La escritora conversó con los conductores
Vivian Lavín y Mario Valdovinos, sobre la marca que dejó
en ella esta novela de infancia, y de cómo decidió enfrentar
su influencia revisitándola, en una mezcla de nostalgia y humor.
Marcela Serrano no se anda con rodeos cuando habla de la génesis
de Hasta siempre, mujercitas, su última novela. Dice
que la escribió sencillamente porque sospechaba que estaba
con el molde de la escritora Luise May Alcott -la autora del clásico
infantil- en la cabeza y decidió enfrentar este hecho, tomar
la novela, revisitarla y aceptar
-con bastante sentido del humor- "que lo que yo he hecho toda
mi vida es copiarle a Mujercitas".
Dice que en cierta forma ha sido una forma de volver a su propio paraíso
perdido. "Todo el mundo tiene un paraíso perdido en el
alma", dice, aludiendo a su infancia vivida en el campo. "Vuelvo
ahí con añoranza, pero no es sólo el pedazo de
tierra, tiene que ver con la infancia, con ese estado de un enorme
afecto, pero también de las primeras lecturas, risas, juegos,
de tenerse a sí misma", explica.
En los largos inviernos lluviosos, dice, "o nos armábamos
o nos íbamos a la mierda". Y en ese "armarse",
añade, donde no existía la palabra tedio, se enriquecieron
infinitamente. "Nunca se nos ocurrió que el tedio existiera",
dice, ya que tenían los juegos, los caballos, pero siempre
su memoria regresa a la galería de la casa de campo, siempre
con el libro Mujercitas en la mano.
El campo fue el lugar que la contuvo y desde su pérdida -expropiado
durante la Unidad Popular, donde debió enfrentar la dualidad
de militante de izquierda y propietaria de la tierra - siente que
de alguna forma está a la intemperie. "Sentía que
el único lugar real al que pertenecía era a esos potreros
del sur", dice.
EXILIO Y RETORNO
En su novela inspirada en Mujercitas Marcela Serrano toca
el tema del exilio. Un castigo, dice, que no se lo daría a
ningún enemigo, "porque me parece francamente inhumano,
porque ese expulsar no tiene fecha; nosotros cuando partimos al exilio
no sabíamos cuando volvíamos. Ese amanecer cada día
sin saber si vas a volver es un castigo que nadie se merece".
Marcela Serrano dice que todo ser humano necesita echar raíces,
arraigarse y el exilio se lo impide. "El problema es que pasan
quince, diecisiete años y no echas raíces, esperando
volver. Hay una cosa de precariedad, de pasajero y fugaz, que atenta
contra el sentido del tiempo", señala.
Aclara que la novela no es autobiográfica, sólo está
retratada la infancia que tiene que ver con el pueblo, con la tierra,
con el campo. Pero las cuatro protagonistas no tienen anda que ver
con ella. "Usé mi pasado para entregárselos a ellas,
y aunque tiene referencia a mi infancia, la novela es lo que les pasa
a las cuatro".
Con novelas y varios premios a su haber -entre ellos finalista del
importante premio Planeta-, traducida a varias lenguas y con millones
de ejemplares vendidos en todo el mundo, a Marcela Serrano no le fue
fácil, según confiesa, dedicarse a la escritura. Siempre
tuvo claro que sería pintora o escritora, pero en su casa todos
escribían y a nadie le importaba que ella lo hiciera y más
bien estimulaban su habilidad con el pincel, porque era algo distinto.
Tener una madre escritora y de éxito -Elisa Serrana- respaldada
por la crítica -"era una época en que no satanizaban
a las mujeres escritoras", dice- representó un peso extra,
que la llevó a ingresar ya adulta a la literatura. "Mi
madre tuvo que dejar de escribir para que yo lo hiciera", dice,
aludiendo simbólicamente a la enfermedad de su progenitora.
Cuenta que cuando escribió su primera novela se la mostró
a la escritora Mercedes Valdivieso y le pidió que se la presentara.
Ella, que pertenecía a la generación de su madre y la
conocía desde niña, quedó muy impresionada y
le dijo que esto -la escritura- era una posta y que ella debía
entregar la antorcha a la siguiente. "Es el símbolo de
la generación de mi madre", dice Marcela, quien agrega
que Elisa Serrana quiso afirmar su identidad femineizando el apellido
del marido -Horacio Serrano-, algo que ella ni otras como ella necesitan
hacer hoy.
"Ella se puso Serrana, pero yo nunca me pondría Maira",
dice.
Sobre sus referentes literarios, Marcela Serrano destaca, de un modo
especial, a María Luisa Bombal. "Para mí es todo,
ella es mi luz", señala, situando también en un
lugar especial a Marta Brunet.
Y aunque la prosa es lo suyo, no se le ha dado la inspiración
y jamás ha escrito un verso, dice que la poesía es la
hermana mayor de la palabra y todo está supeditado a ella.
A pesar de su éxito, Marcela Serrano no está dispuesta
a dictar cátedra. "No tengo nada que enseñarle
a nadie y no sabría qué enseñar. No tengo nada
que decir, además los escritores no deben hablar, sino escribir".
El Programa Vuelan las Plumas regaló libros
de Marcela Serrano a los auditores, por gentileza de Editorial Planeta.
La escritora recibió un vino 35 Sur, cabernet sauvignon, enviado
por CCU, empresa auspiciadora del programa.
NUESTRO PRÓXIMO INVITADO, EL MIERCOLES 1°
DE SEPTIEMBRE: EL ESCRITOR ARMANDO URIBE, CANDIDATO AL PREMIO NACIONAL
DE LITERATURA.
Santiago, 26 de agosto de 2004.