LA BRÚJULA DEL ALMA SEÑALA
EL SUR
Entrevista a Miguel
Serrano
Yo soy el que soy. Soy el corazón de la tierra. Todo
el resto es desvarío.
(O.V. DE L. MILOSZ)
No hemos sido los
primeros en observar que su país escatima a Miguel Serrano los honores
merecidos. A un escritor editado por prestigiosas casas de Inglaterra o
de Estados Unidos; publicado incluso en farsi y en japonés. No hace
mucho que otra de sus obras, "El Círculo Hermético", ha visto la luz en
francés (Georg Ed. Ginebra, 1991) y es en las páginas de la revista
belga "Vouloir" que el ensayista Bruno Dietsch dedica el siguiente
comentario a la obra del escritor chileno: Nemo propheta a acceptus est
in patria. ("Ciudad de los Césares", Nº 39, año 1991) A esto le debemos
agregar que recientemente su obra ha sido reeditada en Francia y en
Rusia.
¿Qué recuerdos tiene de la generación del
38?
Era una generación secreta.
Vivíamos creyendo que el mundo éramos nosotros y nada más. Existían
otros grupos con los cuales no teníamos mayores contactos. Nos
juntábamos en cafés nocturnos, donde conversábamos. Era la época de los
cafés. Las reuniones nuestras eran en el restaurante llamado "Miss
Universo" que quedaba en la segunda cuadra de San Diego. Yo vivía
siempre por estos barrios, por la calle Lira. Y recuerdo que de noche
caminaba hacia esos lugares, -a cualquier hora de la noche se podía
caminar-, en un Santiago maravilloso de casas bajas, donde todo era
cielo y donde no existían los asaltos. Tantas cosas han desaparecido,
aunque aun existan los rieles de la calle Lira, esos rieles por los
cuales caminábamos con Héctor Barreto que era líder de este grupo y de
esta generación. Algunas veces nos quedábamos conversando hasta que
cerraban los bares y entonces cada uno partía para su casa. Nos sobraba
dinero que entonces no nos costaba nada ganar porque era la mesada que
nos daba nuestra familia. Entonces parábamos, en los rieles de la calle
Lira y lanzábamos el dinero. Era un gesto generoso para dárselo a los
fantasmas y seguíamos caminando, en los rieles, uno en uno y otro en
otro hasta que llegaba a mi casa y él se perdía en la noche. Caminando
por esas calles, yo llegaba al restaurante "Miss Universo". ¿Quién
estaba allí?: Julio Molina Miller (autor de "La Primavera del Soldado",
Poesía, 1944); Robinson Gaete, personaje que nadie sabe que existió;
Guillermo Atías que luego pasó a ser uno de los dirigentes del partido
comunista que murió estando exiliado en París. También Santiago del
Campo, el Tigre Ahumada; gente formidable, que vivía la noche hablando
de libros, de autores europeos: Panait Istrati, Knut Hamsum, autore de
la época y filósofos afines a la cultura Griega tan admirada por Barreto
Y Santiago del Campo. Ese era nuestro grupo, que luego tomaría contacto
con otro grupo, curiosamente gracias a mí: un día, al asistir a un
matrimonio familiar, tuve la oportunidad de conocer a Vicente Huidobro
que era primo de mi madre: cuando Huidobro supo que yo escribía, me
invitó a su casa y ahí conocí a Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa y
Eduardo Anguita. También gracias a Braulio Arenas, tomé contacto con el
notable poeta Jaime Rayo, que escribió un libro extraordinario: "Sombra
y sujeto (Poesía, 1939) y que posteriormente se suicidó. Así nos fuimos
conectando unos a otros, hasta que llegó el momento del asesinato de
Barreto. Era el tiempo de la Guerra Civil Española (1936). Hasta la
muerte de Barreto, nosotros, que prescindíamos de la política,
considerábamos que preocuparse de la política era una traición a la
poesía o la literatura. A Barreto lo mataron los nazistas en una reyerta
callejera, porque Barreto antes se había hecho socialista. Recuerdo que
Atías, que era el más político de todos, le decía a Barreto cómo es
posible que tú, Jasón, te hayas metido en la lucha contingente. Él le
respondió: "me he hecho socialista porque me dan pena los niños con los
pies descalzos bajo la lluvia". Pero, en realidad, no tenía nada que ver
con la política. De echo, el mismo día que lo mataron, llegó a verme a
la casa de Lira para invitarme a algún café. En aquella oportunidad me
confesó que estaba muy desilusionado de la política y, sobre todo de los
socialistas. Él estaba escribiendo cuentos de tipo social, algunos
estupendos como "La noche de Juan", y me dijo: "Yo quise que mi libro lo
ilustrara un amigo mío, pintor. En el partido me dijeron que no porque
ellos tenían pintores e ilustradores. Entonces, les dije: "El que yo les
quiero traer, es un tipo extraordinario, porque es capaz de hacer un
círculo perfecto con los ojos cerrados y esto sólo Leonardo lo podía
hacer. Por estas razones me quedaban mirando y pensaban: este tipo está
loco". Esa noche se fue al "café Volga", que quedaba en Avenida Matta.
