Para los novelistas colombianos actuales existen dos posibilidades
creativas que se han ido consolidando desde comienzos del siglo XIX:
asumir la existencia de la nación y la literatura colombiana como
realidades con cualidades particulares susceptibles de ser plasmadas
a través de la escritura y optar por la búsqueda del conocimiento
y la expresión de lo más representativo de su región de origen o,
bien, ratificar la inexistencia de dichas categorías a partir de la
idea de que el arte se rige por leyes universales, es decir, que la
literatura colombiana forma parte de un universo y que dicho universo
supera los límites nacionales, partir de la convicción de que es más
conveniente y representativo
recurrir a las ideas y expresiones extranjeras (europeas) para tomarlas
como paradigma, ya que en éstas hay una tradición cultural consolidada
que debe ser asimilada. Desde la perspectiva propuesta en la segunda
opción, el escritor sería un habitante del mundo, un descifrador de
la condición humana; las cualidades estéticas de sus obras no podrían
ser sopesadas, entonces, a partir del análisis de su condición social
o su lugar del origen, sino que habría que ir un poco más allá, el
telón de fondo serían las grandes obras de la literatura occidental.
1. Oralidad y escritura
Existen dos formas de comunicación y asociadas a éstas
dos maneras particulares de entender y de explicar el mundo: de hombre
a hombre, como dos individualidades relativamente autónomas y, del
hombre en comunión con la naturaleza, como parte de un proyecto que
debe realizarse. La primera concepción es la de las comunidades letradas
en general, la segunda es la predominante en las comunidades orales.
El símbolo que mejor sintetiza la visión de mundo de las comunidades
orales es el círculo, el eterno retorno de las ideas y las acciones
de la comunidad, orientadas casi siempre hacia la preservación de
valores como el orden, la continuidad, la tradición y la memoria.
El símbolo que mejor sintetiza la visión de mundo de las comunidades
letradas es la flecha, que representa la evolución, el proceso incesante
hacia estados nuevos; este símbolo se puede relacionar con los avances
intelectuales y representa no tanto los beneficios comunitarios como
la trascendencia del ser a través del conocimiento y la reflexión
de sí mismo y del mundo.
Si se piensa en la contraposición entre el círculo y la flecha como
símbolos que sintetizan la visión de mundo de las culturas orales
y las escritas no es difícil observar cómo la alfabetización y la
erudición no garantizan la constitución de una configuración mental
de comunidad letrada, en el proceso se involucran aspectos sociales
e históricos mucho más complejos que la simple alfabetización.
Para los miembros de las comunidades orales la escritura expresa mensajes
directos y unívocos en los que ni la reflexión ni la interpretación
juegan un papel fundamental, para ellos el cosmos es un suceso progresivo
con el hombre en el centro y los textos escritos no les dicen más
de lo que pueden expresar los sonidos y las transformaciones de la
naturaleza; en este mundo fundamentalmente oral, comunitario, cíclico
y predeterminado, opuesto al impreso, individual, lineal y mediado
por la voluntad, la narración y el diálogo juegan un papel fundamental
como en su opuesto lo juega la lectura, la escritura y la interpretación
de textos.
2. Implicaciones del Descubrimiento de América en la tensión actual
entre oralidad y escritura
La tensión entre comunidades orales y escritas y la supremacía de
las segundas sobre las primeras se inicia en América Latina con la
llegada de los europeos y la posterior imposición del idioma, que
era empleado como estandarte de poder:
La escritura corresponde a la vez a una práctica
político-religiosa (la toma de posesión con vistas a su evangelización)
y otra jurídica o notarial (dar fe de las responsabilidades individuales
implicadas)... La conquista o toma de posesión no se apoya, desde
la perspectiva de sus actores, en la supremacía político-militar
de los europeos, sino en el prestigio y la eficacia casi mágica
que ellos atribuyen a la escritura. A los ojos de los conquistadores
la escritura simboliza, actualiza o evoca -en el sentido mágico
primitivo- la autoridad de los reyes españoles, legitimada por los
privilegios que les concedió, a raíz de la reconquista cristiana
de la península ibérica, el poder papal (Lienhard. 1990: 29).
