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Adolfo Couve


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Adolfo Couve
LA LECCION DE PINTURA (fragmento)

Capitulo tercero

.......Al tiempo que el alba calcaba su rostro sobre la superficie del estero, rescatando de las sombras sus contornos, Elvira y su hijo se dirigían a la droguería. Allí, el niño, en el mesón, junto al pupitre de su madre, aprendía a trazar palotes y vocales, para luego deletrear, a media voz, con el fin de no perturbar al señor Aguiar, sus primeras lecciones.
......El farmacéutico, a pesar de mostrarse concentrado en medir sustancias químicas en las balanzas enclaustradas en fanales de vidrio, no dejaba de escudriñar a su pequeño pupilo, llenándolo de ternura la manera tenaz con que éste se aplicaba al estudio. Sin que el niño se percatara, le espiaba silencioso sobre el hombro, mientars los anteojos de cristal le resbalaban por la nariz. Elvira, a su lado, se hacía la desentendida, ofrendando el tutelaje de su hijo a su patrón, como muestra de agradecimiento, actitud que la obligaba a controlar y disimular los secretos arrebatos de su corazón. Terminada alguna tarea a que lo había sometido Aguiar, el pequeño se dejaba caer con dificultad del alto taburete, y con el cuaderno en la mano se acercaba al farmacéutico, quien deliberadamente tardaba en darse por aludido.
.......-¿Que sucede? ¿Ya has terminado? ¡Pero qué rapidez! Veamos... ¡Correcto! Ahora sumarás y restarás también.
.......Augusto volvía a trepar hasta alcanzar el mesón y se entregaba de nuevo a sus murmullos y a contar, una y otra vez, utilizando los dedos de las manos. También los ocupaba para borrar, y entonces presentaban las operaciones con un agujero, lo cual hacía que el señor Aguiar le recomendara usar la goma con tal dureza fingida que los ojos de Augusto se empañaban a la vez que la pluma de Elvira se detenía, sin que ésta se atreviera a observar la escena. Cuando la carcajada sonora del farmacéutico revelaba que sólo se trataba de una simple broma, y el pupilo terminaba sobre las rodillas del viejo solterón, la lapicera de Elvira volvía a deslizarse como siempre.
.......Aguiar reglamentaba los horarios del pequeño, permitiéndole recreos entre lecturas, copias y cifras. Como de continuo debía acudir al pueblo para enviar desde la estación alguna encomienda o abastecer a la farmacia de la señora Leontina, solía pedir al pequeño Augusto, durante esos descansos, que lo acompañara. Utilizaba para sus trajines una carretela de ruedas altas que remataban en un toldo muy elegante lleno de guardamalletas y borlas de colores, que se apoyaba en cuatro varas endebles. Era corriente ver al niño aguardar largo tiempo a que Aguiar se desocupara de sus asuntos para continuar viaje.
.......Como el pequeño era rápido en resolver los problemas que el señor Aguiar le planteaba, y este se impacientara porque a cada momento el chico le interrumpía, comenzó Augusto, para tardar más tiempo, a dibujar al pie de las cifras y de las frases. Al comienzo fueron simples puntos de colores, luego figuras ornamentales, y finalmente dibujos que lo absorbían de tal modo que esta vez era Aguiar quien debía llamarlo.
.......En un principio el farmacéutico lo regaño por "decorar" las páginas, cuando su obligación era presentarlas impecables; pero con el tiempo comenzó a interesarse más por los dibujos que por el resultado de las operaciones. Sobre todo que, a medida que estos prosperaban, los números comenzaron a arrojar resultados erróneos.
.......-¿De dónde has copiado esto?- inquirió en cierta ocasión al observar el dibujo de una carretela igual a la de la droguería, tirada por un caballo que mostraba un escorzo complicado.
.......-¡No lo he copiado: lo hice de memoria!- replicó Augusto.
.......Aguiar, sin decir palabra, dobló la hoja y se la echó al bolsillo.
