MUERTES Y MARAVILLAS Editorial
Universitaria Santiago de Chile, 1971
RELATOS
I
El
vuelo de las aves es un canto recién aprendido por la
tierra. El día entra en la casa como un perro mojado de
rocío.
Mira:
se encienden las hogueras de los gallos. Los cazadores preparan
sus morrales. Los caballos los esperan rompiendo con sus
cascos el cielo que apenas pesa sobre lagunas de
escarcha.
Tú
eres un sueño que no recordamospero que nos hace despertar
alegres. Una ventana abierta hacia el trigo maduro.Busquemos
grosellas junto al cerco cuyos hombros abruman los cerezos
silvestres.
II
Un
viento de otra estación se lleva la mañana. Huyes hacia tu
casa cuando el viento dobla los pinos de las orillas del
río. Ya no quedan grosellas. ¿Por qué no vuelven los
cazadores que vimos partir esta mañana? Tú quieres que nunca
haya sucedido nada y en la buhardilla abres un baúl para
vestirte como novia de otro siglo.
III
El
abandono silba llamando a sus amigos. La noche y el
sueño amarran sus caballos frente a las ventanas. El dueño de
casa baja a la bodega a buscar sidra guardada desde el año
pasado. Se detiene el reloj de péndulo. Clavos
oxidados caen de las tablas. El dueño de casa demora
demasiado —quizás se ha quedado dormido entre los
toneles-. Una mañana busqué grosellas al fondo del patio. En
la tarde este mismo viento luchaba con los pinos a orillas del
río. Se detienen los relojes. Oigo pasos de cazadores que
quizás han muerto. De pronto no somos sino un puñado de
sombras que el viento intenta dispersar.
CUANDO TODOS SE
VAYAN
A
Eduardo Molina Ventura ..........
Cuando todos se vayan a otros planetas yo quedaré en la
ciudad abandonada bebiendo un último vaso de cerveza, y luego
volveré al pueblo donde siempre regreso como el borracho a la
taberna y el niño a cabalgar en el balancín roto.
Y en
el pueblo no tendré nada que hacer, sino echarme luciérnagas a
los bolsillos o caminar a orillas de rieles oxidados o
sentarme en el roído mostrador de un almacén para hablar con
antiguos compañeros de escuela.
Como
una araña que recorre los mismos hilos de su red caminaré sin
prisa por las calles invadidas de malezas mirando los
palomares que se vienen abajo, hasta llegar a mi casa donde
me encerraré a escuchar discos de un cantante de 1930 sin
cuidarme jamás de mirar los caminos infinitos trazados por los
cohetes en el espacio.
IMAGEN
Te
reconoces en ese niño que esta mañana de escarcha sale a
comprar pan y saluda al lechero cuyo silbato despierta las
calles.
Tú
eres ese niño y eres el niño que a campo traviesa va hacia la
casa de los vecinos con un ganso bajo el brazo bajo la luna
espiada por cohetes en la que no se verán ya nunca más la
Virgen, San José y el Niño.
EL POETA DE ESTE
MUNDO
A
René-Guy Cadou (1920-1951) ..........
Poeta
de nombre claro como un guijarro en medio de la corriente reunías
palabras que eran pedernales de donde nace un fuego que no es
olvidado. René -Guy Cadou, amigo del tonelero, el cartero, el
aduanero y el contrabandista, vivías en una aldea de seiscientos
habitantes. Allí eras profesor rural, el peso del olor del
jardín vecino sofocaba la sala de clases como a la sala de clases
donde tu padre había sido maestro. Te gustaba hablar con la gente
de cara parecida a ollas de greda, caminar descalzo, ver jugar
a las cartas en la taberna. En la noche a la luz de un fuego de
espino abrías un libro mientras Helena cosía ("Helena como una
gota de rocío en tu vaso") Tenías un poeta preferido para cada
estación: en otoño era Verlaine, la primavera te traía todas las
rosas de Ronsard, el invierno llegaba con el chirriar del
carruaje del Grand Meaulnes y la estación violenta el ruido de
espadas entrechocándose en una posada de Alejandro Dumas. Tú
nunca estabas solo, te iluminaba el recuerdo de tu padre
volviendo de caza en el invierno. Y mientras tus amigos iban al
Café, a la Brasserie Lipp o al Deux Magots, tú subías a tu
cuarto y te enfrentabas al Rostro radiante.
