BLANCA VARELA : LA PIEDAD INCANDESCENTE
por ADOLFO CASTAÑON
.......... En un universo de masas
donde al alma del hombre la disputan, por un lado el mercado y por el
otro el templo, los políticos mercadólogos, publicistas, o bien los
sacerdotes y adeptos de este o aquel fundamentalismo, la posibilidad de
una tercera vía espiritual o politica es vista con explicable
suspicacia. La literatura y la poesía que no desembocan en el consumo o
en la comunión, en la moda o en la misa, no parecen tener sitio. Como el
suicida y el réprobo en otra edad, la poesía sólo tiene derecho, cuando
lo tiene, a una puerta estrecha, casi clandestina en la periferia del
panteón.
.......... En un terreno indeciso
entre la profecía y la representación, entre la filosofía y la ficción,
el arte y la psicología, el ministerio de la poesía se ejerce en la
intemperie, al desnudo, y desnudar, purificar, limpiar el lenguaje de
adornos y herramientas, usos e intereses creados es, parece ser su
misión, cuando no le basta la más secreta de dar cuenta de la vida
espiritual a través de la voz. Aunque, de hecho, no se concibe una sin
la otra. En paises como los latinoamericanos donde el mercado ideológico
se define en función de las diversas telenovelas nacionales y políticas,
el comercio simbólico se impregna de un alto grado de politización. Los
sistemas de inmunidad espiritual que debe desarrollar el poeta para no
caer víctima de esta o de aquella epidemia demagógica deben ser
vigorosos por muchas razones, pero sobre todo porque las fiebres
narcisistas se transforman naturalmente en delirios pedagógicos y éstos
en irreversibles canonizaciones. Ese es sin duda uno de los motivos por
los cuales la poesía goza en América Latina de una engañosa, equívoca
buena salud.
.......... ¿Cuánto tiempo
puede obstinarse un poeta en practicar con rigor la tercera vía sin
naufragar en esos escollos? ¿Dónde, cómo practicar ese camino
intermedio? No por desenvolverse entre dos desiertos esa senda dejara de
seguir un desfiladero y, muchas veces, se ocultará como un río
subterráneo. Si lo que está en juego es la salud , la salvación pero
también la plenitud, la redención del sentido pero también el buen humor
, tendrá que hablarse de equilibrio pues sólo desde una inalterable
ecuanimidad, desde una luz impasible podrá el poeta mover su lengua,
sembrar su corazón en el mundo.
.........
No es un azar que la poesía y la pintura hayan caminado juntas durante
esa edad de inversión del positivismo llamada vanguardia. Convivían un
destino y un espacio: Picasso el aprendiz de poeta, discípulo de Max
Jacob, el poeta aprendiz de pintor. Los pintores hicieron mucha
literatura , a veces mala. Los escritores a su vez se inspiraron en los
pintores. En particular habría que destacar, dentro de las vanguardias,
familias estéticas que compartirían valores y aprendizajes más allá de
los géneros, con la pluma o con el pincel. Un ejemplo de esos
consanguíneos vínculos en la literatura latinoamericana es Blanca Varela
(Lima, 1926), cuya trayectoria poética se inicia en 1939, en la figura
generacional que constela a Javier Sologuren, Sebastián Salazar Bondy y
Jorge Eduardo Eielson.
.......... Existe
en la lírica hispanoamericana un desfase singular. No todos los poemas
escritos en el siglo XX son verdaderamente de su época. Nos hemos
levantado tarde y traemos en el crepúsculo ánimos de mediodía. Con los
de la primera mitad del siglo, asistimos a un modernismo trasnochado.