.......Día a día se fueron acumulando estos bocetos, que el farmacéutico introducía, luego de fechar, dentro de una carpeta, sin mayor alarde, para que el pequeño se expresara libremente y no lo hiciera tras la búsqueda de reconocimiento. Esta razón indujo a Aguiar a no mostrarle sus libros de arte, cuidando de este modo que el niño no cayera bajo influencias prematuras.
.......-Yo soy capaz de copiar el cuadro grande- le expresó un día, señalando el retrato del alquimista.
.......-Inténtalo: aquí tienes una acuarela- respondió Aguiar, extrayendo del cajón de su mesa una caja que guardaba para alguna ocasión especial.
.......El asunto tomó las características de un duelo. Por un lado Aguiar no demostró el menor interes por revisar el trabajo, y el niño, por su parte, copió sin levantarse de su puesto ni una sola vez. De reojo se observaban, mezclándose en sus pechos toda suerte de sentimientos encontrados. Al término del día, Aguiar hizo como que ignoraba el desafío, no acercándose siquiera al mesón en donde quedó la copia terminada. El pequeño Augusto, con los ojos afiebrados y la emoción impidíendole comportarse naturalmente, salió tras su madre sin despedirse.
.......Aguiar estaba solo. La lámpara de opalina verde se balanceaba levemente, imprimiendo sobre el piso un ruedo de luz que oscilaba tiñendo y destiñendo las baldosas. Primero se dedicó a cerrar la sala, dejando para el final la revisión de la copia que picaba su curiosidad. Antes de poner llave al estante estuvo tentado de salir y dejar para el día siguiente el asunto, pero al darse cuenta que se ponía a la altura de un niño, se acercó resuelto al mesón y cogió la cartulina. A punto estuvo de caer desmayado. Sus ojos no cesaban de ir de la acuarela al cuadro que colgaba del muro. Lo que tenía entre sus manos era una pequeña obra maestra, de una perfección técnica increíble. La limpia aplicación de los colores, el orden inteligente de su ejecución, las soluciones, la síntesis y economía de medios, eran dignas de un gran pintor.
.......-¡Dios Santo, este niño es un genio!- exclamó con la boca abierta, mientras no atinaba sino a apoyarse contra el muro.
.......Luego, dejando la puerta abierta mientras la lámpara se cimbraba con renovada velocidad, subió a duras penas a la carretela y cogiendo con fuerza la acuarela en una mano, no cesó de fustigar al animal, que a punta de brincos le llevó hasta el puente para luego descender por el otro costado y enfilar el sendero rumbo a Morandé. Envuelta en polvo, mientras el ruido ensordecedor sacaba de sus lechos a buena cantidad de curiosos, se detuvo bruscamente junto a la empalizada que apenas podía sostener las matas de manzanillones.
.......-¡Augusto!- gritó fuerte, precipitandose contra la puerta, y atravesando el vestíbulo se echó de bruces encima del niño, que asustado como su madre, permanecía erguido sobre la cama.
.......-¡Augusto! -atinaba sólo a decir- ¡Augusto: tú no sabes...!
.......Y fijando la vista sobre la acuarela que arrugada había caído junto al lecho, creyó verla girar, mezclandose sus colores hasta adquirir una velocidad sorprendente, vislumbrándose allí ciudades, premios, reconocimientos, viajes, museos, éxitos, honores; y ante los ojillos ávidos de Aguiar volvieron a pasar las innumerables páginas de sus biografías de artistas, confundiendose entre ellas la del pequeño Augusto. Tenía en sus manos uno de esos talentos, pero esta vez vivo, nuevo, como si alguno de esos personajes que taas veces observara en sus libros a la luz de la bujía, se hubiera desprendido de aquellas hojas en reconocimiento a la sostenida y entusiasta veneración que siempre brindó a los que les fue dado el privilegio y la suerte de crear.