En la
proa de tu barco te asomabas a ver los caminos de tu país de
hadas y pantanos, caminos trazados como las líneas de un cuaderno
de copia. Tus palabras llegaban como pájaros que saben que
siempre hay una ventana abierta al fin del mundo. Y los poemas se
encendían como girasoles nacidos de tu corazón profundo y
secreto, rescatados de la nostalgia, la única
realidad.
Tú
sabías que la poesía debe ser usual como el cielo que nos
desborda, que no significa nada si no permite a los hombres
acercarse y conocerse. La poesía debe ser una moneda
cotidiana y debe estar sobre todas las mesas como el canto de
la jarra de vino que ilumina los caminos del domingo. Sabías que
las ciudades son accidentes que no prevalecerán frente a los
árboles, que la poesía no se pregona en las plazas ni se va a
vender a los mercados a la moda, que no se escribe con saliva,
con bencina, con muecas, ni el pobre humor de los que quieren
llamar la atención con bromas de payasos pretenciosos y que de
nada sirven los grandes discursos tartamudos de los que no tienen
nada que decir. La poesía es un respirar en paz para que
los demás respiren, un poema es un pan fresco, un cesto de
mimbre. Un poema debe ser leído por amigos
desconocidos en trenes que siempre se atrasan, o bajo los
castaños de las plazas aldeanas.
Pocos
saben aquí lo que es un poema, pocos han puesto su cara al viento
en medio de un trigal; pocos saben lo que es un poeta y cómo
debe morir un poeta. Tú moriste en un cuarto en donde se
congregaba toda la primavera mirando un cesto con
manzanas. "He visto morir a un príncipe" dijo uno de tus
amigos.
Y
este Primero de Noviembre cuando me rodean los muertos que
siempre están conmigo pienso en tu serena y ruda fe que se
puede comprender como a una pequeña iglesia azul de
pueblo donde hay un párroco que no pide sino compartir su
pan. Tú hablabas con tu Dios como al pobre hijo de un
carpintero, pues sabías que también se crucifica todos los días a
un poeta (Jesús tenía treinta y tres años, Jean Arthur también
era Cristo crucificado a los treinta y siete). Pero a ti no te
importaba que te escupieran la cara o te olvidaran porque como tú
lo decías, nadie puede impedir a un pájaro que cante en la más alta
cima, y el poeta derribado es sólo el árbol rojo que señala el
comienzo del bosque.
RETRATO DE MI PADRE, MILITANTE
COMUNISTA
En
las tardes de invierno cuando un sol equivocado busca a
tientas los aromos de primaveras perdidas, va mi padre en su
Dodge 30 por los caminos ripiados de la Frontera hacia aldeas
que parecen guijarros o perdices echadas.
O
llega a través de barriales a las reducciones de sus amigos
mapuches cuyas tierras se achican día a día, para hablarles
del tiempo en que la tierra se multiplicará como los panes y los
peces y será de verdad para todos.
Desde
hace treinta años grita "Viva la Reforma Agraria" o canta "La
Internacional" con su voz desafinada en planicies barridas por
el puelche, en sindicatos o locales clandestinos, rodeado de
campesinos y obreros, maestros primarios y estudiantes, apenas
un puñado de semillas para que crezcan los árboles de mundos
nuevos.
Honrado como una manta de Castilla lo recuerdo defendiendo
al Partido y a la Revolución sin esperar ninguna
recompensa así como Eddie Polo —su héroe de infancia— luchaba
por Perla White.
Porque su esperanza ha sido hermosa como ciruelos
florecidos para siempre a orillas de un camino, pido que
llegue a vivir en el tiempo que siempre ha esperado, cuando
las calles cambien de nombre y se llamen Luis Emilio Recabarren o
Elias Lafferte (a quien conoció una lluviosa mañana de 1931 en
Temuco, cuando al Partido sólo entraban los héroes).
Que
pueda cuidar siempre los patos y las gallinas, y vea crecer
los manzanos que ha destinado a sus nietos.
Que
siga por muchos años cantando la Marsellesa el 14 de julio en
homenaje a sus padres que llegaron de Burdeos.
Que
sus días lleguen a ser tranquilos como una laguna cuando no hay
viento. y se pueda reunir siempre con sus amigos de cuyas
bromas se ríe más que nadie. a jugar tejo, y comer asado al
palo en el silencio interminable de los campos.
En
las tardes de invierno cuando un sol convaleciente se asoma
entre el humo de la ciudad veo a mi padre que va por los caminos
ripiados de la Frontera a hablar de la Revolución y el paraíso
sobre la tierra en pueblos que parecen guijarros o perdices
echadas.
(1961)
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