Martín Lienhard llama a la preeminencia de la escritura en la mentalidad
de los españoles "fetichización de la escritura" y explica cómo, por
medio de ésta, lograron vencer física y psicológicamente a los mexicanos;
"La cultura gráfica europea, suplantará, en términos de dominación,
la predominantemente oral de los indios, sin que éstos -en su inmensa
mayoría- tengan acceso a la primera" (Lienhard. 1990: 35). No es difícil
observar cómo este esquema se reproduce desde la conquista hasta hoy
y que todavía, a pesar de tener un poco de conciencia del valor de
las culturas orales, las comunidades letradas se sienten superiores
a éstas en relación con capacidades intelectuales, principalmente.
Durante la conquista, según Todorov, los mexicanos tenían suficientes
razones para vencer a los españoles, lo que les falló fue la comprensión
de los códigos comunicativos de los adversarios tanto como la idea
de mundo, naturaleza e individuo interiorizada por éstos. El triunfo
de Cortés se consolidó gracias a su destreza mental para ponerse al
mismo nivel de los mexicanos (a través del conocimiento y la reproducción
de algunos de sus imaginarios) para, de esta manera, dominar a toda
la comunidad con mayor efectividad.
El mundo imaginado por los españoles era diferente al imaginado por
los aztecas:
Toda la historia de los aztecas, tal como
se cuenta en sus propias crónicas, está llena de profecías cumplidas
como si el hecho no pudiera suceder si no ha sido anunciado previamente...
el mundo se plantea de entrada como algo sobredeterminado; los hombres
responden a esta situación reglamentando minuciosamente su vida
social. Todo es previsible y por lo tanto todo está previsto, y
la palabra clave de la sociedad mesoamericana es: orden... En la
sociedad india de antaño, el individuo no representaba en sí mismo
una totalidad social, sino que sólo es el elemento constitutivo
de esa otra totalidad, la colectividad... el porvenir del individuo
está ordenado por el pasado colectivo: el individuo no construye
su porvenir, sino que éste se revela (Todorov. 1987: 75).
Cuando la comunidad se fragmenta el grupo se desestabiliza, esta
es la estrategia empleada por Cortés para lograr la victoria: conocer
las categorías cosmogónicas de los aztecas y luego desintegrarlas.
Otra ventaja de Cortés -según Todorov- fue aprovecharse del manejo
del tiempo de los aztecas, que también era diferente al de los europeos:
mientras que para los aztecas el tiempo se medía por ciclos relativamente
cortos y cada uno debía realizarse de acuerdo con presagios ya establecidos,
el tiempo para los españoles transcurría de manera lineal. "Es la
conquista una vez más, la que confirma la concepción cristiana del
tiempo, que no es un retorno incesante, sino una progresión infinita
hacia la victoria final del espíritu cristiano" (Todorov. 1987: 102).
3. De aculturación a transculturación
Los procesos de transculturación existen desde que grupos humanos
diversos se han encontrado y recíprocamente han adoptado costumbres,
transformando a la vez la mentalidad y las costumbres de quienes hallaron
en el encuentro. En Norteamérica dicho proceso es definido como aculturación
y en la mayoría de los textos actuales sobre estudios sociales se
emplea este vocablo para explicar contactos culturales en los cuales
una comunidad supera en técnica y en número a la otra.
El término aculturación fuer revisado y redefinido por Fernando Ortiz
como transculturación en Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar.
