Díaz 
          Eterovic, un autor de novela negra
Los siete hijos de 
          Simenon
escribe Juan Cameron
13-Junio-2003 
          
          Considerado por la crítica como el único narrador chileno que 
          ha sabido otorgar dignidad, credibilidad y valor literario a la novela 
          policíaca, el escritor puntarenense ha hecho recientemente nuevas 
          entregas  de las 
          aventuras de su particular detective privado, Heredia, una suerte de 
          antihéroe culto y anárquico, el cual retrata la poética de una de las 
          últimas generaciones de creadores nacionales.
de las 
          aventuras de su particular detective privado, Heredia, una suerte de 
          antihéroe culto y anárquico, el cual retrata la poética de una de las 
          últimas generaciones de creadores nacionales. 
          Hace 
          algunos meses la Editorial LOM, en 
          Santiago, entregó una nueva reedición de una de las más recientes 
          novelas del escritor Ramón Díaz Eterovic, Los 
          siete hijos de Simenon. En sus páginas el autor regresa a las 
          historias de Heredia, un detective privado quien cultiva la derrota 
          así un modo de vida (según diría nuestro amigo Jesús Ortega) e 
          identifica en esta suerte de poética a una fenomenal generación 
          desesperanzada, tanto en Chile como en el continente, a causa de la 
          estupidez reaccionaria entroncada ya con demasiada fuerza en nuestro 
          modo de vida.
          El 
          retrato del protagonista, simplemente Heredia, sin otros nombres ni 
          apellidos, parece sacado de las mesas de la Unión 
          Chica, ese bar donde recalaban los poetas en los perdidos años de 
          los ochenta, en torno a Jorge Teillier. Díaz Eterovic, quien por dicha 
          época llegó del sur a integrarse al grupo, da cuenta de los verdaderos 
          miembros de la cofradía (véase la página 84) justo cuando el 
          oportunismo y el ya desgastado periodismo cultural -si acaso puede así 
          mencionarse- comienza a establecer mitos y vanas 
          titularidades.
          Heredia 
          viene de vuelta en la vida. Como un duro, a la manera de los 
          personajes del cine más negro, carece de pasado, de familia, de 
          historia. Su accionar lo describe como un tipo de vasta cultura 
          literaria y exquisito gusto musical, cuyas citas de autores se repiten 
          en los continuos diálogos con Simenon, su gato, a la vez reflejo de su 
          propia conciencia.
          El 
          transitar de este detective privado por las páginas carga al lector de 
          cierta atmósfera romántica y cínica a la vez, de escenarios decadentes 
          y despatarrados, pero con una fuerte carga de ternura. Se trata de un 
          duro blando, de un sentimental que maneja puños y revólveres aunque a 
          veces los resultados de estos enfrentamientos no le sean muy 
          favorables. Es un sujeto desfasado de la historia. Si ubicarse en la 
          época de la caballería, de seguro sería un justiciero hidalgo; y con 
          cierto aire de Robin Hood.
          Del 
          mismo modo como su mascota representa la conciencia del héroe, Heredia 
          es -y de manera absoluta el alter ego de Díaz Eterovic. Su visión 
          pesimista de la realidad es causa de su experiencia; y muchos giros, 
          guiños o diálogos, parecen nacidos en la mesa de aquel mítico bar 
          santiaguino.
          Díaz 
          Eterovic juega con los lugares comunes y explota el kitsch tal como lo 
          hace del estilo cliché en la novela negra. Sin duda este ejercicio 
          representa en él una verdadera parodia. Los manoseados temas de la 
          estupidez, la chatura, la corrupción, la soberbia del poder -en este 
          caso en torno a un negociado de gas natural entre Chile y Argentina- 
          cobran singular interés a través de las investigaciones del marginal y 
          marginado Heredia. Y, así el autor, ni siquiera cree en el triunfo de 
          la justicia sobre la faz de la tierra. A ciertas afirmaciones como es 
          necesario poner fin a la producción y consumo indiscriminado, opone la 
          sentencia de los apocalípticos: el mundo se agota y no lo queremos 
          aceptar. Estamos jodidos.
          Heredia 
          resume todas las condiciones de su generación desambientada, la de los 
          80, víctima de la dominación cultural y económica que agota al mundo 
          actual. Es descreído, cínico, sentimental, y proclive a principios 
          éticos de singular gramática. Vive de recuerdos tal vez inexistentes 
          y, con cierto humor muy cáustico y juguetón (a la manera de los 
          dibujos de Germán Arestizábal), su vestimenta parece cumplir con la 
          simple función del abrigo. Pero también se da sus pequeños gustos: 
          viaja a la costa, persigue muchachas y conduce un automóvil que alguna 
          vez fue último modelo. Es más, a través de sus dichos y refranes, el 
          autor no duda en celebrar y saludar a sus viejos colegas de oficio y 
          amistad; un gesto modernista de sumo vapuleado por la competitividad 
          en las décadas recientes.
          Ramón 
          Díaz Eterovic nació en Punta Arenas, en 1956, y es administrador 
          público titulado en la Universidad de Chile, en Santiago. En sus 
          inicios publicó dos libros de poemas: El poeta derribado y Pasajero de 
          la ausencia. En narrativa ha entregado los volúmenes de cuentos 
          Cualquier día, Obsesión de Año Nuevo, Atrás sin golpe y Este viejo 
          cuento de amar; y las novelas La ciudad está triste, Sólo en la 
          oscuridad, Nadie más sabe que los muertos, Ángeles y solitarios, 
          Correr tras el viento y Nunca enamores a un forastero. Ha obtenido el 
          Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, en 1995 y el 
          Premio Municipal de Santiago en los años 1982, 1994 y 1996; y ha sido 
          finalista en el Premio Casa de las Américas, Premio Dashiel Hammett de 
          la Asociación Internacional de Escritores Policíacos y del Premio 
          Planeta Argentina de Novela.