La poesía de Paula Ilabaca Núñez (Santiago,
1979) no ofrece lugar a dudas. Es un conjunto bien definido, con una
palabra que tiene forma delineada, y un tono de voz uniforme, lo que no
es poco pedir en los tiempos que corren. Completa, editado
por la editorial Contrabando del bando en contra, es el estreno en
sociedad de esta joven poeta, criada en los fértiles terruños de la
Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica, junto con
otras voces que ya se han hecho escuchar, como la de Héctor Hernández
Montecinos, habitual compañero de Ilabaca tanto en talleres literarios,
como en actividades ligadas a la performance (con él formó el dúo
Anti-faz).
La lectura de esta opera prima denota cosas.
Parcelas temáticas resueltas, y pretensiones estéticas también
delimitadas. En cuanto a lo primero, la obra está cruzada por lo
maternal -ya sean madres humanas o arácnidas-, Ilabaca se sale de madre,
pero bien, para luego "regresar a la virgen" . Y en cuanto a lo segundo,
la totalidad del poemario deja bien claro que en estas páginas lo
rítmico (que una mala lectura daría la impresión de monotonía) no es
algo menor para la autora, y tendrá un papel dominante . En esta ocasión
el compás se nos presenta carrusélico, de parque de diversiones, de
música repetida en ciclos (como el sonsonete del extinto 141, otrora
cifra mágica acerca de la hora y las condiciones atmosféricas), no así
de disco rayado, pues el sonido de los versos no se estanca, sino que se
mueve.
Sus visiones personales respecto a temas específicos como
la maternidad, la sexualidad, el hastío y la ciudad, así como su poética
y estilo se ven jalonados por el uso que la autora hace tanto de las
palabras, para sugerir atmósferas e imágenes, como del ritmo, obstinado
y monocorde, para dar un paso continuo y cíclico a su poesía. La
elección metafórica se mueve casi siempre hacia la madre truncada, la
paridora aterrada en ciernes, la madre de espanto- no del bebé de
Rosemary - sino de la poesía de Paula, "la mujer-niña que la encuentran
jugando con la muñeca más perversa de porcelana".
La poesía de
Paula Ilabaca irremisiblemente conduce al lector a un estado particular.
Quien se encuentra con estos versos ("antes leídos, recitados,
susurrados múltiples veces en infinitos registros, poses y balbuceos de
decibeles distintos") puede rasgar sus vestiduras y exclamar ¡horror!, o
bien abrirse al juego que la poeta aquí propone, de entrada: "voz pareja
y constante/ también/ pequeños silencios intermedios/ quizás
interferencias delgadas/ sensación de vacío/ de mucho vacío/ y un
espacio/ grande/ preferir el tedio y la repetición/ repetir hasta el
hartazgo". Las cualidades no poco interesantes de estos poemas permiten
al lector optar por cualquiera de las posibilidades antes insinuadas, o
bien, muchas más, según cada quien.
Con todo, este libro
presenta algunas cortapisas, que tienen que ver con aquello que advirtió
la autora en los versos antedichos, la repetición hasta el hartazgo, lo
que a veces hace que ciertas imágenes naufraguen injustamente, disipando
a ratos las riquezas poéticas de esta escritura. Esta repetición y este
fluir imaginativo, de sabor surrealista, por momentos se le escapa a la
poeta, causando pequeños y controlables siniestros. Si bien no podemos
hablar acá de escritura automática tal y como se la conoce, el texto
está construido con premisas que ciertamente no van por el lado de la
mesura. La lectura de este libro nos entrega ciertos guiños a la poesía
neobarroca, a la vez que estos visos neobarrocos o surrealistas entregan
un texto prominente y opíparo, por ello a veces desbordado, lo que hace
desear una poda más atendida por parte de la autora.
Por suerte,
esta no es la tónica del libro, que mantiene su vigor y su propuesta de
tapa a tapa. Esto último se ve refrendado -y diestramente superado-, con
la aparición en Plagio N° 7 del conjunto de poemas "La niña lucía", que no
fue incluido en "Completa", lo que es una omisión considerable, teniendo
en cuenta de que estos poemas son superiores a muchos de los aparecidos
en el libro. Si bien se mantiene el tono y la técnica de los poemas de
"Completa", este conjunto ya entrega versos más aquilatados, seguros de
su andar y su decir, lo que denota una vuelta de tuerca más a las
composiciones anteriores.
El parangón entre "Completa" y "La niña
lucía" da como justo ganador al segundo conjunto, por una razón simple,
la madurez del verso. "Completa", dada la metodología que Paula Ilabaca
utilizó en su confección (la aludida receta de la reiteración
incansable, cíclica y circular) causa momentos opacos en el texto. A lo
anterior, se suma que este libro se compone de la recolección de varios
textos separados entre sí por un buen espacio temporal, y bien es sabido
que la escritura de un tiempo no es igual a la de otro, y muy
frecuentemente estas "metamorfosis de pluma" son definitivas, son pasos
que se dan de una vez y para siempre. Acontece esto en "Completa", el
conjunto denota un andar, un lapso transcurrido, con las consecuentes
modificaciones en el decir de la poeta, siendo entonces el único lazo
aglutinador el recurso repetitivo, ya no prenda de garantía
incuestionable.
"La niña lucía" muestra la madurez de la autora.
Por lo mismo se puede apreciar un trabajo más acabado de los textos, que
galvanizan la voz poética de Paula Ilabaca. El poemario gana en
intensidad, en momentos felices e imágenes notables, "ella me da ganas
de morir/ ella y su toalla su rojo su respiración/ ayer vi cómo le
brotaban / a ella a él unas alas blancas como su leche". Viendo esta
última muestra de la poesía de Ilabaca, donde ya se ha afinado un oficio
y se ha consolidado un estilo que ha superado sus iniciales rémoras,
surge en quien lee la inconfundible sensación de estar frente a un texto
recio y el interés de que esta poesía dé nuevos y mejores
vástagos.
Paula Ilabaca ha abierto aquí los fuegos, ("bien
encaminada, atenta", como dijera de su poesía Jessica Atal) de seguro
será una llama que arderá por un buen tiempo, seguramente, con nuevas
luces, con nuevas chispas, con nuevos juegos, y con otros ritmos (que
desde ya son esperados para carear lo que aquí fue dicho y cómo fue
dicho). Nos subimos a un carrusel hastiado, impetuoso, constante, casi
madre, casi araña, casi pieza de ajedrez. Mañana Paula Ilabaca nos hará
sacar boletos nuevamente, para otra atracción de su poética
divertilandia.