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Noticias de un poeta en el exilio.


POR ENRIQUE LIHN
Revista Cauce, n 49, Santiago de Chile, 19-25 noviembre 1985, p. 32.

La vida literaria, como su nombre lo indica, no transcurre en el panteón de los libros, protagonizada únicamente por hombres de papel mortales o inmortales. Se sobrelleva entre el lenguaje y la existencia. Participa de ambos mundos mientras la muerte no los separe. La vida literaria es un espacio sensible, pasional a veces, frecuentado por el afecto o la indiferencia. En la parte de ese espacio que nos corresponde, se echa de menos a algunos ausentes que, como Waldo Rojas, me obligan al uso de la primera persona del plural antes por razones poéticas que políticas. Tuvo que tomar la decisión de autoexiliarse, por lo que se verá, pero, como antes de hacerlo, la poesía sigue siendo su único centro de operaciones.

Waldo vive en Francia, desde 1974. Ejerce la docencia en la universidad de París La Sorbonne, en el Departamento de Historia Contemporánea, es joven aún: nació el cuarenta y cuatro; pero como no ha vuelto nunca a Chile, ya hay que darlo a conocer a los más jóvenes y a los recién iniciados en el arte (o en el antiarte) de la palabra, poco amigos de la lectura, además de desinformados involuntariamente. Como por decreto.

La intensa actividad literaria de Rojas se vinculó, pues, en la década de sesenta a grupos y revistas de los cuales se encontrarán huellas y lagunas en las bibliotecas: Orfeo, Trilce, Arúspice, Tebaida. Órganos de expresión de la que él llamó "la promoción emergente" y que luego se ha autodenominado la "generación diezmada". Están, también, sus libros: Agua removida, 1964, Pájaro en tierra, 1966, Príncipe de naipes y otros. Nuevas versiones, en muchos casos, de un mismo repertorio de textos "castigados" una y otra vez.

Porque Waldo Rojas no es un poeta "natural" que haya crecido, como un árbol o un helecho o que haya escrito como canta el pájaro. Facilidades así suelen producir en la letra el efecto deteriorante de lo torrencial.

Nuestro amigo respeta el orden de las dificultades textuales que, desde el mismo Aristóteles, se identifican con las anomalías de la lengua poética. Una tradición milenaria de oscuridad buscada, hasta rebuscada, en que se inserta el preciosismo de la poesía moderna y el manierismo que ha revivido en la poesía hispanoamericana actual. Los románticos, que practicaron una "estética de la indefinición" (Coleridge quería que el poeta hablara de "hechos indefinidos en sí mismos y hechos sublimes por su indefinición") y los simbolistas practicaron la mencionada oscuridad actualizable. Con palabras que se pueden sostener en el día de hoy, Valéry postulaba la necesidad de "construir una poesía que jamás pudiera reducirse a la expresión de un pensamiento, ni, en consecuencia, traducirse a otros términos sin perecer". Tal es, por lo alto, el antecedente de la escritura del chileno. Una órbita en que giran los planetas de la poesía francesa, en especial.

En otra ocasión recordaré por qué y cómo Waldo Rojas se fue de Chile "de regreso" a un país en el que nunca había estado -Francia- pero en que un cierto "galicismo mental" lo había hecho vivir constantemente.

El factor desencadenante de ese viaje fue el odio que le tenía una viejecilla de su barrio. Confundía ella las prolongadas reuniones literarias en casa del poeta, buen anfitrión, con concentraciones políticas y, en premio, a la delación senil, esa casa fue allanada el 73.

Viejecilla aparte, quiero adelantar algo sobre el último libro de Waldo -Almenara-, Ediciones Cordillera, Canadá. La palabra del título significa "el fuego que se hace en las atalayas para dar aviso de embarcaciones o tropas enemigas".La vigilancia sería una de las instancias de esta poética. Y un fuego no solar (el sol es aquí "locuaz" por oposición a la valorada "reserva monacal de la sombra"). Ese fuego es el "que -como la Almenara- da aviso de alguna cosa. De la misma manera: "La muerte sólo desnuda / el tiempo amortaja". Otra oposición que, contra el hecho bruto de la muerte, encarece las virtualidades del tiempo. Como reza el lugar común: "El tiempo dirá".

Estos textos crepusculares se refieren, en un punto, al fuego, igualándolo al sueño (dos palabras -fuego y sueño- de sonoridades afines). "Atiza el sueño / Velar el surco célibe del pie en la ceniza". Sugiero que aquí se enuncia la potencia del fantasma: una huella germinal ajena ya al pie que la ha impreso en la sustancia (aparentemente la más inmaterial de todas: la ceniza del sueño (esto me suena a Novalis). La poesía y su comercio "desesperado" con lo que no puede existir en la realidad es, según creo, uno de los temas de Waldo. Así: "Te contenta con holgura el esbozo de lo que faltó a la cita". O bien, en otro poema: "El agua arborescente que acoge del paisaje / lo mejor de sí mismo".

Esta crítica de lo real, según lo que llamó Poe "el espíritu de negación" de la poesía, haría de ésta una sombría fiesta del lenguaje.

 
 

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Noticias de un poeta en el exilio.
Por Enrique Lihn.
Fuente: Revista Cauce, N°49, Santiago de Chile, 19-25 de Noviembre 1985.