5 ¿Quo Vadis?
5.1 Quo Vadis mafiosa para que sus crenchas caigan de una vez.
Jugará tal vez ruleteada con la pura mente, desenterrando máscara sobre
máscara y palabra caída será: letra modulada sobre el pasto, frotará
cuerpo y pasto, lengua y pasto, pierna y pasto y el líquido.
De
reiteración elevará la mirada.
Situación
ahora no fílmica sino narrativa, ambigua, errada.
Pudo decir por
ejemplo:
esta plaza está rodada llena de pasto a pedazos. Mis piernas
ya no brillan cuando las froto, ni los vellos se erizan, estos vellos
que cubren sutilmente mis piernas. Ya no me gusta arrastrarme por allí
debajo del farol que me contagia su descascaro. Porque mis piernas más
bien se cubren de tierra y entonces no noto la erguida de los vellos que
me traspasan, ha sí , me penetran.
Pero es de este modo como
construye su primera escena, porque se sigue arrastrando para sacarse de
sí el lodo adherido a la piel y de tanto tocarse se produce el roce.
Muevelentamente los músculos, los retarda en cada contracción. Para qué
decirlo: está bajo el farol. Está bajo el farol de la plaza y aunque
cunda el frío por estos lados se tiende sobre el pasto a dormir. Pero el
sueño no llega y se da vueltas para cambiar de postura, Prueba a
permanecer siempre con los ojos cerrados para que no se le espante el
sueño. Es una imagen completamente distinta para el que la lee. Se
revuelca sobre el pasto cruzada por su terco insomnio. Se estira toda.
Desde lejos es una sábana extendida sobre el pasto, desde cerca es una
mujer abierta, desde más lejos es pasto, más allá no es nada. Está tan
oscuro en la plaza. Desde la acera del frente es un cuadrante
iluminado.
Como un zoom es la escritura. Reaparece la mujer que
duerme o quiere dormir, pero no es así: es el placer de extenderse
jugando con el deleite de su propia imagen. Infantil tendida es ésta. De
mentirosa lo hace. Porque jugar a la distorsión de la mirada por falta
de luz, ha sido una actividad explotada hasta el cansancio. Vence así el
equívoco, crece la confusión y el insomnio es un hecho fugaz. Todo este
movimiento no es más que para lograr frotar una de sus piernas en el
pasto y es por eso que finge no poder dormir, como si su mente no
abarcara más que ese estado.
Se da vuelta deseperada en su lecho,
pero su conciencia está pendiente de cada rozada de su pierna sobre el
pasto, ese extremo momento en que sus vellos se erizan levantandose de
la pierna y creando otro circuito de cercanía.
Sigue con los ojos
cerrados. Se mueve imperceptiblemente hasta dejar de hacerlo del
todo.
No se mueve porque la primera lluvia se deja caer sobre la
plaza.
No dormirá, ni podrá gozar con sus piernas, el particular
friso luminoso de sus vellos.
La lluvia cae en gruesos goterones y
ella se levanta del césped para protegerse debajo de los árboles. El
frío ha disminuido considerablemente, reemplazado por la incomodidad del
agua que empieza a abrir estrías en la tierra recubierta por el
pasto.
El traje gris es penetrado y la lluvia se escurre por su
carne: la espalda, el pecho, las piernas. Nada predisponía a esta
mojada, tal vez por no mirar al cielo, tal vez por eso.
Tiembla al
ver el espejo de las baldosas que empiezan a relucir por efecto de las
luces de los faroles. En cambio ella más bien en opacidad se diluye. Con
el cuerpo pesado por tanta agua que acumula su traje de lana gris. Es un
peso concreto el que arrastra en cada uno de sus pasos; el traje es una
carga cada vez más oscurecida, en cambio la plaza aparece de manera
favorable, ampliada, relumbrosa.
