CRÓNICA DEL FORASTERO Imprenta Arancibia
Hnos. Santiago de Chile, 1968 Premio Crav de
Poesía
(En memoria de
Jaime Lazo. Y a Enrique Bello, Rolándo Cárdenas, Floridor
Pérez, Jaime Quezada, Francisco Galano y Juan Guzmán
Paredes)
CRÓNICA DEL
FORASTERO (Fragmentos)
I
En el fondo de toda lejanía se alza tu casa
.......... Hermann Broch ..........
"No
hay que silbar en la oscuridad". Sí, no debo llamar al perro
ya desaparecido. Debo regresar solo.
La casa se abre y es
una fosa donde dormir amparado por las hojas, un manantial
interminable para el desierto mediodía. Mi rostro quiere
recuperar la luz que lo iluminaba en el verano traído por la
corriente del río.
Frente al molino descargan los sacos de una carreta
triguera con los gestos de hace cien años. Los gestos son los
mismos aunque la tierra se llene de cohetes que llevan hacia
otros mundos.
En el
patio invadido de colas-de-zorro un caballo se acerca a
oler la trilladora mohosa.
Frente al umbral recibo la volcada copa de vino
añejo del sol de un nuevo día.
Los
gallos me despiertan y sus cantos prometen ayudarme a alzar la
casa.
II
Veo
pasar un rostro desconocido en el canal que corre frente a la
casa. Ese rostro será mi rostro un día.
Surge
un primo muerto, jinete en un tordillo. Ahora desaparece en la
polvareda de los eternos eneros. El abuelo se mira en el
canal. El abuelo grita que cierren la puerta y en la galería
bebe su blanco vaso de aguardiente.
III
Los
yuyos derrochan su oro al viento. Estoy buscando caracoles para
ponerlos al sol: "Caracol, caracol..." El primer barco es
detenido por un guijarro. (Quien va a reparar nunca esa
pena).
... Te hablo a tí, que has
muerto. ... Tú has muerto, tu perro ha
muerto ahogado. ... Pero si cierras
los ojos vendrá a encontrarte a orillas del río. ... No temas: te hallarás con el niño que vivía
a orillas del río.
Vives
frente al molino. La mañana está llena de carretas cargadas de
trigo hasta el cielo. El polvillo de la molienda inunda el
patio. Los mapuches pacientes esperan vender su escaso
trigo. Te asomas a la bodega a ver dormir los sacos. Cavas la
tierra en busca de tesoros guardados por los gnomos. Si comes
toda la sopa te llevarán al circo. La primera vez que fuiste al
cine te dio terror: soldados en paso de parada se precipitaban
sobre ti. Te enseñan a saludar con el puño en alto. Es en 1938
y va a triunfar el Frente Popular. Una vez te llevaron a la
iglesia, pero sólo sentiste miedo ante las imágenes
sangrantes.
Una
anciana te dio una lámpara. Durante años has buscado su
luz, para que te saluden las sombras de otro tiempo.
... Una lámpara
humilde ... que revele las
raíces, ... que haga crecer la
oscuridad protectora ... contra la luz
cruel y sin memoria.
En
los ojos de los bueyes ves hundirse el río la calle donde
creciste. Te llevan al cementerio a dejarle flores a la
hermana. Había que arreglar la tumba familiar. Restos de
pequeños huesos chocaban con la pala. Se sabe sin embargo, que la
vida es eterna.
Mañana de verano (harina y lomas amarillas). Subes a la
carretela del panadero. Yo te veo doblar la
esquina perderte una mañana de pájaros y leche.
X
Vamos a pasear por los extraños
pueblos .......... Eliseo
Diego ..........
La
noche era un trozo de carbón a punto de arder. Nada más hermoso
que ver al fogonero lanzar paladas. El horno cambiaba el carbón
por oro. Te dejaron subir a la locomotora. Hay que amar a la
locomotora como a un gran animal doméstico, amar sus resoplidos,
sus nubes de vapor, la lluvia de hollín con que te bautiza cada
estación.
Pero ya han
pasado todos los trenes. Han pasado los trenes, la segura rotación
de los juegos de las cuatro estaciones: el trompo, el volantín,
las bolitas, el emboque. Todo eso es triste. Mientras escribo unos
gatos nuevos maullan tristemente. Y recuerdo el placer de poner mi
nombre en los cuadernos el primer día de
clases.
