Horno
de reverbero o los pensamientos invisibles
Víctor
Coral
Luego del inubicable La
fabulosa máquina del sueño (1999), la atendible La Trama
de las Moiras (2003) y el
volumen de cuentos Entre dos eclipses (2007), José Donayre
nos entrega con Horno de Reverbero una propuesta que rehúsa el clásico
derrotero realista peruano: El libro como reflejo de la realidad, la escritura
como expresión de una representación de lo real. En un sentido más
bien inverso, son las cosas las que reflejan el discurrir de la conciencia del
narrador. Las cosas que el mismo discurso narrativo pone en juego para el lector;
la conciencia que es a la vez testigo de su tiempo (de ahí la presencia
de Zizek, de Vattimo, de Sloterdijk, en los textos), como quería Sartre,
y furcum fluminensis de un muy personal itinerario del pensamiento, en
ciertos puntos análogo al de las paradigmáticas ciudades invisibles
calvinenses.
Pero lo que en Calvino es formidable segregación de
la imaginación creadora, en Donayre permanece entre la especulación
filosófica y el cultivo de la escritura margínea (neologismo) tal
vez inspirada en la deconstrucción derrideana. Nada está dicho aquí
en tono de reproche. Buena falta hace esta literatura para escritores en un medio
donde los facilismos de la historia por la historia misma y la subordinación
de lo estético a la intención social (dos caras de la misma devaluada
moneda realista) predominan en varios niveles.
Si el autor de Las ciudades
invisibles aprovecha un diálogo histórico ficcional para desplegar
sus maravillosos topos imaginarios, el narrador en Horno de reverbero se
vale de la reflexión y del diálogo consigo mismo y con sus Otros
para dejar constancia de sorprendentes fisuras lingüísticas, fraguar
pequeños homenajes, destellar discretas iluminaciones que no dan espacio,
en ese horno que refina buen metal, para la escoria literaria.
Sin embargo,
lo hasta aquí elucidado apenas constituiría un buen punto de partida
estratégico desde el punto de vista narrativo, un lugar de enunciación
elaborado y resguardado, si no fuera que un muy aceptable manejo del lenguaje
termina de configurar una propuesta sólida en su brevedad, feraz porque
sus presupuestos son estimulantes. Horno de reverbero ha sabido escapar
a la trillada y deplorable buena intención literaria, y ubica entonces
a José Donayre un paso adelante con respecto de muchos de sus congéneres
-el autor es nacido en 1965-, y muy lejos de la vacua disidencia de muchos jóvenes
narradores peruanos.