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Antología del Verdadero Cuento en Chile

prólogo a la edición de 1938


por Miguel Serrano

 


1


Vida es acción del hombre sobre el mundo. Vida es humanizar. En el sentido ideal; puesto que hoy tenemos que mirar éticamente por los valores. Por los valores positivos. De este modo debe y tiene que ser en la realidad.

Nuestra generación, que ha nacido vieja en incomodidades, sabe esto, sabe muchas cosas. Mas de nada le vale. ¿De qué le puede valer, cuando está más explotada que un zapatero? (Entendiendo que el artesano es el que mayor independencia económica logra en Chile). El artista de nuestra generación -y en general- vive una vida de perro negro, en desconsideración, en vejaciones económicas y espirituales, en Santiago de Chile.

Vivir la vida recta y virilmente, como es en sí, es grandemente difícil hoy. En todos los sectores coexiste el capitalismo, con sus crecidos santos de trapo o de viento, fantasmas grises que viven en lapidaria simbiosis, que arriban y se arrastran. Para triunfar se necesita luchar; pero no luchar como hombres, sino como ranas o culebras. Lamer. En esta lucha por la vida, habitada por todos los planos de la existencia, triunfa el que posee mayores argucias inmorales, no morales, mayores gestos femeninos para el hombre. El arribismo recorre, en delirio geométrico, los distintos planos por iguales. Las llamadas izquierdas, o fuerzas de redención, de revolución, sólo aspiran a poseer buenos asientos blandos dentro de los parlamentos democráticos, a codearse con los blancos apellidos de la reacción.

Han nacido tarados por un complejo de clase y de comodidad. (Complejo que no posee el pueblo, que es sano, sino sus dirigentes, sus intelectuales, que pertenecen por lo general a la clase media). Cuando no se es Hombre, se es CLASE. Entonces se es inferior. El Hombre está por sobre las atrabiliarias y nominales ubicaciones de las clases: ES. La clase es el derecho y la actitud que adquiere por herencia, por impulso muerto, el ser que se arrastra. Y aquí sí existe la SUERTE, existen ventajas, superioridades. Una teoría que haga de la lucha de clases el centro y el fuerte, es necesariamente una teoría inferior, una teoría esclava, puesto que sostiene la presencia absoluta de un hombre inferior, enfermo, esclavo, no liberado aún, derrotado, dentro de la ubicación de clases.

Dentro del mundo de las clases aun existen superioridades y diferencias, existen odios y envidias invencibles, insuperables en su radio propio. Actualmente en el mundo no se VIVE, solamente se vive en clases. De ahí esos absurdos del paneconomismo, de la dialéctica, del marxismo, del fascismo, del aprismo, etc. Desde el momento que se vive así uno tiene que aceptar su propia suerte inferior o superior. El hombre-clase-media tiene que aceptar su propia oportunidad que lo lleva a hurgar en las falanges conservadoras para codearse con jovencitos, o bien, a verter venenos estereotipados en subversivos discursos comunistas. Porque es un hecho que los partidos de oposición del mundo están compuestos, en lo corriente, por hombres-clase-media, por periodistas y poetas fracasados, por arribistas (por lo menos aquí en Chile), que aspiran hoy a ser considerados dentro de un sistema democrático de mayorías. Al pueblo no se le habría ocurrido jamás crear un partido; porque el auténtico sufrimiento no tiene aspiraciones exhibicionistas y se mueve en silencio, como todas las fuerzas oscuras y verdaderas. Hoy basta que a un hombre le duela una muela para que, en vez de ir al dentista y ponerse en tratamiento, piense en el acto de sanar el dolor de muelas de la humanidad. Los partidos están así compuestos por tuertos, por eunucos, por mancos, por jorobados, etc. Aspiran -hijos de pastores luteranos- a encontrar una razón de existir en una masonería de ordenes superiores. La táctica marxista por ejemplo, se ha convertido en lo que las viejas fórmulas cortesanas: clichés donde se escamotea la propia existencia.

