Materias y
ensueños en la poesía de Jorge
Teillier |
por Guillermo
Quiñones
..... Jorge Teillier nació en el pueblo de
Lautaro, allí en plena región de la Frontera en Chile, es decir, en la
zona que durante más de tres siglos fuera el límite entre españoles y
aborígenes, entre el poder imperial invasor y nuestros mapuches
primitivos e independientes, en la zona hasta hace sólo un siglo (1) de
pugnas y fricciones entre dominadores y un pueblo indómito que no se
dejaba avasallar. ..... En este medio en
el que también se mantienen todavía reminiscencias de campamento, de Far
West o de un mundo elemental y pionero, como tan vívidamente lo ha
evocado Neruda en sus Memorisa, transcurren la infancia y la
adolescencia de Teillier. Acotemos que esta región casi recién nacida a
la vida chilena, con ciudades fundadas o refundadas a fines de siglo
pasado, ha sido, sin embargo, pródiga para nuestra poesía. Quizás
Neruda, "desbordando el mundo igual que los inviernos" (2), haya hecho
olvidar un poco que de la Frontera proceden Diego Dublé Urrutia,
Juvencio Valle, Teófilo Cid, Aldo Torres Púa, Jorge Jobet, Pablo Guíñez,
Miguel Arteche, Floridor Pérez y Omar Lara, entre otros significativos
poetas chilenos. ..... Nacido en 1935 y
con su primer libro publicado en 1956, Jorge Teiilier pertenece,
cronológicamente, a la "Generación del 50". Debemos dejar en claro que a
nuestro poeta no le agrada la pertenencia a tal grupo, particularmente
por su tendencia al cosmopolitismo, "su desarraigo, su falta de sentido
histórico, su egoismo pequeño burgués" (3). Sin embargo, a treinta años
de su aparición y cuando se pierde a la distancia su efímero auge, ya se
puede decantar con alguna claridad cuánto hubo de valor real y cuánto de
propaganda o éxito pasajero en la llamada "Generación del 50". Sin lugar
a dudas, dicho grupo no es homogéneo y en él, creemos, no es difícil
-aunque no lo hemos visto señalar por ningún crítico- visualizar tres
correintes que reflejaron las tres tendencias que se iban consolidando
en el conflictivo período de lucha de clases que se desarrolla en Chile
después de la Segunda Guerra Mundial: una tendencia aristocratizante,
una ideología centrista y conciliadora, de raíz cristiana y una posición
que se identificaba con nuestra realidad, nuestro pueblo y sus luchas.
Como no deseamos que este problema nos distraiga de nuestro tema
central, solamente nos limitaremos a anotar aquí que la mayoría de los
poetas que cronológicamente corresponden al "50", tienen un acento
vernáculo, en contra de la sofisticación, la extravagancia y la visión
de mundo decadente que explotó hábilmente Enrique Lafourcade, escritor
con el cual se tiende a identificar a la "Generación del 50". Piénsese,
por ejemplo, en poetas como Alfonso Alcalde (1921), Raúl Rivera (1926),
Pablo Guiñez (1929), Efraín Barquero (1931), Sergio Hernández (1932) o
Rolando Cárdenas (1933)... Todos ellos tienen insoslayables vínculos,
conscientes y subconscientes, a menudo mágicos, con nuestra naturaleza y
nuestro pueblo. Por consiguiente -y además por otras razones-
corresponde ubicar a Teillier en el grupo de los poetas "del
50". ..... Su tiempo y su espacio -su
infancia y adolecencia transcurridos en el período de la Guerra Fría y
en la región de la Frontera -determinan poderosa aunque soterradamente
la poesía de Teillier. ..... Un inventario
cualquiera, ligero o acucioso, de las materias que pueblan su poesía
dará un resultado parecido a éste: terrones, hierbas, árboles, un
huerto, hongos, nidos, castillos de madera, la reja de fierro, un
caballo perdido, el pozo, la leña, lacasa natal, patios innumerables,
espejos, el olor a café en el molinillo de la tía solterona, la banda en
la plaza, el tren que se aleja de la antigua estación... Es decir, se
trata del mundo de la aldea. Materias y ámbitos provenientes de los
pequeños poblados nutren la poesía de Teillier. Su origen, su
temperamento y su visión de mundo han arraigado en él ese respeto y esa
identificación con la naturaleza que le permiten concluir con admirable
naturalidad que "un día llegaremos a ser árbol". Igualmente una
sabiduría antigua, heredada de sus antecesores poéticos -Francis James,
Milosz, Alain Fournier, Rene Guy Cadou, Antonio Machado, "hermano mayor
mal vestido y triste", y los chilenos Teófilo Cid y Juvencio Valle-, le
han inculcado esa comunión con su tierra natal y le otorgan esa
capacidad de decir y predecir a su pueblo, cuyo destino puede "leer en
la palma de sus calles". ..... Rural y
sureña, la poesía de Teillier es también expresión del doloroso sino de
la aldea chilena del sur y, en verdad, de toda Latinoamérica durante el
presente siglo, cual es el éxodo, el desarraigo. Año tras año,
generación tras generación, las aldeas latinoamericanas van viendo
reducirse su población por el éxodo, especialmente de sus jóvenes que
emigran a las ciudades grandes en busca de fuentes de trabajo o estudios
y posibles o aparentes mejores condiciones de vida. Releyendo a este
poeta de los lares, se vive entonces el conflicto del provinciano,
quien, desde el universo elemental y agreste de la aldea, es
trasplantado a la "costra de cemento" y artificio de la ciudad. Su
inadaptación y su anhelo de una vida sencilla, inmemorial, lo
persiguen:
"Como de
costumbre volveré a la ciudad Escuchando un perdido rechinar de
carretas Y soñaré techos de zinc y cercos de madera Mientras gasto
mis codos en todos los mesones."
