El libro "De esto contaréis a vuestros hijos...",
cuyo contenido revela una cronología del nazismo, una serie
de fotografías y documentos de primera mano, fue escrito por
encargo del gobierno sueco como parte del proyecto "Historia
viva" que, junto
a otros países, tiende a mantener vigente los desastres y testimonios
personales del holocausto nazi, con el propósito de que esta
historia sombría no vuelva a repetirse en la Europa contemporánea,
sobre todo ahora que resurgen los nacionalismos de todo pelaje y los
neonazis vuelven a ganar las calles enarbolando las bandera de la
ideología racial.
El holocausto nazi, que se llevó a cabo entre 1933 y 1945,
fue el resultado de una política fundamentada en las leyes
de la naturaleza, especialmente, en la cruda tergiversación
del "darwinismo social" y en el "instinto de conservación
de la especie".
La persecución contra los judíos siguió un proceso
sistemático de extinción de una raza considerada por
los líderes del nazismo como "raza inferior" a la
de los arios, puesto que en la visión esquizofrénica
de Hitler -dictador de pinta estrafalaria, bigotes cursis y estatura
baja en relación a la población germana- la "raza
aria" no sólo era la más bella, sino también
la más perfecta.
Para el nazismo no fue ningún secreto el fundamento racista
de su ideología ni el desprecio abierto contra todos los principios
democráticos de una sociedad multicultural, desde el instante
en que sus concepciones sobre la "pureza racial" se llevaron
a la práctica desde enero de 1933, año en que Hitler
accedió al cargo de canciller y, tras la muerte de Hindenburg
(1934), a la presidencia, que le permitió asumir todos los
poderes (Reichsführer) y crear una temible policía de
Estado (Gestapo) y una serie de grupos destinados a sembraron el pánico
y el terror entre los judíos.
Para el nazismo, la "raza aria" lo era todo, una suerte
de identidad ideológica, aparte de que el individuo no tenía
ningún otro valor que el de servir de instrumento al Estado
omnipotente, una política antidemocrática que fue aplicada
también por otros regímenes dictatoriales en Europa,
como es el caso del régimen fascista en España y en
Italia, donde Benito Mussolini, además de explicar que el individuo
debe disolverse en el seno de un poder superior, aniquilar su propio
yo y luego sentirse orgulloso de participar de la gloria y la fuerza
abrumadora de tal poder, afirmó en 1932: "El sistema fascista
insiste en la importancia del Estado y reconoce al individuo sólo
en la medida en que sus intereses coinciden con los del Estado (...)
La concepción fascista del Estado lo abarca todo; fuera de
él no pueden existir valores humanos o espirituales, y menos
tener ningún valor. Para el fascismo, el Estado es absoluto,
los individuos y los grupos son admisibles sólo si actúan
de acuerdo con el Estado".
El ascenso del nazismo
La depresión económica y la crisis estructural de la
sociedad alemana de los años '30 aceleró la influencia
del nazismo, cuya propaganda ostentaba la promesa de excluir a los
judíos de la vida pública y económica, y de establecer
un orden político bajo la hegemonía de un hombre fuerte,
decidido a crear un reino sin parangón en la historia universal.
Hitler organizó un partido intolerante cuya violencia y despotismo
sirvió para legitimar sus propósitos, ya que, según
su criterio, la democracia era inviable para resolver los problemas
sociales y económicos. Él representaba la fuerza y el
sistema, el deseo de gobernar una nación perfecta a través
de los instrumentos del poder, con ciudadanos perfectos y dispuestos
a dominar sobre las razas y culturas diferentes a las de Occidente.
Los líderes del nazismo se empeñaron en controlar el
parlamento y en crear un ejército destinado a dominar el mundo
y convertirse en potencia bélica, por cuanto la brutalidad
no sólo era saludable sino también indispensable. La
gente necesitaba una intimidación para subordinarse a las fuerzas
del poder y obedecer a sus líderes. De ahí que la exaltación
del poder fue uno de los objetivos centrales de la educación
nazi, secundada por la teoría socialdarwinista de que el fuerte
domina sobre el débil. No en vano Hitler afirmó: toda
educación y desarrollo del alumnado debe dirigirse a proporcionarle
la convicción de ser absolutamente superior a los demás,
de hacerles conscientes de que en la vida social también funciona
la ley de la selva.
El libro "De esto contaréis a vuestros hijos…" proporciona
datos valiosos sobre lo sucedido en los guetos y campos de exterminio,
y confirma la idea de que "el holocausto es un hoyo negro en
la historia del mundo moderno y de la historia europea", así
como el nazismo es una prueba de que personas como tú y yo
fueron capaces de ejecutar asesinatos en masa y durante varios años.
Los nazis no fueron monstruos perversos, sino esposos y padres de
familia como Adolf Eichmann (responsable de la "solución
final"), o como Iván Demianchuk, ese hombre calvo y robusto
llamado "Iván el Terrible", quien fue acusado en
Israel de ser el sádico operador de las cámaras de gas
en el campo de concentración de Treblinka, donde miles de judíos
fueron muertos entre 1942 y 1943.
