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Vida es acción del hombre sobre el mundo. Vida es humanizar.
En el sentido ideal; puesto que hoy tenemos que mirar éticamente
por los valores. Por los valores positivos. De este modo debe y tiene
que ser en la realidad.
Nuestra generación, que ha nacido vieja en incomodidades, sabe
esto, sabe
muchas cosas. Mas de nada le vale. ¿De qué le puede
valer, cuando está más explotada que un zapatero? (Entendiendo
que el artesano es el que mayor independencia económica logra
en Chile). El artista de nuestra generación -y en general-
vive una vida de perro negro, en desconsideración, en vejaciones
económicas y espirituales, en Santiago de Chile.
Vivir la vida recta y virilmente, como es en sí, es grandemente
difícil hoy. En todos los sectores coexiste el capitalismo,
con sus crecidos santos de trapo o de viento, fantasmas grises que
viven en lapidaria simbiosis, que arriban y se arrastran. Para triunfar
se necesita luchar; pero no luchar como hombres, sino como ranas o
culebras. Lamer. En esta lucha por la vida, habitada por todos los
planos de la existencia, triunfa el que posee mayores argucias inmorales,
no morales, mayores gestos femeninos para el hombre. El arribismo
recorre, en delirio geométrico, los distintos planos por iguales.
Las llamadas izquierdas, o fuerzas de redención, de revolución,
sólo aspiran a poseer buenos asientos blandos dentro de los
parlamentos democráticos, a codearse con los blancos apellidos
de la reacción.
Han nacido tarados por un complejo de clase y de comodidad. (Complejo
que no posee el pueblo, que es sano, sino sus dirigentes, sus intelectuales,
que pertenecen por lo general a la clase media). Cuando no se es Hombre,
se es CLASE. Entonces se es inferior. El Hombre está por sobre
las atrabiliarias y nominales ubicaciones de las clases: ES. La clase
es el derecho y la actitud que adquiere por herencia, por impulso
muerto, el ser que se arrastra. Y aquí sí existe la
SUERTE, existen ventajas, superioridades. Una teoría que haga
de la lucha de clases el centro y el fuerte, es necesariamente una
teoría inferior, una teoría esclava, puesto que sostiene
la presencia absoluta de un hombre inferior, enfermo, esclavo, no
liberado aún, derrotado, dentro de la ubicación de clases.
Dentro del mundo de las clases aun existen superioridades y diferencias,
existen odios y envidias invencibles, insuperables en su radio propio.
Actualmente en el mundo no se VIVE, solamente se vive en clases. De
ahí esos absurdos del paneconomismo, de la dialéctica,
del marxismo, del fascismo, del aprismo, etc. Desde el momento que
se vive así uno tiene que aceptar su propia suerte inferior
o superior. El hombre-clase-media tiene que aceptar su propia oportunidad
que lo lleva a hurgar en las falanges conservadoras para codearse
con jovencitos, o bien, a verter venenos estereotipados en subversivos
discursos comunistas. Porque es un hecho que los partidos de oposición
del mundo están compuestos, en lo corriente, por hombres-clase-media,
por periodistas y poetas fracasados, por arribistas (por lo menos
aquí en Chile), que aspiran hoy a ser considerados dentro de
un sistema democrático de mayorías. Al pueblo no se
le habría ocurrido jamás crear un partido; porque el
auténtico sufrimiento no tiene aspiraciones exhibicionistas
y se mueve en silencio, como todas las fuerzas oscuras y verdaderas.
Hoy basta que a un hombre le duela una muela para que, en vez de ir
al dentista y ponerse en tratamiento, piense en el acto de sanar el
dolor de muelas de la humanidad. Los partidos están así
compuestos por tuertos, por eunucos, por mancos, por jorobados, etc.
Aspiran -hijos de pastores luteranos- a encontrar una razón
de existir en una masonería de ordenes superiores. La táctica
marxista por ejemplo, se ha convertido en lo que las viejas fórmulas
cortesanas: clichés donde se escamotea la propia existencia.
O el pueblo y su cielo vivo; el campesino, o bien la aristocracia
de sangre -no el grosero burgués. No ha llegado la hora del
pueblo, como vocean los oportunistas, no puede llegar, no debe, Ha
llegado la hora del Hombre. Debe llegar. Decir que el hombre realizado
está salvado de las clases, es redundar.
