Muchas 
antologías, poca poesía
Tomás 
Harris *
 
Hace unas 
semanas, Alvaro Bisama hacía, en el suplemento literario de El Mercurio, 
una suerte de seguimiento de la generación de los poetas de Cantares, 
la representativa antología compilada por Raúl Zurita. El resultado 
era desalentador. Querellas personales, poca discusión estética 
y, lo que es peor, nada del milagro, del presente deslumbrante y único 
en nuestra poesía que profetizaba Zurita en su proólogo delirante 
y mixtificador. Ahora aparece esta antología de los poetas de los '90 compilada 
por Patricia Lange, académica de la Universidad Diego Portales, cuyo currículo 
sobre difusión de poesía chilena se reduce a unos pocos artículos 
sobre Enrique Lihn.
Efectivamente, si uno revisa la escasa bibliografía 
de los poetas de los '90 no ha ocurrido nada rupturista o desestabilizador en 
su escritura. Poesía donde lo cotidiano y ciertos guiños urbanos 
no pasan de eso, en un discurso bien organizado y poemas correctos: poesía 
burguesa para lectores burgueses. Ocurre lo mismo si revisamos las páginas 
de esta antología de Francisca Lange. Porque Lange repite casi todos los 
nombres incluidos en Cantares, en su primera parte. Los más domesticados 
por el sistema. Cito a algunos de los ya más institucionalizados: Kurt 
Folch, Matías Rivas, Andrés Anwandter, Alejandro Zambra, Leonardo 
Sanhueza, Alejandra del Río. Julio Carrasco y Javier Bello son las excepciones, 
uno con un barroco visceral; el otro, entre Mutis y Walcott, crea una notable 
mitificación del espacio poético.
Algunas interrogantes: 
¿Por qué la ausencia de Germán Carrasco, cuya poesía 
es inexcusable en una muestra de los poetas de los '90? ¿Aún no 
se entiende la espléndida poética del vacío y de los sujetos 
que pierden el cuerpo y la sexualidad en la virtualidad discursiva de Gustavo 
Barrera? ¿Y la marginalidad de Damsy Figueroa y otras poetas que exhiben 
una escritura más dinámica y seductora que sus contrapartes masculinos 
y que, acá, son obliteradas? Más inexplicable aún es la inclusión 
de Adán Méndez, editor y articulista, cuya producción es 
escasísima y epígonal.
¿Por qué esta antología?, 
se pregunta uno. ¿Era necesaria? Creo que los nombres aportados a Cantares 
son casos que no suman ningún adorno a la diadema de las musas, como diría 
Pound. ¿Asuntos corporativos? ¿Quiasmos de Poder? ¿Cerrar 
filas en torno a unos inexcusables privilegiados? No lo sé, pero lo que 
sí es claro es que el aporte de esta muestra es redundante e inútil.
 
*Poeta, 
Premio Pablo Neruda, autor de Cipango, Itaca y Tridente.