Poesía
boliviana fuera de fronteras
Víctor
Montoya
Estos versos, escritos con la mano en el pecho y la mente lúcida,
son en parte el reflejo de la etapa más sombría de la
historia contemporánea de un país, cuyas dictaduras
militares, a tiempo de sembrar el pánico y la violencia bajo
el lema de “lucha contra el terrorismo de izquierda”, desencadenaron
una represión insensata contra sus opositores, motivados
por la clara convicción de liquidarlos físicamente,
flagelarlos en las cámaras de tortura y lanzarlos a la diáspora
del exilio sin más consuelo que la esperanza.
Así, los primeros bolivianos llegados a Suecia en calidad
de refugiados políticos, a partir de los años ’70 y
’80, trajeron consigo un rico bagaje cultural y una experiencia que
pronto se plasmó en obras literarias tanto en verso como en
prosa. De este modo, la literatura boliviana, parte integrante de
la robusta columna vertebral de la vida cultural del país,
ha trascendido las fronteras nacionales y se ha difundido allí
donde sus promotores sentaron sus bases de residencia.
A este contingente de exiliados, con el transcurso de los años,
se sumó la ola de emigración económica que, motivada
por el afán de buscar nuevos y mejores horizontes de vida,
ayudó a fortalecer la presencia boliviana en Suecia.
La elaboración de un compendio general, aparte de mostrar
los avances de la poesía escrita por bolivianos (as) residentes
en Suecia, sirve no sólo como un documento de época,
sino también como un punto de referencia para quienes están
interesados en conocer algo más de la literatura boliviana
creada fuera de fronteras.
No es casual que el discurso de estos poemas trascienda el espíritu
boliviano en el exilio. Los versos hablan del desarraigo, la nostalgia
y las hostilidades de un mundo cada vez menos ancho y más ajeno.
Aquí es donde la poesía, con mayor o menor destreza
técnica y lingüística, constituye un testimonio
tanto personal como colectivo.
La poseía, leída desde esta perspectiva, es una herida
abierta en la vida nacional, un grito de protesta de quienes no se
resignan al silencio ni a ser los sempiternos desplazados en la cola
de la historia. Y, lo que es más importante, algunos de estos
poetas, acaso sin saberlo, son los encargados de representar a Bolivia
en el mapa de la literatura latinoamericana en Suecia.
Por otro lado, es interesante observar que estas composiciones, aparte
de estar salpicadas de metáforas y figuras de dicción,
se caracterizan por el uso de voces y giros idiomáticos propios
de un país multilingüe y multicultural. De ahí
que los bolivianismos insertados en varios de los poemas, como interferencias
naturales y hasta necesarias, son elementos complementarios del proceso
de versificación que culmina en el instante de la revelación.
Si bien es cierto que hay versos referidos a la cosmogonía
andina, a los dioses tutelares del cielo, la tierra y el subsuelo,
es también cierto que hay otros referidos al paisaje y la topografía,
donde el macizo andino es tan deslumbrante como los valles, las selvas
y los llanos; no en vano Bolivia es un país multifacético,
una suerte de caleidoscopio en el corazón de América
Latina.
A los versos intimistas, que afloran desde lo más hondo del
alma, se suman los versos escritos con explosión expresiva,
donde los mineros son la fuerza combativa y los campesinos “los herederos
del hambre” desde que los conquistadores irrumpieron en sus tierras
llevando armas en el cuerpo y mentiras en la lengua.
Asimismo, están presentes los temas inspirados, así
sea en menor grado, por las experiencias adquiridas en el país
que los acogió de manera transitoria o permanente, pues a través
de la escritura nos dan cuenta de su modus vivendi; de sus silencios
y protestas, de sus sueños, amores y esperanzas, de su apego
a la vida y su odio contra los atropellos de lesa humanidad; ellos
son quienes le ponen la palabra al sentido común y en ellos
se sintetiza el sentir popular.
En este libro, sin más pretensiones que las inherentes a un
trabajo honesto, está compendiada la poesía boliviana
publicada en las tres últimas décadas en Suecia. Es
una selección sencilla pero significativa, sobre todo, si se
trata de difundir la literatura de un país que, por los avatares
del destino y la desinformación, es mucho más conocido
por los golpes de Estado, el narcotráfico y la inestabilidad
política; una imagen nacional que, a despecho de su grandeza,
no siempre corresponde al valor de sus recursos naturales y su riqueza
cultural.
Debo aclarar que, en el proceso de elaboración de este volumen,
no he manejado los parámetros propios de una obra antológica,
que en principio considera el oficio escritural del autor y el valor
estético de la obra seleccionada, sino el criterio de mostrar
un panorama general de la poesía boliviana en Suecia, incluyendo
a los autores que tienen uno o más poemarios publicados. Lo
contrario hubiera implicado registrar sólo a quienes, con legítimo
derecho, destacan en el contexto de la poesía boliviana contemporánea
y cuyas obras son dignas de ser tomadas en cuenta en las antologías
de poesía latinoamericana.
El libro, que contó con el respaldo de José Vargas,
secretario de cultura de la Federación Nacional de Asociaciones
Bolivianas en Suecia, reúne a los siguientes autores:
Efraín Arizcurinaga (La Paz, 1925), Héctor Borda Leaño
(Oruro, 1927), Javier Claure Covarrubias (Oruro, 1961), Edgar Costa
(La Paz, 1943), Iván Decker Molina (Cochabamba, 1946), María
Joaniquina (Oruro, 1957), María Miranda (La Paz, 1957), Yarko
Rhea Salazar (La Paz, 1956), Edwin Salas Russo (Casarabe, 1954), Rodolfo
Siñani Paz (La Paz, 1939), María Luisa Umboni (Cochabamba,
1947), Olga Vásquez de Arizcurinaga (La Paz, 1927) y Galia
Yaksic (Oruro, 1971).
Ahora sólo queda aguardar que se sumen nuevas voces al quehacer
poético boliviano en Suecia, donde ya se fijó la primera
piedra de toque, a partir de la cual pueden proyectarse otras iniciativas
tendientes a rescatar lo más significativo de la literatura
boliviana escrita en la diáspora de la emigración y
el exilio.