BBC Mundo
Jueves, 21 de junio de 2001
¿Cómo fue ese
dejar a Chile?
Recuerdo ese viaje muy claramente, porque fue una fecha que
dividió mi vida en dos momentos: el momento en el que yo creía que uno
nacía con la libertad -que junto a la cuna ya estaba ese bien con
uno-, y ese momento brutal en el que me di cuenta que no -que la
libertad no es algo con lo cual se nace sino algo que se consiguió
gracias a que otra gente luchó por ella. Es un bien por el cual hay
que luchar día a día, manteniéndose alerta y trabajando por
él
-¿Por qué se lo
llevaron? Daniel hundió las
manos en los bolsillos y apretó las llaves.
-Mi papá está contra
la dictadura.
Pedro ya había escuchado eso de 'contra
la dictadura'. Lo decía la radio por las noches, muchas veces.
Pero no sabía muy bien qué quería decir.
-¿Qué significa
eso? Daniel miró la calle vacía y le dijo como en secreto:
-Que quieren que el país sea libre. -Que se vayan los
militares del gobierno.
-¿Y por eso se los
llevan presos?, preguntó
Pedro. -Yo creo.
Extracto de La
Composición, Antonio Skármeta.
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Además, fue tomar un avión sin saber cuándo se va a
poder regresar... eso debe ser muy
difícil.
Es algo que provoca una tremenda angustia.
Habitualmente cuando uno vive en su medio natural y con las garantías
que da la democracia, por ejemplo de que la vida propia no está en
riesgo, es tremendamente angustiante salir a un futuro que se presenta
completamente incierto: ya la vida no se puede programar sino que hay
que hacerla día a día.
¿Se escoge el
destino? ¿Alemania fue escogido?
No, no fue escogido,
simplemente unos amigos alemanes que venían dándose cuenta de la
precariedad de la situación en que yo me encontraba, me ofrecieron
trabajo en el área en que yo me podía desempeñar bien -en literatura y
escritura de guiones para cine- para que siguiera colaborando con
ellos en temas que tenían que ver justamente con la lucha por la
libertad.
Una cosa es escribir cuando se está en su país, donde la gente
habla el mismo idioma y la cultura es familiar, y otra es ser escritor
en el exilio. A pesar de todos los traumas que se originan en el
exilio, que no sólo los he padecido sino que además he visto como el
exilio ha quebrado y destrozado a mucha gente, debo decir que para un
escritor alerta a su medio, el exilio es una experiencia que puede
desembocar en la literatura -otorgándole a ésta valores dramáticos.
En el
exilio, es tal la necesidad de comunicarse, de encontrar un
interlocutor para abrirle el corazón, el alma, contarle lo que
sucedió, seducirlo, interesarlo para que ayude a remediar el mal que
existe en el país lejano, que para hablarle a ese interlocutor uno
tiene que aprender su cultura, su sensibilidad, su modo de ser
-incluso aprender su idioma. Esto significa, en el fondo, una
amplificación de la sensibilidad del escritor, de manera que el exilio
es una escuela áspera pero no la peor de todas las escuelas.
¿Cuál fue su
drama personal?
El drama mío fue estar
mucho tiempo dudando acerca de la utilidad, del sentido de la
creación, cuando el ser humano se veía tan vulnerable, frágil y
expuesto a cualquier barbaridad como la que había sufrido mi país. O
sea, la falta de ganas, la dificultad de afirmarse en elementos
positivos y de confianza.
Fue un período en el que mi propia
literatura quedó neutralizada. Una vez salí de eso, gracias al amor, a
la amistad, a la fraternidad y a la lucha de los chilenos que quedaron
en mi país que se comprometían para encontrar una salida democrática
para Chile, pude recuperar el habla y la pluma.
Y ¿qué me dice
de los detalles?
Porque, aunque se esté bien
en el sitio de refugio, hay olores, sabores y sonidos que no se
encuentran y, por tanto, se extrañan.
Evidentemente, cada cierto
tiempo -ahora que estoy viviendo en Alemania- viajo a Chile y el
caminar media cuadra desde mi departamento hasta la esquina, a comprar
un poco de pan y queso, revela mi entrañable relación, mi intimo
contacto con esos paisajes, con esa gente, con el aire... siento la
alegría de la pertenencia segundo a segundo.
¿Cómo fue
volver a Chile, después del exilio?
Encontré un país que tenía
un mérito y también un déficit. El gran mérito es que, después de
haber sufrido tantos años una represión tan brutal, los chilenos
habían sabido organizarse y habían conseguido pacíficamente derrotar,
contra todas las expectativas, a un dictador.
Después, lo que vino fue
darme cuenta que las huellas que deja una dictadura en el alma de la
gente son inmensamente profundas: una especie de policía interior que
pone a la gente más cauta, que reprime sus más profundas emociones,
les señala que cualquier paso puede significar un error, que alguien
puede venir a castigarlos. De manera que la recuperación de esa vida
plena que tenían los chilenos fue un proceso que tomó tiempo.
Ahora, en la nueva generación, se puede sentir que los
chilenos están
librándose no solamente del dictador externo sino también del pequeño
guardián que quedó insertado en sus mentes.
¿Alguna vez,
cuando era refugiado, se imaginó que representaría al país del que
huyó en el mismo sitio que lo recibió?
Francamente, para darle una
respuesta muy concreta, no. Sin embargo, de hecho, lo que hice yo
junto con varios otros cientos de compatriotas que trabajaban en el
área de las comunicaciones y el arte y que se establecieron en
distintos países del mundo, fue ser embajadores sin
cartera.
Ellos llevaron adelante los valores chilenos, los valores más
preciados de la democracia, de la dignidad, y lo hicieron con belleza.
De modo que en la práctica, cada uno de ellos podría haber sido un
representante de Chile con rango de embajador ahora.
Finalmente,
¿qué siente Ud. en Alemania en la actualidad, cuando se siente tanto
rechazo a los refugiados de hoy?
Preocupación. El primer
mundo, el mundo desarrollado, tiene que encontrar una manera de
convivir con ese mundo que quedó retrasado en su desarrollo -no
necesariamente por culpa de ellos, sino que hay una globalización que
no tiene compasión ni piedad y que está sentada sobre un
polvorín.
De seguir las cosas así, es impredecible e imprevisible lo que
puede llegar a suceder, de manera que me preocupan todas las actitudes
intolerantes que haya sobre gente tan necesitada, que anda emigrando
de un lugar a otro en el mundo -inocentes completamente-, buscado
solamente un poco de pan y de paz.