A partir del estudio de las transformaciones que se generaron en la
cultura cubana y en la europea desde la Conquista -especialmente en
relación con las concepciones religiosas, morales y alimenticias que
sobre el tabaco y el azúcar tenían y tuvieron posteriormente ambas
culturas- Fernando Ortiz encontró que las dos comunidades se hallaron
implicadas en procesos de conocimiento, adquisición, pérdida y transformación
de costumbres fuertemente arraigadas antes del encuentro y que dichos
procesos no fueron tan desiguales como para llamarlos de aculturación.
Concluyó que es más apropiado llamar a los contactos culturales, sin
importar el grado de desarrollo técnico de cada comunidad, procesos
de transculturación.
A partir de la reflexión sobre la manera en que dos productos desconocidos
para los europeos transformaron de manera abrupta costumbres muy bien
cimentadas antes del descubrimiento, Fernando Ortiz contribuyó para
que se recapacitara sobre la actitud despectiva frente a culturas
que por no poseer categorías estéticas o morales similares a las de
quien las estudia son consideradas inferiores, sin tener en cuenta
la influencia que estas culturas han tenido sobre las clasificadas
como superiores.
Para explicar mejor el concepto transculturación Fernando Ortiz considera
que es importante crear dos neologismos complementarios, indispensables
para comprender y explicar el proceso sociocultural. Lo justifica
de la siguiente manera:
Porque éste (el proceso transculturador),
no consiste solamente en adquirir una distinta cultura, que es lo
que en rigor indica la voz anglo-americana aculturación, sino que
el proceso implica también necesariamente la pérdida o desarraigo
de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una parcial desculturación,
y además significa la consiguiente creación de nuevos fenómenos
culturales que pudieran denominarse de neoculturación. (Ortiz. 1978:
135)
4. Transculturación narrativa
Los novelistas que han adoptado la toma de posición que Angel Rama
ha denominado narrativa de la transculturación comparten la dedicación
por el estudio y el esfuezo por comprender y ficcionalizar hablas
y expresiones culturales de regiones relativamente aisladas de América
Latina; asumen el predominio de la oralidad en la región de su interés
como la clave de un conjunto de recursos de representación literaria.
A través del conocimiento de la configuración mental de los habitantes
de esta región y de los principales problemas sociales que los aquejan,
se propusieron lograr, después de un exigente proceso de elaboración,
la producción de un efecto de oralidad con repercusiones estéticas
e ideológicas en cada caso particular (Pacheco, 1992).
Independencia, originalidad y representatividad literaria, categorías
definidas por Angel Rama (1982: 11-20), son, después de la consolidación
de las naciones latinoamericanas, los pilares sobre los cuales debía
fundarse el proyecto literario, que no podía ser indígena porque existía
una fuerte marca dejada por los europeos, comenzando por la lengua
y las tradiciones implantadas, como tampoco se podía sustentar en
la plácida imitación de los modelos europeos. Los tres aspectos fueron
logrados por los transculturadores después de transcurrido mucho tiempo
de intentos de escritores regionalistas por crear obras que, además
de poseer gran valor estético, representaran con verosimilitud los
lenguajes simbólicos y orales interiorizados y empleados por individuos
de comunidades fuertemente orales.
El deseo de dar a conocer los imaginarios de algunas comunidades rurales
e indígenas y de hacer de éstas el eje central de una propuesta estética
simultánea en varios países latinoamericanos maduró, entre otras cosas,
debido a las transformaciones que ocurrieron en América Latina tras
la primera Guerra Mundial:
Tras la primera guerra mundial, una nueva
expansión económica y cultural de las metrópolis se hace sentir
en América Latina y los beneficios que aporta a un sector de sus
poblaciones no esconde las rupturas internas que genera ni los conflictos
internos que han de acentuarse tras el crac económico de 1929. Se
intensifica el proceso de transculturación en todos los órdenes
de la vida americana. Uno de sus capítulos lo ocupan los conflictos
de las regiones interiores con la modernización que dirigen capitales
y puertos, instrumentada por las élites dirigentes urbanas que asumen
la filosofía del progreso. La cultura modernizadora de las ciudades,
respaldada en sus fuentes externas y en su apropiación del excedente
social, ejerce sobre su hinterland una dominación (trasladando de
hecho su propia dependencia de los sistemas culturales externos)
a los que prestan eficaz ayuda los instrumentos de la tecnología
nueva... A las regiones internas, que representan plurales conformaciones
culturales, los centros capitalinos les ofrecen una disyuntiva fatal
en sus dos términos: o retroceden entrando en agonía, o renuncian
a sus valores, es decir, mueren (Rama. 1982: 28).