Te
asomas alarmado a la ventanilla del vagón. Tu padre bajó al andén
para hablar con un amigo, temes oír de un momento a otro el
silbato de partida. Empiezas a conocer los pueblos de la
Frontera. Tienen nombres que en la lengua de la Tierra quieren
decir: "Guanaco echado", "Río de brujos", "Lugar de
cenizas". Viste apolillarse los columpios de una plaza de
juegos.
Un
zapatero nos saludaba con la V de la victoria. Se hablaba de la
pelea de Godoy con Joe Louis y de la batalla de
Stalingrado.
Hubo un desfile celebrando la caída de
Berlín y la Bomba Atómica era el fin de todas las
guerras.
En un
pueblo alojabas en casa de una tía y leías el "Pacífico Magazine"
con noticias de la Guerra del 14, en otro viste que al atardecer
la gente iba llevando sillas para asistir a una función de
cine, en otro escuchaste a los músicos de la Banda Municipal
tocar "Titina" en un kiosco a punto de caer.
Días
de descubrir las aldeas como más tarde el sabor de cada
bebida, peligrosos como los cercos de alambre de púa en donde uno
puede enredarse al salir de caza. Aldeas que he recorrido por
calles fangosas que llevan a las afueras. Allí hay gente que
muere sin haber visto nunca el mar. Hay muchachos jugando
fútbol. Se cantan rondas que ya no se escuchan en las
ciudades:
... Yo me quería casar ... con un mocito barbero. ... Me sentaron en una silla ... y me cortaron el pelo...
En el
bar del Hotel estuve esperando las campanadas que anuncian la
llegada del tren. Pero los nuevos amigos hicieron llegar nuevas
botellas. Y allí estuvimos hasta el alba de los trenes de
carga.
Una
vez aguardando la llegada de un tren, bajo un aguacero, me hice
amigo de un pobre organillero. El viento, el frío y la lluvia
velaban con nuestra espera, antes que subiéramos al carro de
tercera.
Sí,
he vuelto a los pueblos tantas veces porque el tiempo me suele
tener en su guarda. Y siempre llego por calles barrosas a las
afueras donde los hijos de mis compañeros de curso juegan el
mismo eterno partido de fútbol.
XIV
Hé Dieu! Si j'eusse étudié .......... au temps de ma jeunesse
folle ......... Francois
Villon ..........
Somos
los ociosos que en la tarde se reúnen en la plaza.
Entraremos a ver las llovidas películas que llegan de
provincia. Canta Jeanette Macdonald y responde Nelson
Eddy. Reírnos con Laurel y Hardy. Y de pronto "El Muelle de
las Brumas" y "Grandes Ilusiones". En los barrios bajos, negras
ollas sin fuego. Se habla del Centenario del Manifiesto
Comunista. Hay campos de concentración y un Fantasma recorre el
mundo. Un zapatero nos presta libros y diarios
perseguidos. Sabemos —más allá de las puertas que se empujan o
cierran cada día— más allá del parloteo alrededor de la sopa de
cada día cuando en la mañana vemos la hierba encanecida y
quebramos la escarcha de la jofaina que se debe esperar,
esperar. (Teníamos años y años por delante y esperanzas y
esperanzas como las calles interminables y las estrellas sobre
nuestras cabezas). No soñamos con ser médicos ni abogados,
ni empleados de banco. Para otros está el pasear como
tenientes con las buenas muchachas del pueblo (sin embargo,
cuánto daríamos para que apareciera una mujer en el frío lecho de
estudiante). Leemos a hurtadillas bajo el pupitre, o bajo las
sucias ampolletas de las pensiones a Dostoievski, Hesse, Knut
Hamsun... Somos los que viven al otro lado del río o de la vía
férrea... Tarde en la Feria de Entretenciones. Un frío
viento nos hace envolvemos en las bufandas. Miro a la muchacha
del Tiro al Blanco que coquetea con los conscriptos. La rueda
gigante nos invita a huir del cielo y de la tierra.
La
lluvia dispersa a todo el mundo, sin dejarnos ganar ni una
botella al juego de las argollas. Un millón de blancas palomas de
maíz va a iluminar los sueños de los niños del barrio.
Adiós muchachos. A medianoche esa canción en la
victrola a cuerda del prostíbulo. El dinero alcanza sólo para una
cerveza (remolino de turbina amarga dentro de la piel fría del
vaso).
Estrellas tiernas nacen entre los cerezos. Los caballos
mojados de los carabineros dan topetones a los cercos. Una
prostituta habla de su novio y de su casa junto a un lago.
