por A. S.
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. En la vorágine de
nombres y posibilidades que fecunda, generosa, nuestra riqueza
expresiva, la condición viva, ardiente y cabal de David Rosenmann
adquiere los prestigios de un advenimiento. No es la suya una voz urgida
por temperaturas de ocasión pequeña: nace ella de un temblor interno
poderoso y se aquilata en su propio sangramiento. Es una voz que
deseamos oír siempre, porque en sus fondos arde una perenne llama de
verdad lírica, un pájaro fabuloso que, al quemarse, echa aromas de
frenético delirio y nos contamina de su embriaguez sagrada:
"Ilumíname,
labio, inúndame, desátame: que es el canto más grave y la copla
más sangre. Inúndame: la fosa me contempla
sedienta. Desátame: mis brazos no son sino semillas"
(1) |
.......... Rosenmann trae la
bella inocencia del sabio que aprendió a matizar todas las gamas del
sueño y del ensueño. No trabaja en pura alquimia oratoria: da a su
poesía un contenido mental de fuerte quilate mágico, la dora y reviste
de pensamiento quimérico, robusteciéndola con el don augusto del hacer y
el rehacer los contornos de la vieja realidad, para sacárnosla en el
molde apasionante de una plenitud desconocida:
......... "... que nuestro Paraíso sea volvernos
niños" (2), escribe en convulsa apetencia y,
allí, traza el Norte de su sed: Rosenmann, purificado por la soledad,
regido por altos avatares, venido en cauces milenarios al canto y al
deslumbramiento, castigándose en duros yunques de justeza, saborea la
fábula y la defiende, y en lo fabulario encuentra la medida terrestre y
celeste de la infancia reivindicadora y feraz. Rosenmann no teme
contar, su narración transcurre en dos tonos de encanto: una
temática sugestiva y un basamento verbal sin debilidades, rico, certero
y en filo de clásico y de actual, lo que le concede, entonces, un
relieve intransferible:
"Te dije: Eres
la túnica del mundo. Te dije: Enselva y sacia tus
cabellos. Te dije: Breña y arrayán y límite. Ya no sé qué
decir. Ahora rodeamos" (3) |
.......... Los poetas que
avanzan por los territorios de la fábula (y son acariciados por la
sombra morada y verde-antiguo de Homero), pueden lograr, más que los que
deambulan de sílaba en sílaba, en vaguedad de borrachera blanca, el
laurel decisivo con que ha de llamarse a las puertas de la
Poesía.
.......... Rosenmann camina entre
ardimientos y leyendas que se cuenta a sí mismo para equilibrar su
corazón. Y son estos relatos hechiceros los que le mantienen inmaculado,
en fuego de niñez, otorgándole saludable humor a su tarea, una sonrisa
que roza los aleros del cielo: los cinco poemas de la serie "Sarcasmo"
(4), en los que Dios es tuteado con admirable
dejo de nietecillo revuelto y resuelto, hablan de sta apostura de
infante que conoce el idioma con que han de entenderse el hombre, la
magia, y la ensoñación:
"Dios se
cambia de casa. En un coche de lujo y con mucho cuidado, guarda
la estrellería del Este..." (5) |
.......... Dentro de este
hermoso caos de quimera, los poemas "La Lentísima" (pág. 40), y "La Dama
Calva" (pág. 94), tocan cimas de inolvidable presencia. Pensamos en "La
Tarda" de José María Eguren. Mas, lo hacemos no en afán de encontrar
huellas y calcos, sino sutiles coincidencias de espíritus que poseen
idéntico impulso de creación y mentira inefable:
"Esta niña
se viste de novia para casarse con la
muerte..." ................................................ "...¡dama
terrible : nada con calva!" |
.......... El ancestro hebreo
le presta sus áureas sugestiones y em "Schabat" (¡como gozarían las
sienes de César Tiempo!), esculpe un cuadro de tinta broncínea, seca y
cautivadora, de maestro barbado por la experiencia de la
sangre:
"... Desde
el viernes resuena la agonía de la tarde..."
(6) |
.......... David Rosenmann no
necesita tomarse de los barrotes de la jaula de los poetas de feria para
venderse a la gloria. Le bastan sus manos lamidas por el contacto de un
auténtico fervor, sus manos de varón que sabe vivir en humildad de
poesía y en las que halló el signo que contadísimos seres traen para su
martirio y su madurez de criatura elegida.
.......... Leámosle con los ojos del dragomán que
descubre un mensaje en medio de la luna.
(1). Comentario a "Cortejo y
Epinicio", Cruz del Sur, pág.59.
(2). Pág. 48
(3) Pág. 139
(4)
Pág. 63
(5) Pág. 64
(6) Pág. 122.
en ATENEA. Nº 298, abril de 1950