Claves del movimiento
Por Elsy Rosas Crespo*
El dolor y la tristeza se asocian con el placer y la alegría,
son su reverso, se trata de sensaciones en apariencia opuestas cuando
son en realidad expresiones de estados de ánimo que pueden
surgir ante las mismas situaciones: la plenitud del deseo conduce
al vacío, el vacío al dolor, el dolor al llanto, el llanto a la tranquilidad, la tranquilidad predispone de nuevo para la plenitud y se vuelve a repetir el mismo esquema con variaciones
que dependen de las situaciones que desencadenan las emociones; todo
lo anterior se resume en una palabra: movimiento... del cuerpo, del
alma,
de la mente, pero en todo caso movimiento, fluir: "Todo fluye. La única constante es el cambio. El fluir es un sentimiento
espiritual fundamental... tiene una dirección, es movimiento:
movimiento que a veces marca un rumbo y luego es interrumpido (Beljon:
1993: 27).
1. El cuerpo como
amo y señor
Gran parte de los movimientos que realiza el cuerpo ocurren de manera
autónoma, sólo en función de su propio movimiento,
sin participación de la voluntad; parece que quien ordena el
rumbo que se ha de seguir no es un ser que toma decisiones a partir
de una vida reflexionada sino un cuerpo que quiere continuar su marcha
sin accidentes de tipo material. Una persona común puede vivir
con buenas intenciones, dedicarse a capturar, contemplar y disfrutar
los instantes supremos de la vida para luego reflexionar sobre dicha
experiencia a través de la escritura; este ser podría
ser instaurado como revelador de potencialidades del alma aún
no exploradas, poeta de lo cotidiano, pero si se mira con detenimiento
no podría ser sino alguien que goza de buena salud y además
dispone de tiempo y dinero para experimentar este tipo de vivencias.
Ante un cuerpo satisfecho quién no termina escribiendo reflexiones
del tipo:
La sucesión temporal ya no domina
nuestra imaginación, la cual ha retrocedido del futuro al
presente. En lugar de ello, vivimos en una conjunción de
tiempos y espacios, sincronización y confluencia que convergen
en el "tiempo puro" del instante... Este tiempo sin medida
no es optimista. No propone el paraíso ahora. Reconoce a
la muerte, a la cual regala el culto del futuro, pero también
abraza la intensidad de la vida. En el momento, se reconcilian el
lado oscuro y el lado luminoso de la naturaleza humana... La paradoja
del instante radica en que es todo el tiempo y la ausencia del tiempo
simultáneamente. Está aquí, y desaparece. Es
el punto de equilibrio entre el ser y el convertirse (Paz. 1996:
173).
La prueba de fuego para la comprensión, aceptación y
aplicación de este tipo de reflexiones como algo susceptible
de ser vivido por cualquier mortal, de la forma en que se puede ver
un programa de televisión o escuchar la canción de moda,
tiene que ver con el hecho de cambiar de manera radical las condiciones
materiales de vida de quien escribe este tipo de textos y luego observar
si su perspectiva ha cambiado o no, algo así como aplicar en
el poeta la prueba de fe que el Diablo le tendió a Job o a
Jesucristo. Si a una persona se le niegan por un día las tres
comidas básicas y se le pide que disfrute plenamente de cada
instante de tiempo que transcurre mientras vive la experiencia, lo
más seguro es que no se va a divertir mucho ni va a guardar
en su memoria este día como la suma suprema de instantes: "el
presente virgen, vivo y puro", y eso que se trata apenas de un
mal chiste porque está seguro, mientras se muere de hambre,
de que al siguiente día todo volverá a ser normal.
2. Los movimientos
del alma
De acuerdo con la intensidad de la pasión -un movimiento del
alma- se genera la respuesta y en la medida en que sea disfrutada
o sufrida, así mismo será el resultado. Lo trágico
de la situación es que un estado de ánimo vivido de
manera muy intensa puede desencadenar la pasión contraria y,
entonces, la sintonía entre cuerpo y alma, pensamiento, palabra
y acción, se presentan como una mentira. Cuántas veces,
después de haber soñado con que se reaccione de determinada
manera ante una situación específica se responde de
forma opuesta sin que quien realice el pensamiento o la acción
pueda dar una explicación racional sobre su reacción:
el ser más altanero puede aparecer en un momento dado como
el más altruista de los hombres y la persona más dulce,
de la que se esperarían las mejores acciones, puede verse involucrada
en hechos escabrosos; son las circunstancias concretas las que hacen
que en determinado momento una persona sea capaz de sacar lo peor
que de malo esconde dentro, o lo mejor, sin que halla premeditación
antes de la realización de muchas acciones, especialmente de
las más extremas. Algunas personas se solazan con la idea de
que su vida ha sido construida con paciencia y cálculo, desprecian
la idea de azar o destino e instauran al hombre como un ser privilegiado
gracias a su potencialidad para comprenderlo y explicarlo todo:
Me aterra la palabra de los hombres.
¡Lo saben expresar todo tan claro!
