La denominación "novela autobiográfica" es 
            bastante contradictoria porque homologa dos actos narrativos diferentes: 
            el que tiene como propósito producir una ficción y el 
            que persigue identificar la escritura con la realidad, en este caso, 
            la biografía de quien escribe. Para decirlo en palabras más 
            
sencillas 
            y ramplonas: o se miente o se cree que se dice la verdad (recordemos 
            que algunos teóricos afirman que no hay alternativa porque 
            escribir es inevitablemente ficcionalizar). 
          El último libro de Teresa Calderón es presentado 
            como novela "personal" (entiendo: autobiográfica) 
            que responde al concepto de escritura que expone su autora: "... 
            creo que yo escribo para fijar imágenes, escenas, pedazos de 
            vida y emociones que me gusta atesorar si son hermosas y no olvidar 
            si están cargadas de ese horror de que es capaz el doctor Jekyll 
            del género humano".
            
            No me interesa destacar el oximoron implícito que encierra 
            la novela de Teresa Calderón, sino la notable y sorprendente 
            honestidad con que su autora reproduce lo que define como una "historia 
            de amor fracturada", historia que se inicia cronológicamente 
            con la violenta escena de su ruptura sentimental con un escritor chileno 
            que había sido su compañero desde 1983; continúa 
            con el encuentro del poeta Tomás Harris y las vicisitudes de 
            la relación sentimental que se establece entre ellos, y se 
            cierra en el momento mismo de la enunciación narrativa.
            
            Ninguna de sus pasiones ha sido fácil para Teresa. Al primer 
            hombre lo amaba, según sus palabras, de una manera "extraña 
            y enfermiza". Su afecto desemboca inexorablemente en una escena 
            de cuasihomicidio. Su amor por Tomás es una suerte de autoinmolación 
            porque el hombre está poseído por el demonio de la poesía 
            y del alcohol. Sin embargo, después de arrojarse, enloquecido 
            por la bebida, desde un cuarto piso, Tomás decide someterse 
            a un tratamiento médico. Al cerrarse el relato, ambos han encontrado 
            finalmente la felicidad cumpliéndose así una sugestiva 
            anticipación del texto: "Alguien hay supervisando el orden 
            del mundo y de las cosas."
            
            Los elementos biográficos de la novela son inconfundibles. 
            La autora describe con minuciosidad los diversos lugares, situaciones 
            y experiencias que han configurado su mundo personal y, sobre todo, 
            su relación sentimental con Tomás Harris, e introduce 
            un buen número de escritores chilenos con nombre y apellidos, 
            principalmente poetas, que de una forma u otra han tenido participación 
            en ella. Los de su primer compañero son silenciados, pero me 
            imagino que los amigos de la autora podrán identificarlo con 
            facilidad. Así, Teresa Calderón ha puesto al desnudo 
            una historia íntima que tal vez otras personas más cautelosas 
            de su privacidad ocultarían celosamente.
            
            ¿Por qué la ha publicado? El texto ofrece la respuesta: 
            para contar su historia antes de que la cuenten otros. Sencillez y 
            admirable sinceridad de propósito. Pero creo que también 
            hay otro no mencionado. Sospecho que Teresa Calderón interpreta 
            su intimidad como metáfora de hechos más trascendentes. 
            Su relación con el escritor innominado coincide con el periodo 
            de la dictadura; Tomás entra en su vida con el renacer de la 
            democracia. Las constantes referencias literarias que se insertan 
            en el texto inscriben a Tomás y Teresa en el mundo de los amores 
            recreados por el arte. O sea, franqueza, pero también prurito 
            de escritora que quiere insertar su historia personal en el espacio 
            contemporáneo de la historia chilena y en el espacio universal 
            de la literatura.
            
          
           
          * * * 
           
          TOMÁS 
            HARRIS Y TERESA CALDERÓN PROBARON TODOS LOS VENENOS
            
            Un amor violento 
            los fulminó
          Por 
            Javier García 
            
            La Nación, miercoles 
            1 de junio de 2005.
          El poeta 
            Tomás Harris tuvo su “Temporada en el infierno” y su pareja, 
            la escritora Teresa Calderón, acaba de publicar “Mi amor por 
            ti”, novela donde retrata la relación de ambos. Una historia 
            de amor, delirio, admiración y mucho alcohol comentada por 
            Harris. 
          Tomas Harris (49) es el personaje principal de 
            “Mi amor por ti” (Alfaguara, 2005), la última novela 
            de Teresa Calderón, una historia que narra la apasionada y 
            tormentosa relación entre ambos. 
          Cuando se conocieron, escribe Teresa, “Yo había huido del 
            infierno y Tomás había sido expulsado del propio, por 
            un ángel con espada de aguardiente”.
          Para la autora, sus vidas estaban destinadas: “era una seguidilla 
            de coincidencias que iríamos descubriéndonos uno al 
            otro”. 
          Una tarde de marzo de 1990 ambos escritores se conocen mientras los 
            helicópteros sobrevuelan el cielo de la ciudad, debido al atentado 
            al general Gustavo Leigh, por parte del Frente Patriótico y 
            donde el ex Junta Militar perdería un ojo. 
          Pero Teresa escribe: “Yo me había prometido que nunca tendría 
            una relación sentimental ni erótica con alguien que 
            fuera profesor o poeta” y agrega en páginas posteriores “yo 
            sola con un hombre que apenas conocía, que bebía demasiado 
            hasta donde yo había logrado comprobar y, además, con 
            fama de poeta maldito y promiscuo”. 
            