Y ella no, es ese traje que la priva
de su atávica belleza, más que la lluvia que en sí no es sino un
aditivo. Falló. Eligió mal su ornamento más cercano. Otra vez trabajó
como aficionada. Por lo tanto juega a perder esa escena. Queda rígida
esperando el cese del agua que no se detiene, al revés, se deja caer con
más fuerza. Su cuerpo tambalea. Es su estructura la que está cerca de
caer. La plaza la ha sobrepasado. Está a punto de perder su aparataje,
ella no era un adorno para la plaza sino a la inversa: la plaza era su
página, sólo eso. Pero su cara crispada ahora, su pelada mojada, su
cuerpo magro que hace para el que la lee veta de árbol,
desperdicio.
Reflexiona, sus ojos recorren su traje, se limpia el
agua de la cara.
Mira a su alrededor y constata que ningún pálido ha
llegado esa noche y aunque aún es tiempo, intuye que no vendrán, como si
el espectáculo que les fuera a ofrecer ya no tuviera sentido. Está sola
y por eso su actuación es nada más que para el que la lee, que participa
de su misma soledad.
Enfrentarán mirada a mirada, pensamientos
enfrentarán y sólo por eso habra que inventar el placer que se ha
evadido.
Sale del árbol y de lluvia es anegada, dice -tengo sed- pero
con porfía cierra los labios, da lugar a la alucinación, tensa su mano
por espanto.
Asumío la retórica del acertijo, hundida en lo cotidiano
de esa situación trepó en lo indescriptible. Se supuso: con neones,
sortijas, aretes. Cuadriculada de fetiches volvío a la letra trazada con
guante de seda brillante -enteramente significativa- se interroga a sí
misma en lenguaje poético y figurado. Rompe su modelo, se erige en un
capítulo.
Empieza a decir toda bella palabra hasta extasiarse,
sonriendo la dice y así este paisaje en diurno se convierte para la
noche y aunque sus párpados están traspasados, se convence de no mirar
para no ser tocada por la veta.
De lana en seda, de carne en maniquí,
hasta que la lluvia resbala por ese nuevo soporte. Así ya no es
necesario que diga más o se llame a sí misma piedra preciosa, material
sólido, para poder quizás, solazarse en esa agua que no la toca
penetrándola.
Así se transfiguró de su cuerpo apelando a sus mejores
atavíos, encontrando para sí la perfección. Pero se los retiró, optando
por su lana gris y todavía siguío refulgiendo caligráficamente con igual
brío.
Es que se niega a la contemplación de los pálidos para agotar
en ella el encanto de lo contemplado.
Nadie antes la había indagado
como ella misma ante esa imprevisible lluvia.
Con los cuidados más
significativos se topa en su límite que es el transcurso de la noche,
para decirle talvez -sortija- y se desnudaba la ficción en la que se
volcaba todas sus defensas. Sin reflectores de ninguna especie,
ensaya.
Traspasada de imagen en palabra, mediante trucos técnicos
acude a torcer el lenguaje, montándolo sentimentalmente. Rehace, corrige
las matrices listas ya para la reproducción.
Se imprimirá con erratas
conscientes y buscadas en las grietas de los pastelones de la plaza que
contienen la trizadura de cada escena. La lectura de la marca de pisadas
en la sutil diferencia de colores que sólo la lluvia logra
evidenciar.
Cada uno de esos signos es descifrable para ella. Podría
así tejer innumerables historias tan sólo decantando la trama de su
vestido de lana gris. Desenmarañar esa hebra para extenderla como
escritura en la plaza. Retejer encauzado su colorido, el gris sobre el
gris del suelo puede tentarla. Toca la humedad del traje y palpa lo
resbaladizo de los pastelones. Subir hasta los árboles y rompiendo las
ramas, completar con ellas la novela.
Transformar cada uno de esos
materiales, marcar con neones las pausas, con fluorescentes los títulos,
quebrar la esterelidad de las lluvias hasta llamar por espectáculo a los
pálidos que ordenarán una lectura posible, corrigiendo algunos textos,
sacando otros, manteniendo en apogeo las baterías, toda esa luz
eléctrica que contraría la lluvia.
