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Violeta Parra

 


No sólo música salía de las manos de Violeta.
Además de sus arpilleras, la Viola, como la llamaban
sus cercanos, supo sacarle forma a pedazos de alambre.
En la foto, con una de esas figuras.

Violeta Parra: hechicera de gran poder

Así la llamaba su hermano Nicanor, aludiendo a su genio e ingenio. Una exposición de sus arpilleras y de su música, en Washington, recuerdan este mes a la campesina que dio a conocer lo mejor del folclor de esta tierra. Incansable creadora, la Viola construyó su vida y su muerte como quiso. Todo lo que viene de la Parra es bueno, se llama la muestra que se exhibe en la capital estadounidense. Quienes la conocieron así lo confirman, pero no dejan de hablar de ese lado arisco e indomable que era su temperamento.

por Marcela Escobar

..... Nunca tuvo un agente que se preocupara de difundir su talento. Por eso es que ella trabajaba a pulso, con un cateteo incansable. Así lo hizo cuando se le ocurrió montar la exposición. Buscó a los encargados del museo. Se presentó. Desafió el hecho de saberse autodidacta y desconocida. Y los conquistó. Fue en abril de 1964 cuando las puertas del Museo del Louvre, en París, se abrieron para Violeta Parra y su obra. Había decidido que sus arpilleras y su música llenarían los salones de ese palacio francés.

..... Habló con la gente con la que tenía que hablar. Las conversaciones que tuvo fueron muy positivas. Pero en determinado momento hubo dudas de que la exposición se realizara, y eso la puso muy nerviosa, recuerda Isabel Parra, al teléfono desde Washington, representando a su madre en una nueva exposición, el primer homenaje a la Viola en tierras estado-unidenses. Esta vez, el edificio del Banco Interamericano del Desarrollo no tuvo a la artista en carne y hueso para escucharla cantar. Pero allí están sus pinturas, sus arpilleras, los sones de sus melodías, sirviendo de inspiración y símbolo a la Reunión Anual de las Asambleas de Gobernadores, que se inaugurará en Santiago el próximo lunes 19.

..... Tal vez se ría Violeta por estar dentro de las murallas de un banco. Ella, que se gastaba lo que no tenía para agasajar a sus amigos. La que nació en San Carlos, en 1917, en medio de una numerosa familia campesina. La misma que en 1964 vivía en un piso en el Barrio Latino de París, donde amontonaba su humanidad y su arte, mientras Ángel e Isabel, dos de sus hijos, se ganaban sus pesos en los boliches del Barrio Latino parisino, emulando a la madre.

..... A la gran Parra que engendra, que marca, que reta, que crea, que escribe, que toca. La Parra que lucha, que construye su vida y su muerte, como quiere. La misma que ahora vive todavía en sus arpilleras y melodías, y en la memoria de sus conocidos que hoy recuerdan, aquí, su historia.

..... Violeta en baby doll

Aquí voy con mi canasta
de tristezas a lavar
al estero del olvido
dejen, déjenme pasar.
Tu cariño fue un rebozo
que nos abrigó a los dos
lo manchaste una mañana
cuando me dijiste adiós.

..... Así se despedía Violeta Parra, el 5 de febrero de 1967. Ese año cumplía cincuenta, y casi toda su vida la había dedicado al folclor. Nadie sabe si fue el temor a la vejez, el cansancio existencial o el desgarro que sentía después del abandono de su último gran amor, el suizo Gilbert Fabré. Era una mujer dominante, Violeta. Se sentía seductora, se sabía con un gran magnetismo que suplía esa falta de belleza clásica y que adornaba su estampa de campesina. A todos los hombres que amó trató de dominarlos. Y quienes la conocieron fueron testigos de esa pasión avasalladora. Camilo Fernández supo de eso:
................. No fui víctima de sus iras, porque siempre tuvimos una buena relación, pero me consta su fuerte personalidad. Su primer marido, Luis Cereceda, tenía un taller de bicicletas en Llay Llay, y él me confirmó que Violeta trataba de regir su vida y la de todos. Era como la mamá gallina, y eso hizo que los hijos adoptaran el apellido Parra y no el Cereceda.