En las obras de los narradores de la transculturación (Juan Rulfo,
Gabriel García Márquez, Joao Guimaraes Rosa...) la lengua y las estructuras
literarias son objeto de especial atención; gracias al manejo de estos
recursos es posible percibir en algunas de las novelas más representativas
(Pedro Páramo, Cien años de soledad, Gran sertón: Veredas...)
las diferencias con otras manifestaciones estéticas escritas que,
aunque también se destacan por la oralidad, generan otro tipo de efectos
en los lectores. El efecto que se proponen producir los transculturadores
con la estilización del habla regional es la sensación -en el lector-
de encontrarse ante la recreación de voces rurales o populares auténticas
y de presentar las particularidades culturales de la comunidad, su
manera de concebir el mundo, el amor, la vida... a través del uso
que los narradores y los personajes hacen de la lengua.
Se trata, nada menos, de escribir
la realidad (y no de describirla, de imitarla, sino de dejarla en
cierto modo que se produzca a sí misma, representación natural de
la naturaleza); es decir, de hacer aquello que define propiamente
la literatura, pero a propósito de la realidad más banalmente real,
la más corriente y moliente que, por oposición a lo ideal, no está
hecha para ser escrita... hay que afirmar el poder que pertenece
al arte de constituirlo todo gracias a la virtud de la forma...
de transmutarlo todo en obra de arte gracias a la eficacia de la
propia escritura (Bourdieu. 1997: 165).
Si recordamos las principales características propuestas por Angel
Rama sobre la manera como los narradores de la transculturación emplean
la lengua, podemos percibir, antes de hacer cualquier análisis textual
de las obras amparadas bajo la ficcionalización de la oralidad, que
la mayoría se rige a partir de estos principios:
- 1. Se prescinde del uso de glosarios, estimando que las palabras
regionales transmiten su significado dentro del contexto lingüístico
aún para quienes no las conocen.
- 2. El léxico, la prosodia y la morfosintaxis de la lengua regional,
aparece como el campo predilecto para prolongar los conceptos de originalidad
y representatividad, fundamentos de la "plasticidad cultural".
- 3. Lo que antes era la lengua de los personajes populares y, dentro
del mismo texto se oponía a la lengua del escritor o del narrador,
invierte su posición jerárquica: en vez de ser la excepción y de singularizar
al personaje sometido al escudriñamiento del escritor, pasa a ser
la voz que narra... no remeda simplemente un dialecto, sino que utiliza
formas sintácticas o lexicales que le pertenecen dentro de una lengua
coloquial.
- 4. El autor se ha reintegrado a la comunidad lingüística y habla
desde ella con desembarazado uso de los recursos idiomáticos... es
a partir de su sistema lingüístico que trabaja el escritor, quien
no procura imitar desde fuera un habla regional, sino elaborarla desde
dentro con una finalidad artística.
- 5. Desde el momento en que el escritor no se percibe a sí mismo
como fuera de la comunidad lingüística, sino que la reconoce sin rubor,
ni disminución como propia... investiga las posibilidades que ésta
le proporcionan para construir una específica lengua literaria dentro
de su marco (Rama. 1982: 41-42).
