6.1 ... Imaginar un espacio cuadrado,
construido, cercado de árboles: con bancos, faroles, cables de
luz, el suelo embaldosado y a pedazos la tierra cubierta de
césped. Imaginar este espacio incluido en la
ciudad. Imaginar este espacio ciudadano al anochecer con sus
elementos velados, aunque todavía nítidos. Imaginar desolado
este espacio. Imaginar este desolado espacio al encenderse la
luz eléctrica: el haz largado sobre la superficie. Imaginar
toda la plaza cuadrada iluminada por diferentes haces que se
filtran entre los árboles. Imaginar allí una figura
cualquiera sentada en un banco con los ojos
cerrados. Imagianr a esa figura sentada en el banco con los
ojos cerrados y el frío extendido con violencia,
desatado. Imaginar que esa figura es una mujer con los ojos
cerrados, acurrucada para sacarse el frío, sola en la
plaza. Imaginar que esa mujer es una desarrapada en la plaza,
entumida de frío. Imaginar sus pies cruzados sobre el suelo y
su cabeza enterrada contra su pecho escondiendo el rostro, con
los ojos cerrados. Imaginar los árboles mecidos por el viento
dejando ver los cables de luz y en medio a la mujer
ésa. Imaginar la ciudad quieta, sin ruidos, sólo la noche
pasando. Imaginar a la mujer sentada en el banco con los ojos
cerrados bajo una luz. Imaginar la luz sobre la cabeza de la
mujer. Imaginar una luz de gran potencia sobre la cabeza
inclinada de la mujer. Imaginar su mano iluminada sobre el
banco de la plaza. Imaginar sus pies iluminados curvados
sobre el suelo. Imaginar la curvatura de su
espalda. Imaginarla curvada. Imaginarla en otros gestos
circulares. Imaginarla encerrada. Imaginar a la mujer con
la cabeza baja para eludir una luz. Imaginar su cuerpo
enteramente curvado iluminado por una luz de gran
potencia. Imaginar su cabeza iluminada. Imaginar su nuca
brillando iluminada. Imaginar la iluminación de sus ojos
cerrados. Imaginar sus uñas iluminadas sobre el
banco. Imaginarla sustituida bajo la luz por otra figura
curvada. Imaginar el escenario constituido por una luz de
gran potencia. Imaginar todo desarrapado bajo esa
luz. Imaginar su propio tirerío expuesto a una luz de gran
potencia. Imaginar la impresión bajo una luz. Imaginar la
extrema curvatura impresa bajo una luz. Imaginar la extrema
curvatura impresa bajo una luz de gran potencia. Imaginar la
iluminación de toda luz
eléctrica.
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6.2
..... LOS GRAFITIS DE LA PLAZA
La escritura como proclama
Santiago de Chile que apareció de
modo mentiroso y con erratas le han
quitado construcciones y es por eso que
los pálidos lo acosan como a usted que se
creía protegido. Ellos están fuera de
mediciones urbanas, en otra situación, por esto es
que la belleza acabó por derrumbarse.
Algo así como el sol que los hubiese terminado
por excluir. Pero sin embargo ésos tematizan sobre
otras fundaciones que es imposible
comprender a
cabalidad, porque los lugares en que se proponen vienen de lo más primario, de
la desinteligencia del que no conoce
el cemento nada más que en una de sus
partes.
Escribió: como la más rajada de las madonas le
presté mi cuerpo tirada en la plaza para que me lo lamiera.
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La escritura como desatino.
.
.Vinieron/abrieron huecos en la tierra
para construir sus
edificios. Tenían la fortaleza
de los de acá asombrados perseguían. Pobres
desarrapados -el lumperío- ansiando esa fuerza
que no lograban localizar porque sus
expresiones inmutables nos inhibían y así,
con los rostros erguidos, nos pasamos una vida
hasta que nos botaron. No nos contemplaban
ya que este pensamiento limitado no irradiaba
la carátula refulgente de lo divino. Cada
edificio bordeaba el agujero como árbol
aparejado. La belleza del
concreto hacía presumir el sopor.
.
.
.
.
Escribió: tirada en el césped
le dije toda bella palabra, madona, para que no se detuviera,
madona le dije
radiante.
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La escritura como ficción.
