Mama Marx, de Carmen Berenguer
Una poética a destiempo
Lom Ediciones
2007 123 páginas
Por
Felipe Ruiz
La poesía que Carmen Berenguer viene entregando desde hace
varios años está cifrada en la contingencia. De ahí, desde su visión
panóptica, escudriña los gérmenes de la nueva sociedad chilena y hace
lugar a su encuentro con las mocedades de la rebelión y la contra
cultura. Es por eso mismo que Berenguer viene a sumarse a una lista
no corta de autores que en los ochenta dieron
lugar a la llamada “escena de avanzada” chilena, y desde esa etiqueta
– por más formal que nos parezca -, su poesía hace sentido y encuentra
eco: en su constante retroalimentación con una urbe marginal y soterrada,
en sus no escasas alusiones a la teoría crítica y a la contra cultura.
Es por eso mismo que uno pudiera esperar, a estas alturas del partido,
un intento por superar la abigarrada poesía crítica que tan buen resultado
dio en una de sus obras mayores, Naciste
Pintada (Cuatro Propio, 1999): obra que, si recordamos,
trabaja una serie de complejos entramados históricos a modo de pequeños
núcleos temáticos que van dando vida a una poesía de crónica, o una
crónica poética. Mama Marx, la última entrega de Berenguer,
parece sumarle páginas a esa obra antes que traslucir un salto hacia
una nueva propuesta.
En efecto, vemos a lo largo de estas páginas un continum con la obra
mayor de Berenguer que viene a ratificar su posición entre la crónica
y la poesía, pero que esta vez busca instalarse en la esfera del Santiago
surgido posterior al año 2000. Este Santiago, por decirlo así, que
ya reconoce ciertos personajes de su urbanidad más escondida y sabe
albergar a la marginalidad de un modo distinto al Santiago de los
90`. Por lo mismo, ya no asombran tanto las citas, por ejemplo, al
Divino Anticristo, personaje que pulula el Barrio Lastarria vendiendo
cachivaches en la calle. El poema de Berenguer resulta, en este sentido,
más acomodaticio ahora que hasta el diario The Clinic se ha
encargado de endiosar al Divino: “¿Por qué atajos lúcida y esplendente
traiciona estos donaires citadinos con que el nuevo lujo atavía las
palmeras sus centros y de resorts nuestras laderas?/ Errante y nuevo
susto atávico del porvenir./ Se oye el canto de una jilguera nueva
haciendo chirriar/ las ondas atmosféricas de este pequeño y gran centro
de la ciudad”.
La poesía de Berenguer resuena dura y sentenciosa, enjuiciando categóricamente
el surgimiento de este “nuevo lujo” con que Santiago parece bañarse.
El chiste sonaba, quizás, nuevo en el Santiago de los 90`, donde recién
se instalaba cierta escena crítica ante el consumismo (Moulián) o
ante la barbarie de la ciudad contemporánea (Fouguet, Zambra, Carrasco).
Pero ahora, ad portas de una nueva centuria, parece más bien un juego
deslucido de imágenes que vienen a repetir una fórmula. Con todo,
ese poema es por mucho el más bajo de la serie. Uno de los puntos
más altos de Mama Marx quizás se alcancen en Puente del Arzobispo,
un poema extenso colmado de un romanticismo peculiar, con ciertos
visos de nostalgia ante un Santiago que se desvanece en sus puentes
sobre el Mapocho: “En cierto modo tú, mi apasionada. Tengo tres libros
en la mesa, algunos recuerdos vagos./ No tan vagos. Escribo desde
lejos. Ya no soy nadie. Nunca lo fui. El río pasa por su despeñadero
sin cauce y me desdecirás”.
Y es que, por lejos, lo mejor de Berenguer parece resonar cuando
se aleja de los aleros de la contra cultura o una crónica ex profeso
y da rienda suelta a un romanticismo que parece acomodarse muy bien
al tono citadino de sus poemas, que denotan un conocimiento acabado
del paisaje retórico de la ciudad de Santiago y su lenta (pero constante)
transformación en una urbe moderna.
La poesía de Berenguer debe llamarnos aún la atención. En ella resopla
el vértigo del realismo sucio norteamericano pero también las voces
de la crónica local (Lemebel, Casas), de la mejor poesía de la escena
de avanzada y del encuentro febril del Santiago con la modernidad.
Mama Marx puede que no sea una obra mayor de la autora, que nos tenía
acostumbrados a un ritmo de grandes poemas sin altibajos, pero para
el lector que recién se asoma un tipo de poesía que se ciñe bajo los
visos de la disidencia sigue siendo una buena apuesta.