Espinosa: El mitín de los críticos
por Omar Pérez
Utopista
pragmático 110, Septiembre octubre 2003
Una serena tarde
de agosto ingreso a la apacible sala América, en el segundo piso de la
Biblioteca Nacional. Ahí está ella: Patricia Espinosa,
profesora y crítica literaria, bordeada por Camilo Marks, Ramón
Díaz Eterovic y el editor Marco Antonio Coloma. Se presenta
su libro Territorios en fuga, estudios críticos sobre Roberto
Bolaño. Quizás ustedes lo sabían, pero yo no. Patricia Espinosa es
joven y sensual con unos coquetos anteojos, creo que de
color lila. Y cuando abre la boca, en tono bajo pero decidido, alienta
a una nueva generación crítica a realizar resistencia
activa.
Es la presentación de un afanoso libro en que ha
reunido 18 estudios críticos (irregulares) sobre Bolaño. Pero Espinosa
no esconde que el libro, como los buenos cuentos, tiene doble fondo:
es, además, un ataque. Es un misil contra: “el estado actual del
quehacer crítico”. “la exclusión por medio del silenciamiento”, “la
neutralización de los discursos contrarios”. “la maquinaria de la
indiferencia”. “El horror a la frontalidad”.
Patricia Espinosa
es la vocera de la generación crítica. Ya
lo anunció en el número dos de la revista Letras & libros,
(trae un dossier en que 17 críticos y escritores hablan sobre crítica
literaria). Espinosa proclama a la generación crítica, que ella llama
formación crítica. ¿Quiénes son? Son chilenos literariamente cultos,
educados en la universidad (tales como la Chile o Playa Ancha). Usted
ya los habrá leído en los diarios nacionales y revistas como
Rocinante, La Calabaza del Diablo o El Periodista: Álvaro Bisama,
Alejandro Zambra, Gonzalo Rojas, Roberto Contreras, René Olivares,
Iván Quezada, Marco Antonio Coloma. Hay otros que se les puede
leer en revistas digitales: Cristián Gómez, Constanza Ceresa,
Francisca Lange, Rodrigo Hidalgo, Natalia Figueroa, Luis Valenzuela,
Alejandra Rossi, Eduardo Montalbán, Mabel Vargas.
Espinosa, centro
de esta constelación, da un doble combate. Primero, crítica a los
medios de comunicación que están entregados a lo que ella llama
escenificación de la cultura (se van por las ramas, más ansiosos por
la vida sexual de los escritores). Y el segundo disparo va contra la
crítica académica. Los universitarios no han superado el agujero negro
y han mantenido los conceptos, los criterios organizativos, la
producción creativa. No ha habido revolución científica, proceso
intelectual de ruptura. Los universitarios están replegados, aislados
hasta el punto de no darse cuenta de su retraimiento y su inutilidad
social. Esta es una verdad, que yo comparto con Espinosa: nunca en la
historia republicana los universitarios han tenido tan poca conciencia
de su nulidad y sus causas como hoy.
La crítica literaria
académica está, metodológicamente, aún estacionada en el Formalismo,
corriente de comienzos del siglo XX, que estudia las formas
literarias, obviando el contexto. O en el estructuralismo que se
expandió en Chile cuando Félix Martínez Bonati publicó La
estructura de la obra literaria en 1960, o el postestructuralismo
que se desarrolla desde los años 70. Ese es el “Marco Teórico”
dominante.
Pero, de pronto, en la sala de la Biblioteca, escuchando
a Espinosa, veo que al muro del consenso básico le aparece una
grieta.
¿Logrará la generación crítica cambiar el paradigma?
Por lo menos hay un claro intento inicial de desalambrar las
tablas del gusto literario, correr estacas, tomarse algunos fundos,
quemar algunas barracas, con la bandera izada de Bolaño. Cierta
anarquía en la casa. Esto es inédito. Desean ver las cosas de otro
modo. Y, ojo, parecen muy decididos en demoler la actual estructura
cultural y política de la literatura. No exagero Cuestionan la esencia
de la civilización. Desean discutir lo básico: ¿por qué leemos? ¿Qué
vamos a leer? Y ¿cómo vamos a leer?
Tal como lo ha mencionado
Marco Antonio Coloma, a raíz de otro libro sobre el tema
(Orientaciones actuales de la crítica literaria y cultural,
editado por Andrés Cáceres y Eddie Morales): muertos los ismos, la
crítica está en crisis, como tantas cosas. Entonces el tema es un
debate metodológico: desde donde hablar.
Estas cuestiones,
créanme, parecen difíciles, pero son de índole ética y política.
De algún modo Espinosa y estos críticos están cerca de la
“epistemología clásica” –Thomas S. Kuhn, Karl R. Popper, Imre Lakatos
y Paul K. Feyerabend– y de la epistemología actual postmoderna
–Lyotard, que sugiere a los críticos creatividad a la hora de formular
hipótesis y rigor a la hora de verificarlas. Defender el pluralismo y
la interdisciplinariedad, compartir el objeto de estudio, los métodos
y las teorías. Cada texto, cada libro, cada gesto literario es un
fenómeno único que debe explicarse y esclarecerse de modo único. No
existen fronteras para la curiosidad y ningún tipo de 'criterio'
restringe el pensamiento: se acepta la colaboración.
Entonces,
algo, algo rememoro. Esto: La disposición contextualizadora de
Patricia Espinosa, recoge la tradición latinoamericana del uruguayo
Angel Rama y la generación Marcha que pautearon a los escritores del
Río de la Plata en los ´60. En lugar de sólo análisis literario,
ventilaron la ideología, las estructuras políticas y sociales, los
prejuicios, los medios de comunicación y los receptores del texto. Así
captaron los cambios de la época.
Bajo las escaleras de la
Biblioteca. En la Alameda me meto a un boliche a tomarme una cerveza,
y mientras espero a un amigo hojeo el libro. Entonces pienso que la
generación crítica merece ser leída. Si bien cada uno es cada uno, hay
un cierto estilo libre, claro y vivo e intentan escribir en la lengua
de la gente corriente. Darán que hablar. ¿Darán que hablar?