............................. ANTONIO SKÁRMETA


Antonio Skármeta:


"Mi única ambición es seguir escribiendo"

Acaba de ganar el premio Altazor con su novela "La boda del poeta", la misma que, a seis meses de publicada, es una de las más vendidas en el país. La segunda parte de esta trilogía esperará hasta febrero del 2001. Mientras tanto, Skármeta idea una teleserie para México y disfruta con su rol de "El señor de los libros".



por Alejandra Parada Escribano

Entrar a la casa de Antonio Skármeta es un desafío a los sentidos. Blanco, madera, una cascada cuyo sonido tranquiliza hasta el más inquieto de los ánimos. Mucha luz, una colección de CD’s, algunos cuadros -un Benmayor, un Toral y un Dávila, entre ellos- y un jardín de profuso verde donde está el estudio del escritor, completan la escenografía. Hay una energía distinta, una paz especial en este lugar. "A Nora, mi mujer, le encantaría saber eso. Es que ella ha hecho ciertas remodelaciones de acuerdo al Feng Shui" revela, orgulloso, "El señor de los libros", como le llama la gente en la calle aludiendo a su rol de conductor de "El show de los libros", programa que ya va en su octavo año y que ya es producto chileno de exportación como "La torre de papel", realizado por People&Arts.

Más de algún crítico de televisión le ha enrostrado esa sonrisa permanente y el tono de "qué bien lo estamos pasando" que es característico de sus programas. Pero en vivo y en directo, Antonio Skármeta también es así. Su risa y su manera de hablar no son pose, sino la muestra tangible de que éste es un hombre amable, de conversación entretenida, que goza con lo que hace y que, como él mismo dice, no se preocupa del qué dirán. Ese estilo "ganoso, entusiasta" en la pantalla chica, como él lo define, es el mismo con el que comenta su alegría por haber recibido el premio Altazor. "Es un premio rodeado de arte: lo dan los artistas, el objeto mismo con que se premia -que es una escultura de Sergio Castilla- es una obra de arte y, además, es el primer premio que recibe ‘La boda del poeta’ desde su publicación hace seis meses. Me parece una señal auspiciosa que sea el símbolo Altazor, que es un pájaro, porque debe significar que la novela va a seguir subiendo".

Este año lo ha pillado más en Chile, dedicado a la producción del programa que está al aire en TVN, a terminar la adaptación al cine de su novela "La velocidad del amor" y a empezar una nueva que se transformará en teleserie en México, con él a la cabeza de un equipo de guionistas. Pero aun cuando no esté viajando de un lado para otro, Skármeta no descansa. "Trabajo en las mañanas, de 9 a 12, en la escritura creativa, que es básicamente ficción. Entre las 12 y las 2 de la tarde, corro, camino y me meto en la piscina. Doy vueltas, refresco la cabeza, hago gimnasia. En la tarde leo mucho, escribo lo que no es creativo -ensayos, artículos, correspondencia- y en las noches, la vida social y la familia", cuenta, a la par que asegura que le encantaría hacer talleres de escritura, pero que no tiene tiempo."Voy a tener que programar mi vida para los próximos cinco años, porque por el tipo de ofertas que tengo, el tipo de proyectos, los viajes... ya llegó la hora de sacar las cuentas y ver qué es prioridad y qué no".

-¿Eso lo desespera o le encanta?
-Es un poco desesperante porque ves que el tiempo corre muy rápido y que los filósofos se quedaron cortos cuando dijeron que el tiempo vuela.

-¿No lo pone nervioso no tener tiempo para la improvisación?
-Ya no me pongo nervioso con nada. Lo único que me pone muy nervioso son los lateros. Esos sí que me sacan de quicio. En cualquier reunión, en el foyer de un teatro, en la calle o en el café, al latero lo hueles de lejos. Se instala delante tuyo y con el dedo así (se toca la nariz) ) te dice: "Yo lo conozco. No sabe quién soy, pero no importa. Usted es de los Skármeta de Punta Arenas, ¿no es cierto?". ¡Ahí me jodí! No sé por qué no puedo ser de los Skármeta de Antofagasta.