..... Su arraigo telúrico y su repulsa a la
ciudad "enferma de smog" conllevan otra variante -la más visible y
reiterada-: el sueño poético del retorno hacia el mundo lejano de la
infancia. Alguna vez en revista Trilce, explicó Teillier que para él "la
poesía es la lucha contra nuestro enemigo el tiempo". Efectivamente,
desandando años y distancias, camino al ayer, esta poesía rescata el
mundo irrecuperable de la infancia, y resulta casi increíble cómo este
poeta es capaz de descubrir y redescubrir matices (fugaces matices sobre
todo), un mundo mágico de inagotable poesía en los estrechos -¿o
inconmensurables?- lindes de la infancia y la provincia. Su homenaje al
dibujante chileno "Coré" es un poema que suscribiríamos, que
suscribirían "en el fondo de la casa sin muros del recuerdo", todos los
ojos que alguna vez se posaron en las páginas de El Peneca, semanario de
un tiempo cuando la manipulación ideológica del niño a través de las
revistas infantiles no aparecía todavía tan evidente. ..... Pero no tan sólo infancia. El poeta que
aprendió con Alain Fournier el secreto de encender "para siempre las
estrellas de la adolescencia", posee un tono, un hálito expresivo que
trasunta una espiritualidad joven -íbamos a escribir juvenil, cuando un
duende precavido nos advirtió que Teillier ya cumple los cincuenta,
aunque nos cueste aceptarlo. Quizás ese dejo adolescente se desprende un
poco de esa suerte de "tierna indiferencia", de la fragilidad de los
vínculos o de cierta tendencia contemplativa y autocontemplativa: el
poeta se busca a menudo en los espejos, en los antepasados y en el
correr de los años. Tampoco podemos olvidar aquí la poderosa influencia
que ejerció el existencialismo sobre los escritore "del 50" y que, en
alguna medida, contribuye a esa visión de mundo en que las cosas se
repiten o se trastocan, en la que abrimos los brazos "para abrazar el
vacío" y, por sobre todo, esa obsesiva convicción de que nuestras
existencias no son más que una brizna dentro de "ese río
silencioso"... ..... La lucha contra el
tiempo enemigo, contra "la reja que no se volverá a abrir", cubre toda
la poesía de Teillier, quien alguna vez, explicando la simbología de los
trenes como la expresión de la fragmentación implacable del tiempo de la
aldea, ha confesado: "Alguna vez correrá un último tren, pensaba yo,
cuál será ese último tren, así como tantas veces pienso, quién
pronunciará por última vez mi nombre, quién leerá por última vez un
poema mío". En esa lucha, el poeta posee una aliada íntima, la llave que
"une la memoria con el olvido". Esta llave o varita de la intemporalidad
le permite descubrir que "el loro de John Silver envidia mi cerveza" y
es también vínculo con viejos rituales de solidaridad
elemental:
"Habla con los
vagabundos y devuélveles el vaso de vino que un día uno de
ellos le dio a tu antepasado el pastor antes que existieran los
cotos de caza."
..... Este retorno a la "edad de oro" y esta
brega contra el tiempo revelan todavía otras dos hebras distintas de la
urdimbre espiritual que subyace tras de esta poesía. ..... Una de dichas hebras es esa especie de halo
mágico que hace que esta poesía enraizada en la aldea y la infancia
trascienda lo cotidiano y sea capaz de revelar contornos imperceptibles,
matices prodigiosos de la realidad oculta. Este poder de descubrir lo
inusual, lo maravillosos o el encanto escondido en la cotidianidad,
reside en la peculiar forma de imaginar y soñar el mundo, y expresarlo,
"removiendo la dura corteza de las apariencias" en imágenes al mismo
tiempo tenues y densas de emotividad, de interiorización y de
naturalidad. La realidad secreta surge entonces -ponemos algunos
ejemplos- como ese paisaje de Marc Chagall "que suena con nosotros" o
aquella taberna "cuyas puertas siempre abiertas no sirven para salir" o,
en fin, descubrir que "la felicidad no es sino un leve deslizarse de
remos sobre el agua". ..... La otra hebra
del tejido espiritual que trasunta esta poesía reside en los anhelos de
sosiego, reposo y paz. Al igual que en Teófilo Cid, resuena en los oídos
de Teillier "como el mar en los caracoles / el rumor de la casa natal".