El deber de nuestra generación es organizar la vida conforme
a la verdad, conforme a ella misma. América del Sur, continente
nuevo, se contagia de Europa. Siendo que aquí podemos vivir
distintos, realizar lo cierto. Es necesario luchar contra el imperialismo
espiritual. Tenemos el deber de vivir conforme a la verdad, de hacerla
carne algún día. Por eso luchamos hoy contra la vida
conformada en lo falso. Porque vida es acción sobre el mundo.
Y para poder actuar, aun en nosotros mismos, necesitamos aire, necesitamos
un metro cuadrado, necesitamos realidad.
La vida hoy, aquí en Santiago de Chile, está organizada
en la más verdadera mentira, que es mentira aun en su verdad.
(Cómo hay que dar de puntapiés para abrir una ventana
cualquiera y para abrirla sin humillaciones, sin arrastrarse junto
a los magnates de viento!
Por un lado las editoriales, por el otro los escritores consagrados,
las Alianzas de Escritores, o los que, ya solos, se dan vueltas de
carnero en un salón.
Empecemos por las editoriales. La Editorial Zig-Zag, en manos de
comerciantes extranjeros que temen editar La Divina Comedia
por los subidos derechos de autor que cobraría Benedetto Croce,
publica libros y revistas sin ninguna importancia esencial. Pero vamos
a otro caso: la Editorial Ercilla, que ha tenido una carrera tan rápida
como espectacular, hecha a base de una ensalada de títulos,
sin una línea definida y culta, trabajando en Chile, con capitales
chilenos, ha hecho una labor lo más antichilena que se podía
esperar. Se ha dedicado a editar libros de centroamericanos, de venezolanos,
de peruanos, de malos y desconocidos escritores tropicales, que no
importan para nada a nuestro público. Ha editado a muchachos
desconocidos de otros países, sin dar, como era justo, la preferencia
a los nuestros. La Editorial Ercilla tiene como asesores literarios
a algunos exiliados apristas peruanos. Ellos han querido, con sus
publicaciones imponer un criterio (en modo alguno esencialmente americano
para el chileno) sin ningún respeto, cuando lo que deben hacer
es recoger un criterio.
En alguna parte me habría expresado erróneamente sobre
el aprismo: pronto estoy a reconocerlo; pero quiero dejar constancia
de cuáles son aún mis puntos de oposición al
aprismo (no a los apristas, pues, gracias sean dadas, no confundo
al hombre con ninguna teoría, lo salvo). Creo que la teoría
aprista, por el solo hecho de pretender ser teoría, no es americana,
creo que se calca sobre una visión del mundo europeo: la visión
mecanicista. Su error, que yo repudio, el haber dado preeminencia
a lo económico, a lo político, querer establecer en
América sociedades determinadas por un hombre político.
El aprismo, además, ha dado beligerancia al periodista y ha
hecho de las luchas políticas el modus preocupatione. Todo
esto principalmente en un sector de la vida peruana. Porque creo que
el aprismo es esencialmente peruano, tiene raíz -no tan profunda-
en el Perú. Los mismos apristas, como hemos podido comprobar,
están trabajando constantemente sólo con una realidad
de allá -no con la más profunda tampoco. No les cabe
así el derecho a hablar de América, sino del Perú.
Nuestra generación está desamparada, no tiene donde
expresarse. Pero no habrá de arrastrarse. La lucha está
planteada. Es una lucha de calidad contra poder de cantidad. Nunca
se ha visto aún en la Historia que la calidad perezca bajo
un pie. Porque calidad significa intenciones de verdad. Sólo
la verdad se impone.
Superior calidad, aunque sea en la intención. Porque, (qué
quiso, qué intentó, la generación anterior) Nunca
he podido saberlo.
Nos impiden de dos maneras: oponiéndose decidida y sinceramente,
o con mimos, con agasajos, con miedos. Por otro lado están
los que fingen los nuevos gestos; pero sólo se quedan en la
actitud, en el gesto, pues la substancia equivalente les será
por siempre, para siempre, desconocida; porque ellos lo quisieron.
