La literatura infantil, tan necesaria para el estímulo intelectual
de nuestros niños, sigue siendo una suerte de pariente pobre
de la literatura para adultos. Sin embargo, poco a poco empieza a
haber conciencia de la importancia de esta rama de la literatura y
de las condiciones que exige a los escritores.
El
libro de Víctor Montoya, recientemente editado, es un
valioso aporte al estudio de esta disciplina y ahonda en distintos
aspectos que deben ser considerados en el análisis y producción
de la literatura infantil. La problemática central en el libro
es que la literatura infantil tradicional no ha considerado una cuestión
fundamental, y es que el emisor y receptor de este tipo de literatura
pertenecen a dos mundos completamente diferentes: el mundo adulto
y el mundo infantil y que el autor, un adulto, no ha considerado al
niño como un "otro" diferente a sí mismo,
con otras características y con otra forma de pensar y visualizar
el mundo.
El semiótico búlgaro Tzvetan Todorov (1982) señala
dos formas de "no" ver al otro: la primera está basada
en valores sobre el otro: igual-inferior a mí, mientras que
la segunda está basada en la distancia que pongo entre yo y
el otro, donde yo tomo los valores del otro y me identifico con él
perdiendo así mi propia identidad, o asimilo al otro a mi mundo
y lo obligo a tomar mis valores. En el caso de la literatura infantil,
lo que ha hecho el adulto es obligar al niño a asimilar sus
valores y su visión del mundo, en forma más o menos
sutil. Un ejemplo es "Peter asqueroso" (1845) del
escritor alemán Heinrich Hoffmann, que Montoya analiza en profundidad.
El cuento, cuyo protagonista es un niño de aspecto repulsivo,
ya el nombre nos indica hacia dónde orientar nuestras simpatías,
tiene distintas historias en las que niños, que sufren castigos
atroces por no obedecer las normas establecidas, juegan el papel protagónico.
Recién después de la Segunda Guerra Mundial el libro
empieza a ser analizado con otros ojos perdiendo la significación
como canal transmisor de valores que había tenido hasta entonces.
A partir de la segunda mitad del siglo XX la literatura infantil empieza
a ser más fiel al desarrollo idiomático del niño
y a considerar cada vez más su mundo.
Otra expresión de este no ver al niño como "otro"
es, siguiendo a Montoya, la corriente del realismo social. Esta corriente,
desarrollada principalmente a fines de los años '60 y comienzos
de los '70 tenía como objetivo concientizar al niño
con los problemas sociales y especialmente enseñar qué
valores asumir en la "lucha de clases". Montoya presenta
los argumentos de los adeptos y retractores de este tipo de literatura
y rescata su "función informativa y pedagógica,
sin que por esto se parezca a la letra muerta de los libros de texto,
cuyo objetivo central no consiste en estimular la fantasía
del niño, sino en desarrollar su capacidad cognoscitiva e intelectual
a través de los conocimientos establecidos por los tecnócratas
de la educación" (:122)
Afortunadamente, la literatura infantil moderna empieza a ver al
niño como "otro", restando importancia al papel didáctico
y de adoctrinamiento para "convertirse en un medio a través
del cual el niño tiene derecho a la fantasía y recreación
lúdica" (:10). Montoya analiza distintos aspectos del
desarrollo del niño estratificados en edades entre 2 y 15 años,
pero aclarando que esta división en edades no es absoluta,
sino que depende del desarrollo individual de cada niño. Los
estudios de Piaget sobre el proceso evolutivo del niño sirve
aquí como soporte teórico. Aspectos tan importantes
como el desarrollo del lenguaje y de la percepción visual y
la percepción del tiempo ocupan un lugar destacado en el análisis
y dedica un capítulo especial a la ilustración como
elemento complementador del relato escrito y hablado.
