TARDANZA DEL FUEGO (“Leños ardiendo al atardecer”)
Por Lorenzo Peirano
Somos “lo que no merece certezas”, nos dice Sergio Ojeda Barías en su segundo
libro de poemas. Esta sentencia, precedida de las vidas, de las almas que son “el
borde del vacío”, inaugura “Tardanza del Fuego”.
“Cubro miedos en esta convención de frases”, verso primero del segundo poema de
este libro. Aclaración de un yo que luego de vuelve plural:
“Finalmente encontramos el sitio/ la tierra deshabitada/ y las tardes/ que nos
recordaban el cuerpo”.
Porque “esa mirada de humo/no nubla ni escampa/como si fuera un juego infantil/
desdobla el callejón/y empuja hacia alguna estrella”. Esa mirada de humo, esa
distancia profunda que da con la luz. Una poética que sienta las bases del tratamiento dado a “Tardanza del Fuego”. Una mirada de humo hacia lo inasible; cier
to hermetismo en un romper de olas.
“Por la palabra prestada/cayeron muchos hombres”.
Palabra y llamas que han tardado; situación que, inevitablemente, nos acerca a
quien escapó a escondidas con el fuego por amor al género humano.
Claves nacidas desde “Mi Corazón al Desnudo”: “Esos viejos y necesarios/ lugares
comunes/ repletos de miel”. Dejos surrealistas: “Anocheció/ en la solapa del plane
ta/ y es hora/de guardarse en la herida”. Pero más aún: asimilación y hallazgos: “La muchedumbre/quema sus naves/mientras cae el diluvio”. Un corpus que expo
ne una metafísica imprescindible en el poeta (nos remitimos a Antonio Machado).
Una voz responsable del decir y del sentir: “La soledad del anochecer/ una pena
sostenida en el vacío”.
La riqueza del libro permite diversas interpretaciones. Muchas estrofas, muchos
versos crean un mundo independiente; pero en total unidad con la intención del
poeta.
Otros ya lo han dicho: la intensidad aumenta a medida que avanzamos en
su lectura. En este sentido, “Tardanza del Fuego” viene a responder aquella inqui
tud de Eugenio Montale: “Chi si ricorda più del fuoco ch´arse/ impetuoso/nelle vene del mondo; -- in un riposo/ freddo le forme, opache, sono sparse.”
La voz de Sergio Ojeda Barías muestra una madurez que ratifica su anterior quehacer poético. En su primer libro, “Pedazo de Mundo”, ya determinados elementos conformaban una atmósfera indiscutible, partiendo desde Cortázar, Poe, Charlie Parker , Amstrong y Bob Dylan, entre otros. Resulta inevitable, entonces, no citar los siguientes versos de aquella “ópera prima”: “Ver en detalle/la cinta negra/una
inocencia más que se va”.
Ahora, volviendo a este segundo libro, seguimos la duda afortunada del poema “La
Fogata: “Y si fuera cierto/que somos leños/ardiendo al atardecer”. Tres versos que
de por sí equivalen a todo un poema. Puesto que esta es, recalcamos, una de las características de la poesía de Ojeda Barías.
Hacemos notar que nos encontramos ante una poesía madura, ante un poeta que sigue un ritmo propio; producto de la experiencia , de la asimilación, del respeto hacia nuestra tradición poética (tal vez la única tradición que nos podría enorgullecer como chilenos).
Machalí, fines de octubre de 2007.