Mordido de canallas, yo fui el gran solitario
Mordido de
canallas, yo fui "el gran solitario
de las letras chilenas",
guerrero malherido,
arrastro un desgarrado corazón proletario
y
la decisión épica de no caer vencido.
Sobre la patria arada de espanto, mi calvario
chorrea sangre
humana, y un sol despavorido
me va ciñendo el cuerpo de fuego
extraordinario,
como un caballo de oro con el freno
perdido.
Irreductible al látigo, salvaje e innumerable,
el
instinto social me da el imponderable,
y descubro un subsuelo que
el drama humano aprueba.
Con tu recuerdo, al hombro, mi rol específico,
y como
andando solo, en ti me identifico,
fundo con tus cenizas una
religión nueva.
Ahora yo me acuerdo (fragmento)
Ahora yo me
acuerdo de Licantén, orillas del Mataquito,
me acuerdo de la casa
aquella, como de polvo, con duraznos, con
membrillos, con naranjos,
con un farol, sí, con un farol en la
esquina de la noche y con
palomas
llorando más arriba del pueblo del sueño,
me acuerdo de
la tía Clorinda, oliendo a chicha florida, y de don
Custodio y de
la Rosa y de la Flora Farías y de la beata doña
Rosario y del
Oficial Civil y del cura don Liborio,
me acuerdo de los
chicharrones y de los pigüelos y los causeos de
don Vicho, y del
poruña Abdón Madrid y de la tonta Martina
y del compadre Anacleto y
del borracho Juan de Dios Pizarro y
Juan de Dios Chaparro,
me
acuerdo de las piaras costinas, tan olorosas a cochayuyos y a
sentimientos de Iloca,
y me acuerdo de los lagares,
ciertamente, de los lagares del buey,
arrumados en los graneros,
llenos de huevos y herramientas,
"entre junio y julio"
y me
acuerdo de las botas y las mantas españolas de mi abuelo,
me
acuerdo de la media rayada del silabario y de las
enredaderas
polvorientas de la escuela,
y después, Talca, la
ácida, la árida Talca,
la lluviosa ciudad negra, seria, fea y
atribulada, de santos de
sombra y de aceitunas,
la vieja escuela
cluequeando entre los tamarindos,
la vieja escuela primaria, la
vieja escuela primaria, y don Tomás,
el preceptor don Tomás, sí,
don Tomás, el amigo de Dios, y las
bolitas,
y el volantín azul
arriba de la provincia enmohecida,
aquella gran bronconeumonía y
los anchos armarios de
carretillas y la vida de Colón, la vida de
Edison, la vida deWashington con monitos, y los lacrimatorios del
mapa-mundi,
y las matitas de poroto y de zapallo creciendo,
ardiendo en los
extramuros del alma,
los caminos de estatuas,
apuntalando un sol cuadrado y polvoso,
y los himnos escritos en la
piedra, por la oscura mano que nadie
conoce, [...]
y después,
después, las niñas Pinochet
y las cacerías y las borracheras en la
montaña, adentro del
espíritu irreparable,
y los versos honestos
entre los sembrados, los espinales, los
viñedos y las islas
profundas de Pocoa,
que era lo mismo que un causeo de invierno, que
era,
y después, el niño inhábil, el confundido, el planetario,
a
patadas con los manicomios,
y las cartas lluviosas: "estudia, hijo,
las cosechas van
malitas, a la bodega vieja se le cayó el
cielo
y a la Chepita un diente, ¿qué te sucede?...
cobra un giro
y reza por nosotros, el año inútil, hijo, sí, el año
inútil,
tu
mamá te manda un pavito, abrazos, ojuelas y charqui de la
guitarra,
aquí, ya hay violetas, cuídate, van aceitunas,
patitas de chancho,
miel, quesitos de cabra, murió el rucio Caroca,
tu padre,
Ignacio"...
Cantar
Te busqué en los
mares,
te busqué en las tierras,
¡no te ha visto nadie
y todo
lo llenas!
Rumbo de la vida,
ilusión cansada
¿en qué pueblo
habitas
y cómo te llamas?
¡Seguir caminando
sin ver el camino!
¡Llorar lo
pasado
y lo no venido
con el mismo llanto...!
Soy el hombre casado que inventó el matrimonio
(fragmento)
Soy el hombre casado, soy el hombre
casado
que inventó el
matrimonio;
varón antiguo y egrerio,
ceñido de catástrofes,
lúgubre;
hace mil, mil años que no duermo
cuidando
los chiquillos y las estrellas desveladas;
por eso
arrastro mis carnes peludas de sueño
encima del país gutural de las
chimeneas de ópalo.
Dromedario, polvoroso dromedario,
gran
animal andariego
y amarillo de verdades crepusculares,
voy
trotando con mi montura de amores tristes...
[...]
Comparo mi corazón al preceptor de la escuela del
barrio,
y papiroteo en las tumbas usadas
la canción oscura de
aquel que tiene deberes y
obligaciones con lo infinito.
Además
van, a orillas mías, los difuntos precipitados
de ahora y sus
andróginos en aceite;
los domino con la mirada muerta de mi
corbata,
y mi actitud
continúa encendiendo las lámparas
despavoridas.
Cuando los perros mojados del invierno aúllan,
desde la otra vida,
y, desde la otra vida, gotean las
aguas,
yo estoy comiendo charqui asado en carbones
rumorosos,
los vinos maduros cantan en mis bodegas
espirituales;
sueña la pequeña Winnet, acurrucada en su
finura
triste y herida,
ríen los niños y las brasas alabando la
alegría del fuego,
y todos nos sentimos millonarios de
felicidad,
poderosos de felicidad, contentos de la buena
pobreza,
y tranquilos,
seguros de la buena pobreza y la buena
tristeza
que nos torna humildes y emancipados
...entonces,
cuando los perros mojados del invierno
aúllan, desde la otra
vida...
"Bueno es que el hombre aguante, le digo",
así
le digo al esqueleto cuando se me anda quedando
atrás,
refunfuñando,
y le pego un puntapìe en las costillas
[...]
de Mis grandes poemas. Antologìa.
Editorial Nascimento. Santiago, 1969.