Capitulo Cuarto

.......Los primeros años del pequeño artista transcurrieron entre la droguería y su casa de Morandé, bajo la tutela cada vez más estricta del farmacéutico. Durante todo ese tiempo Augusto desarrolló múltiples actividades, dando preferencia, sin embargo, a sus estudios escolares y ejercicios artísticos. Nególe Aguiar acudir a la escuela, argumentando que el ambiente de ese establecimiento parroquial no era el adecuado a un futuro gran artista. Parecía olvidar el farmacéutico todas las desdichas leídas acerca de los pintores, escultores y poetas, al fomentar en el hijo de Elvira una carrera que el mismo se encargaba, durante sus tertulias, de denunciar como dura e injusta. Desde aquella noche en que advirtió la fidelidad con que el pequeño había copiado el óleo del alquimista, se ocupó no sólo de instruirle, sino además de su ropa, nutrición y todos los pormenores que su frágil madre jamás habría podido brindarle. No obstante, aunque su dedicación era acuciosa, tuvo el buen criterio de no insistir respecto de lo que más le interesaba: la orientación que debía seguir en cuanto al aprendizaje de su verdadero oficio. Incluso se privó de obsequiar a Augusto una caja de óleos, aduciendo que era prematuro ya que tal vez el uso inadecuado de esos materiales le acarrearía vicios difíciles más tarde de corregir. ¿No le había sucedido a él lo mismo respecto de su violín? ¡Nada de improvisaciones ni malas influencias!
.......Esta política del tutor permitió a Augusto alternar su dedicación por el dibujo y la acuarela con la práctica de la amistad y el descubrimiento de la naturaleza. Por ello era frecuente que durante días se ausentara de la droguería, permaneciendo en Morandé allegado a alguna familia numerosa, donde se sentía hermano de otros niños e hijo de un hogar normal.
.......A veces Aguiar, desde la galería, veía avanzar en fila india por el puente, hacia el pueblo, a una familia completa, y mezclado entre los últimos retoños, a su protegido, al parecer dichoso con la expectativa de visitar a algún pariente ajeno o bien comprar una golosina.
.......-En una familia de patos va un cisne- se decía, moviendo significativamente la cabeza para luego ingresar en las oficinas.
.......Augusto prefería trabajar fuera del alcance de Aguiar, y así solía encontrársele en los modestos boliches de su barrio, rodeado de campesinos, dibujando en un grasiento papel de envolver que apoyaba sobre la tapa de un barril. La vieja Flavia, tomando la lámpara del mostrador, la sostenía en alto, cerca del pequeño, que sin interrupción iba retratando a los parroquianos que se le sentaban enfrente. Todo allí se ajustaba al ritmo de su mano, que libre de inhibiciones se deslizaba segura de si misma. La quietud de la tarde, la intensidad que confiere a los ambientes la pobreza, tan justa ordenadora y coleccionista de objetos adecuados, eran un deleite para el artista, que, a pesar de su corta edad, presentía que en lugares asépticos como el interior de la droguería era imposible encontrar sombras sugerentes, colores profundos y composiciones caprichosas, como allí junto a las papas y las frutas, que se destacaban nítidas del hollín y la pátina de los muros. Cuando sus ojos, al incursionar en el fondo del almacén al que la falta de luz confería una distancia infinita, encontraban algún tiesto que defendía a duras penas su tono, o una taza blanca, que por contraste la obscuridad realzaba,él, con una vehemencia que desconcertaba a los parroquianos, intentaba con sus precarios materiales atraparlos en toda su plenitud.
.......Sabía que al entregar al señor Aguiar esos trabajos trasladaba de lugar una realidad, adquiriendo aquellos dibujos y bocetos, captados en ambientes tan próximos a la naturaleza, una gran categoría.

.......-¡La realidad! ¡Siempre la realidad! ¡Nunca nada de memoria!- repetía el tutor, guardando celosamente en las carpetas aquellos testimonios que sólo en la pobreza se producen y que en vano se buscan en sitios más refinados.
