de
HISTORIAS DEL REINO VIGILADO. (1981)
Las sombras de los
árboles siguen creciendo
alrededor del lado más lejano de mi cuerpo
alrededor de mi
mano oscura
cubierta de vellos espejeados por la luna
bastante mas
inexistentes
que las delgadas espadas de las hojas
mi brazo libre
asoma al otro extremo
con un tímido resplandor de espera
mientras
las sombras espesean
carcomiendo los resquicios luminosos
ya más
vagos
tiniebleándose
haciendo ovillos de sombra
artísticamente
dispuestos alrededor de las calles
donde mi mano se apoya aún
humeante
y mi rostro se estira en lo brumoso
tal vez impotente y
creciendo también con la noche
tal vez esperante de sombra
acumulada
con uno o los dos oídos tensos
por una música de tacos
que la anuncian
y un familiar perfume de días
anteriores.
Mis manos inquietas
se incorporan a los crecientes
monstruos de aquelarre
aguardamos
somos ambos (árboles y
sombras)
aumentando su grosor y su modelo hemético
crecimos entre
la una y las dos de la mañana
con algo de temor o de
destino
(delirando mis brazos vegetales
mi corteza de grumo
blanquecino
y mi larga cabellera de hojas derramada en la ya casi
total oscuridad)
por el contrario
otros árboles inverdaderos
mascullan en
las veredas paralelas
fuman sus ramas de ébano
y aguardan
cualquier majadería humana
como un complot con amigos de la
infancia
o una desconocida a quien no odio
pero debo atacar por
unas horas
y no todo es exacto
porque las sombras en el
cenit
han devorado mi cuerpo y mi blanda pupila
y hasta (quizás)
algunas cosas ignotas que me pertenecían
como estar triste o
cansado
o beber sin horarios ni fronteras
y aún así
la
exactitud permanece insostenible
alrededor de las crecientes
sombras
desparramadas en un área tan extensa
que ya no puedo
controlar
ni sentir
o decir
alrededor de mi mano oscura
y la
sombra creciente de los árboles
Mi cerebro
Las tinieblas de mi cerebro
Las cada vez más
frías y apagantes
tinieblas de mi cerebro.