.......... Entre los aymaras
del norte de Chile se llama "Wilke" a la montura o intersección donde se
juntan dos cerros. Es un paso a algo que está más allá, un sendero que
al pasar de cerro en cerro se prolonga infinitamente. Violeta Parra
(1917-1967) fue una mujer que vivió toda su vida en la altura espiritual
de los "wilkes", cruzando fronteras y desafíos. Su itinerario artístico
se inicia en la década del 30, en contacto con un folklore localizado en
pequeñas comunidades rurales cercanas a Chillán, o trabajando en circos
pobres. A partir de allí, gracias a su tesón y talento, se transforma y
proyecta hasta lograr -después de varias décadas- un alto nivel de
reconocimiento como expresión genuina de identidad con plena fuerza
artística y sociocultural.
.......... La
primera etapa de esta trayectoria (1924-32) corresponde a un aprendizaje
no institucionalizado en pequeñas comunidades rurales del sur. La música
y costumbres campesinas son para ella una experiencia viva, una parte
integral de su medio ambiente, una tradición operante, no racionalizada.
En sus creaciones posteriores este periodo se proyecta como un mundo
mítico, de inocencia. La segunda etapa (1933-43) corresponde a un
momento de confrontación con la diversidad musical y cultural chilena
(corrido, tango, paso doble, flamenco, polka y otros géneros de música
popular convencional). Es un momento en que ella afirma o valora cada
vez más su propia identidad artística de tradiciòn campesina y popular.
En una tercera instancia (1944-59), enfrentada con la autoproclamada
universalidad de las formas culturales predominantes en Santiago,
Violeta emprende una titánica tarea de investigación y compilación para
reafirmar "lo otro" que ella representaba.
.......... Fue, empero, una etapa alejada del rigor
mortis que caracteriza a los estudios e investigaciones académicas
tradicionales. Sin ningún apoyo institucional (salvo de la Universidad
de Concepción), y a menudo separada de sus hijos -o con ellos a la
rastra- recorre distintos enclaves folklóricos del país, desenterrando y
redescubriendo tradiciones populares, para recrearlas luego a partir de
sus propias circunstancias, apuntando así hacia una etapa final
(1960-67) de intensa y variada creación (música, pintura, arpilleras,
poesía). También de difusión. Una etapa en que muestra y comparte lo
acumulado tanto dentro como fuera del país, utilizando para ello desde
una modesta carpa con mistelas y braseros en los faldeos de La Reina
hasta los muros de un famoso museo de París.
.......... En su tayectoria y en su obra Violeta
transita de manera magistral entre lo popular y lo culto, entre lo rural
y lo urbano, entre el pasado y el presente, entre el lenguaje musical,
el poético y el plástico, entre una visión del mundo que es propia e
individual pero a la vez social y compartida. Su obra y su vida cruzan
fronteras y rompen todos los esquemas y clasificacones. A fin de cuentas
solo quien habita en la altura espiritual de los "wilkes" puede pensar
que una canción es como un "pájaro sin plan de vuelo, que odia las
matemáticas y ama los remolinos".
.......... Pero Violeta es también un personaje del
Chile del siglo pasado, de un país de movilidad y desplazamientos
sociales, en que hubo una mediación política que posibilitó la osmosis
entre los distintos sectores de la sociedad, una correa transmisora que
se inicia con el gobierno de Arturo Alessandri Palma en 1920, y continúa
luego con el Frente Popular en la década del 30 y posteriormente con las
utopías políticas de la década de los sesenta ( desde el movimiento
social y estudiantil hasta los partidos políticos populares; desde el
Estado docente, hasta el Estado de compromiso y el Estado -o las
universidades- como gestores del desarrollo cultural). Son estas
mediaciones las que posibilitan la osmosis entre lo popular y lo culto,
entre lo local y lo nacional, entre una mujer de campo y sus amigas
"pitucas", entre una guitarra de Pirque y el cielo de París.
.......... Por supuesto quien tuvo la fuerza y
condujo el timón de estos cruces fue la propia Violeta, a quien nada -
aun en este contexto de movilidad social- se le dio fácil. Para hacer
oír su voz fue una pelea constante, una lucha contra los mal educados
que conversaban cuando ella cantaba o contra los funcionarios y las
instituciones insensibles, una batalla cuyo desgaste probablemente
incidió en su decisión de quitarse la vida. Pero en el caso de ella el
suicidio fue tal vez un último "wilke", un paso del cerro de la vida al
cerro de la muerte, para continuar a través de su voz y de su legado tan
viva e infinita como antes.
Rocinante Febrero 2000