Más peligrosa que la oposición es la succión
abanderizadora. Mantenerse en el escenario a costa de piruetas de
payaso. ¡Evitemos ese paisaje! Cuando todo se reduce a otra
cosa que no está en la literatura, sino en el hombre -y que
ellos no comprenden-, cuando todo se reduce a calidad humana y a silencio,
a no vivir con la mentira y el bluff - que pueden hacer triunfar a
corto plazo, pero que a la larga destruyen y perecen-, sino con la
verdad. Porque sólo la verdad se impone.
Nuestra generación no tiene necesidad de nadie sino de ella
misma. No necesita de nadie. Por el contrario, LA NECESITAN.
Nuestro papel se reduce a aceptar la situación y a afrontarla.
La lucha de las generaciones, hoy, por desgracia, existe. Mañana
tal vez no. (Antes ya he intentado abordar este tema escribiendo por
ahí en alguna revista de vida breve).
La diferencia en el fondo (no importa que no se dé el tono
en todos los representantes de la nueva generación) es de una
actitud del hombre ante la vida. No me importa la literatura, ni la
Poesía, ni tan sólo el cuento por el cuento.
Esta antología, salvo un caso, es de la nueva generación.
Y dentro de ella misma yo establezco diferencias violentas que no
creo llegado aún el momento de verificar. Al escribir pienso
en aquellos cuentistas aquí presentes para los cuales el cuento,
el arte, es sólo una expresión de transición
en sus vidas, es decir, para los artistas. Para ellos pienso; para
mí principalmente, para Barreto.
El número está unido por una calidad, por un deseo
de realización, de expresión hoy. Es necesario que se
nos escuche. Bastante ya ha hablado el Silencio, la "majadería",
el alcohólico vulgar, el político radical de los banquetes,
el amargado de las siete de la tarde; todo ese desfile oscuro de chilenos
aún hundidos y aplastados.
Se han creído cuentistas los criollistas, los marinistas,
los médicos, los boxeadores, los vendedores de libros usados,
los profesores de gramática, los viajeros con capa y enfermos
de exhibicionismos orientales. Tanta gente.
En lo escrito hasta aquí, en esta primera parte, intento esbozar
brevemente y con la mayor claridad de mi alcance, la situación
actual, principalmente la de nuestra generación.
La cosa es peor aún.
No se trata de conseguir, a costa de algunas humillaciones ante las
pálidas hileras de magnates, una publicación en sus
revistas, un saludo callejero, una cita o que, por fin, nos editen.
No se trata de nada parecido. Las pequeñas reivindicaciones
de carácter democrático queden buenas para los estudiantes
universitarios, seres que viven instalados, por lo general, en el
último escalón de la baba, mediocres hasta el éxtasis.
Ahora. Alguien ha dicho el aforismo siguiente: "Cuando la obra
empieza a hablar, el autor debe quedarse callado". No es en una
antología de cuentos donde se debe hablar sobre el cuento.
Personalmente he escrito algunas ideas al respecto.
Quien desee conocerlas puede remitirse a los artículos y polémica
en cuestión. Ahora no desearía hablar sobre el cuento.
Hay que dejar que los cuentos hablen. Puedo sí repetir algo
de lo dicho en otra parte.
Algunos de los conceptos -que son nuevos- han producido, por el hecho
de ser nuevos, indignación o descrédito. Por ambas partes
jóvenes y viejos. Es que intentan -en esta Antología
principalmente- una AUTENTICA REIVINDICACION, en el caso presente
del cuento.
No es que esté deseando hacer una adulteración atrabiliaria
y caprichosa de lo que todo el mundo entiende por cuento, del concepto
cuento. Tampoco que dé preeminencia al género sobre
la creación, que tome el rábano por las hojas. El artista
se expresa de esta o de otra manera, y la expresión, equivaliendo
a una sicología singular, determina, cristaliza con un cúmulo
de leyes personales, invariables, que son lo que la sicología
singular. Especializándose en la expresión equivalente
-en el cuento- se logra la perfección, el conocimiento -que
equivale a conocimiento de sí mismo, a relación serena
entre interior y exterior. Se logra el virtuosismo, SE PUEDE EXPRESAR
MUCHO MAS.
Mi único deseo es que se consiga respetar al cuento, tal como
el poeta ha respetado a la poesía, y el novelista a la novela.
