<
........
Entonces ya no vi más, se me subió la calabresa
y le quise demostrar al coso ése cuando quiero sé mover
la guinda y me saqué de encima a cuatro o cinco y cuando estuve
solo frente al golero le mandé un zapatillazo y que te lo bogliodire
y el tipo quedó haciendo sapitos pero exclusivamente a cuatro
patas. Miré hacia el entrenador y lo encontré sonriente
como aviso de Rider y recién entonces me di cuenta que me había
enterrado hasta el ovario. Los otros me abrazaban y gritaban: "ĄPa
los contras!" y yo no quería dirigir la visual hacia donde
estaba don Amílcar con el doctor Urrutia o sea justo en la
banderita de mi corner, pero en seguida empezó a llegarme un
kilo de putiadas, en las que reconocí el tono mezzosoprano
del delegado y la ronquera con bitter de mi fuente de recursos. Allí
el partido se volvió de tramite intenso porque entró
la hinchada de ellos y le llenaron la cara de dedos a más de
cuatro. A mí no me tocaron porque me reservaban de postre.
Después quise recuperar puntos y pasé a colaborar con
la defensa, pero no marcaba a nadie y me pasaban la globa entre las
piernas como a cualquier gilberto. Pero el meyado estaba en su día
y sacaba al corner tiros imposibles. Una vuelta se la chingué
con efecto y todo y esa bestia la bajó con una sola mano. Miré
a don Amílcar y al delegado, a ver si se daban cuenta que contra
el destino no se puede, pero don Amílcar ya no estaba y el
doctor Urrutia seguía moviendo los labios como un bagre. Allí
no más terminó uno a cero y los muchachos me llevaron
en andas porque había echo el gol de la victoria y además
iba a la cabeza en la tabla de los escores. Los periodistas escribieron
que mi gol, ese magnífico puntillazo, había dado el
más rotundo mentís a los infames rumores circulantes...
Yo ni siquiera me di la ducha porque quería contarle a la vieja
que ascenderíamos a Intermedia. Así que salí
todo sudado con la camiseta que era un mar de lágrimas, en
dirección al primer teléfono. Pero allí no más
me agarraron del brazo y por el movado de oro le di la cana a la bruta
manaza de don Amílcar. Te juro que creí que me iba a
felicitar por el triunfo, pero está clavado que esos tipos
no saben perderla. Todo el partido me la paso chingándola y
tirando desviado o sea hipotecando mis prestigios y eso no vale nada.
Después me viene el sarampión y hago un gol de apuro
y eso sí está mal. Pero ży lo otro? Para mí había
cumplido con los sesenta que le había sacado de anticipo, así
que me hice el gallito y le pregunté con gran serenidad y altura
si le había hablado al delegado sobre mi puesto en Talleres.
El coso ni mosquío y casi sin mover los labios, porque estábamos
entre la gente, me fue diciendo podrido, mamarracho, tramposo, andá
a joder a Gardel, y otros apelativos que te omito por respeto a la
enfermera que me cuida como una madre. Dimos vuelta una esquina y
allí estaba el delegado. Yo como un caballero le pregunté
por la señora, y el tipo, me dijo en otro orden la misma sarta
de piropos, adicionando los de pata sucia, maricón y carajito.
Yo pensé la boca se te haga un lago, pero la primera torta
me la dio Piraña, aparecido de golpe y porrazo, como el ave
fénix, y atrás de él reconocí al Gallego
y al Chicle, todos manyaorejas de Urrutia, el cual en ningún
momento se ensució las manos y solo mordía una boquilla
muy pituca, de esas de contrabando. La segunda piña me la obsequió
el Canilla, pero a partir de la tercera perdí el orden cronológico
y me siguieron dando hasta las calandrias griegas. Cuando quise hacerme
una composición de lugar, ya estaba medio muerto. Ahí
me dejaron hecho una pulpa y con un solo ojo los vi alejarse por la
sombra. Dios nos libre y se los guarde, pensé con cierta amargura
y flor de gusto a sangre. Miré a diestro y siniestro en busca
de S.O.S. pero aquello era el destierro de Zárate. Tuve que
arrastrarme más o menos hasta el bar de Seoane, donde el rengo
me acomodó en el camión y me trajo como un solo hombre
al hospital. Te miro. Y aquí me tenés. Te miro con este
ojo, pero voy a ver si puedo abrir el otro. Difícil, dijo Cañete.
La enfermera, que me trata como el rey Farú y que tiene, como
ya lo habrás jalviado, su bruta plataforma electoral, dice
que tengo para un semestre. Por ahora no está mal, porque ella
me sube a upa para lavarme ciertas ocasiones y yo voy disfrutando
con vista al futuro. Pero la cosa va a ser después; el periodo
de pases ya se acaba, sintetizando, que estoy colgado. En la fábrica
ya le dijeron a la vieja que ni sueñe que me vayan a esperar.
Así que no tendré más remedio que bajar el cogote
y apersonarme con ese chitrulo de Urrutia, a ver si me da el puesto
en Talleres como me habían prometido.
fin
|