En todo lo onírico, permanentemente distanciados podríamos acceder sorprendidos a agasajos. Saltando a la
previsible primera plana como fachadas en este
desorden que implica el
cumplimiento del que recibe honores que le
son dados en préstamos por los
huecos que han dejado los otros. Y
así comparecemos iluminados por luz
eléctrica a fundar con nuestra personal
presencia el parche y heridos, tal vez
levantemos el rostro en este paisaje
retrocedidos de carnalidad para recién
entonces enfrentar estas
edificaciones que refulgen en plena
autonomía
Escribió: me mojo de puro
tormento, sí madona, me
empapo.
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La escritura como seducción
Mezcla equilibrada en serie saliendo de una
cavidad subterránea. Incidental altura que choca a
ras de suelo para comenzar a ornamentar
todo el espacio develado y así
impulsar a los ojos que no habían deseado
el portento, que no habían ni
siquiera ansiado nada, hasta la
funesta participación de los sacros en esta
especie de rastreo por
luz. Edificios habitables
en diámetros precisos. Eso fue lo que
obsequiaron. Por ello, cuando hundimos la mano en
la tierra la repulsión nos golpeó en la
cabeza, tal como lo señalan las antiguas crónicas
que cuelgan de las construcciones y que
no ofrecieron la seguridad
total.
Escribió: párteme con las ramas
madona, enardéceme con las
hojas.
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La escritura como
engranaje.
Llegaron los impedimentos y los
errores. De tal modo exteriorizada su
apetencia que la sorpresa nos dejó el alma
enferma, pero aún así lo hecho superaba el
lenguaje. Qué de reparos se señalaron -quedó
el enigma- con nosotros ligeramente
temblequeantes y
encadenados a los espíritus de los
portentos. Pero no se sabía que su
juventud era una falacia frente a nuestra
cara ajada por la falta de brillo, que
no contábamos con su maquillada/ sus
dones/ no nos desplazábamos. Se trataba
del seguimiento a costa de
transformaciones en un suelo disparejo y
recluido.
Escribió: ma ensucia ese desarrapado madona, me
mancha.
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La escritura como
sentencia.
Los héroes se convierten en huellas a seguir
entre los cables con simbologías extrañas, casi
leyendas. Sin preguntar parecer alguno nos
vinimos escarchados a traspasar los ojos,
repitiendo poses arquetípicas pero sin
ninguna conciencia. La época de las
fundaciones era la densa atascada por
subterráneos que invitaban al esfuerzo cardinal/
puntos cardinales mirando la luz que se
filtraba añadiendo un espectro más al
concepto de belleza, para ratificar la
noción de cambio estético por el mayor número
de pasadas al interior del pensamiento. Las
estaciones no desaparecieron en
forma concreta. Más bien resultaron breves a
las edificaciones que destellaron de modo
absoluto. Envolvimientos paradisíacos que a
todos confundieron en la multiplicidad de
su histeria.
Escribió: mándame al otro
madona, ha sí mándame de una vez a todos los
otros.
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La escritura como
refrote.
Entonces todo quedó adentro.
Permanecimos empotrados en estas nuevas
respiraciones, con el polvillo que consignaba
la laceración, sin
configurar de ningún modo signos negativos,
sin configurar nada en realidad. Los
hacinamientos preveían sistemas comunicativos, en
los respiraderos de esos anaqueles. Todo
confluía hacia los edificios
-mente-cuerpo-pisadas fijaban el transcurso. Llegamos
homogéneos al fin, pero distantes y sin voz. Las
señas iluminan las cabezas y ordenan llenar
las construcciones que vuelven al estado
original: páramos. Se creaban así sistemas que
requerían prontamente de implementaciones.
Uno transformado en otro miramos la
ciudad que no asemejaba nada importante en sí,
pero que una vez puestos en la vida
necesitamos tendernos en su plataforma.
Escribió: arrástrame hasta el agua madona, búscame el
surtidero.
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La escritura como
evasión.
Insanamente pálidos -merodeando- atiborrados por el miedo permanecen a la espera
de controlar el caos de la fundación. Con sus
ojos iluminados por extensa luz nos
fijamos un objetivo. Entendemos adecuados
que tanto descalabro es consistente por la
irradación aproximada de
sentido. Para ellos,
condenados, nos insisten en la búsqueda y Santiago
se desperfila en quimeras. Va quedando poco que
construir y por esto nuestros sentidos se
transfiguran para cuidar el leve atisbo de
conocimiento que perdura. Yo misma intensamente
pálida me adorno pintarrajeada para
espejearme en estos huecos, multiplicada por
estímulos cerebrales que me sitúan al borde de un
abismo que irremisiblemente me
atraerá.