El nazismo, contrariamente a lo que muchos se imaginan, estaba compuesto
por hombres de carne y hueso, basta leer el libro documental de Víctor
Farías, "Heidegger et le nazisme", quien revela,
entre otras cosas, cómo la más alta inteligencia y la
cultura más sólida pudieron identificarse con las peores
aberraciones ideológicas, tal cual ocurrió con los intelectuales
que ofrecieron su servilismo incondicional al nazismo alemán,
que representaba el ideal de la "pureza racial" y, sobre
todo, una ideología basada en tres principios: 1. la superioridad
de la raza blanca, 2. la superioridad de la nación alemana
y 3. la superioridad del líder (Führer).
Los campos de exterminio
Ya se sabe que el camino hacia Auschwitz-Birkenau se desplegó
desde la propaganda del odio, hasta la discriminación y segregación.
Después le siguieron los guetos, las deportaciones, la eliminación
física en las cámaras de gas y el entierro en fosas
comunes. Según los autores del libro "De esto contaréis
a vuestros hijos…", Stéphane Bruchfeld y Paul A. Levine:
"La destrucción ocurrida durante la Segunda Guerra Mundial
supera aún nuestra capacidad de comprensión. La guerra
tuvo dos aspectos. Por una parte, fue una guerra política,
'convencional'. Decenas de millones de individuos perdieron la vida
en ella. El otro aspecto fue diferente, y esto es nuevo. Fue una guerra
ideológica sobre todo dirigida contra los judíos, con
el fin de eliminar su existencia biológica en Europa. Si los
judíos tienen un futuro en Europa es una cuestión abierta,
pero podemos estar seguros de que la historia y el desarrollo de Europa
se han visto influidas para siempre, y de manera negativa".
Los nazis construyeron los campos de exterminio, instalaron las cámaras
de gas y los hornos crematorios, para dar fin con los judíos
y sus semejantes. Las víctimas de esta carnicería humana
se cuentan por millones, pero jamás se llegará a saber
con exactitud cuántos sufrieron las consecuencias de quienes
quisieron forjar una Gran Alemania de "raza pura", Y, a
pesar de no existir cifras estimativas de su magnitud, el genocidio
cobró la vida de judíos y gitanos. Otras víctimas
del nazismo fueron los discapacitados, deficientes mentales "asociales",
homosexuales, polacos civiles y prisioneros de guerra soviéticos.
Durante la Noche de los Cristales, que respondió a un programa
antisemita, y los atropellos cometidos por las tropas militares nazis,
llamadas Waffen-S.S., se demolieron varias sinagogas y se quemaron
los comercios de los judíos. Se los expulsó de sus fuentes
de trabajo y se quemaron las obras literarias y pictóricas
consideradas ajenas a los principios morales y estéticos del
nazismo
La dirección de la Gestapo, en su función de Policía
Secreta, llegó al extremo de fomentar la "soplonería",
creando espías entre la gente civil, los compañeros
de trabajo, los amigos, los familiares y los vecinos.
Los socialistas y comunistas, deportados a los campos de concentración,
sufrieron torturas sicológicas y un trato denigrante. Asimismo,
los homosexuales corrieron la misma suerte que las prostitutas, aunque
en los burdeles nazis no todas eran profesionales. Muchas de ellas
eran madres de familia que recibían vanas promesas de libertad
a cambio de ejercer el viejo oficio. Luego eran exterminadas como
los demás, después de sufrir el estigma y el desprecio,
en muchos casos, de sus propios compañeros de infortunio. Por
lo tanto, no es exagerado aseverar que entre las principales víctimas
del nazismo se encontraban también las prostitutas y los homosexuales
que, con las ropas marcadas con un triángulo rosa, se enfrentaron
al patíbulo y dejaron sus huesos en los campos de exterminio.
Con todo, ¿qué importancia pueden tener estas referencias,
si lo más importante del holocausto radica en esa ideología
perniciosa que no respetó los Derechos Humanos y proclamó
la supremacía de la raza blanca?
Las deportaciones
El libro "De estos contaréis a nuestro hijos" aporta
datos relevantes respecto a las deportaciones a los campos de concentración.
Así se sabe, por ejemplo, que la deportación masiva
desde el gueto de Varsovia hacia Treblinka comenzó el 23 de
julio de 1942. Diariamente, se reunían a miles de judíos
en determinados puntos de los guetos, una tarea que "el servicio
de orden" judío se veía obligado a realizar conjuntamente
con la S.S. (SchutzStaffel) y las tropas auxiliares ucranianas, letonas
y lituanas. La cuota diaria que debía llenarse era de 6.000
a 7.000 personas. Muchos judíos dejaron que los condujeran
a los Umschlagplatz, con la promesa alemana de darles de comer. De
este modo, viviendas y calles enteras fueron deportadas, quedando
muchas personas atrapadas en medio de redadas por pura casualidad.