.......Cuando por las tardes Aguiar se retiraba a su casa, era su costumbre acompañar el atardecer desde la galería. El sol, al dorar aquellos vidrios, impedía al farmacéutico ver los matorrales que corrían paralelos al estero, tras los que iba el camino que llevaba hasta la pequeña casa de su protegido. Al apagarse estos Aguiar se ponía de pie, y escudriñando a través de esas lejanías intentaba localizar las titilantes luces del barrio.
.......-Allí hay un gran talento- exclamaba en voz baja, volviendo a su sillón de mimbre, abandonándose a la oscuridad, en la que desaparecía.
....... Intuyendo Aguiar que las cosas tomarían otro giro, ya que el niño muy pronto dejaría de serlo, pensó que a modo de secreta despedida resultaría conveniente llevarlo a Santiago. Antes le hizo confeccionar por la señorita Toro un abrigo escocés, al que ella, por su cuenta y sin respetar la moda, le agregó una pequeña esclavina del mismo género y una gorra con visera. Aguiar, habituado a la indumentaria de los pintores malditos de Montmartre, quedó encantado con la apariencia un tanto anacrónica de su pupilo.
.......
....... .
Viajaron en tren, en un vagón reservado, de los que llamaban "salon", donde en vez de butacas fijas había sillones de felpa diseminados a gusto del pasajero. El programa consultaba: almuerzo en el hotel Crillón, visita al Museo de Bellas Artes, y asistencia por la tarde, antes de regresar, al Teatro Municipal, que estrenaba la ópra Lucía de Lammermoor. Interpretaba el papel protagónico una soprano extranjera.
........En cuanto llegaron, un taxi los condujo al museo, ya que aún no era la hora del almuerzo. De la mano ascendieron la hermosa escalinata de piedra. Afuera, el verdor del parque descalificaba los paisajes pintados que los visitantes se aprontaban a admirar. Ni Aguiar ni el niño estaban para reflexiones semejantes. Al ingresar, primero que nada, el farmacéutico se quitó respetuosamente el sombrero ante El descendimiento del escultor Virginio Arias, que al centro del vestíbulo, recibía toda la iluminación proveniente de la gigantesca claraboya de vidrios empavonados. Deslizando su mano por las suavidades del mármol, iba reconociendo las diferentes figuras del grupo.
.......-¡Una obra maestra! ¡De una sola pieza!- enfatizó.
........Y la visita continuó por las salas contiguas, atrayendo la atención del farmacéutico los óleos de Juan Francisco González, Eguilúz y Pablo Burchard, pintores afines a los artistas europeos que él tanto admiraba y a los que podía adjudicar los epítetos que destinaba a los otros. Augusto reparó en cambio en aquellos de principios del siglo diecinueve, Monvoisin, Wood, Searle y Rugendas. Sobre todo en una gran tela de Monvoisin que representaba el 9 de Thermidor, día en que Robespierre cayó en desgracia. Se veía al líder de los jacobinos desesperado en su intento de acallar a los insurgentes. Su mano se apoyaba en una campanilla a la que nadie prestaba atención. Toda la tela, pintada con relamida técnica, más parecía una ilustración que una realización plástica.
.......-¿Te gusta eso?- indagó Aguiar haciendo un gesto de desagrado, como si hubiese comido algo indigesto.
.......-Mucho- dijo el niño. Le era imposible apartar la vista del lienzo.
.......-¡Aquello es pintura neoclásica, literatura, poquería, basura! ¡Escuela enemiga de los pintores romanticos e impresionistas, artistas libres, sanos, de la luz y del paisaje!
.......-¿De quién es?- repuso el niño, no haciendo el menor caso a las palabras con que Aguiar descalificaba la obra.
........-De Monvoisin... un pintor de segundo orden, compañero de Ingres, otro porfiado- replicó.
....... .Al darse cuenta que al muchacho le eran indiferentes sus opiniones, se refirió a la técnica del pintor decimonónico para terminar de desprestigiarlo:
........-¿Quieres saber como hacía sus retratos?
