"Se Requieren Nuevos
Imaginarios en Torno a lo Femenino"
Los ensayos recopilados en el libro "Emergencias"
(Planeta/Ariel) contribuyen a situar de manera más equilibrada la
importancia del trabajo de la escritora chilena. Sus textos críticos
son un complemento necesario para entender su narrativa de ficción y
ayudan a dibujar con precisión ciertas coordenadas del discurso
intelectual local, caracterizado por su agudeza y compromiso.
Reproducimos
un texto del libro.
por
Daniel Swinburn
Diamela Eltit
navega con facilidad en los terrenos espinudos del pensamiento
postestructuralista. Al leer sus ensayos que abarcan los más variados
ámbitos de la cotidianidad, se tiene la impresión de que el cuerpo
teórico que maneja la autora se convierte en una praxis discursiva que
tiene su correlato en la realidad de las cosas de manera casi natural.
Un crimen pasional, una experiencia estética, una denuncia moral o una
crítica política encuentran en sus ensayos una escritura inteligible.
Es tal vez el mérito de recurrir al ensayo en su forma más cercana a
la narrativa literaria lo que le permite hacer este trasvasije con muy
buenos resultados. Su compromiso con la realidad social la mantiene
prudentemente alejada de cierto dandismo literario exacerbado por el
individualismo de la figura del artista como "pequeño dios". La
originalidad de su pensamiento no sólo proviene de su formación en
autores como Jacques Lacan o Michel Foucalt, aún no bien asimilados en
el ambiente local, sino que también refuerza su visión el uso de
cruces disciplinarios que le permiten el tratamiento transversal de
realidades complejas.
-Sobre la
influencia de Michel Foucault en sus textos críticos, ¿cuál es su
posición respecto de las críticas que ha recibido el intelectual
francés en los últimos años, algunas de ellas provenientes de autores
posmodernistas consagrados?
... -En
realidad una parte del pensamiento de Michel Foucault me parece
deslumbrante y especialmente iluminador para pensar ciertas
problemáticas culturales. Ahora, un sistema tan amplio y consistente
como el de Foucault, desde luego, puede suscitar fuertes reparos,
precisamente por la seducción y el impacto que ha provocado su sistema
teórico, su vocación por explorar en las microfísicas del poder. No
pienso que disminuya la importancia de Foucault el surgimiento de
adversarios a su propuesta provenientes del posmodernismo. Eso es
parte de cualquier devenir intelectual. Es saludable y necesario el
debate de ideas y aun la aparición de polémicas sustantivas. Creo que
el aporte de Foucault es de tal magnitud, que permite, incluso a sus
detractores, seguir pensando.
-En
general, en los ensayos hay una fuerte crítica al sistema neoliberal,
el cual ha llegado en su hegemonía a identificarse con el "sentido
común". ¿Cree en la condición liberadora de la rebeldía política
contra el sistema ideológico imperante?
... -Efectivamente cualquier hegemonía es peligrosa,
reductora de sensibilidades públicas y de modelos sociales. El
neoliberalismo en una de sus vertientes se basa en la implantación del
sentido común -pensar lo mismo, sentir lo mismo, comprar lo mismo-, un
sentido común que se programa para favorecer de manera holgada el
consumismo. Me parece crucial mantener una pregunta crítica frente a
la instalación de cualquier forma hegemónica, me resulta político el
mero hecho de establecer interrogantes que apunten, precisamente, a
develar la ausencia de pluralismo que porta la actual hegemonía
neoliberal. En ese sentido, una cuota de rebeldía política, estética,
ética, no le hace mal a nadie. Al revés, puede favorecer la
posibilidad de que se cursen diferencias culturales y así descomprimir
el centrismo de la cultura light -testimonialista, desechable- que hoy
nos invade.
-Sobre la
dramática experiencia que usted analiza en el ensayo "Cuerpos Nómadas"
de Luz Arce y Marcia Alejandra Merino, dos ex combatientes de los
partidos de izquierda que optaron por la vía armada en los tiempos de
Allende y que luego, tras ser capturadas por la DINA y torturadas,
pasaron a ser miembros de dicho organismo de represión. ¿Han cambiado
a su juicio las condiciones masculinas del poder político en Chile en
los últimos 10 o 15 años? ¿Hay instancias de poder en nuestra sociedad
que hayan logrado descolgarse de dicho
condicionamiento?