¿Cuál debe ser entonces la literatura que exprese esta
visión del niño a partir de sus propias premisas? Montoya
hace una distinción entre "buena" y "mala"
literatura. Para producir una buena literatura el autor debe "zambullirse
en el pensamiento y sentimiento de los niños, en sus conflictos
emocionales, en sus actividades lúdicas y, sobre todo, en su
lenguaje, que es el eslabón más importante de la moderna
literatura infantil" (:71). Es decir que para que un cuento tenga
éxito en la audiencia infantil debe tener un personaje con
el cual se sienta identificado, un argumento que refleje aspectos
de una realidad conocida y un lenguaje adecuado a su desarrollo. Un
final feliz también es requisito en una buena historia infantil
ya que los desenlaces tristes pueden provocar efectos psicológicos
negativos en los niños (:81). "Las joyas literarias más
codiciadas por los niños son los cuentos fantásticos,
que narran historias donde los árboles bailan, las piedras
corren, los ríos cantan y las montañas hablan"
(:24).
Ejemplos de cuentos exitosos, que son analizados especialmente por
Montoya, son "El patito feo" (1843) y muchos otros de Hans
Christian Andersen, "Alicia en el país de las maravillas"
(1865) de Lewis Carroll y "Los Viajes de Gulliver" (1726)
de Jonathan Swift. Estos cuentos fueron escritos y publicados con
bastante anterioridad o en la misma época que "Peter asqueroso"
(1845) y al desarrollo de la literatura moderna, lo cual indicaría
que en todos los tiempo ha habido buena y mala literatura infantil.
Como ejemplo de buena literatura infantil contemporánea Montoya
le dedica un capítulo especial a la escritora sueca Astrid
Lindgren (1907-2002), autora de la mundialmente conocida "Pippi
Calzaslargas" (1945). Este libro, y todos los que escribió,
están creados desde la perspectiva de los niños y por
eso logran una enorme acogida entre ellos, quienes se identifican
con su lenguaje, personajes y la forma de vivir sus aventuras. Pese
a su enorme éxito a nivel nacional e internacional (sus cuentos
han sido traducidos a más de 60 idiomas deleitando a millones
de niños de todo el mundo) la Fundación Nobel nunca
consideró otorgarle el preciado Premio Nobel de Literatura,
lo cual habría significado un reconocimiento importante para
literatura infantil y un estímulo para los cultores de este
género literario.
La literatura infantil en
América Latina
En general, no hay mucha literatura dedicada a los niños en
el continente latinoamericano. Normalmente las bibliotecas y librerías
en los países latinoamericanos no tienen secciones especializadas
en literatura infantil, con un entorno adecuado que estimule el interés
de los niños por los libros y su mundo fantástico. Con
suerte puede haber un estante con libros dispuestos en la misma forma
que los libros para adultos y desde luego no al alcance de los niños,
el grupo que consume este tipo de literatura. Tampoco hay crítica
literaria especializada.
Montoya hace referencia a la tradición oral y da algunos ejemplos
de historias que con toda seguridad son mezcla de la tradición
mítica preamericana con la tradición católica
traída por los colonizadores españoles que han llegado
hasta nuestros días. Sin embargo, estas historias no han sido
creadas especialmente para un público infantil.
Aunque sean escasos los cultores de esta rama de la literatura en
América Latina, algunos autores han hecho esfuerzos por registrar
la tradición oral existente en nuestros países. Montoya
nombra algunos compiladores entre los cuales figuran: Aramburu en
Argentina, Paredes en Bolivia, así como autores que se han
dedicado a la fábula, como Rafael Pombo de Colombia. Otros
escritores que dedicaron de una u otra forma a la literatura para
niños han sido Rubén Darío (Nicaragua), José
Martí (Cuba), Gabriela Mistral (Chile), Juana de Ibarbourou
(Uruguay) y Juan León Mera (Ecuador).
Indudablemente el tema tiene muchos aspectos interesantes y los 20
capítulos que contiene el libro son un material contundente
para enriquecer la discusión. Como señala Montoya, escribir
libros para niños no es una tarea fácil, requiere ponerse
en el lugar de otro e intentar pensar y sentir como el otro, o tal
vez algo más sencillo: recordar la propia infancia, no por
nada Saint-Exupéry dedicó su libro a León Werth
"cuando era niño".
* Licenciada en historia del arte y directora de la revista Heterogénesis
(www.heterogenesis.com)