Cross
Jaime Pinos
Texto leído en las Primeras Jornadas
de Literatura: “Literatura Chilena Joven”
Universidad Adolfo Ibáñez. Viña del Mar. 25
de agosto de 2005
Estudié literatura en la Universidad de Chile. Durante ocho
años fui editor del sello independiente La Calabaza del Diablo,
así como de la revista homónima. Hasta su extinción,
en el número 33, después de haber circulado en kioskos
durante algo más de un año. He publicado dos libros.
El 97 una novela, vagamente autobiográfica a la vez que exploratoria
de una posible identidad generacional, titulada Los Bigotes de
Mustafá. El
2003 un poema, titulado Criminal,
cuyo argumento recoge la historia de Roberto Martínez Vázquez,
más conocido en los titulares de la crónica roja como
El Tila.
Dos libros. Una novela y un poema. A juzgar por lo publicado, un embutido
de narrador y poeta. Desde mis primeros textos, primero leídos
y luego escritos, siempre me ha sido difícil distinguir entre
eso que llaman géneros literarios.
Como lector, una curiosidad omnívora me ha conducido a textos
de variada especie. Mis lecturas han proliferado sin mayor atención
por las convenciones. Más allá de la literatura inclusive,
aunque en algún sentido todo es literatura. Leo y he leído
de todo. Un arco que cubre, con idéntico interés, desde
los clásicos del pensamiento hasta anónimos folletos
publicitarios que, parafraseando a De Rockha, revelan al lector atento
por dónde discurre cierto estilo de masas. Recuerdo
un documental donde Cortázar, como si se tratara de un palimpsesto,
juega a descifrar el tramado semiótico de una muralla parisina
atestada de carteles y graffittis. Para un buen lector, creo, todo
es cancha. Todo es texto.
Como autor, siempre he enfrentado la escritura con el mismo desprejuicio.
En la ciudad de la escritura, mis mejores paseos han transcurrido
en los barrios limítrofes, en los arrabales. Cruzando las fronteras
difusas que, a la vez, separan y comunican uno y otro ámbito.
La narrativa, la poesía, la crónica. La literatura,
la historia, la antropología. La biografía y la reflexión
sobre lo social.
Mi novela, escrita bajo la influencia (más sugerente que angustiosa)
de Cortázar, es muchas cosas a la vez. Una novela íntima
narrando la historia de un grupo de muchachos que buscan la vida peligrosa.
Una novela política que hace la crónica el plebiscito
del año 88, el final presunto de la dictadura. Fragmentaria
en extremo, construida íntegramente según la lógica
del montaje, los materiales que la constituyen tienen los orígenes
más diversos. En ella conviven piezas narrativas y poéticas,
recetas de cocina y recortes de prensa, cartelitos y fotografías.
En cuanto a Criminal, para mí un largo poema narrativo
o una novela en verso, como se prefiera, la crítica registró
en su momento su ambigüedad genérica. Patricia Espinosa,
en Revista Rocinante, habló de complejo poético narrativo.
Alejandro Zambra, en Las Últimas Noticias, de raro volumen
de poemas. En la forma, entre otras referencias poéticas,
el libro es tributario del Lihn de El Paseo Ahumada o La
aparición de la Virgen, de ciertos textos de Rodrigo Lira
y José Ángel Cuevas. Temáticamente, su mirada
al mal chileno está inspirada más bien en fuentes
narrativas. La llamada literatura de bajos fondos de autores como
Gómez Morel o Méndez Carrasco. Hijo de Ladrón
y Eloy de Manuel Rojas y Carlos Droguett, a quienes considero,
junto a González Vera, nuestros más grandes narradores.
Cierta narrativa norteamericana, Mailer, el Truman Capote de A
sangre fría.
Escribe Roberto Bolaño: La poesía de las primeras
décadas del siglo XXI será una poesía híbrida,
como ya lo está siendo la narrativa. Posiblemente nos encaminamos,
con una lentitud espantosa, hacia nuevos temblores formales. En ese
futuro incierto nuestros hijos contemplarán el encuentro sobre
una mesa de operaciones del poeta que duerme en una silla con el pájaro
negro del desierto, aquel que se alimenta de los parásitos
de los camellos. Hibridez. Encuentro duchampeano del escritor
con el pájaro negro del desierto. La literatura que me interesa
circula, justamente, por esa zona fantasma. Por esos territorios donde,
renunciando a la seguridad de cualquier convención, el escritor
es un explorador solitario frente a lo desconocido. Pienso en las
narrativas de escritores como Sebald o Claudio Magris. Pienso en Teillier,
quien alguna vez definió su propia poesía como poesía
de relato. Pienso en Lihn y sus versos sobre la labor del poeta:
Ser un buen narrador que hace su oficio/a medio camino entre el
bufón y el pontificador.
Nicanor Parra dice que la buena novela está escrita en endecasílabos.
Harold Bloom que la mejor poesía del siglo XX está escrita
en prosa. En esa tradición de hibridaje pretende situarse mi
propia tentativa. Ampliación del campo de batalla, derribamiento
de todo límite genérico. Cross de la escritura
utilizando todos los recursos, cantando en todos los registros. Construcción
de una mesa de operaciones que, compleja y multiforme como la propia
realidad, haga posible el encuentro del que escribe con el pájaro
negro del desierto.