Eran los tiempos de las reyertas callejeras. Los socialistas en aquel
entonces estaban movilizados militarmente. Y en esta reyerta Barreto
murió. Entonces los socialistas salieron a la calle. Vicente Huidobro se
apareció inmediatamente y nos dijo: "Vengan ustedes a luchar contra el
fascismo" Y de esa manera yo entré a la política. La verdad es que nunca
he pertenecido a un partido político. Colaboré sí en aquellos años con
Blanca Luz Brum que era una poetisa (uruguaya) que estaba en Chile y era
de la izquierda y sacaba una revista que se llamaba: "Sobre la
marcha". También se estaba creando en el mundo el Frente Popular, o
sea, algo así como lo que es hoy la "Concertación", una alianza de
partidos de toda clase; burgueses, marxistas y hasta liberales para
combatir al nazismo. La guerra de España, especialmente. Yo mismo
escribí en el Diario "El Frente Popular", pero poco a poco me fui
desilusionando. Vicente Huidobro me dijo un día "Miguel: te invito a ir
conmigo a la guerra de España a luchar", y entonces le respondí: "Para
qué voy a ir allá , voy a leer primeros los libros de Marx; El
capital y todos esos libros de la época". Y después de estar seis
meses encerrado leyendo estas obras, terminé completamente antimarxista.
Me dije "Esto es un absurdo". Entonces me alejé de toda acción política.
También conocí en aquellos años el fundo "La Marquesa". Era el fundo de
Pilo Yañez (Juan Emar), amigo de Vicente Huidobro, donde se reunía mucha
gente de izquierda. Alvaro Yañez que era un personaje, fantástico. Se
levantaba en la noche a escribir. Era noctámbulo. A la hora de almuerzo
se sentaba en la cabecera de la mesa, no hablaba una palabra, tomaba un
matamoscas y si veía una mosca se levantaba a matarla. Ahí llegaba
también Eduardo Anguita. Leopoldo Castedo también llegó alguna vez y lo
cuenta en sus memorias. Anguita tenía mucho sentido del humor; recuerdo
que dormíamos en la misma pieza con él; por las noches hablábamos horas
de David Herbert Lawrence: El amante de Lady Chatterley. Eran
los libros de moda en esos tiempos. Vicente Huidobro y Eduardo Anguita
tenían un gran sentido del humor. Así, cuando llegaba el huaso que era
el capataz del fundo, lo sentaban a la mesa con su sombrero puesto.
Vicente Huidobro le decía a Anguita "¡Qué lindos claveles rojos hay en
ese florero!" y Anguita le respondía: "pero cómo Vicente si son rosas
azules", entonces el huaso les decía: "¡señores, pero cómo es eso, si
esas no son rosas son petunias blancas!" Anguita enseguida, le decía a
Huidobro: "Lo que pasa es que usted está mal de la vista y tiene que
hacerse un análisis". El huaso se paraba furioso y decía "Estos señores
estan locos".
Usted el año 38 publica la Antología titulada "El
Verdadero Cuento en Chile" donde se publica por primera vez a Juan Emar
y además desarrolla en el prólogo algo muy curioso, me refiero al
impacto que tiene a nivel del inconsciente la Cordillera de Los Andes en
los chilenos.
Porque ya entonces nosotros nos juntábamos a
soñar con los gigantes de la montaña que estaban dentro de la montaña,
porque éste había sido un país habitado por gigantes. La montaña es
sagrada. Entonces la montaña se veía a todas horas. Era una maravilla.
La visión de la Cordillera de Los Andes que se tiene desde Santiago no
se tiene en ninguna otra parte de Chile. Sólo he visto algo parecido en
Austria. Por algo Pedro de Valdivia eligió esta ciudad como centro
misterioso. Sé que en la montaña hay seres que están allí, que salen,
que contemplan, que están, que nos miran. La "Antología del Verdadero
Cuento en Chile" se me ocurrió porque nuestra gente escribía cuentos,
especialmente Barreto; quise con ella dejar un testimonio de nuestra
generación. Coloqué a Juan Emar porque verdaderamente sus cuentos eran
extraordinarios, una cosa única en el mundo. No me perdonó nunca Vicente
Huidobro que no lo haya puesto a él. Esa antología tiene una historia.
Yo no tenía un peso para editarla. No me acuerdo cómo salió. Se editó la
antología y fue un escándalo público. Alone habló por radio y dijo que
era como un equipo de futbol de 11 escritores.
Hábleme de su experiencia en los Himalayas y de esas
supuestas ciudades subterráneas que usted asegura que
existen.
Existe la leyenda de que se construyen ciudades
dentro de los Himalayas para protegerse de futuras catástrofes. Pero
también hay otra interpretación, de que las ciudades subterráneas
existirían desde antes. La tierra es hueca y tiene distintas entradas,
en distintos lugares. En los Polos existirían entradas. En el Polo Sur y
en el Polo Norte y también en algunas montañas y es eso lo que yo
buscaba en los Himalayas; las entradas al mundo interior. A medida que
uno se va acercando al Polo, la temperatura es más alta y no más baja y
hay polen, muchas veces en los iceberg, que son de agua dulce. A quien
le sucedieron cosas extrañas, en relación a eso fue al Almirante Byrd.