Llueve
en la plaza. Pero ella ha extendido un plástico sobre el banco de piedra
y se cubre. Las goteras resuenan resbalosas sobre su cuerpo. No siente
frío e incluso está transpirando por la emanación del plástico que la
encierra. Mira la plaza. Se levanta siempre cubierta y sobre cada uno de
los bancos va dejando plásticos para preparar la llegada de los pálidos.
No es este un espectáculo inédito para ella, porque la lluvia recae
siempre después de los intensos fríos que los traspasan en las
noches.
Se vuelve a recubrir con el plástico, se queda quieta entre
los goterones, hasta que su pierna se mueve restregándose contra la otra
y nuevamente su vello erizado responde a su antojo; aún bajo la lluvia
se arrastra esa pierna suya:
Su vello púbico en las nalgas esa posterioridad frenética
el refrote.
Los pálidos saliendo y entrando cotidianamente salivosos,
cayendo desde el maremagnum: no logró el displacer.
No lo logró por
estar distante de sí el invento con que se fabricaba colores
iridiscentes la arrastró a la consumación.
No logró el displacer
porque sus piernas cedieron.
No logró el displacer porque enteramente
hermosa refrotó su pecho.
No logró el displacer en el entretejido de
sus pelos, al interior de esas mismas piernas permanecieron partículas
móviles.
Esas mismas partículas al rictus de sus labios.
Con el
coqueteo de sus piernas abiertas: los párpados y la conciencia de un
cuerpo sólido -el suyo- que adecuado a distintas situaciones pudo cobrar
una autonomía especial, negándose a la rigurosiad. Pero se escapó. Esas
mismas piernas convulsionadas por el vello pubial, párticulas generando
rictus, evitando generosamente el displacer.
Pero cómo esos rodados
pálidos permanecieron esas horas con la mirada perdida, en ese momento
privado, ajenos a la contaminación de todo otro pensamiento, dejando
esas otras piernas vacías, húmedas, vellosas, al interior humedecidas
con el esfínter contraído. Las piernas clausuradas de esos pobres pechos
sobresalientes obteniendo-consumando el displacer, señalando la
necesidad de reconstruir sus piernas en la cercanía del refrote, en la
única, inconclusa vellosidad que fantasmagórica repite el gesto
solitario.
Doblemente hermosa en el refrote que es a pesar de lo
imaginario causal líquido.
Y los pálidos sí que saben darle a su
vello púbico en el vello púbico frontal: el refrote.
Su vello púbico
en el vello púbico más sus dos piernas cruzadas al ritmo de las caderas,
pensando el refrote.
Percátate nada más de su vello púbico en la cara
el refrote: la frente, ojos, mejillas y toda la postergada
mandíbula.
Su vello púbico en el torso el refrote: espasmos en los
hombros, cuello, brazos, cintura. ¿Qué me dices de sus pechos
macilentos?
Su vello púbico ascendente, la boca el refrote: los
dientes, la lengua. A cualquiera puede asquearle la saliva. Basta.
Su
vello púbico en las manos, el intenso y estúpido refrote, pero los dedos
y las uñas saliéndose de madre.
Su vello desubicado de su lateral y
esta pierna suya cruzada al vacío, levantada fatigosamente hasta los
bordes. Esta misma cansada pierna suya buscando el alivio renal, su
apoyatura, con todo el esfuerzo sostenido hacia el vacío blando del
borde que no contiene la humedad necesaria al costado, que debería
traspasarse con la mojadura de los vellos. Esa extenuada pierna tirada
hasta la nalga buscando en la otra posterioridad la cobertura a los
vellos radiantes, hasta que los muslos entreabiertos ofrezcan otra
especie de mácula.
