es rock chileno y si lo hacen es bajo claros principios de
estilos que se asemejen a lo que se escucha en los bares de Barcelona,
New York, Roma etc. No hay sentido de localidad ya que sin memoria es
fácil construir ficciones repentinas que desaparecen casi sin dejar
rastro, y el artista que permanece es el que produce desde lo
políticamente correcto para mantener su rostro en circulación, muchos
de ellos ya no obran desde la academia, sino desde el Home
Center.
En los setenta el arte y el rock cargó su ADN con nuevos
espacios de exploración, se produjo desde los bordes, desde la
contracultura, la Velvet Undrground, David Bowie, toda la legitimación
de la generación Beat, Andy Warhol, el art Pop en su conjunto, la
creación de la Factory, todo aquello en los 80 se cohesiona, pero con
un valor agregado, se suma el contenido político, por lo tanto el arte
se compromete al contexto, en Chile hubo una especie de Factory, el
Trole, Matucana, los encuentros culturales de la Universidad de Chile,
donde circulaban los cassetes piratas, las revistas fotocopiadas, las
acciones de arte con un fuerte contenido contestatario, un descontento
honesto e ingenuo, ninguno de nosotros pensamos alguna vez ser súper
estrellas, ni tampoco ser fotografiado en una revista top, pero si la
dictadura nos fotografiaba para consagrarnos por siempre en el
anonimato.
En mi visita a Buenos Aires vi un graffiti el cual
decía, "Luca Vive", es un signo de respeto a sus muertos, a la
memoria, tal vez por aquello el rock argentino es tan fuerte, saben
que después de todo las canciones no son un juego.
-Y para
terminar este rescate de los 80, Sergio y el New Wave.
Fue un
regalo, inaugura el underground Santiaguino, le dio una estética
glamurosa de tienda de ropa usada, no de súper club. Le mostró a este
país la otra cara que tanto necesitaba, muchos amigos asumieron su
homosexualidad desde el New Wave, Matuicana, el Trole, los Smiths, The
Cure, Viena otro cuento, no era caro ser New Wave bastaba solo con ser
romántico.