Los transportes de judíos hacia Auschwitz comenzaron a mediados
de mayo de 1944. Durante 42 días se deportaron más de
420.000 judíos húngaros directamente a Auschwitz-Birkenau.
Más de 12.000 personas eran gaseadas diariamente.
A finales de 1944 perdieron la vida cerca de 30.000 judíos
en Budapest, ya sea en "la marcha de la muerte" hacia la
frontera austriaca, o bien asesinados a manos de los nazis húngaros
(los pilkros). Italia, aliada también de Alemania, había
adoptado al igual que Hungría leyes antijudías. Sin
embargo, la pequeña población judía existente
permaneció protegida de la persecución nazi. Pero cuando
el gobierno fascista de Benito Mussolini cayó, en julio de
1943, tropas alemanas junto con italianos antisemitas reunieron a
más de 8.000 judíos de los 35.000 que habían
en el país y los deportaron a los campos de exterminio de Auschwitz-Birkenau.
La antigua Yugoslavia quedó dividida en diferentes estados
después de la ocupación alemana en abril de 1941. A
la sazón, habían alrededor de 80.000 judíos en
el país. Los 16.000 judíos serbios vivían principalmente
en Belgrado. Después de la ocupación se los obligó
a servir como esclavos de los alemanes, que saquearon sus propiedades.
En agosto de 1941 tuvieron lugar arrestos masivos y la mayor parte
de ellos fueron muertos a tiros. A partir de la primavera de 1942
se empleó, también, un vagón de gas en el campo
de Semlin, cercano de Belgrado. En el verano de ese mismo año
quedaban solamente con vida algunos cientos de judíos serbios.
El gobierno fascista de Croacia, Ustasja, se alió con Alemania
durante la guerra. A los judíos se les obligó a llevar
estrella de David dorada y sus propiedades fueron confiscadas. El
régimen mató sistemáticamente millares de serbios,
judíos y gitanos. En el campo de concentración de Jasenovic
fueron muertos decenas de miles de serbios y 20.000 de los 30.000
judíos del país. A finales de octubre de 1941, la mayoría
de los judíos croatas habían muerto. Más tarde,
se deportaron 7.000 judíos de Auschwitz. En total, el monto
de los judíos yugoslavos asesinados alcanzó los 60.000.
Alemania e Italia ocuparon Grecia. En la zona italiana judía
estuvieron seguros hasta 1944. En la zona alemana el holocausto afectó,
especialmente, a 50.000 judíos de Salónica. Entre marzo
y abril de 1943, más de 40.000 fueron deportados a Auschwitz-Birkenau.
Sólo regresaron 1.000 a Salónica después de la
guerra.
El líder búlgaro se opuso a la exigencia alemana de
deportación a más de 50.000 judíos ciudadanos
búlgaros, que por esa razón sobrevivieron a la guerra;
sin embargo, permitió la deportación de judíos
de Tracia y Macedonia, que no eran ciudadanos de ese país.
En total, fueron deportados más de 11.000 judíos a Treblinka
desde la zona controlada por Bulgaria.
A comienzos de la guerra vivían más de
750.000 judíos en Rumania, de ellos 300.000 en las zonas de
Bessarabia y Transnistria. En esas regiones, o bien morían
de hambre, o bien eran muertos a tiros por las tropas rumanas ayudadas
por los alemanes. A finales de 1942 habían muerto más
de 200.000 judíos. En las regiones centrales del país
sobrevivieron la guerra 300.000 judíos. El régimen rumano,
bajo el mando del mariscal Ion Antonescu, no aceptó, a pesar
de su política antijudía, que se deportaran judíos
a los campos de exterminio.
Los revisionistas
Aunque la historia del nazismo está esclarecida gracias a
documentos, películas, series televisivas y libros que se han
publicado en los últimos años, los herederos del nazismo
niegan haber regado con sangre las páginas de la historia.
Así, un grupo de historiadores, representados por el británico
David Irving (calificado de "revisionista"), ofrece una
visión diferente de lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial,
al afirmar que Adolfo Hitler era un "incomprendido" y que
el holocausto jamás existió, o dicho de otro modo, los
"revisionistas" pretenden diluir las responsabilidades de
esa misa negra de la historia contemporánea europea, en la
que hubo millones de judíos muertos en las cámaras de
gas y cremados en los hornos que levantó el Tercer Reich.
Por lo demás, estos atropellos de lesa humanidad no se pueden
negar ni olvidar, y menos aún, cuando existen todavía
sobrevivientes de los campos de concentración que, enseñando
las marcas indelebles y el número que les fueron impresos a
fuego en los brazos durante su cautiverio, recuerdan los detalles
dantescos de esa horrible pesadilla ocasionada por el nazismo en el
corazón de Europa, en una nación humillada por su derrota
en la Primera Guerra Mundial que, en actitud de revancha, optó
por conceder el poder absoluto a un dictador deseoso de imponer su
voluntad con el discurso de una ideología racial y el lenguaje
de las armas.