La cedida de la pierna que no le otorgó el
displacer porque distante de sí misma refrotó su pecho, mientras sus
manos se activaron por la violencia de sus vellos húmedos pegados
tecamente a los costados de los muslos, tejieron partículas
móviles.
Esas mismas particúlas al rictus de sus labios programando
el coqueteo ritual de las piernas abiertas, los párpados oscilantes en
el cuerpo que se desbarata en tanto sudor y así quíen puede aguantar el
displacer que no tiene la solidez de los dedos, la fulana con la mirada
perdida.
-Si yo misma presté mis piernas vacías, púbicas, vellosas,
mis pobres piernas lapidadas y así me saltó mi verdadero nombre propio
al montar ese vello púbico en las nalgas, llamándome la luz, que era tan
pesada sobre su cabeza que la nominé la madre con sus vellos en mi
cadera, al adolorido riñon, buscando incansablemente el
refrote-
Insisto, buscando el refrote -esos pálidos- que se sacan el
nombre de la postura de las nalgas como mero automatismo, hasta la
prendida de las luces que muestran los árboles en la reinscripción del
terror. Pero hasta ese minuto el cuerpo se parceliza en distintas
autonomías, cuyo eje se centra en la humedad de los vellos.
Y de
verdad que era rico el refrote de los pálidos que, sin embargo,
endilgaban sus miradas hacia otros paisajes chilenos.
Y dime
ahora qué se siente estirada en el banco, cubierta de plástico, a plena
espalda de la literatura. Porque así se puede decir cualquier cosa -dime
algo de tu arrogancia- puedes verificar como empiezan a llegar los
pálidos hasta los demás bancos y cada uno se tapa, aunque ya traspasados
bajo la lluvia y encuentran entonces sus miradas -digo- que se tienden a
traves del polietileno produciendo la desproporción del ángulo,
transformando los faroles, los árboles, el cesped, hasta que lleguen a
ubicarla -tambien deformado bulto- a la que se mueve en la impunidad del
refrote. Así la lluvia se desata sobre éstos pero se refrota en el
plástico, privando el goce carnal de esa agua.
-Pero cómo brillan
esos, cómo aguantan la maestría de sus dobleces, cómo se miran ésos y se
reciben desatados, púbicos, limpios. Saber que sus pieles se erizan por
el agua que no los toca. Sí, sus piernas y vellos con la boca remiten
gestos: la lengua sobre los labios, los ojos empañados bajo el plástico
y se encienden para nadie los faroles, para nadie este ornamento. Se
acomodan como líneas ordenadas sobre la página y toda la plaza los
imprime y toda lluvia los entinta. Se imprimen y se tensan en su propio
movimiento y por refrote son publicados: familiares en su orden,
tipificados-
-Cómo se sublevan por los toques: Ilusionismo del
plástico que los niega en módulos fragmentarios, reiterándolos como
esquirlas, circunstanciales carteles o afiches quizás, saltando desde
los resquicios, implementados como grafitis: sus cuerpos-
-Como
contrabandean sus miradas antecediendo a la plaza como antro, prófugos
de la letra impresa, apenas borradores, escritura manual, soez
terminología acusan. Pero tampoco vamos a decir que esto es escoria.
Nada de eso: construcción de una narración transitoria que asume como
modelo a una desarrapada. Tendió su proclama en cartelones, también esas
mismas palabras produjeron un rayado sobre el suelo de cemento de la
plaza-
-Relumbran enteros, como orificios sus deseos de ficción, por
atomizarse en electricidad, que se devuelve en el reverso de la página
destemplada de lecturas: así pierden sus lacras y recobran el antiguo
color, donde no están vendados los pies ni ulceradas las piernas. Todo
el catastro perdido umbilical en su insignificancia. La letra amontonada
sobre los carteles, esta desenfrenada proclama de la plaza-
-Para ser
leídos desde atrás de los plásticos que los salvan de la lluvia y por
eso descifrados, mirada y texto, cuerpo y mente se refrotan. Se abre así
la novela, surgen los personajes, se los lee bajo la iluminación de la
plaza. El plástico evita el deterioro, como cubierta, como forro. Se
ambienta la pupila y los chorros de agua gustan la caída sobre la
piel-
Pero no: marcan el cemento,
nutren los árboles, desafían la electricidad.