...-Pienso que el
poder político está en manos de lo masculino. Esto se debe a que el
poder político en realidad es masculino. No se trata sólo de incluir
mujeres en los escenarios públicos. Ya se sabe hasta la extenuación
que el compartimiento de las mujeres en las esferas de poder público y
político puede resultar, en gran medida, funcional al partido que
representan, que es masculino. El punto radica en que la inclusión de
las mujeres (en su diversidad y considerando sus diferencias
específicas) en las redes de los poderes políticos será más productiva
en la medida en que se generen nuevos imaginarios en torno a lo
femenino. Esos imaginarios pasan por la reorganización de materiales
simbólicos, y de esa manera las mujeres podrían negociar de manera
menos desigual sus espacios sociales. Lo que quiero decir es que la
política requiere de la construcción plural de formas femeninas (que
aun no están plenamente diseñadas) para que así las mujeres no
necesiten masculinizarse en su relación con el poder para funcionar
con las instituciones y aun en el interior de sus propios
partidos.
-¿Es
posible para una mujer optar por la rebeldía
armada?
...
-Verdaderamente me resulta muy conflictiva, negativa en realidad, la
relación mujer y militarización. Pienso que la guerra ha sido el goce
constante, pero también el mayor fracaso del sistema patriarcal. ¿Por
qué la mujer debería repetir un esquema tan extraordinariamente
destructivo, que se basa en la aniquilación del otro? No pienso que la
mujer, oprimida por los sistemas dominantes, deba actuar en las
esferas militares. Desde la izquierda, los casos extremos y
perturbadores de Luz Arce y de Marcia Alejandra Merino son ejemplares
para renegar de esta posibilidad. Según sus propios libros, más allá
de las condiciones, por cierto, inhumanas que experimentaron como
presas políticas, ellas llegaron a convertirse en oficiales de la
DINA, con todo lo que eso significa, y conservaron ese estatuto por
varios años. Eso es dramático, ininteligible, sórdido. No me parece
que la relación de las mujeres con el poder deba estructurarse a
través de un arma. Cuando digo eso, estoy pensando que ninguna
relación de poder debe articularse mediante el imperativo de las
armas. Eso vale, también, por supuesto, para los hombres. Desde luego
sabemos que la épica es la gesta guerrera y heroica, que articula la
noción del enemigo, la dualidad entre vencedores y vencidos. No hay
que olvidar que el pormenorizado y orgulloso estudio histórico de la
guerra -que nos aprendemos de memoria, sin crítica alguna- termina por
convertirse en un himno jubiloso a la violencia. Un júbilo que a mí me
resulta inaceptable e insensato.
-A la luz
de la experiencia de María Carolina Geel, y de otras experiencias
recientes, ¿cree usted que la histeria, tal como la define el
psicoanálisis, es una característica patológica de la sexualidad de la
mujer chilena común? ¿Se puede hablar de una patología social en este
sentido o sólo son casos aislados?
... -La escritora María Carolina Geel está en la esfera
del crimen pasional. Obedece a una crisis radical de las emociones. La
histeria podría haber actuado allí como uno de los factores que la
impulsaron a cometer su crimen. No lo sé. En realidad yo me limité a
leer el libro "Cárcel de Mujeres" y a trabajarlo en tanto producción
textual. No tengo idea qué pasaría con María Carolina Geel como
persona. Por supuesto, uno de los rasgos con los que está connotado lo
femenino es la histeria; según eso, todas las mujeres seríamos
histéricas en mayor o menos medida debido a la errancia del objeto de
deseo. Pero claro, son categorías culturales, son discursos que
terminan por producir realidad o ilusión de realidad.
Ensayo:
Mujer, Frontera y Delito, por Diamela Eltit
en
Artes y Letras de El Mercurio
9 de julio de 2000