Cecilia Vicuña (1948) nació en
Santiago de Chile y reside en Nueva York. Pionera de la fusión entre
poesía, performance e instalación, ha publicado, entre otros libros,
saborami (1973), siete poemas (1979) precario/ precarious (1983),
PALABRarmas (1984), unravelling words and the weaving of waters (ed. y
trad. de Elliot Weinberger, 1992), el templo (2001) e instan (2002).
Durante la última semana de noviembre dictó en Buenos Aires el seminario
“Poesía y performance” y Radarlibros la entrevistó para conocer su
posición sobre la actual poesía latinoamericana.
Cecilia Vicuña descoloca al auditorio. Cuando se presentó en
el Goethe Institut de
Santiago de Chile, hace un par de años, el lugar se llenó gente atraída
por lo que salió anunciado en la prensa como “performance de la poeta e
instaladora chileno-neoyorquina”. Nadie sospechaba que la mujer extraña
con aspecto de homeless que jugaba en un rincón con unas hebras,
cantando algo, era ella. Casi cuando la seguridad del lugar se disponía
a expulsar a esa mujer de la sala, Vicuña inició una performance que
comenzaba con acordonar al público con lana.
¿Podría
hablarnos de su relación con el público?
–Yo trabajo en ese
espacio en donde no se sabe lo que va a pasar. Eso es fundamental en la
experiencia poética, porque el poema procede así. Cuando tú estás
escribiendo el poema, desde dentro no sabes lo que pasa y hay que
respetar ese no saber, encontrar una relación de tensión entre lo
conocido y lo desconocido. Por eso trabajo desde un lugar anónimo, sin
que se sepa bien quién es el poeta: en cualquier parte del teatro, a
veces en la calle, en el pasillo, en cualquier butaca, y entonces
comienzo a improvisar y la mitad del público reacciona (“¡Quién es esa
persona que está molestando!”). La mayor parte de la gente tiene esa
actitud, no sólo en Chile, también en Berlín, Nueva York, o donde sea.
Es porque el estrado implica autoridad, y si alguien rompe esa relación
y no se sabe por qué, el público se descoloca...
Durante su
curso en el Rojas, siempre había un ovillito de lana sobre el
escritorio. ¿Qué era?
–La lana de un animal, el vellón. En el
mundo andino, ese vellón representa la energía potencial del cosmos, lo
que está por ser. La idea es que el cosmos nace de una conflagración de
gases en espiral, exactamente como el pelo de un animal, entonces el
origen del tejido, que es el origen de la arquitectura y de las
relaciones sociales, es precisamente ese gas. El vellón recuerda eso, y
el hecho de que sea blanco y rojo representa lo masculino y femenino,
semen y menstruación.
El lugar del poeta activista movilizando
gente (durante la guerra de Vietnam, por ejemplo) hoy ha sido quizás
reemplazado por personajes como Michael Moore, el director de Bowling
for Columbine, y la poesía está en un lugar más secreto. ¿Cómo ve la
especificidad y la reacción de los poetas con respecto, por ejemplo, a
la situación en Irak? ¿Cuál sería la diferencia entre la escena de hoy y
la escena de los setenta?
–Cuando empezó la guerra, yo hice con
un poeta argentino una acción conjunta en Buenos Aires y en Irak. Yo usé
la poesía de un poeta norteamericano muerto, Armand Schwerner, que había
trabajado con las tablillas de escritura mesopotámica que son
posiblemente las primeras escrituras de este planeta. Cuando trasladabas
sus poemas escritos sobre las tablillas al contexto de la protesta en
contra de la guerra de Irak, sucedían cosas extraordinarias, porque te
dabas cuenta de que su texto era una anticipación de lo que está pasando
en este momento. Por otro lado, en los últimos meses se han estado
publicando una serie de libros de poesía con relación al 11 de
septiembre. Este día ha sido como un gran catalizador de la conciencia
de los poetas norteamericanos, que se han cuestionado el hecho de haber
permanecido tan apolíticos hasta el día de hoy. Los poetas del
movimiento language poetry, por ejemplo, siempre creyeron que la
política del poema estaba en la estructura sintáctica, y por eso dejaron
de lado la realidad, pero ahora yo percibo la necesidad de fundir las
dos cosas en una misma poética. Es un desafío, porque el riesgo de caer
en el panfleto es brutal, como lo es el peligro de caer en la nada. Por
eso hay que caminar por ese camino riesgoso.
En su taller
habló de una forma latinoamericana de performance que sería además el
vehículo para una forma política de unión.
–Yo planteo que en
América, desde la época precolombina, el concepto de escribir y leer
fueron abordados como una performance. Un poetanorteamericano, Dennis
Tedlock, ha publicado un libro en el que demuestra que el Popol Vuh es
en realidad la transcripción de una performance. Esta poética no ha sido
nombrada ni ha sido visto porque hasta ahora ha sido confinada al mundo
de la antropología, del folklore, ha sido definido en términos
occidentales como algo que no concierne a la poesía. Pero cuando te
enfrentas con ciertas poéticas precolombinas y su performance de palabra
y sonido, te das cuenta de que ahí hay algo que está a la altura de la
complejidad y especificidad de las poéticas más sofisticadas de
Occidente. Lo extraordinario es que ahora los dos lados del camino, las
vanguardias poéticas de todos los lugares del mundo y lo que ha estado
más sepultado, el modo performático de la poesía en los distintos grupos
aborígenes, se están tocando, están dialogando en una forma generadora
de nuevas percepciones. Y no se trata de una fusión sino de un choque
que va a generar nuevas poéticas. La orientación de la poesía académica
es de orden intelectual, pero el colectivo humano exige que esa
inteligencia se aplique a la vida en una forma concreta porque es
necesario cambiar de vida. Todo el mundo siente una urgencia biológica:
la vida está siendo asediada. Y ese punto de encuentro tiene muchas más
posibilidades de suceder en este momento en Sudamérica. Se está dando un
cambio muy vertiginoso en las relaciones económicas y si Latinoamérica
no se une, va a ser cultural y biológicamente arrasada. Todo lo que se
vivió en estos 500 años de explotación y barbarie va a ser un preludio
de lo que puede pasar si nosotros ahora no nos convertimos en un
equivalente de la Unión Europea. Por eso yo hablo de esa asociación,
porque creo que hay una poesía que está llamando a una emergencia.