"Sin vida
de por medio -salvo la referencia del estereotipo deseado- han ocultado
borrándoles el stras-Chile, para disfrutarlos ornamentados como
caricaturas, a ellos mismos, que alcanzan su plenitud bajo el plástico
retirándoles los logros que alevosamente les destruyen. En la literatura
lo han echo".
"Porque a lo largo de este territorio asqueroso los han
elegido para descarnarlos transportándolos por letras, en el estúpido
procedimiento que no les revela el aura, impidiéndoles la posibilidad de
empalidecer y resurgir bajo la luz eléctrica que es la única capaz de
mostrar sus deslumbrantes lacras".
"Estrujados e impresos les han
negado esa luz para conformar estampas perfectamente falsas -sinriesgos-
esa imagen que les permite intermitentes, la ilusa distancia del que ha
creído en una clase de permanencia diferida".
"No hay literatura que
los haya retratado en toda su inconmesurabilidad, por eso ellos, como
trabajo cotidiano, se aferran a sus formas y cada gesto cuando se tocan
conduce al climax. Así se acercan hacia el final siendo ese umbral el
placer: un puro desvarío la lluvia".
"Sabiendo que no hay literatura
que se les haya diseñado, definitivamente aburridos posan. Los sucesivos
frentes a los que se exponen los remiten bidimensionales en la única,
precaria certeza que nadie abraza conteniendo la letra. Pero es más, se
doblan a tamaño natural pegando esas palabras sobre el cuerpo:
transpiran bajo el plástico".
Sin embargo comienza a caer la lluvia
en la plaza y el frío decae en intensidad. Los pálidos se agrupan en
torno a L. Iluminada. Están empapados, se cubren la cabeza con diarios,
acuden a refugiarse bajo los árboles. Sus pies se hunden bajo la tierra
hasta quedar completamente embarrados. Por primera vez sus imágenes
decaen, hasta ella misma, con la pelada mojada, presenta una apariencia
desoladora. Como una cortina, la lluvia es perceptible a travez de la
luz de os faroles. El agua corre sobre sus rostros, disminuye las
figuras, los vuelve opacos. No hay techos para protegerse salvo el
escaso ramaje de los árboles.
Estarán así mojados, sorprendidos y tal
vez se conmiseren de ellos mismos y entendiendo la fragilidad de sus
cuerpos, renieguen de la falla de la plaza.
No se mueven, sus
pensamientos siguen desarrollándose fuera de todo acontecimiento. Se
arroban en ficciones, se indagan en su situación. No hay acciones
posibles más que su propia lengua que aún, en lo propicio del ambiente,
no surge. Saben que sus diálogos trivializarían lo desgarrado de la
observación, además conocen de antemano a lo que aludirían. Ya está
escrito.
Han lanzado sus proclamas cuando ella sacó desde la bolsa el
pedazo de plástico que, por insuficiente, lo arrugó entre sus manos y lo
arrojó al suelo.
El plástico, el plástico fue una de sus tantas
ensoñaciones.
5.2............ Si el foco iluminara
su pelada, se abriría con sus propias manos esos disminuidos pelos.
Mostraría el casco iluminado.
si el pie se iluminara con el foco/
si el pie se
iluminara con el foco nada más que lo dejaría en tiempo libre rozarse,
perturbarse, hacerse uno con el pasto.
si en la costilla el foco
iluminase, si la costilla el
foco iluminase se absorvería su cuero engranujado, nadie soporta sin
pasión un foco en las costillas.
pero si cayese sobre sus espaldas
las innumerables
curvas de su columna serían registradas por el foco.
el muslo, un fragmento apenas de su muslo
levantado,
irguiendose huyendo el foco aprehendería, aunque nadie supiese que se
trata de su muslo.
si ese foco el hombro apunta la articulación
una movida
de su brazo pondría al hombro en movimiento, se cubriría el hombro con
la mano, pondría ese impedimento al foco.