En su viaje por el Polo, se encontró con un mundo totalmente diferente:
animales prehistóricos, ríos y vegetación tropical. El Almirante Byrd,
al parecer, fue asesinado, ya que estaba diciendo cosas que no se
querían revelar. Cuando inicia esa expedición militar hacia las regiones
del Polo, en la Antartida, (el mar de Weddell, las tierras de Reina
Mana), donde los alemanes del Tercer Reich hicieron expediciones y
encontraron oasis de aguas templadas y además pasillos subterráneos de
miles de años. Lo que se dice es que desde 1938 comienzan a provisionar
esa base Antártica. La expedición del Almirante Byrd va desde 1946-1947,
después de la guerra, con aviones y se cree que hasta con una bomba
atómica que deja caer y explota en el aire perdiendo mucha gente. Esta
sería la responsable de la capa de ozono.
Usted fue amigo de Hermann Hesse, de Carl Gustav Jung, de
Ezra Pound entre otros personajes notables del siglo XX. Cuéntenos
acerca de su experiencia con ellos.
En Chile conocimos a
Hermann Hesse cuando en el mundo, salvo en Alemania, era un total
desconocido. Le leímos poco después del final de la Segunda Gran Guerra,
cuando aún no se le daba el Premio Nobel. Con el tiempo Hesse pasaría a
ser utilizado políticamente, por suerte para él después de su muerte,
pasando a ser un "boom" literario, promovido a voluntad. Viví la obra
mágica de Hermann Hesse al extremo que deseé viajar a Europa para
conocerle personalmente. Esta peripecia se halla relatada por mí en mi
libro El círculo hermético y no pretendo repetirla aquí.
¡Tantas cosas! ¡Tantos recuerdos! Con él hablé de todo, hasta de la
muerte. Un día le pregunté: "¿Hay algo más allá de la muerte?". Me
respondió: "Morir es como irse al Inconsciente Colectivo de Jung, para,
de ahí, regresar a la forma, a las formas". Yo debo pensar: ¿que nos
unió, acaso una reencarnación pasada? No hay otra forma de explicar este
misterio. Nos separaban la edad, las distancias geográficas, la
historia; todo y nada.
Con el
Profesor Carl Gustav Jung pasó otro tanto, al extremo de que este
monumento universal, este gigante, me dió, a mí, un joven escritor,
perdido en el mundo, de un país lejano y desconocido, un prólogo para mi
libro "Las visitas de la reina de Saba". Y esta fue la única
vez, entoda su larga vida, que este extraordinario genio escribiera un
prólogo para una obra puramente literaria, para un poema en prosa, como
es mi libro. Y aquí deseo hacerme una reflexión que tiene que ver con
nuestra patria, con Chile. Nadie en este país ha sido capaz de valorar
este hecho extraordinario, ni regocijarse, ni enorgullecerse. Yo, un
chileno, reconocido por el hombre más importante en el mundo del
intelecto y del pensamiento del siglo XX y tal vez de muchos siglos más,
soy prologado y admirado por este gran ser. Es la envidia, es la
cobardía las que impiden que en Chile, mi propia patria, el mundo del
oficialismo, del intelecto y de la literatura pueda aceptar y reconocer
estos hechos. En cambio, el más importante biógrafo de C. G. Jung,
Gerard Wehr, escribe en su obra que "al final de sus días, el Profesor
Jung no recibía a nadie, ni a sus discípulos, ni a muchas personas de su
familia, excepto a un joven escritor chileno, a quién prologó uno de sus
libros y con quien conversó cosas que a nadie revelara
antes".
Respecto a
mi profunda amistad con Ezra Pound, tuvo también que ver con que
pensábamos igual. Por suerte a mí no me pusieron en un asilo para locos
como a él y como al otro maravilloso escritor noruego y Premio Nobel,
Knut Hamsun. Y Ezra Pound es el más grande poeta del siglo XX y lo será
del siglo XXI. Me siento feliz en su compañía, y no necesito de nada ni
de nadie más.
El único
monumento que en el mundo se ha levantado en honor a Ezra Pound fue
impulsado e inaugurado por mí en España, en las cumbres de la ciudad de
Medinaceli.
¿Cómo es
su vida actual?
Mi vida oscila entre Santiago y Valparaíso y sigo
mirando el Cerro Huelén como mis antepasados, hasta que yo también
encuentre las "entradas secretas" al mundo interiuor, a la "Otra
Tierra", de Platón. O hasta que también me lleve un Disco Volador, un
Ovni, un Vimana.
FRANCISCO VEJAR
(Entrevista realizada a propósito de la
reedición de Antología del verdadero cuento en Chile, Be-uve-draís
Editores, Santiago, 2000.)
en CORMORÁN. Nº2 año 2001