El cuento, como concepto y como realidad, estaba aún en potencia,
no coincidía exactamente con la sicología de los hombres.
América, en especial Chile, lo reivindica, lo redime. La posibilidad
del desarrollo ulterior existió siempre, sólo que el
cuento hasta hoy fue como una espalda jorobada, necesitaba estirarse.
Es por esto que se puede negar perfección, en una palabra,
realidad hacia el pasado. El cuento nace hoy.
El cuentista empieza su camino solo y lo agota igual. Porque ¿dónde
está el maestro, el modelo, para venerar, para amar? Los pasos
resonarán solos en su única presencia; irá apareciendo
un universo de nombres propios, de esencias únicas, de elementos
suyos que le pertenecen por dolor y para visión propia, singularísima.
Esta experiencia escapa hoy al poeta o al novelista que tiene ante
sí los nombres de los artistas, los grandes bustos, de los
que alcanzaron la perfección esporádica del género.
Se dirá: ¿y Maupassant, Bret Harte, Gorki, Baldomero
Lillo? Gorki posterior a Bret Harte, Baldomero Lillo sugestionado
por ambos. Los "cuentistas" chilenos le prenden ritos a
estos nombres. ¿Quiénes son? ¿Han sido acaso
cuentistas? No lo creo. Yo los considero simples narradores, perfectos
si se quiere.
Hay una diferencia absluta entre un narrador y un cuentista. Hasta
ahora se ha confundido a los narradores con los cuentistas. Principalmente
a los rusos.
¿Qué es el cuento, entonces?
En el momento actual sólo podría hacer una definición
por negaciones, afirmando que no es poesía, que no es novela,
que no es narración, que no es una carta, que no es teatro.
Está quizás entre la novela y el poema; mas no es,
no debe ser ni una ni otro.
El cuento no tiene por qué rebalsar, cargarse de elementos
poéticos (bien entendido qué es elemento poético)
que lo dispersan. Tal como la música que construye con elementos
extraños a ella -de la literatura o la pintura, por ejemplo-
es imperfecta.
Esto no quieren entender varios poetas, que escriben cuentos, presentes
en esta Antologia también, entregándonos bellos monstruos,
que son COMO PIES ENFERMOS QUE SE DISPERSAN PARA AMBOS LADOS.
Esta Antología es del CUENTO CHILENO, aunque muchos no sepan
ni quieran reconocer su nacionalidad e ingenuamente renieguen, afrancesándose.
La tierra los agitó, desde ahí vienen, a ella, sólo
a ella, le deben su grandeza o su miseria. Prueba de ello es que no
se han dado en ninguna otra parte, sino en Chile. El tono hondo o
desgarrador, que se repite como motivo fundamental y constante, es
propio del crisol, del territorio chileno.
Chile, por hoy, es el país del Arte, que significa, en lenguaje
significativo, PREPARACION PARA ALGO. El arte es transitorio.
La generación anterior fue de la Poesía. La nueva generación
es la del Cuento. Chile es un país de cuentistas. Esta Antología
quiere ser una "Antología Abierta". Desearía
una página en blanco para cada página del alfabeto,
donde vendrían "a trabajar" los nombres de los próximos
cuentistas. Yo he colocado sólo a los que conozco, a los otros
-que tal vez existan- no tenía tiempo para salir a buscarlos
con detenimiento.
Esta Antología no puede ni desea tener un carácter
excesivamente pesado o definitivo; es, para decir como todos, absolutamente
relativa. Porque los cuentistas vendrán apareciendo con una
velocidad increíble, desde la misma vegetación, desde
nuestras selvas del sur, desde uno menos lo piense. Aquí se
puede repetir la historia que me contaba alguien: "Un dia llegué
a mi casa y me encontré, sobre la silla de mi dormitorio, a
un cuentista fumándose mis propios cigarrilllos".
Esta "Antología del Verdadero Cuento Chileno", esta
"Antología del Verdadero Cuento", pretende ser sólo
un documento. Nada puede garantizar mejor su calidad artística.
II
Tiempos hubo mejores en el mundo; aunque no los hubo, a veces. Por
allá, cuando la tierra no era redonda, acostándose horizontal
o vertical, hasta el borde mismo de los fantasmas, de los terrores.