O el pueblo y su cielo vivo; el campesino, o bien la aristocracia de sangre -no el grosero burgués. No ha llegado la hora del pueblo, como vocean los oportunistas, no puede llegar, no debe, Ha llegado la hora del Hombre. Debe llegar. Decir que el hombre realizado está salvado de las clases, es redundar.

El deber de nuestra generación es organizar la vida conforme a la verdad, conforme a ella misma. América del Sur, continente nuevo, se contagia de Europa. Siendo que aquí podemos vivir distintos, realizar lo cierto. Es necesario luchar contra el imperialismo espiritual. Tenemos el deber de vivir conforme a la verdad, de hacerla carne algún día. Por eso luchamos hoy contra la vida conformada en lo falso. Porque vida es acción sobre el mundo. Y para poder actuar, aun en nosotros mismos, necesitamos aire, necesitamos un metro cuadrado, necesitamos realidad.

La vida hoy, aquí en Santiago de Chile, está organizada en la más verdadera mentira, que es mentira aun en su verdad. (Cómo hay que dar de puntapiés para abrir una ventana cualquiera y para abrirla sin humillaciones, sin arrastrarse junto a los magnates de viento!

Por un lado las editoriales, por el otro los escritores consagrados, las Alianzas de Escritores, o los que, ya solos, se dan vueltas de carnero en un salón.

Empecemos por las editoriales. La Editorial Zig-Zag, en manos de comerciantes extranjeros que temen editar La Divina Comedia por los subidos derechos de autor que cobraría Benedetto Croce, publica libros y revistas sin ninguna importancia esencial. Pero vamos a otro caso: la Editorial Ercilla, que ha tenido una carrera tan rápida como espectacular, hecha a base de una ensalada de títulos, sin una línea definida y culta, trabajando en Chile, con capitales chilenos, ha hecho una labor lo más antichilena que se podía esperar. Se ha dedicado a editar libros de centroamericanos, de venezolanos, de peruanos, de malos y desconocidos escritores tropicales, que no importan para nada a nuestro público. Ha editado a muchachos desconocidos de otros países, sin dar, como era justo, la preferencia a los nuestros. La Editorial Ercilla tiene como asesores literarios a algunos exiliados apristas peruanos. Ellos han querido, con sus publicaciones imponer un criterio (en modo alguno esencialmente americano para el chileno) sin ningún respeto, cuando lo que deben hacer es recoger un criterio.

En alguna parte me habría expresado erróneamente sobre el aprismo: pronto estoy a reconocerlo; pero quiero dejar constancia de cuáles son aún mis puntos de oposición al aprismo (no a los apristas, pues, gracias sean dadas, no confundo al hombre con ninguna teoría, lo salvo). Creo que la teoría aprista, por el solo hecho de pretender ser teoría, no es americana, creo que se calca sobre una visión del mundo europeo: la visión mecanicista. Su error, que yo repudio, el haber dado preeminencia a lo económico, a lo político, querer establecer en América sociedades determinadas por un hombre político. El aprismo, además, ha dado beligerancia al periodista y ha hecho de las luchas políticas el modus preocupatione. Todo esto principalmente en un sector de la vida peruana. Porque creo que el aprismo es esencialmente peruano, tiene raíz -no tan profunda- en el Perú. Los mismos apristas, como hemos podido comprobar, están trabajando constantemente sólo con una realidad de allá -no con la más profunda tampoco. No les cabe así el derecho a hablar de América, sino del Perú.

Nuestra generación está desamparada, no tiene donde expresarse. Pero no habrá de arrastrarse. La lucha está planteada. Es una lucha de calidad contra poder de cantidad. Nunca se ha visto aún en la Historia que la calidad perezca bajo un pie. Porque calidad significa intenciones de verdad. Sólo la verdad se impone.

Superior calidad, aunque sea en la intención. Porque, (qué quiso, qué intentó, la generación anterior) Nunca he podido saberlo.