          
          GARGANTA 
            ABIERTA
          El autor de “Los 7 náufragos” no se separaba en la década 
            de los 80’ de la botella y sus autores favoritos: Rimbaud, Baudelaire 
            y el infaltable Malcolm Lowry. Incluso Harris en aquellos años 
            andaba con gafas negras, igual al Cónsul, personaje de “Bajo 
            el volcán”. 
          Teresa pensaba, cuando conoció a Tomás, que el temblor 
            de sus manos era por timidez, pero Harris sufrió por varios 
            años de alcoholismo y su afición a la bebida terminó 
            en un tratamiento. 
          Harris sencillo y de mirada profunda, ahora es investigador en la 
            Biblioteca Nacional y próximamente publicará el poemario 
            titulado “Tridente”, por editorial Ril. Aquí una historia 
            de carne, locura y huesos rotos. 
          -¿Qué se siente ser el protagonista de una novela?
            -La visión que uno tiene de uno mismo es muy “yoica” (sic), 
            porque excluyes otredades, salvo en la poesía, donde las sacas 
            camufladas. Ahora, hubo cosas que le tuve que contar a la “Tere”, 
            por ejemplo cuando me tiré por la ventana (creyéndose 
            el mago Houdini), y me quebré algunos huesos. Hablamos de lo 
            que recuerdo, porque me había tomado una botella de pisco de 
            40º en una hora. En ese tiempo tomaba con la garganta abierta 
            y sin mayores consecuencias. Reelaborar ese proceso me causó 
            gran impresión, bueno esto se lo había contado antes 
            al psiquiatra. Tenía 37 años, a la edad que murió 
            Rimbaud, pero tengo dos hijos y quería verlos crecer. Además 
            descubrí que me quería a mí mismo, antes más 
            bien me odiaba. 
          -El libro no sólo habla de una pareja, sino de dos seres 
            que forman parte de la poesía chilena.
            -Como lector de novela contemporánea siempre leo las novelas 
            como ficción. Ahora somos dos personas que están dentro 
            del proceso poético chileno y se entregan datos privados que 
            tal vez no se sabrían, y quedarían historias sueltas 
            como las de Teillier, de Lihn, no de Neruda que dice “Confieso que 
            he vivido”, que para mí es confieso que he mentido. 
          -Teresa dice una frase en su libro de William Blake “El camino 
            del exceso conduce al palacio de la sabiduría”.
            -Sentía que era una frase notable desde que empecé a 
            escribir. La poesía es algo excesivo, que desborda la condición 
            verbal del sujeto, porque ahí está el hombre solo frente 
            a sus fantasmas, deseos y obsesiones. De todas maneras uno tiene que 
            someterse a un tipo de exceso para poder procurarse un estado poético. 
            Rimbaud adscribió a Blake cuando dice que hay que probar todos 
            los venenos, con la diferencia que Rimbaud hizo el camino. No creo 
            que haya que seguir el camino del exceso para hacer buena literatura. 
            
            
          
          HURAÑO, 
            FEO Y MONSTRUOSO
          -¿Cuándo dejaste de tomar?
            -Hace 10 años. Estuve en un tratamiento psiquiátrico 
            tres años con psicoanálisis y antabus, pero sigo escribiendo 
            y me di cuenta que ni el alcohol ni los estados alterados sirven para 
            escribir. Baudelaire lo dice en los “Paraísos Artificiales”, 
            alguien en los estados del opio está tan metido en su imaginación 
            que no es capaz de escribir. Es un inútil literariamente, pero 
            claro él es un hijo de la burguesía. 
          -“Al parecer amor y alcohol no hacen buenas migas”, escribe Teresa.
            -Hicimos con la “Tere” un camino juntos a pesar “de”, pero ese camino 
            se estaba poniendo espinudo. Cuando conocí a la Teresa yo tomaba 
            todos los días, pero trataba de mantenerme en un estado, a 
            medio filo, el que me llevara a un nivel intermedio que me permitiera 
            soportar el peso de la realidad. El alcohol es una enfermedad monótona 
            y eso que hay grandes escritores que han hecho enormes obras con el 
            tema del alcohol, el mismo caso de Malcolm Lowry y Charles Jackson 
            que escribió “El fin de semana perdido”. El alcohol es tan 
            monótono que cuando vas a ver al psiquiatra te pasa un test 
            de siete preguntas, ¡yo me saqué un siete! (se ríe). 
            Pero al final te transformas en un ser violento, huraño, feo 
            y monstruoso. 
          -Al leer el libro uno percibe la admiración que Teresa 
            siente por ti.
            -Lo que pasa es que la Teresa es una gran mujer, que ha pasado cosas 
            súper “heavys” antes que viviera conmigo y después, 
            y siempre se ha parado vitalmente a pesar de los vientos en contra. 
            Pero creo que esa admiración tiene otro nombre, se llama amor 
            y que es lo que hace que dos personas sigan viviendo 15 años 
            juntas. 
          -¿Qué pasa ahora con las coincidencias?
            -Poco a poco uno va aceptando las cosas que van más allá 
            de lo racional y vas dejando de ser tan escéptico. Ahora me 
            abro a las coincidencias, lo que sí no me abro es a Dios ni 
            a la religión, creo que el catolicismo es una religión 
            nociva, siniestra, que nos tiene como nos tiene.