Otra discute su precio con un pastor evangélico. Adiós
muchachos.
Esperábamos algo, sin duda, algo entre las puertas que
abríamos y cerrábamos, cuando tras romper la escarcha de las
jofainas el día nos saludaba con un muro a punto de
caer, noticias de nuevas guerras; algo al no creer en la
rutina de los mayores y escribir en los cercos por la paz, el
pan, la libertad. Crecían bajo nosotros raíces de nuevos
mundos.
Ahora, uno me escribe: Vivo en un pueblo donde me
llaman el loco y los niños me tiran piedras cuando paso
por las calles. Otros son oscuros oficinistas y yacen en una
pieza de pensión con toda su familia. Otros explotan la
Revolución que no quieren y viajan a su costa por el mundo. Otros
sueñan con ser gerentes. Otros duermen en vagones de carga y
necesitan tratamientos antialcohólicos y psiquiatras.
Adiós muchachos...
Y
yo juego con los recurdos a la gallina ciega.
Abramos las manos: las larvas son mariposas
blancas volando sobre las tumbas sobre las cuales jugamos
brisca.
Veo
un amigo tratando de atrapar una trucha en el
estero.Hemos hecho la cimarra para buscar digüeñes. Y dejamos
que el cielo libremente haga madurar nuestros rostros.
Nos
reunimos en las afueras del Convento que estuvo cerrado por el
crimen de un cura. Una muchacha se asoma entre los visillos de la
ventana de enfrente. Una muchacha debiera sonreírnos.
Quién soy yo? Quién pensabas tú que yo sería? - Déjate
de jugar a los recuerdos. Aquí estás después de años y años.De
tantos días con olor a ropa mojada y tedio infinito en las salas
del Liceo. De viajes de un pueblo a otro. De prostitutas que
hablaban de novios y casas a orillas de un lago. De
horas acodados en las vidrieras de los almacenes.Y si yo
hubiera sido un buen alumno, no recordaría el olor a ilang-ilang
-fantasma adolescente-, las lágrimas por nada en estaciones
vacías, el cuerpo de mujer deseado en el cuarto de pensión, el
vino y la lectura compartida con los artesanos.
Vuelo
blanco de una mariposa que muere entre habas
nuevas.
XV
Ninguna ciudad es más grande que mis sueños. Volveré al
invierno del sur cuando las raíces blanqueadas por la
lluvia muestren la calavera del tiempo bajo el sorpresivo
vuelo de carbón y nieve de queltehues que no se cansan de pedir
agua.
Pasado el Puente del Malleco mi amigo me invita a comer de
sus provisiones.
Hablamos con nuestros compañeros de banco: un militar
jubilado y un campesino de manta de Castilla. Nos invitan a tomar
pipeño. Nos desafían a jugar brisca. El tren se
detiene. Trazo un círculo en la ventanilla borrando el aliento
de la noche: No hay estrellas. Sólo un pobre nido de luces
sobre una estación. Alguien despierta y mira como si nunca
hubiese viajado. Atravieso el Bío-Bío y avanzan pueblos
terrosos que no me doy el trabajo de mirar. Entrego mi pasaje
al conductor. Los vagones forman un largo cortejo. En la
madrugada entumecida de Chillan tomamos café con aguardiente. El
sol del alba nos levanta los párpados cerca de Rancagua (allí vimos
una vez predicar al Cristo de Elqui). El mismo ciego de la
infancia sigue tocando su guitarra. Se llega a la Estación
Central perdido entre el gentío. La ramazón de fierro retiene el
eco de nuestros pasos para mascullar oscuras canciones. Vagaré
por las calles y sin querer me detendré frente a una bodega. Hay
un libre olor a tierra tras la lluvia, vuelvo al patio donde saludo
la nubecilla enviada por la última locomotora a vapor.
XVI
Ils m'ont demandé si j'avais le travail facile .......... Ce ne sont pourtanít des
imbéciles. .......... El cependant ce
qu'ils m'ont demandé est bete, ..........
Comme on voit bien qu'ils n'ont jamais été poétes! .......... André
Salmon ..........
Se
empieza a saber que sólo sirven las lámparas que congregan a
las sombras.