.........El niño apartó la vista del cuadro y observó curioso a su protector.
........-Cuando retrataba, para ahorrarse tiempo y trabajo, pegaba los encajes directamente a la pintura fresca y luego los arrancaba, dejándolos impresos, y así conseguía engañar al cliente con toda una treta artificiosa, ya que no tenía el talento de lograrlo de otro modo. ¡Negociante! ¡Para ganar más dinero y "hacerse la América"! En cambio... los impresionistas... con nada... dos o tres toques... ¡te alejas y se arma toda la calidad de los paños!
........-Prefiero éste- se atrevió a decir Augusto, mientras Aguiar, sin responderle, lo sacaba casi a tirones de la sala.
.........En el hotel Crillón fueron servidos por dos mozos, uno de los cuales antes de que Augusto se sentara a la mesa, le quitó su complicado abrigo.
........-¿Que te parecen los gobelinos que cuelgan de los muros? -inquirió Aguiar-. ¡Son auténticas piezas del siglo diecisiete!
........El niño, al dirigir la mirada hacia las telas, sobre el sutil diseño de las figuras recordó la violenta escena de los jacobinos.
........-¿Quién era Robespierre?
........-¡Otra vez! Un tirano, un dictador, personaje relevante de la revolución francesa.
........-¿Por qué usaba los anteojos en la frente?
.........Al tiempo que Aguiar se disponía a hablar de Robespierre, el mozo trajo una bandeja con un guiso frío incrustado en una jalea de color gris.
........-¡Cómetelo, no le hagas asco, esto es lo más fino que hay!- recomendó Aguiar, engullendo jalea, pan con mantequilla y vino de tres estrellas.
........Con desgano Augusto fue pasando de un plato a otro, hasta recuperar el entusiasmo frente a una copa de helados y crema, que sobresalía varios centímetros del borde de cristal.
........Terminado el almuerzo, Aguiar explicó a Augusto que la servilleta no se dejaba como se la había encontrado, sino que lo correcto era arrojarla lo más arrugada posible sobre la mesa.
........Luego de dar una suculenta propina y esperar a que el garzón le pusiera a Augusto el abrigo y el quepis, abandonaron el comedor.
........Al salir, por un descuido, Aguiar entró primero en la puerta rotatoria, obligando al niño a hacerlo en el siguiente compartimiento. Confundido con aquel sistema que desconocía, afirmó la mano en el borde, el que se la apretó contra el marco haciéndolo dar un grito que horripiló a las gentes de las mesas y detuvo a los transeúntes que circulaban por la acera. Aguiar, fuera de sí, tomó al pequeño en brazos y sin escuchar cosejos se encerró con él en el interior de un taxi.

.........Era la mano derecha, la de los pinceles, pensaba horrorizado el farmacéutico, mientras pedía con desesperación que los condujeran a la posta.
.........Vendado, con el brazo en cabestrillo, en el mismo vagón del tren en que habían llegado, volvieron a Llay-Llay. Aunque la lesión no era grave, como asegurara el médico de turno, Aguiar renunció a la ópera.
........En la oscuridad de la sala, mientras la concurrencia emocionada se deleitaba con el conocido sexteto del tercer acto, dos sillas de palco permanecieron desocupadas, convirtiéndose en la codicia de los jóvenes que repletaban la galería.
........Al cumplir trece años Augusto había alcanzado, a pesar de la fragilidad de su contextura, un cierto porte, y la actitud resuelta y efusiva de sus ademanes, en otro joven con menos espíritu habría denunciado cierta flaqueza. Un bigote incipiente y una pelusa en las mejillas intensificaban apenas el color oscuro de su piel, como si una leve sombra le hubiera alcanzado el rostro. Todo el interés estaba centrado en sus grandes ojos redondos y precisos, causantes de que el resto de sus facciones se olvidara. Aunque el triágulo invertido que va de los hombros a la cintura no era aún muy acusado, ya comenzaba a transformarse aquel cuerpo en el de un hombre. Las piernas, sobre todo, habían adquirido cierta curvatura que le daba a su estampa una sutil arrogancia.