Buceando en las raíces

Pero lo cierto es que este Skármeta, al menos, es antofagastino. Y hasta Antofagasta llega uno de los protagonistas de "La boda del poeta", Esteban Coppeta, exiliado desde una isla del Adriático y conectando una vez más a dos mundos que han estado ligados desde hace siglos. Una novela que es parte de una trilogía que el escritor demoró cerca de 10 años en escribir y cuya segunda parte no será publicada antes de febrero del 2001. "Cuando escribo estoy buscando algo y, una vez que lo he encontrado, debo buscar la manera más profesional y expresiva de comunicarlo. Porque la literatura para mí termina en la comunicación, pero parte con la búsqueda, y esa búsqueda es turbulenta, imprecisa, es una aventura. La primera etapa es de una concentración de tensión del alma, en la que estás solo contigo mismo".

-Si para usted escribir es la búsqueda de algo, ¿esta novela es la búsqueda de las raíces, de explicaciones, de la historia?
-Todas las personas vivimos, obviamente, el tiempo de nuestra vida, y éste se nutre de lo que fueron otros, de lo que estamos viviendo y de lo que queremos ser y aún no es. El escritor vive con bastante intensidad los tres tiempos. Yo, desde mi primer cuento publicado que es "La Cenicienta en San Francisco" -que contiene casi todos los elementos que he desarrollado en mi narrativa-, he tenido una obsesión: no puedo contestar a la pregunta ¿quién soy yo?, sin apelar a mi tradición familiar, a mi país, al continente en que estoy, a la época en la que vivo, a los abuelos que tuve, a los libros que he leído, a los filósofos que me enseñaron, a las mujeres que amé. Es una red de emociones. Y "La boda del poeta" se inscribe en ese proyecto: capturar una verdad en esa red de emociones. Así la definiría.

-¿El tema de la novela son los ancestros?
-Están presentes, pero el gran tema de la novela es la mujer: el personaje central es la novia, que es una mujer que está en la plenitud de su intuición, en el encanto de estar creciendo, de no saber quién es, de sentirse parte de una comunidad que la hace un fetiche, el deseo de ser ella misma... Es un personaje tan sensible que está al borde de la muerte.

-Hay una conversación muy bonita entre ella y Paula Franck, su futura cuñada, en la que compara la música con el amor.
-Sí, es muy ingenua, pero va soltando lo que tiene en el alma. El epígrafe que tiene esa novela, que es de Kleist, un autor romántico alemán -de hecho ésta es una novela muy romántica- dice: "¡Cuántas cosas se agitan en el corazón de una mujer que no son para ser mostradas a plena luz del día!". Hay un afán narrativo, lírico de explorar esa confusión sin violentarla. Hay un minuto en el que todos tenemos la sensación de que la vida es un lugar tremendamente intenso, de que estamos con todos nuestros sentidos abiertos, todas nuestras esperanzas intactas. Ese momento en que la vida da ese gran destello es el que intento agarrar en este personaje.

-Hay una parte erótica en la novela que uno, como lector, disfruta y se ríe. ¿Le interesa el erotismo como tema para incorporar a su literatura?
-Siempre me ha interesado porque la pulsión mayor de todo hombre y de toda mujer es que todo lo que sea espíritu se haga cuerpo.

-Hablando de erotismo, ¿cree que nos hemos erotizado un poco más los chilenos?, ¿estamos más libres?
-Sí, estamos un poquito. Pero el despliegue de la sensualidad es ostentoso y detrás de la ostentación no hay un alma rebelde. La combinación del erotismo más abierto, de la sensualidad más interesante, es cuando va sostenida por un alma inquieta, culta, múltiple. Un ejemplo de ello, el más interesante, es Hollywood: en el mundo que lo rodea, el del cine, están todas esas niñas que aparecen en las revistas mostrando senos y piel, pero que cuando conversas con ellas, han leído, han visto todo el cine y todo el teatro, hablan tres idiomas. Es muy atractivo desde el punto de vista de las sensaciones eróticas que te producen, pero también socialmente porque la cabeza se te despierta. Cabeza y sensualidad juntas es una sensación notable.

-¿Es un sibarita?
-Lo soy por vocación, pero me castigo para que esto no se desarrolle hasta transformarme en un heliogóbalo. Sería de lo más imprudente.

-¿Placeres a los que nunca renunciaría?
-Champagne francés brut.

-Y el sexo, ¿es mejor a los 20, a los 30, a los 40 o a los 50?
-Para la mujer, entre los 20 y 50. Y creo que a los 40 para el hombre. Está muy instalado en su seguridad, está hecho como ser humano, tiene experiencia, tiene juventud, tiene potencia... Es una re buena edad entre los 40 y los 50, ésa es la razón por qué muchos hombres de esa edad tienen experiencias con chicas más jóvenes. Yo siempre he dicho que estoy dispuesto a cambiar un cuerpo de 60 por dos de 30. Estoy esperando a alguien que quiera hacer el enroque.