Nos impiden de dos maneras: oponiéndose decidida y sinceramente, o con mimos, con agasajos, con miedos. Por otro lado están los que fingen los nuevos gestos; pero sólo se quedan en la actitud, en el gesto, pues la substancia equivalente les será por siempre, para siempre, desconocida; porque ellos lo quisieron. Más peligrosa que la oposición es la succión abanderizadora. Mantenerse en el escenario a costa de piruetas de payaso. ¡Evitemos ese paisaje! Cuando todo se reduce a otra cosa que no está en la literatura, sino en el hombre -y que ellos no comprenden-, cuando todo se reduce a calidad humana y a silencio, a no vivir con la mentira y el bluff - que pueden hacer triunfar a corto plazo, pero que a la larga destruyen y perecen-, sino con la verdad. Porque sólo la verdad se impone.

Nuestra generación no tiene necesidad de nadie sino de ella misma. No necesita de nadie. Por el contrario, LA NECESITAN.

Nuestro papel se reduce a aceptar la situación y a afrontarla. La lucha de las generaciones, hoy, por desgracia, existe. Mañana tal vez no. (Antes ya he intentado abordar este tema escribiendo por ahí en alguna revista de vida breve).

La diferencia en el fondo (no importa que no se dé el tono en todos los representantes de la nueva generación) es de una actitud del hombre ante la vida. No me importa la literatura, ni la Poesía, ni tan sólo el cuento por el cuento.

Esta antología, salvo un caso, es de la nueva generación. Y dentro de ella misma yo establezco diferencias violentas que no creo llegado aún el momento de verificar. Al escribir pienso en aquellos cuentistas aquí presentes para los cuales el cuento, el arte, es sólo una expresión de transición en sus vidas, es decir, para los artistas. Para ellos pienso; para mí principalmente, para Barreto.

El número está unido por una calidad, por un deseo de realización, de expresión hoy. Es necesario que se nos escuche. Bastante ya ha hablado el Silencio, la "majadería", el alcohólico vulgar, el político radical de los banquetes, el amargado de las siete de la tarde; todo ese desfile oscuro de chilenos aún hundidos y aplastados.

Se han creído cuentistas los criollistas, los marinistas, los médicos, los boxeadores, los vendedores de libros usados, los profesores de gramática, los viajeros con capa y enfermos de exhibicionismos orientales. Tanta gente.

En lo escrito hasta aquí, en esta primera parte, intento esbozar brevemente y con la mayor claridad de mi alcance, la situación actual, principalmente la de nuestra generación.
La cosa es peor aún.

No se trata de conseguir, a costa de algunas humillaciones ante las pálidas hileras de magnates, una publicación en sus revistas, un saludo callejero, una cita o que, por fin, nos editen. No se trata de nada parecido. Las pequeñas reivindicaciones de carácter democrático queden buenas para los estudiantes universitarios, seres que viven instalados, por lo general, en el último escalón de la baba, mediocres hasta el éxtasis.

Ahora. Alguien ha dicho el aforismo siguiente: "Cuando la obra empieza a hablar, el autor debe quedarse callado". No es en una antología de cuentos donde se debe hablar sobre el cuento. Personalmente he escrito algunas ideas al respecto.

Quien desee conocerlas puede remitirse a los artículos y polémica en cuestión. Ahora no desearía hablar sobre el cuento. Hay que dejar que los cuentos hablen. Puedo sí repetir algo de lo dicho en otra parte.

Algunos de los conceptos -que son nuevos- han producido, por el hecho de ser nuevos, indignación o descrédito. Por ambas partes jóvenes y viejos. Es que intentan -en esta Antología principalmente- una AUTENTICA REIVINDICACION, en el caso presente del cuento.

No es que esté deseando hacer una adulteración atrabiliaria y caprichosa de lo que todo el mundo entiende por cuento, del concepto cuento. Tampoco que dé preeminencia al género sobre la creación, que tome el rábano por las hojas. El artista se expresa de esta o de otra manera, y la expresión, equivaliendo a una sicología singular, determina, cristaliza con un cúmulo de leyes personales, invariables, que son lo que la sicología singular. Especializándose en la expresión equivalente -en el cuento- se logra la perfección, el conocimiento -que equivale a conocimiento de sí mismo, a relación serena entre interior y exterior. Se logra el virtuosismo, SE PUEDE EXPRESAR MUCHO MAS.

