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Valdivia, poesía de Galo Ghigliotto

La violencia y el agua

Por Víctor Hugo Díaz

 

Valdivia de Galo Ghigliotto, se viene al archivo de mi subjetividad como una biografía de lo fantasmal y como un dialogo, pinponéo y dualidad permanente y activa a lo largo de todo de este estremecedor libro.

Primero la cita y selección de la adoración popular de un personaje, Serafín Rodríguez Santo Martir de Valdivia, hermano gemelo de uno totalmente opuesto, por el que asume su personalidad al momento de la ejecución, esto como primer capítulo o antesala, y luego el diálogo en bisagra o espejo ante un hablante niño y su disolución familiar traumática, una analogía entre quien da la vida y quien es obligado a darla.

Ambas contradicciones actúan como una marca y cicatriz en la memoria de lo olvidable, permanecen, y hasta adquieren una calidad fundacional, uno el de una ciudad fronteriza "cuando la fundación eran cimientos de adobe azotados por la lluvia" o "Valdivia será la gran boca que dirá tu nombre" o "Este mausoleo es el esqueleto de lo que fue tu cuerpo"; y en el otro lado del río, el principio de una vida al límite "como un pequeño cojín amigable y cariñoso sobre la cara amoratada violácea de mi madre" o "un enfermero manejando a exceso de velocidad por un hospital… una camilla donde va mi madre"o"Estaba demasiado chico/ pero el tiempo no pasa en vano: no pasa en vano huevón ahora debes estar viejo/ muy viejo y voy a ir a buscarte".

Este contrapunto permanente se desarrolla en todas las categorías: entre muerte y vida, entre presente y pasado, entre líquido y sólido, pero siempre con sorpresa y dinamismo desde el principio hasta el fin del libro. Entre vigilia y sueño, donde se nos aparece un sujeto misterioso y turbio que se encarna en un guionista de sueños, tal vez equivalente a un autor otro, o simplemente un destino: "una noche fui a hablar / con el guionista de mis sueños/ le pedí que no escribiera más pesadillas/ me dijo que no podía que así/ estaba escrito en el libro de los zombis".

Esta dualidad también se plantea en el plano de lo escrito, ya que se combinan y articulan de manera eficiente tanto el delirare, el canto, y el flujo del río musical; con la capacidad descriptiva, visual y exacta, que a ratos nos recuerda a Spoon River y los momentos más crudos de Dennis Cooper. Esos cuerpos que flotan o habitan el fondo del río calle calle, que siguen desde su ausencia viendo a aquellos que prosiguen sus vidas en sus orillas. Aquí el río y la cuidad se aúnan en un límite invisible, el río como una ciudad de muertos, no como una postal para los vivos, donde nunca se baña la luna.

En el fondo de la villa rucahue
había un sitio cubierto de girasoles
que me sobrepasaban en altura
a veces jugábamos a las escondidas
y me perdía entre los tallos
atraído por el ruido del río
desde donde a veces
salían otros niños a visitarme
niños cuyos nombres no conocía
niños de piel muy blanca
de melenas cortas y blancas
y los invitaba a jugar a las escondidas
a veces los encontraba
entre los tallos de los girasoles
a veces no
aparecían y desaparecían
y mis amigos me preguntaban con quien hablaba
y les decía que con mis amigos que salían del río
pero me tiraban piedras
no sé por qué
se iban corriendo a sus casas
y a veces sólo a veces me volteaba a llorar
hacia el río y mientras lo hacía
a veces sólo a veces podía ver los ojos
de mis amigos
hundidos en el río
mirándome desde pequeños destellos
sobre la superficie del río.

Valdivia a mi parecer se inscribe dentro de una tradición poética que podríamos denominar "ácida", donde la selección y voluntad del hallazgo, tema, decisión, hacen que el experimentalismo, la ficción, lo corrosivo, la lectura y la experiencia sean una sola materia y que den como resultado un "producto" actual, terrible y crítico; una especie de antología de terrores o inventario de pérdidas, un tour violento donde el autor maneja muy bien los recursos, donde el hablante se mueve con soltura valiéndose de una materialidad en apariencia narrativa, pero desenfocada y extraña, como si todo transcurriera en cualquier otro momento, menos en éste.

Aquí el recurso del recuerdo, por ejemplo, da una lección al lector: crear no es recordar, recordar es crear.

En este libro, la ausencia materna como material expresivo y mítico, nos dice que la escritura, sobre todo la poesía, no es la modificación del cuerpo de la madre, no pretende una alteración formal de la tradición cultural y literaria, sino que busca una traducción al soporte escrito, de su propia ficción, donde se representa la carencia potente, el espacio vacío, lo inconcluso; donde el encuentro con la poesía va haciendo al escritor. Valdivia, de Ghigliotto, prueba que la poesía es un proceso y aventura en constante movimiento, sobre el cual nunca se dirá la última palabra.



 

 

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Valdivia, poesía de Galo Ghigliotto.
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