Al introducirse en las raíces de la cultura y sentirse como parte
de ésta el escritor transculturador descubre aspectos que le eran
desconocidos, identifica rasgos particulares de la interioridad de
los habitantes del lugar que difieren ampliamente de los representados
en las obras en la que el escritor se distancia de la región o de
la realidad que desea representar, de la misma manera que se distancia
de sus personajes cuando se convierte en narrador.
En la narrativa de la transculturación pocas veces los narradores
explican las situaciones que viven los personajes, a través de la
ficcionalización de la oralidad éstos lo hacen por sí mismos en narraciones
que se asemejan al testimonio y que producen en el lector la sensación
de que aquello que lee no es el resultado del esfuerzo de un artista
por lograr verosimilitud en su creación, sino que se trata de la transcripción
de relatos orales de personas que desconocen la escritura o la emplean
sólo con fines prácticos. La voz de los narradores no es fría y distante,
como si fuera la de un hombre culto, distanciado y objetivo que expone
situaciones que le son ajenas, sino que esta voz se mezcla y se confunde
con la de los personajes.
La ficcionalización de la oralidad se ha constituido en una apuesta
estética enmarcada en la concepción que parte de la negación de la
superioridad cultural de unas comunidades en relación con otras, una
actitud eminentemente antieurocentrista ratificada a partir de los
textos de Fernando Ortiz -desde la perspectiva antropológica- que
luego sirvió de sustento para fundamentar la teoría sobre la transculturación
narrativa, emprendida por Angel Rama y ratificada en la actualidad
por estudiosos de la literatura latinoamericana como Carlos Pacheco.
Mientras que la fetichización de la escritura es un rasgo que caracteriza
a los miembros de la ciudad letrada, a los herederos de "la lengua
pública y de aparato, que resultó fuertemente impregnada por la norma
cortesana procedente de la península, la cual fue extremada sin tasa
cristalizando en formas expresivas barrocas de sin igual duración
temporal" (Rama. 1984: 4), la ficcionalización de la oralidad es uno
de los rasgos que caracteriza la escritura de los narradores de la
transculturación, más interesados en los usos populares de la lengua,
en "la algarabía, la informalidad, la torpeza y la invención incesante
del habla popular, cuya libertad se identificó (desde la perspectiva
de los "letrados") con corrupción, ignorancia, barbarismo" (Rama.
1984: 5).
5. La ciudad letrada
En las obras amparadas bajo la fetichización de la escritura se recrea,
parodia y reelabora la lengua culta, escrita o literaria, se trata
de textos en los que se excluye de manera implícita y explícita a
quienes no forman parte de la "ciudad escrituraria". En estas obras
los miembros de las comunidades orales no son admitidos como personajes
(a menos que se trate de figuras poco enaltecedoras que a través de
su presencia sólo cumplen la función de reivindicar los valores de
los miembros de la "ciudad letrada") ni mucho menos como lectores,
puesto que se trata de obras escritas por y para lectores de literatura
(a pesar de que dicho requisito tampoco se enuncie de manera explícita).
Algunos novelistas colombianos inscritos en la "ciudad letrada" -por
ejemplo Ricardo Cano Gaviria- se jactan de ser hombres eminentemente
"metaliterarios". Para él no cuentan tanto las experiencias de la
vida cotidiana como las experiencias "estéticas":
El imaginario de un autor se forja a través
de sus lecturas... y así ocurren cosas muy curiosas: que gracias
a Turgueniev o a Gogol o a Dostoievsky yo como colombiano siento
que tengo más cerca las estepas rusas que las cordilleras de Boyacá...
Hay que precisar que esta manera de ver las cosas es la de un escritor
metaliterario, que considera que, en la mayoría de las veces, cuenta
más ese tipo de experiencia mediatizada que es la de la lectura
que la experiencia directa, la que viene de la vida real. Quiero
decir que, a la hora de escribir un relato o una novela, seguramente
lo que más cuenta en mí es el recuerdo de una lectura que el de
un hecho vivido, porque como experiencia fue más intensa la lectura.