Una frase para el bronce

-Cuando volvió a Chile, en 1989, encontró que éste se había convertido en un país muy ordenadito. ¿Cómo lo ve hoy?
-Yo creo que la paliza que hubo durante la dictadura fue muy fuerte, la presión sicológica, también, y creo que no estamos del todo recuperados. Creo que se ha perdido bastante espontaneidad y hay mucha desconfianza de las propias emociones. Y no lo digo sólo en el plano político, sino en el personal. La sociedad se atomizó, no hay una vibración común en la gente que existía en el Chile de antes. Esta es una sociedad de solitarios, porque la emoción está bajo control con la emocionalidad, el sentimentalismo, la retórica vacía. Se estima que todo lo que tiene empuje, carisma, fuerza, novedad, originalidad, puede ser castigado.

-El Presidente Lagos ha dicho que uno de los temas fundamentales de su gobierno será la cultura. Si hubiera que fortalecer el amor de Chile por ella, usted, que tiene un programa exitoso que mezcla lo popular con lo cultural, ¿qué haría?
-Es que eso pasa, prácticamente, por dinamitar la palabra cultura. Ahí es donde yo tengo discrepancias con toda la galaxia y lo que me corresponde es ser un escritor y callarme. Uno nombra la palabra cultura y suena vacía. Primero porque es muy difícil hacer mucho por la cultura, y luego por el tipo de país y de historia que tenemos.

-¿Por qué?
-Porque hay que reintegrar una emoción quebrada. No quiero usar una imagen demasiado patética, pero algo nos pena en las almas, todos tenemos un poquito de soledad -y no me refiero a una soledad metafísica- que antes estaba ligada a una trama que era pertenecer a... Ese mundo se ha desvinculado, primero por la dictadura; y segundo por la globalidad, la expansión de posibilidades, los viajes internacionales, el predominio de una burguesía rica que domina a un pueblo que tiene ambiciones y ganas, pero no recursos. Entonces, el camino de la cultura que es dar visibilidad a la vida, no es muy posible. Es mucho más que la suma de instituciones.

-¿Y cómo hacerlo, entonces?
-No sé, pero la energía del país va en que tenga su alma sana. La otra vez a mí me preguntaron cómo veía la situación de la cultura en Chile y, bromeando un poco, dije que la veía más mal que cualquier país del centro de Africa. Porque en cualquier país del centro de Africa, tú miras a los ojos al tipo que tienes al frente y te da alegría, no te es indiferente. Andate a cualquier ciudad de Ecuador, tómate un café y habla con el que te vende el diario; o a Argentina, su expresividad es muestra de su emoción y no hablemos de Brasil... Por eso la palabra cultura es una tarea maravillosa, pero me parece de segundo rango comparado con sanar el alma del país. Y en eso es muy difícil que un político muestre el camino.

-Antonio, si hace 20 añ le hubieran dicho que hoy iba a estar viviendo lo que está viviendo, ¿qué habría pensado?
-Hace 20 años, yo anhelaba escribir y volver a Chile porque es el país que amo. Estoy escribiendo y en Chile. La realidad coincidió con mi fantasía.

-¿El sueño se perpetuará 20 años más?
-Mira, Chile necesita cambiar un poquitito. Hay que hacerlo un poquito mejor para mantener las dos alternativas del proyecto (se ríe). Pero no, en serio, creo que en 20 años más estaré mirando crecer las margaritas bajo tierra.

-Y ahora, ¿a qué más aspira?
-Aspiro a seguir viviendo de mi profesión. Creo que ése el criterio de mi realización como ser humano, que la compensación venga de escribir. Eso. Mi única ambición es seguir escribiendo, tener la salud para hacerlo.

-¿Qué es lo que no estaría nunca dispuesto a transar?
-Con toda claridad y en todos sus sentidos -ético, político, social, individual, laboral-, la libertad.

-¿Que para usted es...?
-La disponibilidad de hacer lo que quiero cuando quiero.

-Y eso lo ha tenido en los últimos 20 años. Más que suficiente para un epitafio.
-No. Yo tengo epitafios mejores. A mí el que más me gusta es el de mi maestro Nicanor Parra, y encuentro que es el mejor de todos: "Voy y vuelvo". Lo encuentro espectacular, insuperable, pero el que propongo para mí es "Trámite resuelto". Suena bien, ¿no?

en COSAS N° 614 , Chile, 7 de abril de 2000



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