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POESÍA Y CRÍTICA EN EL PERÚ
Por César Ángeles Loayza
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NOTICIA PREVIA (manipulación en la prensa perucha). Publiqué el siguiente artículo en el suplemento Variedades del diario oficial El Peruano; aunque, en verdad, diré que fue publicado. Me explico. Desde febrero del 2014, retomé una, en general, grata colaboración con el suplemento cultural de ese diario, ya que, luego de mi trabajo en el anterior suplemento cultural Identidades (editado por Enrique Cortez), había dejado de hacerlo. Volví al observar, con interés, el trabajo semanal de Variedades (que reemplazó al anterior suplemento), y luego de dialogar con su editor César Chaman, con quien se desenvolvió un trato amable y respetuoso. Sin embargo, como suele pasar en la vida, la realidad se impuso. Un primer problema se suscitó con un artículo donde comento un libro de Mark Cox, que cuestiona (basándose en fuentes confiables) las acusaciones contra el escritor ayacuchano Hildebrando Pérez Huarancca (1946-¿1984?) de haber liderado la cruenta acción del PCP-“Sendero Luminoso” contra la comunidad de Lucanamarca (Ayacucho, 1983). Al respecto, se evidencian algunas falacias de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), en su informe final del 2003, y de varios medios de comunicación peruanos, que sindican al autor del recordado volumen de cuentos Los ilegítimos (1980, Premio “José María Arguedas”). El editor C.Chaman descartó dicha colaboración mía, alegando que era una visón parcializada y que su misión periodística era ser neutral. Al no llegar a un acuerdo, decidí publicarlo aquí. Luego coloqué, en Variedades, otras colaboraciones sobre todo en plan de difusión cultural; hasta que llegó el día en que envié el texto –que se reedita aquí tal como salió en dicho suplemento– sobre la nueva poesía y la nueva crítica peruanas en las décadas finales del siglo XX: algo que repercute hasta la actualidad. Basándome en diferentes autores y trabajos, sustento una renovación en ambas áreas. A César Chaman –como en otras ocasiones– le pedí ilustrar mi trabajo con imágenes de los autores y textos mencionados. Cuál no sería mi sorpresa cuando, en la edición 390 (24/10/2014: páginas 6-7), vi publicado mi texto, a dos páginas, pero con una foto-mural que cubría como nube gris mi artículo: es la foto de casi todo el grupo setentero de poesía Hora Zero caminando por alguna calle limensis (en dicha imagen no aparece el poeta, y principal ideólogo de dicho grupo, Juan Ramírez Ruiz, quien al morir ya llevaba buen tiempo distanciado de los rezagos de HZ). Ante mi reclamo, Chaman me reiteró que él, y nadie más, era responsable de haberla incluido, al no hallar otra más oportuna en el archivo del diario (algo absurdo, en plena era de la Internet). Es una afirmación de la que sigo dudando, sobre todo porque él me había confesado desconocer sobre los debates culturales-literarios al provenir del área de “política”; por lo que pienso que la idea de imponerme una imagen fuera de lugar, y de foco, debió ser decisión de otra persona durante la diagramación. Como sea, mi incomodidad fue doble: 1) porque ese grupo y los 70 no eran temas de mi colaboración, y 2) porque no pienso, ni tampoco los autores que cito en mi artículo, lo que se remarca con el protagonismo visual de dicha foto, y con esta leyenda debajo: “A paso firme. Por trascendencia y fuerza creativa, el movimiento Hora Zero es considerado como el más importante colectivo de poesía de la segunda mitad del siglo XX. Así lo reconocen los críticos”. En síntesis, dicha grotesca manipulación me llevó a renunciar a Variedades, y mereció la solidaridad, que agradezco, de algunas personas, como el escritor y crítico literario José Güich.[1] Por todo lo anterior, y a pesar del tiempo transcurrido, no quise dejar pasar otro ejemplo de intromisión censora y manipulación ideológica en la escena culturosa & el periodismo nativos, así como deseo expresar mi posición crítica acerca de esta versión criollona de Hora Zero y aliados. Por lo que decidí republicar mi artículo en esta revista (algo que agradezco a su editor, y que es una versión editada de mi ponencia en el “Primer Congreso Internacional de Poesía Peruana 1980-2006. Homenaje a Carlos Germán Belli”, realizado en Madrid). Deseo divulgar mejor el trabajo creativo y crítico de las nuevas promociones de autores, algo que suele incomodar a ciertos envejecidos intelectuales y creadores en los tiempos que corren. La velocidad no se condice con el oportunismo: la velocidad tiene que ver con la honestidad, con la verdad radical, y con no tamizar nuestras posiciones ni nuestras palabras en el aire o en papel. (c.a.l.)
Nuestra literatura carece de un carácter orgánicamente nacional. En su sétimo ensayo, Mariátegui señaló características centrales de la misma, aprovechadas luego por teóricos como Antonio Cornejo Polar, al precisar que en el Perú conviven diversos “sistemas literarios”, cada uno con diferentes cursos, representantes, objetivos y tradiciones. Es decir, una multiplicidad contradictoria de voces y poéticas, cual amplio torrente de aguas encontradas en territorios nacionales o regionales, donde diversos “flujos”, de diversas canteras literarias e históricas, contienden por la hegemonía.
