La ola restauradora nos trasciende, recorre el mundo entero y se instala en los Estados Unidos de la mano de un Trump cada vez más desatado. Pero también está aquí con sus particularidades, impelida con fuerza por la furia anti octubrista y administrada con astucia por los dueños del negocio.
La lógica binominal nos trae de vuelta la idea de la conversación entre pocos, los más preparados para eso, los que nacieron para mandar y tomar decisiones; si incluso, hace algunas semanas, alguien subido por el chorro restaurador se atrevió a proponer a Eduardo Frei Ruz-Tagle como candidato a la presidencia. Parece chiste, pero ya sabemos que esto suele partir como un chiste. Sobre todo ahora que cualquier bandera parece servirle a las elites en su afán de restituir el orden amenazado por la barbarie
Están de vuelta los realitys, la farándula, Kike Morandé, el Señor de la Querencia y, como si fuera poco, la Nueva Narrativa. Lo anunció, por supuesto, El Mercurio, con poco disimulado alborozo: “La Nueva Narrativa vuelve a librerías. Los 90 se resisten”.
Los 90 son el paraíso perdido, el horizonte en el que ha devenido la pobre utopía conservadora del "Artes y Letras", y también de muchos de los progresistas de entonces, que vieron cómo con los años perdían toda relevancia. En ese horizonte aparece el duopolio editorial, esa fórmula sencilla de controlar el fundo literario, secretamente anhelada también por muchos peones e inquilinos que se dejan seducir fácil por la promesa de orden y seguridad.
¿Pero qué significa, en rigor, la amenaza de que la Nueva Narrativa está de vuelta?
Absurdo sería pensar que son los mismos muchachos que irrumpieron a fines de los 80 y se tomaron la década siguiente con un espíritu expansivo, triunfalista, de aspiración cosmopolita, para operar como aparato político desplegado en todos los frentes, con enclaves editoriales y autores designados. La persistencia de la denominación, el adjetivo que Jaime Collyer volvió beligerante en su “Casus belli: todo el poder para nosotros” de 1992, adquiere hoy, es cierto, ribetes cómicos. Lo nuevo de un grupo de caballeros que se acercan a los 70 y que jamás pusieron una coma en el lugar equivocado, ni por error vislumbraron un atardecer que no tuviera un fondo geométricamente horizontal, y nunca salieron de sus barrios protegidos de nuevos ricos de la transición. Después de años de protagonismo pactado, los mismos años del consenso con tutela militar, casi no volvieron a dar cara. Entre otras cosas, les había pasado Bolaño por encima, un huracán que nunca supieron cómo asimilar; fue como si el espejo en el que se miraron siempre complacidos, de pronto les devolviera la imagen de su absoluta irrelevancia.
Permanecieron en relativo silencio hasta que Arturo Fontaine Talavera, cual sargento mayor del ejército restaurador, saltó con renovada agilidad para, a propósito del estallido social, escribir en Letras Libres “Asonada en Chile”, un artículo donde conjeturaba sobre la presencia de agentes de Maduro en las movilizaciones de octubre y, aterrado, clamaba por la restauración de la paz y el orden.
Lo de ahora tiene, es cierto, el lenguaje escénico de la farsa, la historia ya ocurrida como tragedia que hoy, en un nuevo escenario, se despliega solo con trazos grotescos.
"Los 90 fueron tan ricos en todo. Hay creaciones, películas, libros y cuanta cosa, mucha riqueza. La primera cagada queda con la crisis asiática. Ahí como que se rompe un poco, pero el mundo era muy rico. Piensa tú que, con Frei, se creció al 7%, con el cobre a menos de un dólar. Yo iba a Nueva York a cada rato", dice Gonzalo Contreras en una reciente entrevista en el Clinic.
Contreras está ahí para hablar de su nueva novela de personajes “guapos y adinerados”, pero se le escapa la nostalgia por aquellos años en que competía solo y protegido por el Centro de Estudios Públicos, ese laboratorio o tanque del pensamiento de derecha que, durante más de treinta años, dirigió su compadre Fontaine.
El propio Fontaine da una entrevista que aparece el mismo sábado caluroso de enero en La Tercera, como si la verdadera ira del verano estuviera en machacarnos con la idea del eterno retorno. Fontaine está ahí para hablar de su novela sobre la rebelde aristócrata Teresa Wilms Montt, pero termina hablando del regreso de la Nueva Narrativa y la define: “nos apartábamos del realismo mágico y de la literatura concebida como lenguaje sobre el lenguaje. Se recuperaba, así, el valor del personaje y de la trama”. Y, de paso, define también la literatura en general: es como una casa con muchas ventanas, dice, pequeñas y grandes, desde la que se puede observar desde distintos ángulos un jardín. No aclara a qué jardín se refiere, pero es posible que esté pensando en el amplio jardín de su casa.
La ventana de la Nueva Narrativa es ese rectángulo que da al jardín de sus mayores privilegios, los gloriosos 90. Y si existieron los 90, cómo no celebrar los años precedentes que posibilitaron su existencia, los años de la dictadura. Dice Contreras: “en los 80 tampoco se vivió tan mal. La vida fue bastante intensa. Había pocos lugares donde ir, pero había una cosa potente también, que incluso eché de menos después”. Y acto seguido se declara completamente contrario a politizar el arte.
Podría funcionar como chiste, si no lo dijera en serio y mal humorado. Y, sobre todo, si detrás no estuvieran los dueños y administradores del fundo, para los que ellos, los viejos autores y sus nuevas novelas, son apenas fetiches de un poder que añora un mundo perdido, y al que cualquier micro le sirve al momento de clavar una nueva banderita en el lomo agobiado del progresismo.
El peligro son ellos, los hijos o nietos de la Nueva Narrativa; hijos o nietos políticos, biológicos y adoptados, que ni si quiera se toman en serio a esos padres o abuelos reciclados. Ellos y los habituales cómplices pasivos que, en estos mismos momentos, están evaluando de qué lado les conviene estar, cuál es el radio exacto que esta torpe diatriba puede llegar a implicar y, sobre todo, de qué manera puede afectar todo esto su próxima publicación. Y en ese caso, cómo hacen para olvidar rápido esto que, por alguna extraña razón, llegaron a leer.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com La comedia del eterno retorno y la nueva narrativa chilena
Por Luis López-Aliaga
Publicado en MONTACERDOS.CL 26 de enero 2025