Porque entonces el hombre soñaba con los ojos muy abiertos,
veía seres alados, cayendo o subiendo, o en muecas de humos
y de castigos infinitos. Yo recuerdo la fantástica edad, que
no me pertenece sino en analogía de jardines lejanos y noches
de infancia, o de presente diametralmente opuesto, aunque no tanto.
Recuerdo la edad que precedió a Colón, que era loco
de pie, el peor alienado, el alienado cansado y numérico, levantándose
con gorro y todo el centro de un vientre de baldosas renacentistas,
en que está Gutenberg y se predica y vislumbra la máquina,
con inmenso terror del centro humano. Porque la verdadera locura se
acuesta y descansa, de algún modo, del mundo, y ve la noche
vacía de estrellas, como un globo. El mismo Colón afirmaba
que el río que venía al Atlántico por el Brasil
tenía su origen en el Paraíso Terrenal, que el mundo
tenía la forma de una naranja en cuya abolladura frontal crecía
una rama que estaba cogida al árbol de los primeros padres
o al Paraíso.
Increíble paradoja, ¿quién perdió la
rama umbilical, que nos une al sueño o a la mejor posibilidad
misma de hacer carne el sueño que hoy recorre peregrino, de
mar a mar, de flor a casa, de ojo a ansia, fuera, lejos, del pecho
humano? ¿Quién pulverizó el mito de la naranja
color carne, llena de sol central y que es sexo del mundo, diluyéndose
en la boca, hacia el alma, alcanzando por su rama el Paraíso?
Colón mismo.
Colón como ser humano producto de una nueva época del
Occidente, que no se redimiría, con una nueva instancia humana
determinando su paso y de sus tres carabelas. Instancia que conforma
una época que avanza y se agota sin solución trascendente
y mejor, en la futura guerra homicida actual, de lo humillado. Lo
ecunémico, la redondez del mundo, la máquina.
América del Sur en el fondo no sabe de estas cosas, está
construida, por hoy, sobre otra piedra, sobre otro punto de la constelación
celeste, que depende únicamente de la confederación,
conformación y hálito singular humano.
Vuelvo a la época de Europa antes del descubrimiento del Nuevo
Mundo y de la redondez de la tierra. (Porque no sé quién
ha dicho ya que Colón no descubrió América, sino
la redondez del mundo). Retorno a este pretérito para soñar,
que es fácil, por analogías en la situación chilena.
Entonces el hombre pobló la tierra, plana como una mesa con
nubes, de seres fabulosos, y su inconsciente se configuró según
la creencia, lleno de fantasmas, de dragones de fuego, de seres infernales,
de visiones de abismos geológicos, de aguas profundas y de
cielos imposibles, existiendo al borde de las cosas. Fue un mundo
físicamente más pequeño, pero infinitamente superior
y más rico en posibilidades humanas al de hoy, pequeño,
geométrico, como un hueso de ciruela.
Entonces el mundo fue así en absoluto, porque el hombre creyó
en absoluto que era así.
Chile es una faja angosta, como el sueño de un enefermo de
pena, que se queda dormido mirando la fiebre de los hilos de luz por
las puertas; rodeado de montañas, como el sueño de los
hombres más tristes, que se han enamorado para siempre de la
pefección humana; la mido por el océano, como el sexo
de La Mujer, lleno de estrellas. Recorrido por los Temblores, claros
presentimientos del abismo. La tragedia, los malos augurios, los presagios
se anexan al viento de los extremos.
¿Habrá un chileno que no haya apretado, con dolor,
en su pecho, durante negras noches, sueños de cataclismos geológicos,
de lunas que se caen, de cielos infinitos, de aguas creciendo como
castigos determinados?
El inconsciente acumula el peso de la tierra, de la montaña,
del destino del polvo, del granito. El alma sabe que el Océano
pule verdemente la tierra, que socava, que desmorona, que la gran
piedra de la Montaña podría volcarse como escenario,
que el Volcán gemiría, proyectando hacia los cielos
su caldo de abismo, chamuscando la cara y la últimas manos
de los habitantes.