Mi único deseo es que se consiga respetar al cuento, tal como el poeta ha respetado a la poesía, y el novelista a la novela. El cuento, como concepto y como realidad, estaba aún en potencia, no coincidía exactamente con la sicología de los hombres. América, en especial Chile, lo reivindica, lo redime. La posibilidad del desarrollo ulterior existió siempre, sólo que el cuento hasta hoy fue como una espalda jorobada, necesitaba estirarse. Es por esto que se puede negar perfección, en una palabra, realidad hacia el pasado. El cuento nace hoy.

El cuentista empieza su camino solo y lo agota igual. Porque ¿dónde está el maestro, el modelo, para venerar, para amar? Los pasos resonarán solos en su única presencia; irá apareciendo un universo de nombres propios, de esencias únicas, de elementos suyos que le pertenecen por dolor y para visión propia, singularísima. Esta experiencia escapa hoy al poeta o al novelista que tiene ante sí los nombres de los artistas, los grandes bustos, de los que alcanzaron la perfección esporádica del género.

Se dirá: ¿y Maupassant, Bret Harte, Gorki, Baldomero Lillo? Gorki posterior a Bret Harte, Baldomero Lillo sugestionado por ambos. Los "cuentistas" chilenos le prenden ritos a estos nombres. ¿Quiénes son? ¿Han sido acaso cuentistas? No lo creo. Yo los considero simples narradores, perfectos si se quiere.

Hay una diferencia absluta entre un narrador y un cuentista. Hasta ahora se ha confundido a los narradores con los cuentistas. Principalmente a los rusos.

¿Qué es el cuento, entonces?

En el momento actual sólo podría hacer una definición por negaciones, afirmando que no es poesía, que no es novela, que no es narración, que no es una carta, que no es teatro.

Está quizás entre la novela y el poema; mas no es, no debe ser ni una ni otro.

El cuento no tiene por qué rebalsar, cargarse de elementos poéticos (bien entendido qué es elemento poético) que lo dispersan. Tal como la música que construye con elementos extraños a ella -de la literatura o la pintura, por ejemplo- es imperfecta.

Esto no quieren entender varios poetas, que escriben cuentos, presentes en esta Antologia también, entregándonos bellos monstruos, que son COMO PIES ENFERMOS QUE SE DISPERSAN PARA AMBOS LADOS.

Esta Antología es del CUENTO CHILENO, aunque muchos no sepan ni quieran reconocer su nacionalidad e ingenuamente renieguen, afrancesándose. La tierra los agitó, desde ahí vienen, a ella, sólo a ella, le deben su grandeza o su miseria. Prueba de ello es que no se han dado en ninguna otra parte, sino en Chile. El tono hondo o desgarrador, que se repite como motivo fundamental y constante, es propio del crisol, del territorio chileno.

Chile, por hoy, es el país del Arte, que significa, en lenguaje significativo, PREPARACION PARA ALGO. El arte es transitorio.

La generación anterior fue de la Poesía. La nueva generación es la del Cuento. Chile es un país de cuentistas. Esta Antología quiere ser una "Antología Abierta". Desearía una página en blanco para cada página del alfabeto, donde vendrían "a trabajar" los nombres de los próximos cuentistas. Yo he colocado sólo a los que conozco, a los otros -que tal vez existan- no tenía tiempo para salir a buscarlos con detenimiento.

Esta Antología no puede ni desea tener un carácter excesivamente pesado o definitivo; es, para decir como todos, absolutamente relativa. Porque los cuentistas vendrán apareciendo con una velocidad increíble, desde la misma vegetación, desde nuestras selvas del sur, desde uno menos lo piense. Aquí se puede repetir la historia que me contaba alguien: "Un dia llegué a mi casa y me encontré, sobre la silla de mi dormitorio, a un cuentista fumándose mis propios cigarrilllos".

Esta "Antología del Verdadero Cuento Chileno", esta "Antología del Verdadero Cuento", pretende ser sólo un documento. Nada puede garantizar mejor su calidad artística.