Naranjas de invierno. Más tarde, los poetas practicaran la danza
surrealista mucho tiempo después de que la música haya concluido. Se
diría leyendo buena parte de la poesía hispanoamericana del siglo XX,
que Latinoamérica no conoció la guerra sino una dorada época de
abundancia. Tardará mucho en llegar para nosotros la travesía del
desierto, ese saludable ayuno que, después de las grandes bacanales
pedagógicas y propagandísticas, después del Carnaval y de la ebriedad,
templa a la poesía europea de la primera postguerra. La austeridad, la
aridez, la pobreza y la desnudez que marcan la tarea poética de Montale,
Ungaretti, Auden, o Char tardarán en llegar al continente
hispanoamericano. Está, desde luego en el origen, César Vallejo y,
detrás del ahumado fulgor, se observara en la poesía de Lezama un
proceso de condensación, líneas de necesidad y justicia poéticas en la
fragua de la metáfora.
.......... Para no
perderse en ciertas selvas elocuentes de Neruda, Cardoza, Gerbasi,
Asturias, Scorza, habrá que redescubrir a Ramos Sucre y a Borges, a
Gorostiza y a Villaurrutia, a Rojas y a Gerardo Diego, al Paz de
salamandra y Ladera Este.
.......... No
pocos poetas hispanoamericanos se fueron con la finta de la abundancia y
le buscaron un tamaño continental, mesiánico a su esperanza , se lo
siguen buscando como indicaría el agrandado Cántico de Cardenal o los
extensos torrentes de ciertos mexicanos legendarios.
.......... Incluso ha habido quienes han hecho de
la desnudez una retórica y de la pobreza una ostentación -poetas que,
como ciertos fotógrafos, exaltan la miseria con sofisticadas
lentes.
No abundan en este paisaje los poetas hispanoamericanos que
han sabido alcanzar en la desnudez una plenitud, en la severidad seminal
riqueza, son pocos los que, como saxígrafas, han sabido florecer en el
pedregal. Mencionemos tres: el español José Angel Valente, el mexicano
Gabriel Zaid, la peruana Blanca Varela.
........... No son pocas las fuentes artísticas de
Blanca Varela que hay que buscar en la pintura y en la escultura y, para
algún lector radical, ella es a la poesía hispanoamericana lo que
Brancusi para el arte europeo: explorador que se adelanta despojándose
de todo accesorio, aventajado discípulo que se aparta de los maestros
como el árbol que busca madurar impone la distancia, incandescencia sin
chisporroteo, la elegancia, la austeridad como destino.
.......... Originalmente próxima a poetas como el
nicaragüense Carlos Martínez Rivas o el mexicano Octavio Paz, Blanca
Varela ahonda su propia búsqueda ética y poética en el curso de una obra
mineral, escrita, tallada en los huesos, labrada más allá de la piel
anecdótica y del fácil jaspeado asociativo. Acaso podría hablarse de
viaje , un itinerario de la transgresión vuelta palabra, pacto verbal,
pero no hay, cautela, ascenso sino descenso, carrera contra la sombra y
la muerte que se cumple y gana en el cambio de ritmos: el contrapunto
como única salida.
.......... Buscando,
más allá de los huesos, el polvo y, más allá de la ceniza, el barro.
Consumando el oficio poético como un mester de ávida materialización y
continua llamada al orden de una sobriedad gozosa. Ejercicios materiales
para que la palabra no se disipe ni se la lleve el viento de la historia
literaria ni se haga humo después de la vanguardia. Ejercicios de
encarnación y concreción de una materia originaria que será capaz de
atravesar los sueños y las palabras, de resistir la marea. Prácticas de
la materia y con ella para encauzar la comunicación del ser que va a
morir con su propia muerte y celebrar en la ley de la palabra las
nupcias de la raíz con la semilla y del germen en la tierra.