..... Fernández la conoció en la radio Chilena, cuando se paseaba con una grabadora de alambre como de treinta kilos. En 1953, Violeta realizaba en esa emisora sus primeras presentaciones radiales. Él la conocía desde que formó junto a su hermana Hilda el dúo folclórico Las Hermanas Parra. Actuaban en bares de poca monta, como El Popular y El Tordo Azul. Tenía poco menos de veinte años, y hacía unos cuantos se había venido a Santiago siguiendo a su hermano Nicanor, el poeta. Él había tratado de amansarla, y la había inscrito en la Escuela Normal de Niñas, para que terminara sus estudios. Pero la díscola Viola sentía que lo suyo estaba fuera de las aulas. Estaba en el campo mismo, y allí conseguía su talento. Desde su niñez, cuando su padre, Nicanor Parra, profesor primario, y su madre, Clarisa Sandoval, aficionada a las canciones campesinas, le enseñaron a cantar, y a erigirse fuerte a pesar de la pobreza de su infancia vivida en Lautaro.

..... Una fuerza que mantuvo siempre, como hace memoria Carmen Orrego, poetisa y quien fuera la esposa del fallecido historiador Leopoldo Castedo:
...................................................................... La conocí en la Facultad de Música de la Universidad de Chile. Ella era lo contrario de la Academia y eso era lo maravilloso que tenía: su frescura.

..... En 1956, Carmen le organizó unos conciertos en la Biblioteca Nacional. Como no tenían plata para propaganda, la misma Violeta hizo los pósters con que difundieron las presentaciones. Era la primera vez que se probaba en la pintura.

..... Era multifacética. Fuerte y niña chica, a la vez. María Inés Solimano, viuda de Luis Hernández Parker, convivió con ella en la misma casa cerca de cinco meses, y tiene grabada la imagen de Violeta paseándose por todas las habitaciones con un baby doll color turquesa que se había comprado en un viaje a Arica. Igual que las niñas chicas que se disfrazan de hadas, la describe María Inés. Se conocieron en el café San Pablo, donde se reunía toda la intelectualidad chilena de los cincuenta. Violeta había arrendado la casa de José de Rokha, pero no podía quedarse en ella porque se iba a Concepción, a trabajar en la universidad de esa ciudad. Le dijo a María Inés que la arrendara. Hernández Parker se fascinó con la idea y ambos partieron a instalarse. Apenas unos meses después recibieron un telegrama de Violeta: Vuelvo con camas y petacas.

..... Cuando llegó, venía con Santos Chávez, con Ángel y la Isabel (sus hijos). Dijo no importa, convivimos. Yo lo encontré atroz. Mi marido, que tenía muy buen humor, asumió que Violeta iba a partir ligerito, que para qué nos íbamos a complicar la vida. Así pasó, pero en el intertanto toda esta tropa convivió junta. Cada mañana, a eso de las seis, Violeta se preparaba su desayuno. El olor de unos chorizos de Chillán, fritos en ajo, inundaba la casa, y María Inés vomitaba por los rincones, porque estaba esperando guagua. Era como vivir con un circo en mi casa, recuerda hoy.

El pituco Gastón

..... Cuando Violeta Parra llegó a la discoteca donde tenía su oficina Gastón Soublette, él ya había escuchado a la folclorista. Encontraba notable sus creaciones, y ese fue el momento para preguntarle de dónde sacaba tantas ideas.

..... Me dijo que, por ser yo un pituco, no tenía noción de lo que era el folclor chileno. No me lo dijo así directamente, pero me lo hizo sentir. Y yo acusé el golpe narra este músico y académico, quien no se dejó amilanar por la franqueza de la que Violeta hacía gala. La admiraba, y eso permitió que aguantara varios malos ratos.

..... Después de acusarlo de pituco, Violeta lo golpeó con la guitarra. Esto es un decir, porque no hubo violencia en sus actos. Ya se habían hecho amigos, y ella sacó su instrumento e interpretó una de las piezas que había compuesto. Me impresionó, asegura Soublette, porque eran de una orientación distinta a lo que conocíamos como música popular. Fue ahí cuando ella le ofreció trabajo. Necesitaba alguien que escribiera esas melodías, porque no sabía escribir música, pero había inventado una especie de registro propio, para entenderse. Soublette recuerda esos días de 1956:
..... Ahí me presentó a Nicanor. Nos reuníamos en la casa del poeta para hacer estas transcripciones para guitarra. Le escribí las diez primeras. Al principio no me pagó nada, porque para mí era de gran interés, pero luego sí. Después empezamos a escribir el repertorio cantado de ella.