II

Tiempos hubo mejores en el mundo; aunque no los hubo, a veces. Por allá, cuando la tierra no era redonda, acostándose horizontal o vertical, hasta el borde mismo de los fantasmas, de los terrores. Porque entonces el hombre soñaba con los ojos muy abiertos, veía seres alados, cayendo o subiendo, o en muecas de humos y de castigos infinitos. Yo recuerdo la fantástica edad, que no me pertenece sino en analogía de jardines lejanos y noches de infancia, o de presente diametralmente opuesto, aunque no tanto. Recuerdo la edad que precedió a Colón, que era loco de pie, el peor alienado, el alienado cansado y numérico, levantándose con gorro y todo el centro de un vientre de baldosas renacentistas, en que está Gutenberg y se predica y vislumbra la máquina, con inmenso terror del centro humano. Porque la verdadera locura se acuesta y descansa, de algún modo, del mundo, y ve la noche vacía de estrellas, como un globo. El mismo Colón afirmaba que el río que venía al Atlántico por el Brasil tenía su origen en el Paraíso Terrenal, que el mundo tenía la forma de una naranja en cuya abolladura frontal crecía una rama que estaba cogida al árbol de los primeros padres o al Paraíso.

Increíble paradoja, ¿quién perdió la rama umbilical, que nos une al sueño o a la mejor posibilidad misma de hacer carne el sueño que hoy recorre peregrino, de mar a mar, de flor a casa, de ojo a ansia, fuera, lejos, del pecho humano? ¿Quién pulverizó el mito de la naranja color carne, llena de sol central y que es sexo del mundo, diluyéndose en la boca, hacia el alma, alcanzando por su rama el Paraíso?

Colón mismo.

Colón como ser humano producto de una nueva época del Occidente, que no se redimiría, con una nueva instancia humana determinando su paso y de sus tres carabelas. Instancia que conforma una época que avanza y se agota sin solución trascendente y mejor, en la futura guerra homicida actual, de lo humillado. Lo ecunémico, la redondez del mundo, la máquina.

América del Sur en el fondo no sabe de estas cosas, está construida, por hoy, sobre otra piedra, sobre otro punto de la constelación celeste, que depende únicamente de la confederación, conformación y hálito singular humano.

Vuelvo a la época de Europa antes del descubrimiento del Nuevo Mundo y de la redondez de la tierra. (Porque no sé quién ha dicho ya que Colón no descubrió América, sino la redondez del mundo). Retorno a este pretérito para soñar, que es fácil, por analogías en la situación chilena.

Entonces el hombre pobló la tierra, plana como una mesa con nubes, de seres fabulosos, y su inconsciente se configuró según la creencia, lleno de fantasmas, de dragones de fuego, de seres infernales, de visiones de abismos geológicos, de aguas profundas y de cielos imposibles, existiendo al borde de las cosas. Fue un mundo físicamente más pequeño, pero infinitamente superior y más rico en posibilidades humanas al de hoy, pequeño, geométrico, como un hueso de ciruela.

Entonces el mundo fue así en absoluto, porque el hombre creyó en absoluto que era así.

Chile es una faja angosta, como el sueño de un enefermo de pena, que se queda dormido mirando la fiebre de los hilos de luz por las puertas; rodeado de montañas, como el sueño de los hombres más tristes, que se han enamorado para siempre de la pefección humana; la mido por el océano, como el sexo de La Mujer, lleno de estrellas. Recorrido por los Temblores, claros presentimientos del abismo. La tragedia, los malos augurios, los presagios se anexan al viento de los extremos.

¿Habrá un chileno que no haya apretado, con dolor, en su pecho, durante negras noches, sueños de cataclismos geológicos, de lunas que se caen, de cielos infinitos, de aguas creciendo como castigos determinados?

El inconsciente acumula el peso de la tierra, de la montaña, del destino del polvo, del granito. El alma sabe que el Océano pule verdemente la tierra, que socava, que desmorona, que la gran piedra de la Montaña podría volcarse como escenario, que el Volcán gemiría, proyectando hacia los cielos su caldo de abismo, chamuscando la cara y la últimas manos de los habitantes.

El concepto de las dimensiones no existe. Sabemos que hay piezas en el mundo. Tenemos un sentido escatológico de los acontecimientos; porque la tierra nos ayuda. Conocemos nuestro crisol, nuestro deber a veces, el destino del ser humano; nuestro deber para realizarlo.