.......... La densidad de estos versos llama la
atención así por su secreta turbulencia como por su agilidad para
elevarse y caer en el estricto marco de un espacio mínimo. Pozo y
semilla, limpidez del carbón torturado hasta el diamante, la poesía de
Blanca Varela plantea en cada poema un sobresalto y una reconciliación,
una carga y un alivio que sólo se cumplirá en la relectura, en la
memoria del lector que se ha entrenado a cerrar los ojos y a seguir el
laberinto viviéndolo, por así decir, 30 con todo el cuerpo. El poema se
da así menos como un hecho que como un acto, un ejercicio suspensivo y
al cual hace falta la sombra de la lectura, la inteligente penumbra que
auspicia la recreación. Por eso no bastaría decir que la poesía de
Blanca Varela es en alguna forma moderna. Su actualidad crítica es
también futura, sus lectores están por nacer, y en ella se inventa una
literatura hispanoamericana a la vez milagrosa y secreta y que, como un
río subterráneo, crea grutas y pasadizos, pacientes estalactitas de una
imprevista elegancia milenaria. En el filo de la navaja, entre el
silencio y la palabra, al borde del precipicio indecible o de la ruptura
irreparable, la poesía de Blanca Varela se da como una guerra secreta o
una cirugía desesperada y sus testigos, autoinmolación y sacrificio
donde lo que se salva y se juega es el sentido.
.......... Casi no habría fórmulas para saludarla
si no las provenientes de las artes plásticas o la de cierta poesía
mineral como la de Celan: aérea y emotiva como una escultura de
Brancusi, originaria y brutal como un Dubuffet, o la elocuencia lírica y
sangrienta, amenazada por la locura como la de Francis Bacon, el
auto-retrato lírico y elegiaco de Blanca Varela se da como una operación
a la par mágica y terapéutica, un rito que una vez iniciado no sabría
concluir, pues la del despojamiento es acaso la única ceremonia que, aún
después de la muerte, seguiremos realizando. Su poesía nos invita a
leernos del otro lado del espejo y a celebrar bajo el firmamento de la
palabra la danza nupcial con nuestra última sombra. Sobre la máscara, el
doble y la ironía.
.......... En el
principio fue el asombro, el doloroso estupor del naufragio. Esa
extrañeza puede calificarse en el caso de Blanca Varela como radical.
Extrañeza ante las raíces. También familiaridad, para percibir el
contraste y la diferencia
y que cada movimiento engendra dos criaturas
(La
lección, p. 22).
........... El poema se da en Blanca Varela como un
diálogo, un puente entre la voz y su sombra, el personaje y sus
muertes:
como una niña arrebatada y libre
jugando al escondite con
su sombra
y con la sombra de todos y con la
muerte
(“Divertimento”).
........... Ese diálogo es una lucha encarnizada,
un combate cuerpo a cuerpo con el lenguaje en el que el ojo creati-vo y
el ojo creado se despojan del color y de la sombra, simplifican sus
líneas produciendo una pureza, una ori-ginaria desnudez. La identidad
adquirida y convencio-nal con todo el peso de sus referencias muertas es
el adversario:
Un poema
como una batalla
me arroja en esta arena
sin
mas enemigo que yo
y el gran aire de las
palabras
(“Ejercicios”)
........... El combate es un juego
incendiario donde lo que importa es:
que fabules tu historia tu cuerpo
a toda hora sin
tregua
como una llama que a nada se parece
sino a una
llama
(“Historia”)
........... Y, desde luego, importa
también la duración, la extensión, la intensidad sostenida de ese fuego
lúdico que se parece a la fe pero sobre todo a la desesperación. Una
desesperación perdurable, metódica, no improvisada como la que se
anuncia en el poema “El orden de las cosas":
una desesperación auténtica no se consigue
de la noche a la
mañana. Hay quienes necesitan
toda una vida para
obtenerla.
........... Es la vida, la vida interior, la
capacidad de no morir en vida, de no perder ni la cabeza ni el corazón
mientras se alienta. Poder, saber perderlo todo menos esa astilla
incandescente:
y sin embargo cada mañana
invento el absurdo fulgor que me
despierta
(“Es más veloz el tiempo”).
........... Aliento es mente, es
corazón: esta en juego la circulación, la nostalgia liquida y aérea de
una conciencia que, a pesar de los cristales, no ha olvidado que la
inteligencia es fluida, insumisa, ajena a género y medida. La
desesperación traduce también la impaciencia de esa inteligencia
devastadora que no deja de asombrarse de las palabras fatigadas, de la
traición de los sabios, de la esterilidad del número y del verbo, y de
convertir en boca de estupor la boca del bostezo:
-el hombre es un extraño animal
(“Conversación con
Simone Weil”).