Escribió: me voy descascarando
madona, es cierto, es cierto, me abro.
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La escritura como
objetivo.
Replegados nos sabíamos sin respuesta
con qué agradar después de tamaña
empresa. Nos miramos las manos que no tenían
huellas sobre las lineas y por eso empezamos a
ser ingrávidamente distintos. Estirados
sobre las construcciones, los cables
permiten constatar que se abren
bifurcaciones insospechadas/ la grandeza/ así la
mezcla podía extenderse para siempre, con
valor único, de modo equidistante al tiempo
que todavía no tenía medida entre
tanta concavidad. Los edificios modificaron
el cuerpo y la mirada -con
ingenuidad sorprendente- de ahí el ansia por
luz desde los hoyos revestidos por otra
materia. Partida desde lo negado a la vida y ya
no supimos vivirla de otro modo porque
el habitar era la quimera: un modo de
esperanza concluyente.
Escribió: tal vez no vengan madona, tal vez esta noche no
vuelvan.
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La escritura como
iluminación.
En esta ciudad reconstituida/ de opereta/ se
realiza sólo la norma restringiendo la
imaginería: se extienden entonces grandes paneles
populares privadamente desmontables y
rotativos, enormes carteles grises trabados de
nombres cotidianos. Se
imaginan: en poses distintas,
literaturescas y extranjeras, antípodas de la
fundación que aún requiere de ornamentos religiosos
que irremediablemente la desvirtúan. Despiertan al
amanecer y yo me cubro entre las sábanas traspasadas
por algo más innombrable que el
terror.
Escribió: son palabras falaces
todo esto
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La
escritura como burla.
Era un
espejismo con claves fijas. Dopados de tanto cemento se nos
producía lucubraciones no detenidas/ creadas las nociones de
alto y bajo: el sol dirigiendo la mezcla. Envejecieron de
tanto construir. La fiebre remitía a formas anacrónicas/
vacíos y llenos asolaron las miradas. No dejaron
nombres propios. Más bien usufructuaron de los consignados
por actas de nacimiento. Prevalecieron estilos anónimos que
titularon paisajes completos en distintas zonas, a partir de
huecos horadados. La época de esas fundaciones era idéntica a
la época de las máquinas/ señales de
ruidos: festinas.
Escribió: me encarcelan, me rebajan las
palabras.
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La escritura como abandono
Olvidando que hemos recorrido este país miserable con
el nombre cruzado sobre el pecho en letras de stras, el
nombre del mismo país que nos condenó. Marginados de toda
producción, ilusamente nos separamos para enjuiciar las
fundaciones. Lo sacro era tabla jugada en todo su espesor
-no nos inclinamos- al contrario, ahora asumimos por pura
negación un estado amorfo y aglutinante que nos convierte en
cimientos nuestras mentes. Y de tanto protegernos
la cabeza el cuerpo quedó deteriorado. Por la asolada,
normados y transformados comparecemos. Tú que no me
conociste entonces jamás sabrás nada de mis verdaderos
pensamientos.
Escribió: sonpalabras transitorias madona, apenas
balbuceos.
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La escritura como erosión.
Desde el trazado de las calles que vienen a abrir
otras vías hundidas por los ruidos, pero insuficientes para
tanta cabeza que aparece anterior a fundaciones de
vida, excluidas por nacimiento. Nuevas fundaciones como
llamado de atención para que los chilenos descansen sus
espaldas en esas máquinas que alzarán en varios centímetros
sus cerebros. Nos contaron que en esas fundaciones
hubo vencedores y vencidos. Yo digo que eso es verdad a
medias: hubo vencidos y muertos. Nada más.
Escribió: es cierto, los cables, los árboles, los
bancos, el césped, la luz eléctrica.
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Escribió: iluminada entera, encendida.
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Lumpérica, de Diamela Eltit Ediciones del Ornitorrinco. Chile.
1983
Fotografía portada: Lotty Rossenfeld
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