ENTREVISTA A VOLODIA TEITELBOIM
Pedro Páramo
es un libro
para siempre
Por María Teresa Cárdenas
Revista de Libros de El Mercurio, Viernes 28 de Octubre de 2005
En la feria del Libro de la Estación Mapocho se presentó el sábado 5 de noviembre 2005 "Por ahí anda Rulfo", un ensayo donde el Premio Nacional de Literatura indaga en la vida y la obra del narrador mexicano.
"Al fin y al cabo, la cultura es universal y a nadie se le exige pasaporte o visa para escribir respecto a un autor nacido en otro país, si se le admira, lo intriga, lo ha dejado perplejo y desea profundizarlo", escribe Volodia Teitelboim en las primeras líneas de su nuevo libro, "Por ahí anda Rulfo" (Sudamericana), justificando la decisión de "este chileno" de abordar la figura de un mexicano que ya ha sido profusamente estudiado y comentado por sus compatriotas. Admiración, intriga, perplejidad: tres contundentes razones para lanzarse en una nueva aventura literaria que después de varias interrupciones por fin verá la luz.
"El deslumbramiento empezó como lector —aclara Teitelboim—, porque "Pedro Páramo" es un libro inesperado, en el sentido del tema, del argumento o el no argumento. Y esa profundidad misteriosa intriga muchísimo. Yo fui un lector casi inmediato de Rulfo. Pasó mucho tiempo y hace como diez años empecé a tratar de escribir esas dudas".
Entonces surgieron otros temas y autores. Incluso las propias vivencias. A sus exitosas biografías de Neruda (1984), Huidobro (1993) y Gabriela Mistral (1991), sumó en 1997 "Los dos Borges, vida, ensueños, enigmas". Luego vinieron los cuatro volúmenes de sus memorias: "Un muchacho del siglo veinte", "Un hombre de edad media", "La vida, una suma de historias" y "Un soñador del XXI", publicados entre 1998 y 2004.
Pero la vida y la escasa obra de Rulfo —la novela "Pedro Páramo" y el volumen de relatos "El llano en llamas"— seguían inquietándolo. "He escrito varios libros porque la lectura me desbordaba y no me explicaba todavía al autor. Tenía que conocerlo más. O sea que yo escribo como una forma de aprendizaje".
El ensayo se inicia con un encuentro de solidaridad política celebrado en Venecia, en 1975, y al cual asistieron Rulfo y Teitelboim. En adelante, y a través de documentos, reflexiones y anécdotas, el autor entrelaza la vida y la obra de Rulfo.
"Yo creo que la obra es el autorretrato, tal vez involuntario, del propio autor. Es una especie de acervo que pasa por la imaginación y por la conciencia de un niño, del adolescente, de un ser maduro, que ha sufrido lo suyo, pero también en función de la historia, porque si Rulfo no hubiera nacido en México en 1918, el padre tal vez no hubiera muerto, él no hubiera conocido el orfanato, es decir, la circunstancia histórica pesó sobre él y de alguna manera lo empujó a escribir. "Pedro Páramo" es la realidad de ese México".
—¿Fue lo que más le llamó la atención?
—Y además esa invención de un lenguaje correspondiente a una realidad ficticia, con la filosofía de que los vivos y los muertos pueden reconocerse entre sí y salir luego de la estrella vespertina a convivir. Creo que eso es un aporte notable de la civilización precolombina: ver la muerte como un tránsito y quitarle
todo ese ropaje fatídico que la ha rodeado. Los antiguos tenían una imagen carnal y más esperanzada de la vida. Pero la muerte, como el sexo y otros valores humanos fundamentales, fueron reducidos a la calidad de pecado o de fin definitivo. Es un fenómeno que ha perdurado en las distintas civilizaciones y sin duda está destinado a persistir, porque en el fondo es el rechazo del ser humano al fin definitivo.
—¿Qué otras experiencias influyeron en la literatura de Rulfo?
—Él pertenecía a esa línea de hacendados que también tuvo sus bajas, sin embargo supo o llegó a la conclusión de que la gran enfermedad de México y de América Latina era la pobreza y que había que combatirla de verdad, y que uno de los responsables de esa pobreza era el cacique, como una imagen también latinoamericana. Después tuvo ese oficio que terminó mal, de chofer de la Goodrich, que lo obligaba a viajar, tenía que vender neumáticos, recorrer todo México. Y también tuvo varios cargos, insignificantes o de menor importancia, pero que lo obligaron a estar en contacto con la sociedad. Él aprendió de todo eso, y su literatura está enriquecida por esas experiencias. Todos esos
cuentos de "El llano en llamas"
son reales y a veces creo que usa el lenguaje directo de aquel que vivió el episodio. Una de las más divertidas excusas de Juan Rulfo para explicar su sequía literaria a los lectores y escritores que solían preguntárselo incluso de manera impertinente, atentando contra su timidez y su carácter reservado, fue la muerte del tío Ceferino, que era quien le contaba las historias. "Creo que el tío Ceferino le ayudó —comenta Volodia, siguiendo el juego—, porque escuchó a los pobres, a los arrieros, a los campesinos.
—En su ensayo compara a Juan Rulfo con García Márquez, ¿le interesó más como personaje?
—A García Márquez, en suma, yo lo veo como un gran victorioso de la vida y de la literatura. Que a través de un libro sorprendente, como es "Cien años de soledad" , él llega a la cumbre, siendo de origen humilde, pero sin mayores tragedias visibles. En cambio, la vida de Rulfo fue una tragedia que no podía evitar un niño, desde el primer momento, la muerte del padre, la muerte de la madre, el orfelinato, ese México convulsionado que parecía no tener sitio para él. Eso es todo lo contrario de García Márquez y revela que estas dos vidas que en el fondo
piensan que hay que cambiar el mundo, la sociedad, tuvieron experiencias muy diferentes que influyeron en la formación de su carácter.
—¿Fue ese carácter lo que hizo que Rulfo no volviera a publicar?
—Creo que él tenía un sueño, y ese sueño era ser leal a la literatura, y una literatura autoexigente hasta las últimas consecuencias. Cuando publica "Pedro Páramo" tenía 35 o 37 años, ahí se acaba el novelista, no el escritor. De alguna manera siente el fracaso porque no alcanza lo que él quiere.
—Pero 50 años después seguimos hablando de "Pedro Páramo", quizás sí lo consiguió.
—Sí, yo creo que sí lo consiguió, porque es un libro para siempre. Pero él no lo pensó así, también con una actitud distinta a la de García Márquez, que después de haberse puesto una meta tan alta como Cien años... sigue escribiendo, aunque Cien años... no sea alcanzable. Rulfo no, Rulfo quiere escribir algo que sea mejor o que esté a la altura de "Pedro Páramo" o de "El llano en llamas". Hay un rigor moral, y también una actitud muy rigurosa ante el mundo y ante sí mismo, porque no le gustaba proclamarse un ser superior. Además, le faltó el tío Ceferino...