Y esto se llama "perro", y eso, "casa",
y el principio está aquí, y allá está
el fin.
Me espanta su decir, su juego en broma;
Saben todo lo que es y lo que fue:
No hay montaña para ellos asombrosa;
Su hacienda y su jardín lindan con Dios.
Siempre os he de avisar: no os acerquéis.
Me encanta oír las cosas como cantan.
Las tocáis y ellas son mudas y quietas.
Vosotros me matáis todas las cosas.
(Rilke. 1999:20).
Sería menos traumático vivir al modo de los niños:
No debes comprender la vida;
Como una fiesta se hará entonces.
Haz que te pase cada día
igual que un niño, al caminar
Deja que cada ráfaga
Le regale mil flores.
Reunirlas y ahorrarlas,
no se le ocurre al niño.
Las saca, suave, de cabellos
Donde gustaron de apresarse,
Y pidiendo nuevas extiende
Sus manos otros años jóvenes.
(Rilke. 1999: 17).
La reacción ante las situaciones se halla relacionada no tanto
con el carácter o la voluntad como con las condiciones físicas
y materiales efectivas de quien ejecuta la acción en un momento
concreto y en un contexto particular. Antes que estar en paz consigo
mismo o con Dios, el cuerpo humano necesita estar en paz con el estómago,
centro y motor de la vida, el encargado de desencadenar sensaciones
de gozo y de dolor, de plenitud y de vacío, en todo el sentido
de la palabra.
El bien y el mal, el bienestar y el malestar, son estados o sensaciones
sobre los que no se pueden establecer características particulares,
con frecuencia al querer hacer bien se hace mal y de las situaciones
más desagradables suelen resultar hechos gloriosos o dignos
de admiración; del dolor suelen surgir emociones intensas porque
el ser humano es "un peligroso ir más allá, un
peligroso detenerse, un peligroso volver atrás y un peligroso
estar de pie" (Nietzsche. 2000: 40) y lo más peligroso
de todo es que tiene que continuar en movimiento, en constante fluir,
sabiendo que nunca logrará experimentar lo que se sintetiza
a través de palabras como estabilidad, tranquilidad o felicidad;
lo que más añora le será negado porque no podrá
vivenciar la idea de paraíso en la tierra eternizado a través
de la suma de instantes supremos, nadie le concederá la virtud
de saborear la dicha del presente, precisamente porque la vida es
aquello que transcurre mientras se añora el pasado y se sueña
con el futuro. Pero tampoco le será posible soportar para siempre,
como si se tratara del infierno, una desdicha sin fin, la intranquilidad
y el dolor soportados con dignidad, orgullo y entereza del modo en
que lo soñaba un hombre como Pascal. Cuando el Maligno asediaba
a Pascal con sus asechanzas, al pobre no le quedaba más alternativa
que sumergirse en prolongados estados depresivos en los que imploraba
a Dios le diera fuerzas para acercarse a El.
3. La risa:
un peligroso movimiento del alma
Si la alegría y la risa no provienen del contacto con Dios
provienen del mundo y el mundo es uno de los enemigos del hombre.
La relación con el mundo y con los seres que se solazan en
él conducen a la búsqueda del placer y la felicidad.
Para Pascal siempre será más benéfico, real y
digno de admiración cultivar el dolor que la alegría
puesto que el ser humano, al poseer una predisposición innata
hacia lo Divino, es más dueño de sí mismo cuando
experimenta dolor que cuando busca el placer:
No es vergonzoso para el hombre sucumbir
bajo el dolor, y sí lo es sucumbir bajo el placer... Es que
no es el dolor quien nos tienta y nos atrae; somos nosotros mismos
los que voluntariamente lo escogemos y queremos que nos domine,
de suerte que somos dueños de la cosa, y en esto es el hombre
el que sucumbe a sí mismo; pero en el placer, es el hombre
quien sucumbe al placer (Pascal. 1984: 100).
Los enemigos de la placer comparten con entusiasmo el principio propuesto
por Aristóteles en relación con la eudemonología
o arte del buen vivir, que no es otra cosa que negarse a buscar la
felicidad y empeñarse en evitar el dolor. Schopenhauer explica
esta habilidad:
Todo placer y toda felicidad son de naturaleza negativa; y el dolor
es, por el contrario, de naturaleza positiva... debemos fijar nuestra
atención, no en los goces y diversiones de la vida, sino en
los medios de evitar en lo posible los males innumerables de que está
sembrada... no hay que hacer la cuenta de los placeres que se han
saboreado, sino de los males que se han evitado... La vida no es para
que se disfrute de ella, sino para que se desatienda uno de ella lo
antes posible (Schopenhauer. 1998: 71-72).