El
invierno de la realidad oculta una Bella Durmiente y ella
despertará con las palabras de los poetas de hace uno o dos mil
años. Las palabras del pobre estudiante Villon, condenado a
muerte tras gastar sus monedas en putas y vino en la ciudad rodeada
de lobos y de nieve. Las de Rimbaud apareciendo en medio de una
eternidad de cálidas lágrimas, los puentes levadizos se alzan
ante sus plantillas de viento, lo veo rapado como un presidiario
en Abisinia, dejando entrar Genios y rosales por las ventanas de
Bruselas, Francis Jammes habla con los asnos rumbo al
Paraíso, Edgar Poe delira por las calles puritanas de
Baltimore, Esenin escribe con sangre su último verso. Milocz
entrega sus palabras venidas como gorriones de otro cielo y habla
de madrugadas que sorprenden en un amargo frío arrabal con el
Hiperión en las manos.
Y tú
empiezas a sentarte delante de páginas en blanco condenado a
perseguir palabras más difíciles de atrapar que moscardones
entrando en diciembre a la sala de clases. Hay que escribir
"aferrándose a ello como el maníaco a la droga", sin pretender
recibir siquiera "el inútil premio de la eternidad" ese premio que un poeta
vio esperando a Li Tai Po, siglos y siglos hasta con las pestañas
escarchadas.
Recuerda que tu casa puede desvanecerse como el
oleaje rojizo de los ciruelos.
Pero escribe como el poeta que
a los ochenta años envió su mensaje al mundo diciendo "que el
mundo se vaya al diablo" o como el poeta de la aldea que nos
leía sus versos guardados años y años en un armario y en la
mañana de otoño se olvidó de ellos cuando vinieron a avisarnos
que había una carrera de caballos a la chilena.
XIX
A Pierre de Place ..........
Sangre color planeta muerto. Ves correr la sangre de tu
mano herida por alambres de púa.
Conoces la sangre que destilan los pinos, aquella
confundida con el pecho imperial de la Iloica, la de las tablas
en el aserradero y sabes que los ríos son heridas infligidas por
el cielo a la tierra.
Los
mayores aman salir de caza. Te despiertan temprano. Todo el
día pasará de potrero a potrero, se treparán los cerros.
Ves
echar aves aún palpitantes al morral. Tus pies van a añorar los
esteros y la pureza adánica de la mañana reluciente como una
escopeta recién bruñida.
A
veces te dejan disparar y aún te duele el hombro con el
rechazo. Te enseñaron que frotando pedernales se enciende una
fogata.
Una
vez pasaste un puente de cimbra. Para ir a la escuela atraviesas
un puente que el viento hace interminable. Aprendes a leer en
diarios que anuncian la Segunda Guerra. Semana a semana leerás
"El Peneca" ilustrado por Coré. A veces lo irás a comprar a la
estación para saber más luego la suerte de tus héroes. Llegas
atrasado al colegio por ver a Dick Turpin galopando por los
caminos reales de Inglaterra. Tus sueños están iluminados por las
linternas que agitan en la "Hispaniola" los piratas. Desde una
guardilla oyes el bastón del ciego golpear el hielo. Afrontas
tempestades en la Malasia junto a Yáñez y Sandokán, sufres junto
a Coretta y Garrón en el libro "Corazón" y hablas con Gulliver,
Robinson Crusoe y Herne el Cazador.
Todos
los domingos vas al cine en matiné, sigues las seriales en doce
episodios. Sabes que hay mundos más reales que el mundo donde
vives: cualquiera calle puede ser una calle del Far
West. Surge Buck Jones jinete en Silver. Buffalo Bill lucha a
muerte con los Sioux. Oyes la sirena del auto del Avispón
Verde. Si piensas en los muertos ellos resucitan junto al
reloj de pared como los abuelos de Tylil y Myltil.
Vives
cerca de un convento iluminado por antorchas. Los viajes de Flash
Gordon harán que no te asombres de ninguna conquista
espacial.
Mira
los puentes que la lluvia hace transparentes.
Anda
al patio a oír crecer los naranjos. Quedé solo en medio de un
bosque. El bosque ya no me reconocía. Hermanos y amigos
partieron hacia los cuatro brazos del horizonte. En la lejanía
se encendían fogatas en círculos de piedra.
Me
senté junto a una hoguera a punto de extinguirse sin poder
recordar cuáles eran las piedras de donde nacía el fuego, esas
piedras que me enseñaron a frotar una mañana de caza.
El
bosque se estremece soñando con los grandes animales que lo
recorrían. El bosque cierra sus párpados y me
encierra. |