Lenta
pero segura
LA PRECIOSA
VIDA QUE SOÑAMOS
Sonia González Valdenegro Lom, Santiago,
2007, 171 páginas
Por
Camilo Marks
Revista de Libros de El Mercurio,
Domingo 24 de junio de 2007
Con Sonia
González —Matar al marido es la consigna, El sueño
de mi padre, Imperfecta desconocida— uno va, por lo general, a la segura
y eso, en los días que corren, se agradece. La lectura de sus textos no
produce sobresaltos, no genera impaciencia debido a problemas idiomáticos
ni tampoco irrita por el empleo de una jerga a la moda, plagada de clichés,
escurridiza, brincante, en
búsqueda ansiosa de la originalidad o el giro sorpresivo. La prosa de González
es pulcra, estudiada —quizá demasiado estudiada—, serena y plácida.
Ello se traduce en tramas engañosamente sencillas, con historias sin espectacularidad,
aunque a veces muy elaboradas en su aparente llaneza. Además, están
bien planificadas y muchas veces culminan de manera convincente, sin dejarnos
insatisfechos o con gusto a poco. Desde 1991 hasta la fecha, o sea, a lo largo
de 16 años, González ha publicado cuatro libros, a razón
de uno por lustro —exceptuados su segundo volumen dedicado al género breve
y su primera novela—, lo que indica que se toma mucho tiempo en desarrollarlos,
sea porque carece de prisas, sea debido a un esfuerzo riguroso y demandante con
el estilo, la construcción argumental, las correcciones o, en fin, la maduración
para que sus ficciones resulten logradas, accesibles, en ocasiones notables.
El
peligro de un trabajo así está a la vista: indiferenciación,
un nivel de frialdad, falta de pasión y calor, cierta tendencia a la repetición
de las mismas fórmulas y los mismos procedimientos. Estos aspectos se encuentran
presentes en La preciosa vida que soñamos, su último título,
una colección de 14 cuentos donde, pese a la propensión por la uniformidad,
predominan los rasgos positivos de una escritora que domina su oficio y sabe ejercerlo
con aplomo, seguridad e incluso una nota de virtuosismo ausente en sus creaciones
previas. De modo inevitable, la antología presenta altibajos, si bien prevalecen
los relatos de calidad. "La seguridad de los Domínguez", que
inaugura la serie, es una pequeña anécdota de gente encerrada en
un mundo quimérico y falso, un grupo familiar próspero cuyas grietas
quedan enseguida al descubierto; el desenlace, previsto por el lector desde el
principio, no es por ello menos horrible o tal vez sea más atroz porque
asistimos a una tragedia idiota e ineluctable germinando al interior de un grupo
de burgueses ciegos y autosatisfechos. "Carne viva" es uno de los mejores
relatos de la compilación y sólo por él vale la pena adquirir
La preciosa... Conciso, esencial, desnudo de adornos o introspecciones
innecesarias, narra la mínima odisea de Boris, un joven de 18 años
que viaja a Iquique para conocer a su abuela moribunda. Todo es aquí elemental,
descarnado, lejano y a la vez próximo e íntimo, en un episodio sin
crescendo, plano, aun cuando consigue, de inmediato, capturar nuestra atención
mediante la aguda y certera mirada de González hacia personajes sin capacidad
de expresión, de pocas palabras o mudos, quienes, no obstante, quedan grabados
en la memoria. "Gineceo" es también una pieza sin baches, redondeada,
que concluye en un final abierto, sin ocultar la atmósfera claustrofobia,
agobiante que preside la narración. Margarita, la heroína, es una
mujer madura que ha educado a tres hijos hombres; uno de ellos, sin ser apollerado,
corre peligro de transformarse en un solterón pegado a la mamá.
Los otros dos se han separado y vuelven al hogar materno tras sendos fracasos
matrimoniales. A esas alturas, Margarita sólo desea estar sola y libre.
Y "Ulianov visita a su padre" completa el cuarteto de las piezas de
más alto nivel en este tomo. El nombre del narrador en primera persona
se debe, obviamente, al apellido de Lenin, el fundador del Estado soviético.
Pero su homónimo se encuentra demasiado alejado de las preocupaciones revolucionarias
de su progenitor. El viejo es un motivo de ansiedad, pues asiste a grupos armados,
fugitivos o terroristas.
La economía de medios expresivos está
ausente en el resto de las historias de La preciosa... Algunas sobresalen
por la perspicacia en el tratamiento —"Lecciones de filosofía"—,
en tanto otras caen en la confusión o el desorden, toda vez que la autora
deja de lado la pulcritud para dar saltos en el tiempo, cambiar el punto de vista
o mezclar técnicas ajenas a su habitual escritura directa y sin ornamentos
superfluos. Como sea, esta obra entrega más recompensas que frustraciones.
Sonia
González Valdenegro nació en Santiago, en 1958. Abogada de profesión,
ha publicado dos volúmenes de cuentos, Tejer historias (1989) y
Matar al marido es la consigna (1996), y las novelas El sueño
de mi padre (1998) e Imperfecta desconocida (2001). Sus cuentos han
sido incluidos en diversas antologías en Chile y en el extranjero.