(Cano-García. 2002: 67).
Estos novelistas todavía le apuestan al "arte por el arte", practican
lo que Néstor García Canclini concibe como "estética incestuosa":
El arte por el arte es un arte para los artistas.
A fin de participar en su saber y en su goce, el público debe alcanzar
la misma aptitud que ellos para percibir y descifrar las características
propiamente estilísticas, debe cultivar un interés puro por la forma,
esa capacidad de apreciar las obras independientemente de su contenido
y su función. Quienes lo logran exhiben, a través de su gusto "desinteresado",
su relación distante con las necesidades económicas, con las urgencias
prácticas. Compartir esa disposición estética es una manera de manifestar
una posición privilegiada en el espacio social, establecer claramente
"la distancia objetiva y subjetiva respecto a los grupos sometidos
a esos determinismos" (Néstor García Canclini, en la Introducción
a Sociología y cultura. Pierre Bourdieu. 1990: 24).
Para los novelistas amparados bajo los preceptos de la "ciudad letrada"
el interés fundamental consiste en ser leídos y consagrados en Europa
antes que en América Latina o en su país de origen:
Mientras los escritores europeos hablan para
sus lectores desinteresándose de los marginales extra-europeos,
los escritores de estas regiones siguen añorando la lectura eurocentrista
como la verdadera y consagratoria... siguen certificando, en pleno
siglo XX, la conciencia del letrado de que está desterrado en las
fronteras de una civilización cuyo centro animador (cuyo lector
también) está en las metrópolis europeas.
Estos ejemplos apoyarían la comprobación de que la ciudad letrada
no sólo defiende la norma metropolitana de la lengua que utiliza
(español o portugués) sino también la norma cultural de las
metrópolis (Rama. 1982: 52).
No se trata de ninguna manera de escritores de "literatura menor"
del tipo Kafka, sino que, al contrario, a estos artistas los consume
el deseo de fama internacional que se asemejaría más a los sueños
que con toda seguridad iluminaron las noches de Shakira o de Juanes
cuando todavía no habían sido consagrados por el público y lo sellos
discográficos que los respaldan.
Desde la perspectiva de análisis propuesta por Luz Mery Giraldo en
Las ciudades escritas, los miembros de la "ciudad letrada",
los promotores de la "fetichización de la escritura", se instalarían
en lo que ha denominado espejo ausente:
La idealización de ciudades como París, Londres,
Madrid, responde a una idealización, a una aspiración, a un sueño...
a un imaginario y a un referente que como identidad se construye
ocultando o enmascarando la propia identidad, la no deseada. La
ciudad concebida de esta manera debe entenderse... como un espejo
ausente. Su construcción y aspiración obedece a la búsqueda de un
origen fundacional del cual enorgullecerse, de una identidad con
la cual identificarse de manera profunda. Al negar la condición
valorativa de América por sí misma y asimilarla a los conceptos
de bárbaro y salvaje, se explica la vergüenza ancestral y se ratifica
la negación de los valores propios... la imitación y la asimilación
-real o ficticia- de unos modelos ideales.
Si en la obra de los narradores de la transculturación es clara la
ficcionalización de la oralidad, en los novelistas que se instalan
bajo los preceptos de la ciudad letrada es evidente la fetichización
de la escritura, una propuesta que se ha ido incrementando con el
transcurrir del tiempo en la narrativa colombiana y que motiva a los
novelistas a la práctica de la simulación y el pastiche de las obras
o del estilo de los escritores europeos que más admiran; se eternizan,
entonces, generación tras generación, los cultos estéticos celebrados
en honor a las grandes figuras de la literatura del siglo XIX y comienzos
del XX por escritores colombianos que sueñan con ser confundidos con
ellos cuando se piense en su "sensibilidad" y en la "calidad estética"
de sus obras; después de tanto intentarlo no ha surgido la reencarnación
de Baudelaire o de Proust, por ejemplo, sino que, al contrario, se
ha dado vida a lo menos enaltecedor del Arte: la cursilería o lo Kitsch:
A menudo lo kitsch no es sino "una
escapada al idilio de la historia donde todavía son válidas las
convenciones establecidas... El kitsch es el modo más simple
y directo de disparar esta nostalgia"... lo kitsch adelanta
claramente ciertas necesidades emocionales que generalmente se asocian
con el concepto de mundo romántico. En gran medida podemos considerar
lo kitsch como una forma vulgar del romanticismo...