Los ensueños de la casa, tan frecuentes en esta poesía, conllevan
siempre una connotación lírica: el huerto y el árbol familiar que
prestan amparo, el fondo del patio de la casa paterna (donde se conjugan
la seguridad y la aventura), la mesa maternal o la morada familiar,
recomponen un mundo grato, apacible, seguro. Parte sustancial de este
mundo es la casa de madera. Siempre la casa ha de ser de madera: ella
nos vincula al bosque, sus aromas y sus trinos y restaura, en alguna
medida, una intimidad plácida y libre. Libertad y placidez enlazadas. El
yo y el universo armónicamente enlazados, como en el recuerdo de la
lejana infancia rural y desformalizada de la Frontera. ..... Este anhelo de paz y recogimiento recorre
soterradamente los ocho libros de poesía de Teillier y se refleja en su
nostalgia "de lo que no nos ha pasado, pero debiera de pasarnos", en la
persistencia de vivencias tenues, sutiles y en su suave hálito
expresivo, pues "la poesía / es un respirar en paz". Otras veces, como
ocurre con las reiteradas imágenes del sueño, la ansiedad de un mundo
plácido es más ostensible. Seguramente, el poema más divulgado de
Teillier es "Retrato de mi padre, Militante Comunista", poema en el que,
como retribución a la lucha y a la esperanza revolucionaria, se formulan
dos anhelos: el advenimiento de la revolución y que los días del padre
"lleguen a ser tranquilos / como una laguna cuando no hay viento" ..."en
el silencio interminable de los campos". ..... Con la honestidad consustancial a un poeta
que ha entregado su vida a la poesía "con la paciencia del guardavía /
con la persistencia de la zarzamora", Teillier ha confesado en el
artículo ya citado sus limitaciones temperamentales respecto a la poesía
social y cómo el no poder escribirla le "creaba un sentimiento de culpa
que aún suele perseguirme". Por ello, no puede pasar desapercibido que
en su creación poética posterior a 1973, diferentes símbolos o signos de
indicio nos remiten el drama que en estos años vive Chile. Es verdad que
con el correr de los años, el poeta ha acentuado o ha hecho más
ostensible el tono autobiográfico de su poesía, esas pequeñas
confesiones como "la noche es mi mejor amiga" o " es mejor morir de vino
que de tedio". Pero es igualmente efectivo que la compulsiva situación
del Chile de hoy determina que una poesía sincera -en la que más de una
vez asoman las "sombras de los amigos muertos"-, diga en tono
desacostumbrado que "el único país donde me siento extranjero es mi
país" o que "vivo en un tiempo en que mandan los padrastros". De rico
subtexto, el poema "En el Mes de los Zorros" nos habla de "esa calle que
ahora los ancianos vigilan airados, / porque no pueden extirpar la zarza
de ardientes raíces", y evocando una vez cuando se abrió "una ventana
por donde no entra la noche", se nos insta a escuchar por siempre "a los
bosques secretos / predicando libertad con cada una de sus hojas" y se
vislumbra premonitoriamente el hundimiento de los ancianos airados "en
un pozo que el cielo no conoce". .....
Hecha de materias terrestres y de ensueños, de Sur, lucidez y ebriedad,
esta poesía es un doble retorno a la aldea y a la infancia, un suave y
tierno retorno a la tierra y al corazón humano.
NOTAS: 1).- Sólo en 1881 logra el gobierno de Chile la llamada
"pacificación de la Araucanía, es decir, el sometimiento del pueblo
mapuche mediante una planificada campaña militar, la erradicación y el
despojo. ............ 2).-
Las citas de este trabajo están tomadas de Jorge Teillier, Para un
Pueblo Fantasma. Ed. Universitaria, Valparaíso,
1978. ............ 3).-
Otras citas proceden del artículo que Jorge Teillier tituló "Sobre el
Mundo Donde Verdaderamente Habito o La Experiencia Poética". publicado
en revista TRILCE, Nº 14 1968.
Guillermo Quiñones:
Escritor, poeta y profesor de Literatura. al escribir este artículo
vivía en Zwickau, R.D.A
en ARAUCARIA DE
CHILE Nº 31 1985.
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