En cambio
si lumpérico orden el foco iluminase, ella
perdería de inmediato su pelada, su pie, su costilla, su espalda, su
hombro, su enfoque entero, todo su trabajo.
Acude al foco/ la escena
si de gemir se trata, gime de
modo prolongado, engorroso, fino gemir si de gemir le
piden/ tiembla
su barbilla para convencer/ copa todos los gestos del gemir -para
engrupirlos-
caen los labios entornados ojos: si la caminata la
escena quisiera controlar, hasta arrastrarse la prolongaría, el paso
lerdo, el peso de los pies las plantas de sus pies lastimaría para
conseguir
.......... esa perfecta escena,
desnuda la planta de los pies, el sayo, el velo, el grueso
medallón,
.......... la cúpula, el manto,
las campanillas en torno a los tobillos, las panderetas en las manos,
.......... la seda, los hilos dorados, el
bermellón de las mejillas, los lunares pintados en la frente,
.......... la roja boca, la corona de espinas, los
dientes blancos, el laurel, l´anca mular, la bailarina,
.......... la regente ocular, la espía, la
damnificada, la víctima, la libidinosa anciana, la cortesana,
.......... la tapada por gasas, lachansonnier, la
muchacha inocente, la abandonada: gemiría a la
.......... vez todas las poses, caminaría copiando
las escenas.
Si por film o por fotografía en el banco de la plaza la
tomaran, daría cuenta en sí de los enamorados, pondría su expresión
dulce sentada en un verde banco/
.......... la anciana que hay
en ella tomaría su tejido
..........
el anciano que hay en ella
leería
.......... el niño y su pelota sonrisa al lente que le diera, la que
espera
.......... por su anhelo, mirando los bordes de la
plaza
.......... el que sufre de penurias que ella porta
.......... el perseguido que
hay en ella
.......... la perdida que ella es.
Si por instantánea toma el lente de la cámara la
requiriese, jugaría al gesto de la mano en la rodilla/
......... una caída, atrapar cualquier cosa con la
mano, sonreír, reír sin tope, estar sentada con descuido en un banco de
piedra, escondida de perfil en un árbol, bajarse las faldas de un viento
repentino, cubrirse con un diario la cabeza, toda esa naturalidad tan
conocida.
Si el sonidista la grabara, si intentara dar cuenta de
suvoz:
.......... diría parlamentos
completos - énfasis y frialdad- tonos sumisos, gritos destemplados,
terror acaso, enemistad o ese feliz encuentro, todos los diálogos
finales/ le donaría al sonidista los últimos segundos de la escena: la
muerte de la protagonista.
Pero si fuera ella la lectura, al lector se imprimiría en
letras/ lineal eficacia lograría, historia matizada, titulares, toda la
tipografía atravesara, papeles de diversos gramajes, prensa de avanzado
modelo, todo para el lector que la leyera, en letra hasta extranjero
idioma alcanzaría:
.......... inglés,
frances, provenzal alfabeto o de los despreciados aymará, mapuche, para
placer de los dominadores, se escribiría en los dialectos, para la
erudición los carateres griegos, la lengua árabe/ quechua exótico para
el eslavo/ castellano/
D´umbrales traspasaría géneros caballería/ pastoril/
picaresca/ folletín/ juglaría/ drama burgués/ panfleto/ tragedia y
comedia/ experimental intento/ escritura manual/ impresa letra/ estante,
biblioteca, lectura oral, recitaciones, discursos/ proclamas/
.......... grafitis
si el foco la apuntara, la
cámara, el sonido, el lector, los argumentos, toda esa marcada
ficción/
Si el foco, si el foco se apagara, la trama empezaría
realmente.