Desde hace buen tiempo, existe un valioso corpus crítico, en sostenido aumento y calidad, y autores que van afinando sus sensibilidades yherramientas intelectuales para afrontar los retos que plantean la poesía y la realidad peruanas contemporáneas. Lo cual data desde fines de los 70, durante un curso político que se enrumbaba hacia la ola neoliberal de los años 80 y sobre todo los 90.
Veamos algunos ejemplos. Carlos López Degregori acota, en su amplio e incitante trabajo, “Antes del fin/ Un acercamiento a la poesía peruana 1975-1994” (Humanitas 31: julio-diciembre 1994), que lo anterior desembocaría, a inicios de los 80, en la fundación de uno de los últimos colectivos literarios que merecen este nombre, de actitud epatante: el Movimiento Kloaka. Pero este curso de transición entre dos décadas, en más de un sentido cualitativa y radicalmente diferentes, evidenció aun mejor sus características en la caliente polémica entre Mario Montalbetti, Róger Santiváñez (de Kloaka), Enrique Verástegui (de Hora Zero) y Oscar Malca (del grupo arequipeño Ómnibus), en 1983, en la revista Hueso Húmero.
Mirko Lauer, un escritor del 60 atento a los vaivenes vanguardistas o protovanguardistas del arte y la literatura (no sólo) en el Perú, también publicó otra propuesta temprana sobre la nueva poesía peruana de los 80: “Hacia una generación poética del ochenta” (Hueso Húmero 1: abril-junio 1979).
Un hecho resaltante, a fines del siglo pasado, fue que la mayoría de la crítica provino de los propios poetas. Una temprana muestra de este aserto fue la selección de poesía peruana La Última Cena (Lima, 1987), con doce jóvenes autores de los años 80. La historia sobre esta selección (no se presentó como antología) es rica en anécdotas, y tuvo una celebridad que aún conserva; quizá también por las voces allí representadas, y el prólogo firmado crípticamente por AACC, donde se plasmó uno de los primeros alcances sobre la nueva poesía en el Perú. Entonces, si la promoción del 60 tuvo en el crítico Leonidas Cevallos al autor de la mítica antología Los nuevos, y los del 70 tuvieron en el crítico de moda, José Miguel Oviedo, al autor de la antología Estos 13 (número pagano), los años 80, en consonancia con el desencanto de muchos jóvenes sobre la cuestionada praxis política de sus mayores, tuvieron en sus novísimos poetas (José Mazzotti, Róger Santiváñez y Rafael Dávila Franco) a los propios hacedores de esta selección y del mentado estudio introductorio.
Saltando algunos años, nos topamos con la trunca polémica entre Rodrigo Quijano y Peter Elmore en Hueso Húmero (diciembre de 1999 y julio del 2000). En ella, los argumentos del primero seguían la nueva línea crítica de la poesía peruana, con la tesis que las humanidades y la “ciudad letrada” (parafraseando a Ángel Rama) se replegaron, desde los años 60, ante el avance de la cultura oral y visual de los medios de comunicación. Quijano relacionó ello con la migración masiva desde las provincias andinas hacia algunas urbes del Perú.
Uno de los libros de crítica más ambiciosos hasta hoy es Poéticas del flujo/ migración y violencia verbales en el Perú de los 80 (Lima, 2002), de José Antonio Mazzotti, donde se plantea una estructura y metodología de análisis renovadoras. Destaco el primer capítulo, dedicado a la poesía quechua para aprehender el verdadero carácter de la literatura en el Perú. Este autor evidencia vasto conocimiento de la literatura colonial y, por ende, de las variantes en torno a esas dos patrias, para decirlo fácil: la andina y la occidental, que desde los tiempos del dominio español conviven y contienden en nuestra historia. Junto a ello, la familiaridad de Mazzotti con las propuestas contraculturales de los años 80, y su labor periodística en aquel período con mayor conciencia y radicalidad políticas, le permiten un panorama sobre nuestras obras literarias contemporáneas. En otro capítulo aborda a las poetas mujeres, quienes conformaron un nuevo horizonte creativo a fines del siglo pasado (no sólo) en el Perú, y en especial se ocupa, además, de una línea de poesía (la del citado Movimiento Kloaka) cuya radicalidad anarca, de lenguaje fragmentado, al ritmo de un país cada vez más roto y desgarrado en los 80, fue mal recibida por el sector academicista de la escena cultural y periodística en el país. Con los años, sin embargo, esta línea poética ganó reconocimiento crítico con dos de sus más conspicuos exponentes: Domingo de Ramos y Róger Santiváñez.
