El
desierto
Raúl
Zurita
Abajo las infinitas piedras del desierto, montañas
de
piedras, laderas, infinitas piedras sobre desierto
como
un mar. Arriba el cielo, el cielo azul que cae. Las
piedras
gritan al estrellarse con el aire, con el cielo que
cae.
El
desierto grita. Hay un muro de cal con nombres. Hay
un muro
blanco y pequeñas botellas con flores de plástico
que gritan al
doblarse bajo el viento.
Un
poco más lejos hay un barco. Nadie diría que puede
haber un
barco en el medio del desierto. Es un barco
grande,
herrumbroso, recostado encima de las piedras.
Nadie lo diría,
pero está allí. El mismo cielo que cae sobre
las piedras cae
sobre él. Todas las piedras gritan.
Gritan, el desierto de Chile grita. Nadie diría que
esto
puede ser, pero gritan.
Hay
un barco en medio del desierto. Un barco reclinado
sobre las
piedras del desierto y arriba la losa a pique del
cielo. El
oceano invertido del cielo cae sobre las piedras y
éstas
gritan. Nadie, salvo las piedras son capaces de gritar
así.
Mireya se tapa los oídos para no oír el chillido del
desierto.
Chile grita, el desierto de Chile grita. Mireya
acumula
pequeñas flores de plástico frente a un barco
arrumbado en el
pedrerío.
Están las costas, las tercas costas sin mar trepando
para
atrás sobre las olas muertas de los cerros.
Mireya dice que es la madre de Chile. Que es la madre
de
un barco reclinado en medio del desierto.
De
lejos parece una mancha negra, pero es un barco.
Debajo de las
piedras amontonadas contra su casco
asemejan olas. Pero no son
olas, son solo piedras y
gritan. Las rompientes encaramadas
gritan. Está
también el sol cayendo a pique y flores de
plástico
coloreadas como soles minúsculos. Está el mar
del
desierto, está el mar de piedras del desierto
hirviendo
frente a Chile.
Están las diminutas flores y las costas gangrenadas
del
mar reseco.
Mireya les pone nombre a cada una de esas flores. Ante el
barco parecen minúsculos soles despidiéndolo.
El
desierto grita, el puerto reseco grita, el mar de piedras
grita
azotado por el viento. Mireya le pone flores a la
tripulación
de un barco herrumbroso y negro. Cada flor
tiene un nombre y se
doblan juntas como pañuelos
despidiéndolo. Mireya dice que es
la madre de un barco
de desaparecidos arrumbado en el desierto.
Dice que el
barco es Chile, que una vez fue un barco de vivos,
pero
que ahora surca el mar de piedras con sus hijos
muertos.
Las
flores se doblan. Oleadas y oleadas de piedras chocan
contra
los bordes de un casco herrumbroso.
Hay
un puerto reseco y un barco con una tripulación de
muertos
encallado en la mitad del desierto. Mireya dice
que son sus
hijos. El mar de piedras grita.
Chile encalla y naufraga en el pedrerío reseco de las
olas.
En
las noches del desierto hay bruma, pero ahora es el sol.
Las
piedras hierven bajo el sol y se clavan contra el
casco
herrumbroso. Inmóvil el barco parece hundirse.
Nadie
diría que un barco puede hundirse en medio del
desierto,
pero se hunde. Vendrá en la noche la bruma, pero
ahora
es el sol.
Hay
una cruz. Hay un barco herrumbroso y negro que
naufraga sobre
las piedras.
Quién diría de un país con una cruz hundiéndose en
el
desierto. Quién diría de la noche sepultándose en
la
mitad del día. Quién de una tumba clavada en medio
del
día lleno de sol.
La
noche se hunde en medio del día. Mireya dice que hay
un barco
lleno de muertos hundiéndose en el desierto.
Un
país de desaparecidos naufraga en el desierto. La proa
de los
paisajes muertos naufraga hundiendose como la
noche en las
piedras. El sol ilumina abajo una mancha
negra en el medio del
día. En la distancia parecía solo
una mancha, pero es un barco
sepultándose a pleno sol
con su noche en los pedregales del
desierto. Si ellos callan
las piedras
hablarán.