........... Una inteligencia desesperada pero que
no puede dejar de reconocer, bajo la insignificancia y la esterilidad de
los nombres, la fuerza irresistible, incontenible del poema:
Arrástrate hasta el muro,
escucha la música entre las
piedrecitas.
Llámalas siglos, huesos, cebollas.
Da lo
mismo.
Las palabras, los nombres no tienen importancia
Escucha la
música.
Sólo la música.
(“Auvers - sur - Oise”)
........... No ignora que esa música lo es para
cualquier sentido y que es la inaudita que cada cual lleva dentro,
llámese Pedro o Van Gogh:
esa música loca
que se escapa de tu oreja
desgarrada.
........... Una música que nace, por ejemplo, del
choque, del contraste, la mezcla precisa de ternura y brutalidad,
crueldad hacia sí mismo y vigorosa compasión resuelta a vencer la
repugnancia, el asco. No sería posible esa música sin una lealtad
radical a la desesperación de la inteligencia y a sus enseñanzas. La
lección, por ejemplo, de la distancia:
y somos una forma que cambia con la luz
........... Pedagogía angular. No la luz ni la
sombra sino la distancia, una política de la intimidad y la extrañeza,
una ética de la perspectiva es tal vez una de las lecciones más fértiles
que se puede extraer de esta canción desencantada, rápida, de esta
música intermitente que ha sabido reconocer en el desordenado
rompecabezas de la poesía y de la pintura modernas un espejo para el
cuerpo fracturado, el instrumento de precisión llamado a restituir el
diálogo entre las voces rotas del coloquio ensimismado. De la comedia a
la confesión. De la pesa dilla al despertar. De la impaciencia a la
desesperación pero siempre de regreso de la muerte:
como en las coplas de los ciegos
hay un relente obsecado de
eternidad y miseria
(“Camino a Babel“)
........... Ysiguiendo la espiral de un ascenso que
llama y materializa lo imposible, lo invoca y lo encarna buscando un
antes originario e inaugural, un silencio anterior a toda inocencia, una
palabra para deletrear lo indecible:
ayúdame mantra purísima
divinidad del esófago y del
píloro
si golpeas infinitas veces tu cabeza contra lo
imposible
eres el imposible
el otro lado
el que
llega
el que parte
el que entiende lo indecible
el santo
del desierto que se traga la lengua
el que vuelve a nacer
forzando a la madre de su madre
el nadador contra la corriente
el que asciende de mar a río
de río a cielo
de cielo a
luz
de luz a
nada.
........... Ejercicios materiales recoge
una serie de poemas escritos en 1991. Es, como el Libro de barro (1993),
una obra cerrada, figura autosuficiente. La Ilíada belicosa de la guerra
interior se transforma en una canción del regreso, una Odisea que
declina las armas de la paradoja y ya no precisa de los heraldos oscuros
para evocar la estirpe nocturna del poeta.
Con las seis letras de su
nombre y las seis de su apellido, Blanca Varela accede a una ele-gancia,
a una rapidez y exactitud mayor. No extraña en modo alguno que el tino,
la certeza, la precisión sean una de su preocupaciones nucleares. “No
hay esperanza, sólo precisión en los matices”, dice el autor de Masa y
poder. El poema será aquí un motor que funciona consumiendo fantasmas,
reduciendo a lucidez la alucinación, a cenizas misericordes el fuego
tibio de las piadosas, mentirosas convenciones:
de lo inexacto me alimento
y toda el agua de los cielos es
incapaz
de lavar esta tima y rebelde herida de tiempo que
soy
........... Pero lo inexacto es también lo vivo, la
irrepetible singularidad del ser, la vida inevitable y arrebatadora
descansa en la imprecisión que vuelve inaceptable cualquier otra
cosa:
nada que no sea la antigua y sagrada inexactitud
que golpea
maderos bate alas
e incendia gargantas y
corazones
(“Ejercicios materiales” p. 14).