........Más consciente de sí mismo, se había vuelto extremadamente solícito hacia su madre, relevándola de su agobiadora labor cada vez que podía. Con entusiasmo tomaba su puesto, rogándole que regresara a casa mientras él efectuaba la contabilidad de la pequeña industria.
........Aguiar era víctima de secretos remordimientos, pues sabía que había llegado la hora de enviar al muchacho a una escuela que se hiciera cargo de su formación. Pero el temor a perderlo le obligaba a postergar esa decisión, arguyendo motivos que no guardaban relación con las expectativas a que tenía derecho su pupilo.
........Durante el verano el joven comprendió, aunque su delicadeza jamás le hubiera permitido darse por aludido, que su persona era la preocupación central del farmacéutico. Incluso, durante las tertulias, pretendía éste no exaltar la memoria de aquellos pintores célebres que antes no cesara de alabar y comparar con Augusto.
........Pensaba con cierto alivio que al menos durante esos meses las escuelas estaban de vacaciones y forzosamente debía aplazar la solución para el comienzo del otoño.
........Sin otra intención que alegrar a su protector, Augusto le propuso pintar su retrato. Conmovido, el señor Aguiar posó en la galería de la casa, y para su sorpresa vio que el joven utilizaba, en vez de óleos, que le estaban vedados, betún de zapatos para la carnación, y pasta de dientes, con la que reemplazaba el blanco de zinc, para lograr la barba cana de su modelo.
.......-¡Esto no es posible! ¡Pasta de zapatos y dentífrico! Hoy mismo telefonearé a Viña del Mar. Allí conozco a una pintora de renombre que da clases a alumnos escogidos durante los meses de verano.
.......Y sin agregar más, considerando que el echo sobrepasaba toda aprensión, se dirigió al teléfono que pendía del muro, dio vueltas a la manivela hasta hacerlo sonar con estridencia y pidió comunicarse con la señorita Lucrecia Cortés, a quien, en medio de gritos e interrupciones de la telefonista, logró recomendarle a Augusto, matriculándolo en el curso que dentro de pocos días se iniciaba.
......Luego de colgar volvió a marcar, para dirigirse esta vez a sus primos De Morais, que como él eran de origen portugués. Se trataba de dos hermanos solterones, Adelaida y Arnaldo De Morais, bastante menor él que ella, la que parecía su madre. Alternadamente encargó a ambos a su pupilo dándoles toda clase de explicaciones, algunas incluso algo incómodas para el niño, como datos sobre su origen o la historia de su madre.
......Cuando terminaron de hablar, se volvió consternado, y dando unos pasos inseguros abrazó al muchacho como si ya se encontraran en la estación de ferrocarril.
......Al día siguiente, por primera vez en muchos años, la comitiva que siempre patía desde el pueblo a la droguería tomó el rumbo contrario. Todos los amigos de Aguiar se sintieron en la obligación de despedir al muchacho, y para demostrar su adhesión al farmacéutico, quisieron acompañar al viajero haciéndolo desde el puente.
......El Ford de Bechard, la bicicleta del practicante y el fiacre de la señora Leontina iban a respetuosa distancia de la carretela de Aguiar, quien sentado al pescante conducía con desgano. Junto a su hijo se hallaba Elvira, y en el asiento de enfrente, a punto de caer, una valija y una cesta.
......En el andén toda esa gente rodeó al futuro pintor.
......Cuando el tren dejaba la plataforma, Aguiar, fuera de sí, salió del grupo, y corriendo con dificultad junto a la ventanilla del niño, intentó acompañarlo, echando al vuelo su corazón, ya que su físico, cada vez más disminuido, se convertía rápidamente en una mancha insignificante.



fragmento de la novela "La Lección de Pintura" de Adolfo Couve

 

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