ESCRITOS...
...deposito en desorden todo lo que
me dicta mi cerebro atontado
en este pañuelo de papel
sellado
siento hinchados los ojos para adentro
y el corazón lo
siento a flor de piel
encima de mi pecho.
Como otro seno más
al lado izquierdo superpuesto
superpuesto en mi carne, y en el
hilo más fino
de mi fino sentir me palpita a deshoras
con un
ritmo de péndulo que se tiende a parar
no se puede explicar este
cansancio
no hay idioma ni lente fotográfico.
Esta pena
tranquila permanente, que echó raíz en mí
como en su casa patio,
esta pena tan clara como ustedes
como ustedes que pasan y
saludan
mi pupila lo acusa y mi oído lo traga
tan clarita mi
pena como el sauce
con su pelo peinado para abajo tan clarita mi
pena
yo la puedo sentir cómo gotea una a una sus letras
desde
arriba hasta adentro
pero explicar no puedo su contorno
porque
es como un embarazo imaginario
y cómo patalea como en la
bicicleta pedaleamos
para alcanzar la cima deseada.
Yo la veo
mi pena, se recuesta, se inclina y se arredonda mi pena
se me
sube a los platos al secarlos
y si quiero colgar una camisa
se
me cuelga primero la tremenda, la amarilla
la de siete cabezas
rasuradas,
y al sacarme el vestido se me sube
y al ponerme la
enagua se me escama
y al bajar la escalera me deja y me retoma en
cada piso.
Se acuesta conmigo y se levanta en octubre tal
vez,
o en Talcahuano, me desata sus nudos la
culebra.
* * *
Qué les
pasa a mis manos que palpitan por dentro
que por todos sus hilos
me hormiguea el misterio
por mis diez caminitos se apretuja un
aliento
que se esconde y se asoma como nube al viento
qué les
pasa a mis manos que no encuentran sosiego
que por ellas se
agolpa todo el peso del cuerpo
por su sangre me marchan
regimientos completos
y me queman la sangre sus tambores de
fuego
qué les pasa a mis manos con sus frágiles huesos
con la
médula viva pestañando entre sueños
con la carne poblada de
perpetuos destellos
que atraviesan mi piel con sus raros
conciertos
qué les pasa a mis manos que se pasan gimiendo
como
si un corazón de minúsculos nervios
se agitara debajo como pájaro
enfermo
aunque tenga mis manos en oficio perpetuo
sus tendones
aflojan sus millones de pelos
parpadean mis uñas en sus duros
extremos
y debajo llamea despacio un...
* * *
Mi corazón está
de velorio
el humo de vela quemada
ya me llega al
cuello
con este peso en los ojos
los días se me hacen
lerdos
pero llorar no quiero.
Soñé que me moría de
pena
cuando me desperté
un pajarillo cantaba
en mi
ventana.
Con suspirar no adelanto nada
al contrario
es como
atizar el fuego en pleno sol.
Bajaré a conversar con algún
niño.
En la escalera de caracol
enredaré mi tristeza.
Los
adoquines
recién jabonados en el patio pasadizo
me ponen una
barrera
entre el niño y yo.
Está todo en silencio y recién
lavado.
Si hubiera un detergente
para lavar mis
pensamientos...
¡Qué raro! tengo
tantos deseos de hacer un trabajo nuevo
y no me sale nada.
En
vano la guitarra en mi mano
mi lápiz se mueve sin ningún
entusiasmo.
¿Será que me falta la fuerza física?
Apenas puedo
abrir los ojos, y dormirme tampoco puedo.
Todo lo que tenía en el
vientre se me fue con la
intoxicación contraída.
Pollo añejo
me vendieron
pollo envenenado.
¡Los comerciantes!
Doradito
y perfumoso, pero como una hoja de afeitar
para el estómago
5
francos 20. Es decir 5.000 pesos chilenos.
Así matan a la gente
los comerciantes
cinco mil pesos por una intoxicación
que
puede llevarnos sin lástima a la tumba
y la compra de ataúd
y
el recibir a los amigos
y el gloriado inevitable
y la familia
sin cabeza
y el trabajo inconcluso
y las cartas no
contestadas
y el vestido a medio lavar
y el viaje proyectado a
Coelemu...
y tanta cosa por hacer.
Un cuadro casi terminado en
azul claro
un amor a punto de cuajar un día de junio
un
compromiso para cantarle a los obreros
un año y medio sin ver a
mi familia
el regreso proyectado para agosto
y los porotos
apenas en el primer hervor
y el san Cristobal que baila en mi
cabeza
con sus miles de arañas peligrosa
y que a la sanidad
poco le importa.
Tendremos que tocarle el amor propio
con un
verso que hable claro del asunto.
Pero será después, cuando me
haya mejorado de la intoxicación
con el pollito
que el infecto
comerciante me vendiera
por cinco francos veinte, que
chirriaron
al entrar en su caja sin escrúpulos.
Varios días
postrada en cama
sospechando el color de las coronas
y el olor
de las velas derretidas.
De repente se detiene el
calendario
inoficioso es ya el crujir de los motores
gratuita
la caída de la lluvia
nada más importante que la fiebre
la
luna que pasa a último plano
y quién va a hablar del sol en estos
casos
todo como cortado a guillotina
una canción, un viaje, un
telegrama
todo se lo ha embolsado el comerciante
dorado en
mantequilla vegetal
y de buena presencia, por supuesto
me han
vendido el veneno muy envuelto
en sedoso papel de plasticina
y
anudado con cintas esterilizadas
así venía el puñal que ahora me
tiene
con dos inmensos túneles por ojos
y con la piel
aplanchada en los riñones
sin médula en los huesos, como una caña
hueca
y el pensadero enredado como nunca
que no deja decir
como yo quiero
lo que debe gritarse a manos llenas
sobre
pollos dorados al aceite
que nos vende el "honesto"
comerciante
en modernos almacenes de Nilón.
París, 23 de
junio de 1963