Mireya dice que todos callaron y que por eso gritan
las
piedras del desierto. Que gritan, que las flores
son
también pequeñas piedras gritando cuando se
doblan
frente a un barco de muertos.
El
barco se hunde. Las áridas rompientes se amontonan
cayendo
sobre Chile y chillan, las olas chillan, el terroso
mar chilla.
Mireya le pone flores a la tripulación de una
patria de muertos
encallada en la mitad del desierto. Dice
que fue el silencio de
todos la tumba y que por eso las
piedras gritan tapiando la
nave difunta de estos paisajes.
Un
mar de muertos se está hundiendo entre las piedras.
El sol a
pique ilumina una noche que desciende en el
sepulcro del
desierto. Está la mancha como una fosa. El
barco desciende, los
paisajes muertos descienden
mientras las empedradas olas se
cierran arriba
tapiándolos. Está la noche en medio del día,
están las
piedras que gritan.
Está la bruma de la noche del desierto hundiéndose
en
pleno día. El barco muerto se hunde bajo la bruma de las
piedras y éstas chillán. Chile naufraga y el mar reseco
se
cierra cubriéndolo, se cierran las olas de piedras y
gritan.
La
noche herrumbrosa y negra se hunde gritando en
el
desierto.
Un
barco de desaparecidos se hunde y las rocas muertas
se cierran
encima chillando. Mireya se tapa los oídos y
pone flores de
plástico frente a la fosa de las costas
muertas, de la noche
muerta, de sus hijos desaparecidos
y muertos en los océanos
piedra del desierto de Atacama.
Naufraga, se hunde. El barco herrumbroso se hunde y
el
desierto se cierra sobre él cubriéndolo. Se cierra y
Chile
se hunde, la cornisa muerta del Pacífico se hunde, la
proa
muerta de los paisajes se hunde mientras las
piedras
cayéndoles encima gritan que nada está vivo, que
ya
nada vive, que si uno murió por todos es que todos
están
muertos.
Los
arenales muertos se cierran, la tumba de los paisajes
muertos
se cierra.
Las
resecas olas se cierran. Mireya dice que hay un barco
en un
tierral de muertos. Que está allí, que una vez hubo
un país,
pero que ahora es sólo un barco tapiado bajo el
mar muerto de
sus paisajes.
Dice que si uno murió por todos todos los mares
muertos
son uno, las costas muertas son una, las
clamantes
piedras son una y que es el silencio la roca que
tapió el
sepulcro de los paisajes. Ella dice que uno murió
por
todos y que por eso hasta las piedras son el cuerpo
que
grita mientras se clavan las llanuras muertas sobre
Chile.
Todo ha sido consumado. El casco herrumbroso y
negro
desaparece en el mar de piedras. El cielo cae encima
de
ellas y éstas gritan. Hay un muro blanco rayado
con
nombres y flores de plástico abajo. Hay una llanura y las
rompientes resecas del cielo que caen derrumbándose
igual
que un tierral de muertos sobre el sepulcro de los
paisajes.
Todo ha sido consumado. Mireya dice que todo
ya ha sido
consumado.
Las
rugosas rompientes caen, el mar difunto cae como un
montón de
tierra. Los paisajes muertos caen como mares
de
tierra.
Hay
un barco de desaparecidos y muertos y encima las
piedras del
desierto. Hay un muro blanco de cal con
nombres y detrás el
océano de tierra cayendo sobre las
últimas planicies. Mireya
dice que ya todo ha sido
consumado y deja pequeñas flores de
plástico sobre la
planicie del pedregral que expira, ella dice
que es el último
mar y que expira.
Que
son las últimas piedras sobre un barco de muertos y
que
expiran. Que Chile expira. Que solitario es usted el
último
grito que expira bajo el INRI final de los paisajes.
In memoriam
Hay
un barco en el desierto. Quién diría que esto
puede ser, pero
hay un barco herrumbroso y negro
hundido en el
desierto.