... Dos libros ilustran la
evolución de auténticos poetas: Canciones Imposibles de
Francisco Véjar (Dolmen Ediciones, 1998) y Carta para un
hijo imaginario y otras desmemorias de Bernardo Reyes
(Dolmen Ediciones, 1999).
Nada agrega a la calidad el que un poeta
desde su primer libro muestre un dominio técnico y temático
perfectamente discernible, que con los años sólo aumentará en
profundidad y madurez. Es el caso de Jorge
Teillier, Armando
Uribe, Alberto Rubio, por nombrar sólo tres. En cambio, muchos otros,
entre ellos Neruda y Huidobro, comenzaron con versos a menudo de
dudosa calidad. Se trata únicamente de una cuestión de azar cuyo
significado no podemos resolver.
En el caso de Francisco Véjar
como en el de Bernardo Reyes es muy clara la seguridad y hondura que
alcanzan en sus úitimos libros. En el primero, en sus trabajos
iniciales se percibía un cierto parentesco
con la poesía de Jorge
Teillier sin alcanzar todavía un tono más personal, cosa que en su
último libro logra claramente. Se siente una mano segura y un mundo
espiritual y cultural en una tradición distinta a la de su
maestro, donde hay poemas de una innegable belleza y hondura.
Clara muestra es el poema “Allí duerme mi padre”.
Visito el
cementerio:
allí duerme mi padre
sobre polvo y más polvo
donde no hay más que el silencio
sordo de otras
voces lápidas casi borradas por
las tempestades:
débiles huellas sobre el mármol.
No cabe duda
de que estamos frente a un poeta maduro y en un camino definitivo
propio. Esto se demuestra en un breve:
Caminas
por la arena;
el espacio y el mar son uno solo,
las
voces que aquí se oyen
se oirán también en otra parte
Todo es verdad;
La felicidad y la desdicha,
El sueño
de vivir,
El sol cuando es irrepetible.
Los pájaros que
nunca han
dejado de partir.
El caso de
Bernardo Reyes es semejante aunque en él era menor el influjo
de algún patrón poético en algunos poemas menos logrados. La temática
de Reyes es más realista, más apegada a la materia inmediata, pero
capaz de trascenderla por un tratamiento nostálgico y por la presencia
constante de la muerte y los estragos de la crueldad y la violencia.
Igualmente el elemento erótico es frecuente en su poesía. Su ojo es un
órgano asediado por la sed de conocimiento.
Y en las
radios,
Qué había dentro de las radios?
Por más que miré
por las rendijas
no vi a nadie.
pero parece que sí había
alguien,
entre los tubitos encendidos
sí había alguien,
sólo que no lo pude ver,
por más que miré
por las
rendijas de la vieja radio.
En otros
poemas surge el testimonio dolorido de la ciudad y del niño que fue
sin mencionar el poema estremecedor que da título al libro, Carta
para un hijo imaginario que comienza:
Te
escribo esta carta
Sentado en la arena de un mar
que no
existe
Dos visiones del
mundo, dos sensibilidades y experiencias que conforman distintas
vertientes de la nostalgia: Francisco Véjar, más subjetiva y
evanescente; Bernardo Reyes más condicionada por la realidad, el dolor
y la muerte. Ambas plasmadas, sin embargo, en un lenguaje claro donde
el poema alcanza naturalmente su expresión simbólica. La simplicidad
verbal unida a la tensión interna es un signo inequívoco de su grado
de madurez literaria.