Lo kitsch, barato o caro, es sociológica y psicológicamente
la expresión de un estilo de vida, es decir, el estilo de vida de
la burguesía o de la clase media... Aunque el kitsch vaya
unido a la búsqueda de status tendrá la función -que es psicológicamente
más importante- de proporcionar unas huída ilusioria de la banalidad
y la insignificación de la moderna vida urbana. En cualquier forma
o combinaciones, lo kitsch es relajante y agradable. El deseo-cumplido
contenido en este placer enfatiza su origen activo, el miedo al
vacío que el kitsch intenta mitigar. Desde este punto de
vista el kitsch es una respuesta al extendido sentido moderno
del vacío espiritual: rellena el vacío tiempo libre con "diversión"
o "excitación" y "alucina" los espacios vacíos con un conjunto infinitamente
matizado de "bellas" apariencias (Calinescu. 1987: 223-245).
Los novelistas colombianos que fetichizan la escritura y la cultura
europea asumen que al considerar la literatura como expresión nacional,
o de lo nacional, lo único que lograrían sería limitar la creación
artística y sus resultados estéticos; para ellos la literatura surge
de la literatura misma, de lo ya escrito, y más que afirmar experiencias
e interpretaciones sobre el presente, definen como fin primordial
el hecho de compenetrarse con las obras y los temas más representativos
de la literatura europea de corte aristocrático para luego dar cuenta
de este proceso en sus propias obras, la mayoría de las veces de manera
falseada.
* * *
(1) Esta cita forma parte de "De la ciudad arcadia a
la ciudad historia", texto inédito ampliado en Ciudades escritas,
publicado por el Convenio Andrés Bello en 2001.
* Elsy Rosas Crespo: Profesional en Estudios
Literarios, Universidad Nacional de Colombia; Magister en Literatura
Hispanoamericana, Instituto Caro y Cuervo; Profesora, Universidad
Central.
Bibliografía
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Barcelona: Anagrama. 1997.
Bourdieu, Pierre Sociología y cultura. Introducción de Néstor
García Canclini. México: Grijalbo. 1990.
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Cano Gaviria, Ricardo - García Londoño, Andrés. "Entrevista a Ricardo
Cano Gaviria". En Revista Universidad de Antioquia. No. 267.
Medellín: Universidad de Antioquia. Enero-marzo. 2002.
Giraldo, Luz Mery. "De la Ciudad Arcadia a la Ciudad Historia". Texto
inédito ampliado en Las Ciudades Escritas. Bogotá. Convenio
Andrés Bello. 2001.
Havelock, Eric A. Prefacio a Platón. Madrid: Visor. 1994.
Lienhard, Martín. La voz y su huella: Escritura y conflicto étnico-social
en América Latina (1492-1988). La Habana: Casa de las Américas.
1990.
Ortiz, Fernando. Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar.
Caracas: Biblioteca Ayacucho. 1978.
Pacheco, Carlos. La comarca oral. Caracas: La Casa de Bello:
1992.
Rama. Angel. La ciudad letrada. Hanover: Ediciones del norte.
1984.
Rama. Angel Transculturación narrativa en América Latina. México:
Siglo XXI. 1982
Todorov, Tzvetan. La conquista de
América. La cuestión del otro. México: Siglo XXI. 1987.
Leer más de la autora:
Claves del movimiento.