El concepto de las dimensiones no existe. Sabemos que hay piezas
en el mundo. Tenemos un sentido escatológico de los acontecimientos;
porque la tierra nos ayuda. Conocemos nuestro crisol, nuestro deber
a veces, el destino del ser humano; nuestro deber para realizarlo.
Ahí el clima y la ventana del arte. El cuento. La hombría,
la seguridad.
Bien. Cuando los hombres no dieron vueltas al mundo no SABIAN que
la tierra era redonda. Quizás existió un hombre que
no quiso dar la vuelta al mundo, porque vio que era más bello,
más fabuloso.
En Chile aparecemos contemplando el peso de la Montaña, sintiéndolo,
viendo la Montaña inmensa, sin mirarla jamás, a veces.
El chileno mira la Cordillera y cree que al otro lado no hay nada.
¿Cómo va a existir algo? Ahí se acaba el mundo.
El chileno cree en definitiva que al otro lado no hay nada. El chileno
cree que existe sólo Chile. Porque la Montaña, de caerse,
alcanzaría hasta sobre el mar. Y el mar más allá
de su horizonte está vacío. Entonces el alma sueña
y acumula fantasmas de postmundo, de esa cuarta dimensión.
Más allá deambulan y se acoplan los terrores, que son
velludos y generan cerdos y pájaros de agua. Más allá
no hay nadie. Los seres que vienen, los argentinos que afirman vivir
al otro lado de la Montaña, son unos vulgares embaucadores,
o no existen, o residen también a este lado y han estado ocultos
durante algún tiempo detrás de un árbol cualquiera
o de una piedra.
Hay que tener corazón de perro para viajar, hay que tener
el corazón muy firme para aceptar el derrumbe de los sueños,
de los misterios, de las maravillas, de las VERDADES, que duermen
en el fondo del alma, reposando, y que nos ayudan en el camino de
la tierra, en el destino del retorno a lo humano.
Porque al que cruce la Montaña y vea que hay algo está
perdido. ¿Quién le devolverá sus maravillas y
sus sueños, quién le pondrá de nuevo los ojos
aterrados de destino infinito? ¿Quién le devolverá
la dimensión precisa y cerrada de la vida?
Aquél que viajó renegó de sus fantasmas. Pero
no siempre se perdió. La tierra lo creó y lo vio crecer
como a sus plantas, ella lo alimentó con sus influjos, con
sus vientos, con sus humos que se elevaban desde sus valles de greda,
con sus violetas desmayadas en el color de la lluvia, con sus aromos,
con su sentido, que es el mismo pefume o el viento. La tierra lo vio
crecer y lo agarró con sus raíces y sus ganchos. Es
así que muchas veces, el viajero que retorna, olvida sus viajes,
o los recuerda como un extraño sueño -bajo el poder
de la tierra salvadora- que se apartó del día y del
espacio para soñarse, que no existió, como un minuto
extraño de no existencia en la existencia, como algunas horas
en que su vida NO FUE, como algo que no sabe, que no medita, que no
siente…
Reconoceremos a estos viajeros porque una partícula de sus
ojos se ha extraviado y pregunta persistentemente, con estupor. Ellos
piensan tal vez en su viaje, como el ser "primitivo" pensó
en sus sueños: que el alma huía por la nariz a correr
aventuras en otros paisajes, o que, por un momento, se murió
un poco.
Yo creo en absoluto que más allá de la Montaña
no hay nada, que más allá del horizonte marino hay alguien
que se bebe el agua.
Cuando alguno me ha dicho: ¿por qué no viajas, por
qué no vas a Europa?, he respondido: "Porque Europa no
existe y porque si existe, yo, para mí, prefiero que siga no
existiendo, porque así la vida es más bella, o tiene
mayor posibilidad de serlo, por mi esfuerzo, algun día".
Cómo dar un paso en falso, cómo destrozar, renegar,
del crisol, de la maravilla, de la completa diferencia, que nos ayuda
mucho más en la Visión, que nos capacita LUEGO para
la Gran Conquista -o reconquista. Esto que es de Chile, esto que le
pertenece al chileno; que por hoy cuenta como documento del suceder
viviendo, su arte, o como ventana que vislumbra y ansía. Esto
que por hoy y sólo por hoy, en forma transitoria como el arte,
es el Cuento, absolutamente personal, grande y propio.
Miguel Serrano,
Santiago, 1938