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Algunos textos Chamorrísticos


por Ricardo Chamorro





Imposible hallar la sorpresa correcta


Quiero darle una sorpresa a una mujer. El problema es que no se me ocurre ninguna. He pensado en regalos caros del estilo automóviles deportivos, pero los deportivos implican costo de mantención, repuestos y patente. Le estaría dando una preocupación y no un regalo. Lo mejor es ir a lo simple. Adornos no porque está hasta la tusa de adornos y sé que bajo la cama guarda aun las cajas sin abrir de regalos anteriores. Tiene que ser algo útil, algo que recuerde por siempre. Si es útil bien puede ser comestible (comer es bastante útil), helados o chocolates. Un helado no porque se me va a derretir en el camino. Los chocolates son efímeros en sus manos y tan habitual su consumo que dudo se acuerde de un presente como ese. Bebestible tampoco porque no le hace al bebestible.
Habiendo tanto invento humano digo yo, y no se me ocurre ninguno. Entonces a lo mejor una carta. Pero soy muy torpe escribiendo cartas. Me viene el pánico escénico cuando me toca hacer una. En otro tiempo le mandé montones y creo que ya le dije todo. Quizá un cuadro. Uno que ponga en su pieza y que lo mire siempre al levantarse. ¿Será bueno un paisaje o una mancha abstracta?, no se responder esta pregunta y al tratar de hacerlo me doy cuenta que un cuadro es una solución sin ingenio, casi como salir del paso. Como hemos basado nuestra relación en el humor, no me queda otra que seguir con eso. Una vez que la pillé triste le regalé una nariz de payaso. El problema es que el ingenio de la nariz fue solo para la nariz, o sea, no saco nada con llevarle el resto del traje. Hay que cambiar de línea, pero dentro de la misma línea. Como le escuché decir una vez a Felipe González, en un discurso retórico, “en mi próximo periodo vamos a realizar un proceso de cambio sobre el cambio”.

Me hago un lío enumerando alternativas sin llegar a ninguna solución, pero al menos tengo que verla, aunque llegue con las manos vacías. “Mejor solo que mal acompañado” y con esta frase no le regalo ninguna cuestión. Cuando voy en la micro sigo haciendo trabajar la sesera, es una cosa incontrolable, le doy vueltas al asunto mientras la mayor parte de mi cuerpo piensa en relajarse. No se relaja nada. Se deja dominar por el sector obsesivo. La micro se va largo rato por Vicuña, hasta casi llegar a Puente Alto. Me bajo y camino hasta su puerta. Tomo aire antes de golpear.
- Hola - me dice y me manda un beso lleno de pasión desenfrenada - tenía tantas ganas de verte.
La recepción es tan alegre que me olvido de todos mis rollos. Entro, nada mas. Su fiesta de cumpleaños está llena de gente que se ríe.

 



Te llevan por enfermo

Antes a uno lo llevaban los pacos porque estaba en la esquina fumando marihuana o tomando copete. Ahora no es de lo único que hay que andarse preocupando. Están también las ambulancias. Porque si uno se pone en la esquina y viene la ambulancia, hay que cuidarse de no estar en actitud de enfermo, como estornudando o con fiebre porque la ambulancia te detecta y te lleva preso. Claro, aunque no se tengan antecedentes de asma ni de tuberculosis ni cáncer, lo llevan igual, por sospecha de enfermedad grave. A los que padecen, efectivamente, enfermedades graves, mejor que ni se asomen a la calle: si lo pilla la ambulancia se lo lleva detenido en el acto. Después viene la misma cuestión de siempre, que te agarran los médicos, que te interrogan, te inyectan cosas para que no te resistas y les digas los síntomas. Si la cosa es grave te pasan a una comisión, auténticos juicios, compuestos por viejos y, aparentemente, sabios médicos. Ellos dictaminan si te dejan en el hospital y por cuanto tiempo. A veces a uno lo tienen varios años y un día, por delitos del estilo Peste Cristal o Tos Convulsiva. Así que cuando sentimos que viene la ambulancia uno aguanta la respiración, se hace el gil como que está sano, mira para cualquier lado o reprime el estornudo. Cuando se aleja uno se rasca sin temor, vomita o se revienta ampollas. ¡Es tan relajante!

 

La cabeza Cortada

Cuando a uno le cortan la cabeza, la cabeza rueda al suelo y allí se golpea. A uno le duele el golpe. Si uno es alto, la cabeza cae de mas alto; es posible que la cabeza sufra TEC cerrado o incluso abierto. La cabeza debe tomar aspirina o someterse a una intervención quirúrgica.

La cabeza, luego de cortada, vive unos minutos, que son una vida después de la vida. No puede hablar porque la garganta se le ha quedado en el cuerpo. Por eso mira y re - mira la realidad que le rodea: es todo muy inmenso; hay un ángulo curioso, una nueva visión de las cosas. Pero, como sea esa visión es incomunicable. No hay manos y, en esas condiciones de presión, a uno se le olvida por completo el código morse.

 

 

Ricardo Chamorro
chamorro@esfera.cl

 

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