DELIA DEL CARRIL VUELVE A MICHOACÁN
Por Reinaldo Edmundo Marchant
La escritora chilena Virginia Vidal ha publicado un libro de gran calidad, que merece toda la divulgación posible: “Hormiga, pinta caballos” (Ril Editores, 2006). El texto es una completa biografía humana y cultural sobre la artista argentina Delia del Carril (1885-1989), conocida como la “Hormiguita”, que relata magnificamente los mundos, ambientes, generaciones y a notables artistas que la rodearon en sus ciento cuatro años de vida.
Virginia Vidal, quien además es periodista, profesora en su momento en la Universidad de Relaciones y Comercio Exterior en Pekín, China, y ha colaborado en numerosos medios de comunicación, como la mítica revista Araucaria y el inolvidable programa “Escucha Chile”, de Radio Moscú, es autora de una valiosa obra literaria de ficción y biografías, “Javiera Carrera, madre de la Patria" (2000); "Balmaceda, varón de una sola agua" (1991); "Neruda, memoria crepitante"; "Testimonios de Francisco Coloane" (1991); "Agua viva, Gabriela Mistral y la juventud" (1994), entre otros.
Al ver el listado de estos textos, salta a la vista un hecho inusual en Chile: Virginia Vidal tiene la marca de ser una de esos escasos escritores que ha incursionado con éxito y extraordinaria calidad en el género biográfico y ensayístico, creando y recreando la vida y pormenores de grandes personajes de la historia reciente.
La mala memoria de este país quizás no recuerda que Virginia Vidal fue uno de los pocos, acaso la única, periodista latinoamericana que asistió a la entrega del Premio Nobel de Pablo Neruda y que en tiempos de la dictadura colaboró estrechamente con Matilde Urrutia en el traslado de los libros del vate hasta La Chascona.
“Hormiga pinta caballos” es un sabroso menú, salpicado de jugosas historias y anécdotas, que deleitan, atrapan, acogen e invitan a continuar sentado frente al banquete, donde deambulan enormes personajes, como Federico García Lorca, Pablo Neruda, Matilde Urrutia, Jorge Luis Borges, María Luisa Bombal, Rafael Alberti, Sara Vial, Manuel Rojas y un largo etcétera.
La vida y las vivencias de Delia del Carril, independiente de su famosa relación con Pablo Neruda, es intensa y de una sorprendente creación artística. Mucho se ha escrito sobre la riqueza material que ella mantenía y que sería el “motivo” por el cual el futuro Premio Nobel se involucraría con ella: Vidal se encarga de aclarar que aquello no fue más que un mito. También, a lo largo de la obra, queda de manifiesto que la potente y poderosa imagen de Neruda no logró eclipsar a la elegante, bella y respetada figura de la argentina, admirada por pintores y reputados creadores universales, por su inteligencia y talento. Otro mito que se cae.
Sólo en Chile, no podía ser en otro lugar del mundo, su figura pasó un tiempo inadvertida, máxime en sus últimos años cuando permaneció recluía en su casa de Michoacán, en la Reina: Virginia Vidal ha tenido la sensibilidad y los fundamentos para rescatarla de ese olvido.
Aunque este hermoso libro es un maravilloso homenaje literario a Delia del Carril, un reconocimiento a su valioso legado que hiciera a la creación artística, social y política, en una época marcada por trasformaciones y lucha de igualdades humanas, Chile aún está en deuda con la musa de los andes, le debemos un pedestal mayor, impregnar su nombre, obra y herencia cultural como patrimonio nacional.
El libro, aporta novedosos antecedentes biográficos acerca de las actuaciones personales y poéticas de Pablo Neruda y de otros destacados bardos. Pero, por sobre todo, es una dignísima historia de Delia del Carril, que aborda los detalles de la intimidad, sigue sus pasos desde su tierra natal y por el mundo, y lo hace con entretención, claridad y precisión. Nada queda al azar, ni su familia ni la presencia de quienes la acompañaron en su temprana juventud.
A través de este itinerario, que ocupa varios lugares en el mundo, se desarrolla el asombroso pedazo de historia de Delia del Carril, con episodios de amor, acontecimientos políticos, relaciones sentimentales: la vida de un siglo lleno de luces y sombras, que albergó a poetas y artistas que serían reconocidos mundialmente.
Los caballos pintados por del Carril – que alude la autora en el título-, comenzaron a aflorar cuando se separó de Neruda, y éstos eran “expresivos, a los que comunica esa fuerza siempre juvenil, su elegancia que en ella es una forma de valentía, una forma de su indómita reacción frente a cualquier acontecimiento adverso” (página 40).
Y la autora prosigue, en la misma hoja referida: “Estos caballos dibujados por Delia y que salen, briosos, como de un potrero donde hubiesen pastado, apeñuscados, a la espera de la hora en que les abrieran la tranquera, son simbólicos. Delia, con aparente facilidad, logró sacarlos de un brete. Nada de esto sería fácil, sin embargo”.
Jorge Luis Borges, en una descripción que Virginia Vidal rescata del olvido, señala en una viñeta al recordar a las hermanas del Carril: “Una mujer lindísima, con un cutis muy fresco y el pelo blanco. Desde muy joven tuvo el pelo blanco y la hermana de ella que se casó con Neruda, era también muy linda y, sobre todo, muy alegre…” (página 41).
A lo largo de “Hormiga pinta caballos”, se encuentran numerosos documentos y escritos, algunos desconocidos o ignorados, que son un valioso apoyo en la construcción del logrado texto.
Historia novelada y a la vez fidedigna en sus datos, hechos y circunstancias; oficio acabado y una asombrosa memoria de la autora, que con pluma segura, natural, sin artificios, sumerge al lector en una intrincada historia de ciento cuatro años, edad de la inmensa artista argentina Delia del Carril, mujer indispensable en el desarrollo cultural de Latinoamérica, que marcó con fuego poético una época turbulenta pero llena de imaginación, ideas y creatividad.