Raúl Zurita
 
 

 


Sobre el Amor, el Sufrimiento y El Nuevo Milenio

por Raúl Zurita

El dolor es el altoparlante para hacernos más humanos, más tolerantes, más conscientes del milagro y del amor de la existencia

El problema humano por antonomasia es el sufrimiento. La felicidad podemos entenderla, en cierto sentido parece que nos fuese debida. Pero el dolor es a menudo incomprensible. Sin embargo, el sufrimiento es exactamente lo que nos da la magnitud de la existencia, nuestro consentimiento a ella, nuestra afirmación permanente. Si uno se queda en el silencio puede escuchar el sonido de su propia respiración; si se queda más en silencio aún puede oír incluso los latidos de su corazón. Pero si oye bien ese latido verá que él repite un sí. Es un sí-sí-sí-sí. En cada segundo de la vida optamos por vivir. Esto es dramático y real porque hay seres en el mundo que dicen no y se expulsan la vida. Eligen no vivir.

El estado de sufrimiento nos hace escuchar ese sí. El dolor es el megáfono que hace que oigamos esa afirmación en toda su potencia, y esto es así porque cuando uno sufre, la posibilidad de decir no se hace presente con todo su vértigo liberador y potencia. El hombre feliz no escucha su sí porque la vida le está encima, absoluta. El que sufre debe luchar por su vida, elegirla en cada instante de su sufrimiento.

Ese sí permanente que damos es también el sí del universo que nos responde, el sí de todas las cosas que nos hablan y nos miran. El amor surge de la confrontación de ese sí con la posibilidad de la nada, del no.

Por eso aquello que algunos han dado en denominar Dios se siente más cerca de los lugares donde han ocurrido desastres, en los campos de refugiados por ejemplo, o en las tierras asoladas por la sequía que en los sitios donde en apariencia reina la alegría. Dios se escucha más fuerte en una hambruna del Africa que en un restaurante de Nueva York. El dolor es el altoparlante para hacernos más humanos, más tolerantes, más conscientes del milagro y del amor de la existencia.

Todas las cosas se aman. Es por eso que la hoja de un árbol está cerca de la otra y los pastos se mecen al unísono bajo el viento. Muchas veces nos sentimos fascinados al mirar el espectáculo de las rompientes estallando, o de la cordillera nevada o de un atardecer frente al mar. Es un sentimiento en sí inexplicable que a pesar de la prisa de la modernidad, de la televisión y de las computadoras, sigue deslumbrando.

He creído que nos maravilla porque aquello que miramos nos devuelve la mirada y nos saluda, pero no es sólo el paisaje o el espectáculo de la naturaleza, en cierto sentido esa montaña está formada también por los miles de ojos que antes que nosotros ya la han mirado. Son esos ojos, los ojos de todos los que nos han precedido los que nos miran en cada cosa que miramos. Al mirar volvemos a encontrarnos con esos seres, volvemos a verlos y a ser vistos por ellos.

Cada uno de nosotros es más que un yo, es un torrente de difuntos que termina en nuestra vida tal como nosotros terminamos en los que nos descienden. Eso es lo que se entiende por una tradición y una cultura: que todos aquellos seres que nos han precedido vuelven a tomar la palabra cuando nosotros hablamos, vuelven a mirar cuando miramos, vuelven a sentir cuando sentimos. Cada uno de nosotros es la resurrección de los muertos y ese milagro se va cumpliendo en cada segundo de nuestras vidas.

En la creencia cristiana, la resurrección es algo que acaecerá en el final de los tiempos. Por eso cada instante de la vida es también el final de los tiempos. Si yo digo "no" es el final de todo. Por eso cada instante los muertos resucitan y vuelven a hablar en nosotros. Todo lo que vemos es la presencia de la muerte glorificada por nuestro asentimiento. Cada vez que decimos sí, cada minuto, cada segundo que decimos sí, es una fiesta de todo el cosmos. Las rompientes resuenan entonces con toda su fuerza y el desierto se abre en la magnitud infinita de sus colores, de sus tonos, de sus profundidades.

Será así también en el nuevo milenio.

 

en suplemento Artes y Letras de El Mercurio.
Santiago, 12 de marzo de 2000.

 

 

 
 

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letras.s5.com , proyecto patrimonio, RAUL ZURITA: Ensayo: Sobre el Amor, el Sufrimiento y El Nuevo Milenio, en El Mercurio, 12 de marzo de 2000.

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