Séneca propone que cada ser viva conforme a su naturaleza:
la naturaleza del hombre es actuar de manera racional. Para Pascal
la mejor opción es cada quien permanezca en paz justo donde
ha sido colocado por la naturaleza debido a que "estamos condenados
a bogar en un vasto medio, siempre inciertos y flotantes, impulsados
de uno a otro cabo..." y, sin embargo, "nos abrasa el deseo
de hallar un firme asiento, y una base última constante para
edificar allí una torre que se eleve al infinito; pero todo
nuestro fundamento cruje y la tierra se abre hasta los abismos"
(Pascal. 1984: 124). Soñamos con ser seres heroicos o gloriosos
y la mayoría de las veces los esfuerzos dan como resultado
el fracaso o el ridículo: "No hay un cretino que no haya
soñado ser un gran hombre, ni burro que, al contemplarse en
el arroyo junto al que pasaba, no se mirara con placer, encontrándose
aires de caballo" (Flaubert. 1989: 86).
La negación del placer por el placer, tanto como la afirmación
del esfuerzo por comprender y actuar de manera que haya concordancia
entre la palabra y la acción se constituye, entonces, en una
justa razón para aceptar la vida tal como es, sin adjudicarle
cualidades que no posee. En últimas, todo se reduce a reafirmar
no tanto la vanidad sino el orgullo, que no es otra cosa que la convicción
firmemente adquirida de un valor propio, la elevada estima de sí
mismo, procedente del interior:
El orgullo es la convicción firmemente
adquirida de nuestro gran valor propio bajo todos los respectos;
la vanidad, por el contrario, es el deseo de hacer nacer esa convicción
en los demás... El orgullo es la elevada estima de sí
mismo, procedente del interior... la vanidad, por el contrario,
es la tendencia a adquirirla del exterior... La vanidad hace hablador
y el orgullo taciturno (Schopenhauer. 1998: 97).
Para vivir sin inquietud es necesario ocuparse sólo del presente,
es el tiempo que se aproxima más a lo que podría concebirse
como lo real:
En lugar de ocuparnos sin cesar y exclusivamente
de planes y de inquietudes del futuro, o de entregarnos, por el
contrario, a la nostalgia del pasado, nunca debiéramos olvidar
que sólo el presente es real, que sólo él es
cierto y que, por el contrario, el porvenir se presenta, casi siempre,
distinto de lo que pensábamos, y que el pasado ha sido diferente
también; lo cual hace que, en resumen, porvenir y pasado
sean ambos de mucha menor importancia de lo que parece. Porque la
lejanía, que empequeñece los objetos para la vista,
los abulta para el pensamiento (Schopenhauer. 1998: 79).
Al consagrarse al presente, al instante, como lo único real
y digno de atención, se experimentan sensaciones de plenitud
mucho más intensas que cuando se rememora el pasado distorsionado
por imágenes idílicas o se proyecta un futuro que promete
ser mejor, aunque condenado a la incertidumbre. Si se contempla sólo
el presente, el instante, se sufre menos dolorozamente el transcurrir
de los días y cuando se rememora desde la distancia, como tiempo
pasado, se vislumbra, entonces, como un periodo de la vida libre de
perturbaciones, como si se hubiera experimentado el vacío,
la nada, la muerte en vida, en consecuencia se experimenta lo que
podríamos concebir, por extraño que pueda parecer, como
la felicidad.
4. La venganza
de un cuerpo abandonado
La inactividad física no implica ausencia de movimiento, el
desplazamiento del cuerpo es su manifestación más obvia
pero no la única, si se le niega sol a la piel, velocidad e
intensidad a los latidos del corazón, carrera a las piernas
y sudor a la frente, en pocas palabras, si se desprecia el cuerpo
como motor de vida y expresión de plenitud, salud y fortaleza,
como la evidencia más clara de que se está vivo, se
cultiva, queriéndolo o no, la filosofía de la muerte,
se incumban en el cuerpo humores negros de manera lenta, silenciosa
y progresiva, pensamientos suicidas, deseos relacionados con tristeza,
dolor y quietud, se dan pasos seguros hacia caminos tortuosos como
la melancolía, la maniacodepresión o la esquizofrenia.
Cuando se le niega movimiento al cuerpo éste termina pasando
cuenta de cobro. Para estar en paz con el cuerpo lo más provechoso
será ejecutarlo en su más conocida tarea: el movimiento.
Bibliografía
Flaubert, Gustave. Cartas
a Louise Colet. Madrid: Siruela. 1989.
Nietzsche, Friedrich.
Más allá del bien y del mal. Madrid. Altaya. 1999.
Pascal, Blaise.
Pensamientos. Madrid: Sarpe. 1984.
Paz, Octavio.
"El occidente se vuelve hacia el oriente", en Fin de siglo.
Grandes pensadores hacen reflexiones sobre nuestro tiempo. México.
Mc . 1996.
Rilke, Rainer
María. Versos a un joven poeta. Madrid: Mondadori. 1999.
Schopenhauer,
Arthur. La sabiduría de la vida - En torno a la filosofía
- El amor, las mujeres y la muerte y otros temas. México: Porrúa.
1998.
* Profesional en Estudios Literarios,
Universidad Nacional de Colombia; Magister en Literatura Hispanoamericana,
Instituto Caro y Cuervo; Profesora, Universidad Central.
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