..... Gastón llegaba a la casa a las diez y media de la mañana. Mientras trabajaban con Violeta, Nicanor interrumpía las sesiones para leerles lo que estaba escribiendo. En esa época, la folclorista estaba componiendo tonadas, como El hijo arrepentido, con letra dedicada a su hermano. Su estilo, el más conocido, el de Gracias a la vida, no había aparecido, explica Soublette. Y sigue: En ese entonces se ceñía al formato de tonada tradicional chilena. Después, fui testigo del comienzo de su estilo propio, ese al que llegó bajo la influencia del canto a lo divino. Eran décimas, las que ella conoció por los testimonios de los cantores de Puente Alto. Fue entonces cuando empezó a variar su estilo.

..... Un estilo que llegó incluso a liberarse de los formatos del folclor tradicional, en canciones como Run run se fue pal norte, dedicada a su amado Gilbert cuando este la dejó para partir a Bolivia. Tampoco aguantó, al parecer, el temperamento de la Viola. Soublette, con quien tuvo una relación de amistad y de trabajo, tuvo más paciencia:
......................................................... Ella era muy difícil como persona, pero yo la admiraba tanto que soportaba todo lo que me hiciera. En cierta ocasión, cuando Ángel era chico, le pidió que trajera vino blanco con harina tostada a los que estaban en la casa. Éramos seis personas. Cuando Ángel preguntó cuántos llevaba, ella le dijo que cinco vasos. El niño preguntó: ¿Y don Gastón?. Violeta le dijo: Qué va a tomar vino blanco con harina tostá este pituco de mierda. La fascinación de poder enfrentarme a ese fenómeno era lo que me mantenía a su lado. A ella le encantaba ponerme en dificultad, porque quería transformarme.

..... Y lo logró. Soublette declara que fue reeducado por Violeta Parra, y que, a cambio de todo ese conocimiento, ella le pidió que le enseñara canciones medievales francesas. Así lo hizo. Años después, Violeta interpretaría un par de esas melodías en los bares de París.

La generosa

..... En ella podían confluir todas las actitudes. Esa agresividad de la que hacía gala a veces se debía, según Soublette, a un cierto señorío que tenía. No estaba dispuesta a aguantar cualquier cosa. Lo que le molestaba, ella lo rechazaba violentamente.

..... Él mismo agrega que sus métodos para conseguir lo que quería eran tan originales que servían de encantamiento mágico. Por eso Nicanor dijo que era una hechicera de gran poder, remata Soublette. Y no sólo de embrujos hacía gala. Era generosa, podía amanecerse madrugadas tocando su guitarra y cantando cuando la visitaban. Sabía reconocer, también, el talento ajeno. El pintor y grabadista José Santos Chávez, recientemente fallecido, tuvo la suerte de toparse con ella. Fue ella quien lo trajo a Santiago cuando era un joven campesino araucano.

..... A Camilo Fernández estuvo a punto de pintarle un fresco en las albas murallas de su casa nueva, como una forma de agradecerle. Pero la esposa de este puso tal cara de espanto que Violeta se arrepintió. Para Leopoldo Castedo, en cambio, pintó un retrato, la única pintura dedicada a una persona que ella realizó. Todavía está en la casa de su mujer, Carmen Orrego, quien se complace de ese temperamento arisco que tuvo su amiga:
.............................................................. Su carácter muy difícil la hacía antagónica a todo lo que oliera a burocracia. Así se salvaba como persona, porque nunca se adocenó. Ella seleccionaba a la gente, tanto como la gente la seleccionaba a ella.

..... Porque si bien en Francia, Violeta despertaba respeto, en Chile a algunos les daba risa. Fue rechazada, porque acá se estaba leyendo a los franceses, a Baudelaire. Para abrirse paso tuvo que trabajar su lado masculino, rememora María Inés Solimano. Su hija Isabel reconoce que las arpilleras de su madre nunca fueron valoradas en Santiago. Explica: Eran miradas en menos por los pintores profesionales, había pocos de acuerdo con que se dijera que era creadora plástica.

..... Ostentaba ese y tantos otros títulos. Tantos como amores tuvo, entre los que se cuentan sus dos esposos y Gilbert, a quien nunca dejó de extrañar. Tan numerosos como sus hijos, porque además de Ángel e Isabel, tuvo dos hijas con su segundo marido, Luis Arce. Una de ellas murió antes de cumplir un año. Violeta marcó a quien se le cruzara. Con algunos engendró iras. Con otros, los más, un infinito talento que se negó a decaer. Tal vez por lo mismo, ese día de febrero de 1967, prefirió dispararse un tiro dentro de su carpa-peña, en La Reina. Había regresado a Chile desde Europa años atrás, e hizo con su vida lo que quiso. Salir de la miseria, triunfar, rescatar la cultura. Al final, también quiso decidir sobre su muerte.

...en El Mercurio, 10 de marzo 2001




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