........... Esa exactitud otra , que no deja de
recordar por cierto los augurios de la sibila clásica, tiene, desde
luego, un propósito. El poeta, a medida que dice, va afinando el
instrumento del lenguaje contra el diapasón de su sensibilidad,
templando medulas y calando óseos armónicos, buscando el compás
apropiado del péndulo, la clave que disparará la consonancia entre el
rostro interior y el rostro visible, entre el lenguaje del poema y el
lenguaje del poeta, entre la voz soñada y las irregulares herencias de
la carne:
convertir lo exterior en interior
sin usar el
cuchillo
sobrevolar el tiempo memoria arriba
y regresar al punto
de partida
al paraíso irrespirable
(“Ejercicios materiales”,
p. 27).
........... Lo que está en juego , lúdico incendio,
es, ni más ni menos, el rostro, el sentido, la sorpresa, la sospecha de
que bajo la envoltura humana palpita un animal indecible cuyo rostro es
mitad muerte y mitad alma del mundo. “Ejercicios materiales” -nombre de
un poema que da título al libro de Blanca Varela- es una expresión que
evoca directamente las reglas de preparación espiritual fraguadas por
Ignacio de Loyola. La regla profana de Blanca Varela no busca, desde
luego, servir de levadura para una corporación doctrinaria. Pero si el
poeta en estos días, en los albores de la civilización post-cristiana,
se asume y manifiesta como prácticante de un misticismo ateo fundado en
el oficio desnudo de una palabra desnuda (y el critico como un monje
laico que propaga la enseñanza de la Diosa Oculta, la poesía), los
Ejercicios materiales y el Libro de barro admiten ser leídos por el
copista como una gula de conocimiento, además de serlo, claro, como un
libro de horas noblemente iluminado por la imagen y la metáfora. Guía, o
sea espacio donde se practica la alquimia poética, el “Arte
negra”:
mirar sin ser visto
a quien nos mira
mirar
(p. 133).
...........Gula: espacio de una experiencia
intemporal y transpersonal que precisa para su expresión la severidad
del modo infinitivo que no admite ni inflexión personal ni tiempo. Guía
o memoria transmitida de una “conjugación impersonal”, senda alejada de
la vía augusta, del camino real y racional.
........... La guía enunciada en Ejercicios
materiales y en el Libro de barro se anunciaba ya en un texto escrito
años atrás y ya citado aquí: “Del orden de las cosas”, donde el método
de la creación a partir del auto-despojo ya reconocía en la
desesperación serena y conquistada un punto de apoyo, una palanca para
remover el mundo propuesto por una identidad postiza. Pero en Ejercicios
materiales se profundiza esa enseñanza de un arte marcial con la propia
sombra. El duelo participa de la danza, un baile peristático:
rengueando al final del camino
un nudo de carne
saltarina
........... Ydonde el movimiento se da como un
tejido de caídas y sacrificios, a la vez aéreo y visceral, afectivo y
pétreo. El poeta camina sobre la cuerda floja de su propia mirada fija
hacia el interior, hacia el cráter innombrable, el teatro mudo del
cuerpo que ama, muere, sueña, engendra:
así caídos para siempre
abrimos lentamente las
piernas
para contemplar bizqueando
el gran ojo de la
vida
lo único realmente húmedo
y misterioso de nuestra
existencia
el gran pozo
el ascenso a la santidad
el
lugar de los
hechos
........... En la lengua oscura de Blanca Varela,
esa danza de la caída anuncia el Advenimiento de la palabra:
entonces
no antes ni después
“se empieza a hablar con
lenguaje de ángel”
y la palabra se toma digerible
........... Pues la asimilación de la palabra no
depende exclusivamente de su bondad intrínseca. Está condicionada por un
proceso de transparencia de las vísceras mismas. En la lengua, agónica y
oscura de Blanca Varela, sólo en las entrañas translúcidas, en la final
reconciliación de lo alto y de lo bajo se abre el acceso al decir del
poeta.
