Del
"Rito de Paso" de Víctor Coral a los ritos del
marketing
editorial
Enrique
Congrains Martin
Vivimos
insertos en el "pensamiento único oficial" a nivel de que hasta
el más ignorante no-lector suscribe de oídas que "Ulises"
de Joyce es una novela cumbre, siendo extensible este adherirse a las consagraciones
universales a endiosar desde "La Odisea" de Homero hasta "El Acorazado
Potemkin".
Es decir, ¿quién se atreve a cuestionar la solvencia filosófica
de Aristóteles, la validez compositora de Mozart, o la genialidad pictórica
de Leonardo?
¿Quién o quiénes se atreven a establecer
una escala de valores propia? Acaso uno entre mil? ¿Acaso uno entre un
millón? O como lo digo en una novela aun inédita, ¿quién
se atreve a pensar a partir de cero?
Pero este "pensamiento único
oficial" también funciona en sentido inverso, porque el marketing
editorial puede ignorar -y hacer que se ignoren- obras que merecen un destino
mejor. Se me ocurren estas disquisiciones a propósito de una novela peruana,
"Rito de Paso", 2006, de Víctor Coral, cuyos méritos
intrínsecos han pagado un alto costo por causa de una edición víctima
de varios fauls: una grisácea portada depresora, una promoción mísera,
y una distribución poco efectiva.
Con palabras claras: si ya se
lee poco, hacer lo necesario para que una obra se lea menos, es convertirse en
cómplice de todo lo que es anti-cultura: el inmenso menú de factores
que invaden la mente y ocupan el tiempo, y ahí tenemos desde telenovelas
idiotizantes, pasando por los contenidos de la prensa amarillista, hasta la exaltación
del deporte como gran valor supremo. Pareciera haber una conspiración universal
para privilegiar la imagen contra la palabra, equivalente a exaltar lo trivial
contra lo que exige un reflexionar individual.
Y fijadas estas posiciones,
ahora sí ocupémonos de "Rito de Paso". Alguna vez
un amigo, quien por aquel lejano entonces gozaba de excelente salud, me dijo que
todos llevamos dentro, agazapada, y como semilla maligna que espera su momento
para germinar, la causa de nuestra futura muerte.
De la misma manera,
justamente es en este presente donde Víctor Coral ha encontrado esas semillas
letales que ya están bajo la superficie de nuestra sociedad. Simientes
que sólo un ojo avizor puede descubrir, pero es que quien define el porvenir
por las señas inadvertidas del presente es, justamente, y tal vez mejor
o distinto que el científico, el artista.
Y en el presente peruano,
Víctor Coral ha encontrado una tendencias que, extrapoladas hacia siglos
venideros, trazan un posible Perú deshumanizado. Además, augurio
tan legítimo como lo es el del historiador que explica el presente buceando
en el pasado, o la del poeta que redescubre los encantos y las aberraciones del
aquí y del ahora.
Pues bien, ¿cuál es ese futuro que
Víctor Coral extrae de las señas subterráneas insertas en
este hoy circundante? Al igual que Orwell, la imposición del Estado sobre
el individuo: "comerse a todo aquel que se atreva todavía a pensar",
pág. 32, o conseguir el "dominio extralaboral del comportamiento",
pág. 61. Sólo que en la premonición de Coral hay razones
para creer en el optimismo. Porque su "Rito de Paso", y si lo
quisiéramos condensar en una sola idea, contiene una propuesta medular:
por más que exista un Estado controlador y ordenante, siempre hay cabida
para las rebeldías individuales: "Un antiguo y cálido entusiasmo,
como el fuego de una fogata que empieza a arder, me viene de adentro. Espero".,
pág 140.
La novela sucede en una Lima hipertrofiada geográficamente,
pues abarca alrededor de 300 kilómetros de litoral, donde el trabajo y
el agua son bienes escasos, y donde proliferan extrañas sectas orientales
(cada secta nuclea y suma rebeldías minoritarias), y donde la bisexualidad
es una opción para ejercer algún grado de libertad personal.
Otro característica de "Rito de Paso" es que Víctor
Coral tuvo la intuición o la inteligencia literaria de eludir las explicaciones,
limitándose a exponer un mundo futuro (nada o casi nada que ver con la
ciencia-ficción) en torno a un personaje muy bien logrado, Divinne, quien
opta por la única vía individualmente salvadora: primero la trasgresión
consciente, después la huída, pero no como fuga cobarde sino como
salida tan valiente como riesgosa.
En cuanto al autor, y sabiendo que
escribo para lectores chilenos, y con perdón de un infinitivo tan desvalorizado,
se puede apostar por él: simplemente es un ser humano que, a su vez, toda
su vida ha apostado (me reitero en el verbo) por el quehacer literario desde trincheras
como las de la poesía, el cuento y la novela, además de la de ser
él mismo un gestor de múltiples iniciativas literarias.