Por otro lado, dos de los ensayos más documentados y polémicos sobre el colectivo Hora Zero, de los 70, corresponden a Paolo de Lima y Luis Fernando Chueca (respectivamente: “La Universidad de San Marcos, la Revolución y la ‘involución’ ideológica del Movimiento ‘Hora Zero’. A veinticinco años de ‘Palabras urgentes (2)’ de Juan Ramírez Ruiz”: en Ciberayllu, diciembre 2005; y “Alcances y límites del proyecto vanguardista de Hora Zero”: en Intermezzo Tropical 4, 2006). Ambos representan una línea crítica que incide en la interacción entre violencia política y poesía actual, en el Perú. Al respecto, varios otros autores indagan en esta temática; como Victoria Guerrero, Juan Zevallos Aguilar, el citado José Antonio Mazzotti, y yo mismo, con diversas búsquedas y resultados. [2]
En “Consagración de lo diverso. Una lectura de la poesía peruana de los noventa” (Lima, 2001), del poeta Luis F. Chueca, hay un significativo aporte para comprender el último tramo de nuestra poesía culta escrita en castellano en el siglo XX. Como en otros textos referidos, ni la crítica literaria ni la poesía se aprecian fuera de los procesos sociales en el Perú y el mundo. Este ensayo es un verdadero mapa respecto de las poéticas de los 90.
En el libro colectivo, En la comarca oscura. Lima en la poesía peruana 1950-2000 (Lima, Universidad de Lima, 2006), destacan los ensayos del propio Luis Chueca sobre la obra de Domingo de Ramos, y el de Carlos López sobre Róger Santiváñez. Son artículos de vasos comunicantes con otras aproximaciones críticas en torno a esas poéticas, fragmentadas y esquizoides, de los últimos años en nuestra poesía (véanse, por ejemplo, mis ensayos sobre ambos poetas mencionados, en los portales Ciberayllu y letras.mysite). Asimismo, en este libro, López Degregori (quien integró el grupo La Sagrada Familia) publica uno de los pocos trabajos críticos serios sobre la poesía de Monserrat Álvarez, una de las voces o gritos más sonoros de los 90, donde se evita la complacencia con la escritura de esta autora (y que no pocas veces acompañó las reseñas de su buen libro Zona Dark). Destaca un rasgo central, compartido por otros autores de ese periodo: una poética imbuida de escepticismo militante ante posibles transformaciones sociales, y la apuesta por una violencia (verbal) irracional, sin mayores certezas, dentro de una "Babel postmoderna" como dice López Degregori.
El último trabajo que resalto es “Literaturas periféricas y crítica literaria en el Perú”, del ensayista y catedrático puneño Dorián Espezúa (en Ajos y Zafiros, 2002). El título nos interpela por una mayor amplitud y sensibilidad críticas sobre las otras literaturas peruanas. Se remonta a la fundación de la historiografía literaria en nuestro país, con Riva Agüero, Luis Alberto Sánchez y Mariátegui, y revisa diversas promociones de escritores posteriores que han desarrollado, desde diferentes perspectivas, las líneas matrices marcadas por dichos fundadores a comienzos del s. XX.
En síntesis, en los trabajos más serios de crítica literaria en nuestro país, correspondientes a las últimas décadas, se reconoce una metodología interdisciplinaria que integra aportes teóricos diversos, sin soslayar la teoría marxista para la transformación de la realidad, en abierto diálogo con otras líneas de análisis y acción contemporáneas. Así viene afrontando nuestra crítica literaria actual aquella multiplicidad de nuestra literatura, sus diversas tradiciones, retos, voces y propuestas verbales.
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Notas
[1] ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE PERUANISTAS. “Grosera manipulación en el diario oficial El Peruano”. Ver esta nota del narrador José Güich Rodríguez, profesor de la Universidad de Lima: "En el reciente número del suplemento Variedades de El Peruano del pasado viernes 26, aparece, en las páginas 6 y 7, un artículo de César Ángeles titulado "Poesía y critica". Este, serio y riguroso, hace un balance de los más significativos aportes de la crítica sobre poesía de las tres últimas décadas, en especial, de la realizada por investigadores que, a su vez, son destacados poetas. Pero quien editó el texto manipula escandalosamente la voluntad del mismo. Coloca una desproporcionada imagen de los integrantes del movimiento Hora Zero (respetable momento de nuestras letras), pero da la casualidad de que ese no es el tema que aborda Ángeles. No es ético ni aceptable que se deforme la intención de un autor y, en segundo término, que se juegue con el lector de ese modo. El asunto es simple: si Hora Zero fuese el eje de la nota, pues no habría objeciones; sin embargo, al no serlo, se atenta contra la verdad y el prestigio de un ensayista como Ángeles, caracterizado por su profundidad y suma dedicación. Todo tiene un límite: la amistad no puede fungir de pretexto para copar los espacios, tratando de silenciar a otras voces opinantes".
[2] Agrego aquí que tanto Paolo de Lima como Luís F. Chueca han sumado dos investigaciones panorámicas en relación al tema que aquí nos ocupa. El primero publicó su libro Poesía y guerra interna en el Perú: 1980-1992 (Edwin Mellen Press, 2013), que es su tesis doctoral; el segundo acaba de sustentar su tesis doctoral titulada “Nación y violencia en la poesía peruana (1983-2014)”, que será publicada. En ambos casos, quedan pendientes mis comentarios críticos respectivos.