Antonio Skármeta

 
 

 

 


La libertad: Antonio Skármeta

"En septiembre de 1973, el presidente Salvador Allende fue derrocado por un golpe militar organizado por el general Augusto Pinochet, quien de inmediato inició una represión brutal contra la gente. A partir de ese momento se clausuró la democracia en Chile: no había posibilidades de expresarse libremente".
Fue entonces cuando el escritor Antonio Skármeta decidió abandonar el país. En la actualidad, desempeña el cargo de Embajador de Chile en el país que entonces le ofreció refugio: Alemania.

BBC Mundo
Jueves, 21 de junio de 2001


¿Cómo fue ese dejar a Chile?
Recuerdo ese viaje muy claramente, porque fue una fecha que dividió mi vida en dos momentos: el momento en el que yo creía que uno nacía con la libertad -que junto a la cuna ya estaba ese bien con uno-, y ese momento brutal en el que me di cuenta que no -que la libertad no es algo con lo cual se nace sino algo que se consiguió gracias a que otra gente luchó por ella. Es un bien por el cual hay que luchar día a día, manteniéndose alerta y trabajando por él


-¿Por qué se lo llevaron?
Daniel hundió las manos en los bolsillos y apretó las llaves.

-Mi papá está contra la dictadura.

Pedro ya había escuchado eso de 'contra la dictadura'. Lo decía la radio por las noches, muchas veces. Pero no sabía muy bien qué quería decir.

-¿Qué significa eso?
Daniel miró la calle vacía y le dijo como en secreto: -Que quieren que el país sea libre. -Que se vayan los militares del gobierno.

-¿Y por eso se los llevan presos?, preguntó Pedro.
-Yo creo.

Extracto de La Composición,
Antonio Skármeta.


Además, fue tomar un avión sin saber cuándo se va a poder regresar... eso debe
ser muy difícil.
Es algo que provoca una tremenda angustia. Habitualmente cuando uno vive en su medio natural y con las garantías que da la democracia, por ejemplo de que la vida propia no está en riesgo, es tremendamente angustiante salir a un futuro que se presenta completamente incierto: ya la vida no se puede programar sino que hay que hacerla día a día.

¿Se escoge el destino? ¿Alemania fue escogido?
No, no fue escogido, simplemente unos amigos alemanes que venían dándose cuenta de la precariedad de la situación en que yo me encontraba, me ofrecieron trabajo en el área en que yo me podía desempeñar bien -en literatura y escritura de guiones para cine- para que siguiera colaborando con ellos en temas que tenían que ver justamente con la lucha por la libertad.
Una cosa es escribir cuando se está en su país, donde la gente habla el mismo idioma y la cultura es familiar, y otra es ser escritor en el exilio. A pesar de todos los traumas que se originan en el exilio, que no sólo los he padecido sino que además he visto como el exilio ha quebrado y destrozado a mucha gente, debo decir que para un escritor alerta a su medio, el exilio es una experiencia que puede desembocar en la literatura -otorgándole a ésta valores dramáticos.
En el exilio, es tal la necesidad de comunicarse, de encontrar un interlocutor para abrirle el corazón, el alma, contarle lo que sucedió, seducirlo, interesarlo para que ayude a remediar el mal que existe en el país lejano, que para hablarle a ese interlocutor uno tiene que aprender su cultura, su sensibilidad, su modo de ser -incluso aprender su idioma. Esto significa, en el fondo, una amplificación de la sensibilidad del escritor, de manera que el exilio es una escuela áspera pero no la peor de todas las escuelas.

¿Cuál fue su drama personal?
El drama mío fue estar mucho tiempo dudando acerca de la utilidad, del sentido de la creación, cuando el ser humano se veía tan vulnerable, frágil y expuesto a cualquier barbaridad como la que había sufrido mi país. O sea, la falta de ganas, la dificultad de afirmarse en elementos positivos y de confianza.
Fue un período en el que mi propia literatura quedó neutralizada. Una vez salí de eso, gracias al amor, a la amistad, a la fraternidad y a la lucha de los chilenos que quedaron en mi país que se comprometían para encontrar una salida democrática para Chile, pude recuperar el habla y la pluma.

Y ¿qué me dice de los detalles?
Porque, aunque se esté bien en el sitio de refugio, hay olores, sabores y sonidos que no se encuentran y, por tanto, se extrañan.
Evidentemente, cada cierto tiempo -ahora que estoy viviendo en Alemania- viajo a Chile y el caminar media cuadra desde mi departamento hasta la esquina, a comprar un poco de pan y queso, revela mi entrañable relación, mi intimo contacto con esos paisajes, con esa gente, con el aire... siento la alegría de la pertenencia segundo a segundo.

¿Cómo fue volver a Chile, después del exilio?
Encontré un país que tenía un mérito y también un déficit. El gran mérito es que, después de haber sufrido tantos años una represión tan brutal, los chilenos habían sabido organizarse y habían conseguido pacíficamente derrotar, contra todas las expectativas, a un dictador.
Después, lo que vino fue darme cuenta que las huellas que deja una dictadura en el alma de la gente son inmensamente profundas: una especie de policía interior que pone a la gente más cauta, que reprime sus más profundas emociones, les señala que cualquier paso puede significar un error, que alguien puede venir a castigarlos. De manera que la recuperación de esa vida plena que tenían los chilenos fue un proceso que tomó tiempo.
Ahora, en la nueva generación, se puede sentir que los ch
ilenos están librándose no solamente del dictador externo sino también del pequeño guardián que quedó insertado en sus mentes.

¿Alguna vez, cuando era refugiado, se imaginó que representaría al país del que huyó en el mismo sitio que lo recibió?
Francamente, para darle una respuesta muy concreta, no. Sin embargo, de hecho, lo que hice yo junto con varios otros cientos de compatriotas que trabajaban en el área de las comunicaciones y el arte y que se establecieron en distintos países del mundo, fue ser embajadores sin cartera.
Ellos llevaron adelante los valores chilenos, los valores más preciados de la democracia, de la dignidad, y lo hicieron con belleza. De modo que en la práctica, cada uno de ellos podría haber sido un representante de Chile con rango de embajador ahora.

Finalmente, ¿qué siente Ud. en Alemania en la actualidad, cuando se siente tanto rechazo a los refugiados de hoy?
Preocupación. El primer mundo, el mundo desarrollado, tiene que encontrar una manera de convivir con ese mundo que quedó retrasado en su desarrollo -no necesariamente por culpa de ellos, sino que hay una globalización que no tiene compasión ni piedad y que está sentada sobre un polvorín.
De seguir las cosas así, es impredecible e imprevisible lo que puede llegar a suceder, de manera que me preocupan todas las actitudes intolerantes que haya sobre gente tan necesitada, que anda emigrando de un lugar a otro en el mundo -inocentes completamente-, buscado solamente un poco de pan y de paz.

 



 

 

 
 

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