Ahí el clima y la ventana del arte. El cuento. La hombría, la seguridad.

Bien. Cuando los hombres no dieron vueltas al mundo no SABIAN que la tierra era redonda. Quizás existió un hombre que no quiso dar la vuelta al mundo, porque vio que era más bello, más fabuloso.

En Chile aparecemos contemplando el peso de la Montaña, sintiéndolo, viendo la Montaña inmensa, sin mirarla jamás, a veces. El chileno mira la Cordillera y cree que al otro lado no hay nada. ¿Cómo va a existir algo? Ahí se acaba el mundo. El chileno cree en definitiva que al otro lado no hay nada. El chileno cree que existe sólo Chile. Porque la Montaña, de caerse, alcanzaría hasta sobre el mar. Y el mar más allá de su horizonte está vacío. Entonces el alma sueña y acumula fantasmas de postmundo, de esa cuarta dimensión. Más allá deambulan y se acoplan los terrores, que son velludos y generan cerdos y pájaros de agua. Más allá no hay nadie. Los seres que vienen, los argentinos que afirman vivir al otro lado de la Montaña, son unos vulgares embaucadores, o no existen, o residen también a este lado y han estado ocultos durante algún tiempo detrás de un árbol cualquiera o de una piedra.

Hay que tener corazón de perro para viajar, hay que tener el corazón muy firme para aceptar el derrumbe de los sueños, de los misterios, de las maravillas, de las VERDADES, que duermen en el fondo del alma, reposando, y que nos ayudan en el camino de la tierra, en el destino del retorno a lo humano.

Porque al que cruce la Montaña y vea que hay algo está perdido. ¿Quién le devolverá sus maravillas y sus sueños, quién le pondrá de nuevo los ojos aterrados de destino infinito? ¿Quién le devolverá la dimensión precisa y cerrada de la vida?

Aquél que viajó renegó de sus fantasmas. Pero no siempre se perdió. La tierra lo creó y lo vio crecer como a sus plantas, ella lo alimentó con sus influjos, con sus vientos, con sus humos que se elevaban desde sus valles de greda, con sus violetas desmayadas en el color de la lluvia, con sus aromos, con su sentido, que es el mismo pefume o el viento. La tierra lo vio crecer y lo agarró con sus raíces y sus ganchos. Es así que muchas veces, el viajero que retorna, olvida sus viajes, o los recuerda como un extraño sueño -bajo el poder de la tierra salvadora- que se apartó del día y del espacio para soñarse, que no existió, como un minuto extraño de no existencia en la existencia, como algunas horas en que su vida NO FUE, como algo que no sabe, que no medita, que no siente…

Reconoceremos a estos viajeros porque una partícula de sus ojos se ha extraviado y pregunta persistentemente, con estupor. Ellos piensan tal vez en su viaje, como el ser "primitivo" pensó en sus sueños: que el alma huía por la nariz a correr aventuras en otros paisajes, o que, por un momento, se murió un poco.

Yo creo en absoluto que más allá de la Montaña no hay nada, que más allá del horizonte marino hay alguien que se bebe el agua.

Cuando alguno me ha dicho: ¿por qué no viajas, por qué no vas a Europa?, he respondido: "Porque Europa no existe y porque si existe, yo, para mí, prefiero que siga no existiendo, porque así la vida es más bella, o tiene mayor posibilidad de serlo, por mi esfuerzo, algun día".

Cómo dar un paso en falso, cómo destrozar, renegar, del crisol, de la maravilla, de la completa diferencia, que nos ayuda mucho más en la Visión, que nos capacita LUEGO para la Gran Conquista -o reconquista. Esto que es de Chile, esto que le pertenece al chileno; que por hoy cuenta como documento del suceder viviendo, su arte, o como ventana que vislumbra y ansía. Esto que por hoy y sólo por hoy, en forma transitoria como el arte, es el Cuento, absolutamente personal, grande y propio.

 

Miguel Serrano,
Santiago, 1938



 

 

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Miguel Serrano: Antología del verdadero cuento en Chile.
Prólogo a la edición de 1938.