Es una sabiduría que recuerda la de Heráclito (“repartiendo el
logos por todas las entrañas”) citado por María Zambrano:
no antes ni después
“se empieza a hablar con lengua de
ángel”.
........... La auto-inmolación, el sacrificio del
animal poético en el altar del: lenguaje, la eucaristía vertiginosa del
hombre con su sombra ha transitado desde luego por los rigores y
disciplinas de la auto-observación pero no se limita a un solipsismo
devorador y accede a ver:
La carne convertida en paisaje del poema
(“Lección de
anatomía”)
........... Accede al pacto, a la referencia, a
convertir lo interior en exterior sin usar el cuchillo: Al copista
lector le parece advertir en Ejercicios materiales el término de un
ciclo; Si después de la lucha cuerpo a cuerpo con. la sombra en el
espejo, verificada a lo largo de su arriesgado e incisivo itinerario
poético, la poeta accede a un pacto con la palabra, ya indiferente, así
escribe para arrojar poemas a las fauces del amor o de la muerte, ese
pacto nacido del descenso a los infiernos de la auto-inmolación resulta
en cierto modo, si no una esperanza, sí una constatación, ni desolada ni
eufórica, de que, más allá de los nombres,. más allá de la guía donde se
han detallado los precipicios, y sumideros del alma, la abrasiva
orografía del delirio y la demencia, existe un camino:
. ..he dejado la puerta entreabierta
soy un animal que no
se resigna a morir
........... A diferencia de la mitología cristiana
que postula un infinito número de moradas en el Reino; en la creación de
Blanca Varela sólo hay una, pero infinita:
Un hogar seguro en el desierto.
La sólida casa de la
duda no tiene paredes,
se llama así, solamente
casa,
solamente desierto,
corral a la intemperie,
noche
infinita en la sentina del
tiempo.
........... Esta fe en la duda, fervor en lo
abierto y fervor por la intemperie de estirpe rilkeana está desde luego
en las antípodas del cristianismo y no habría que confundir en modo
alguno la música abismal de Blanca Varela con ninguna nostalgia
doctrinaria. La asamblea religiosa puede seguir ahí:
sigue brillando la lámpara penitente
pero no creo en
su luz
ni compro la muerte con nombre de pez
ni es cierto
que bajo su escama mortecina
Dios nos
contempla
........... Afilada declaración de una intensidad
difícil de encontrar aun entre las voces surrealistas más
recalcitrantes.
Con el Libro de barro Blanca Varela inicia de nueva
cuenta el camino. La memoria, hija del limo, se remonta en busca de
aquellos vestigios, de aquellos huesecillos reminiscentes con los que se
ha fraguado: su alfabeto la conciencia poética. Blanca Varela se
deletrea y en cierto modo se relee. Y de esa relectura, no una
reiteración sino la voz tersa de un nuevo poeta. La voz de la sombra es
otra voz. El poema se reconoce y reconcilia en una devastadora; sencilla
enumeración:
Poemas. Objetos de la muerte.
Eterna inmortalidad de
la muerte.
Algo así
como un goteo nocturno y
afiebrado.
Poesía. Orina. Sangre.
Muerte fluyente y
olorosa.
Gran oído de Dios.
Poesía.
Silenciosa algarabía
del corazón.
en Vuelta , abril de
1996
NOTAS
1 CE
Octavio Paz: “Prólogo” a Ese puerto existe y otros poemas. Ed. de la
Universidad Veracruzana, México, 1959. Y José Miguel Oviedo: “Bianca
Varela en la persistencia de la memoria”, ECO No. 217, Noviembre de
1979.
2 Marco Marcos: “Algunos poetas del Perú. La generación del
cincuenta”. Documentos de literatura. No. 1. Abril-mayo-junio de
1993.
3 Cf. Carmen Ollé. Poetas peruanas: Lima, Perú. “¿Es lacetante
la ironía?” Márgenes. Encuentro y debate. Año VI. NO. 12. Noviembre de
1994. p 11-16. b 33
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La piedad incandescente, por Adolfo Castañon
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